lunes, 30 de marzo de 2020

El mismo mar. El mismo cielo - Capítulo 9 - Terrores nocturnos

Mientras su hija jugaba en el parque con sus amiguitos, Paul pensaba en cómo había cambiado la vida, en muchos aspectos.  Había sido una enseñanza de la Naturaleza para darnos a entender que no lo estábamos haciendo bien y que ella estaba muy enfadada con el ser humano. El hombre había recibido cosas maravillosas para su disfrute, pero se había dedicado a destruir en lugar de crear, o cuanto menos conservar para las generaciones venideras.  Pero cada una de ella que llegaba era más destructora que la anterior, con la excusa del progreso.  Pero la Madre Tierra se había cansado de ser benevolente y había plantado cara al homo sapiens, demostrando que quien mandaba era Ella, y que el ser humano era débil e insignificante cuando se traspasa los límites.  Era destructor con otras especies que conviven con él, que no era su dueño, sino su inquilino y debía conservar todo en buen estado para que los que les siguieran pudieran gozar  lo mismo que ellos lo habían hecho.

Desdobló el periódico y sin darse cuenta, fue a parar hasta la columna que  un editor daba con pelos y señales de los destrozos causados por el gran temporal, e inusitado temporal, que se había sufrido en la costa irlandesa, pero también en otras costas europeas.  Lo había vivido en el hospital; habían sido días de pesadilla, pero por un milagro, nadie había perecido y sólo heridas de más o menos consideración, pero todos se iban recuperando.

Vió llegar hasta él a Rose dando la mano a Rosaleen, y se detuvo durante unos instantes a contemplarlas. El embarazo de su mujer se había hecho más patente de unos días aquí, pero ella tenía la cara sonriente y feliz.  Llegaba riendo con su hija hacia él.  Por unos instantes se detuvo en su contemplación.  No quería ni pensar si les hubiera ocurrido algo malo. Afortunadamente no había sido así y todos componentes de su casa estaban sanos y salvos.  Ahora esperaban esperanzados la llegada del bebé.  Paul se reservaría las vacaciones para estar en casa junto a su familia cuando diera a luz.  Estaban muy ilusionados con la venida de ese otro hijo querido y deseado.

Al llegar Rose junto a él le besó, siendo correspondida. El matrimonio charlaba mientras la niña seguía jugando.  Acordaron comer fuera de casa y después regresar al hogar, para que Rose descansara un poco, ya que su estado le producía pesadez en las piernas e hinchazón, debiendo ponerlas en alto para descargarlas.  Por eso motivo, habían dejado de salir ellos solos, al menos una vez a la semana, como venían haciendo.  Se dedicaban, un día a ellos mismos, con el propósito de  disfrutar de su mutua compañía, simplemente.

- Cuando llegue el bebé, no estaremos tan libres - decía Rose a su marido

- Cierto, pero le tendremos aquí. Ya seremos cuatro para entonces. Tengo unas ganas tremendas de que llegue la hora, y a la vez me pongo nervioso

- Cariño, eres médico y además padre. Debes estar tranquilo, todo va bien y saldrá todo perfecto

Rose se acostó enseguida de cenar, estaba pesada y las piernas muy recargadas.  Se quedó dormida enseguida, ya que desde que estaba  embarazada siempre tenía sueño. La comentaban sus amigas que eso suele ser cuando es una niña, pero la ecografía había demostrado que era chico, con lo cual pensó que sería motivado por el embarazo, indistintamente si fuera niño o niña.

Al igual que con Rosaleen el parto fue normal tan sólo con los nervios y preocupación consabidos en todos los nacimientos.  Ya había pasado el susto y la preocupación por ello. Era el juguete de la casa, sobretodo de su hermana que a toda costa deseaba tenerle en  brazos.  Nada volvió a alterar sus vidas. Ellos estaban tan unidos como siempre.  Pero había algo que a Paul le intranquilizaba, sobretodo por las noches; no le dijo nada a Rose, pero llegó un momento en que confundía la realidad con algo que perturbaba su cabeza y le llenaba de angustia:  sufría de terrores nocturnos.  No sabía a qué se debían y pensó en consultar con algún psicólogo que le aclarara por qué de vez en cuando algo extraño perturbaba su sueño.  Eran persistentes, como si una premonición le avisara de algo que no terminaba de descifrar.  La mayoría de las veces, los olvidaba al despertarse, sin embargo otras, le duraban horas o incluso días.

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Autora: rosaf9494quer
Edición>Marzo de 2020
Ilustraciones< Internet


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