sábado, 6 de noviembre de 2021

Mundos opuestos - Capítulo 5 - Mutua atracción

 Él la acompañó hasta la puerta de su habitación y después  volvió a la suya. Ni siquiera se desearon buenas noches. Era muy tarde y cualquier ruido podría desvelar a los durmientes. Sonrió levemente, al descubrir tras sus propias palabras los sentimientos que comenzaba a sentir por esa chica tan desconocida  y al mismo tiempo tan cercana. Apenas habían hablado nada y, sin embargo  le interesaba grandemente. ¿Había sufrido un flechazo? No lo creía, sino que era el interés por lo desconocido que todos los seres humanos tenemos. Pensaba que a ella le ocurría igual. Si, seguramente sería eso. Pero lo cierto era que, estaba deseando que fuera de día para emprender una nueva marcha y estar a su lado nuevamente. Y esta vez, desde ahora, se mantendría cerca de ella, todo cuanto le fuera posible. A lo peor ella lo interpreta como acoso, porque lo cierto es que todas las iniciativas habían partido de él. No le importaba si ella lo interpretaba de otra forma. No quería ni pensar en lo fuerte que le había dado. En  cuanto llegaran a Santiago, cada uno iría por un lado y posiblemente no se volverían a ver más.

Además le sería difícil que su padre le diera el beneplácito para quedarse más días y eso significaría renunciar definitivamente a ella.

Pero ¿Qué demonios le pasaba? ¡ Era una locura ! Posiblemente, pero lo tenía muy claro: se había encaprichado de ella. Le inspiraba unos deseos que nunca antes había sentido. Era inquieta, nerviosa, activa y, eso precisamente quizá fuera lo que le atraía. La viveza por comerse el mundo, por no estar nunca quieta, por su eterna sonrisa en la cara, por la resolución que tenía en arreglar cualquier contratiempo. Y no era por su trabajo, sino porque ella era así: vivaz. Él era todo eso también, pero... No tenía viveza en sus gestos, ni en sus acciones. Otra cosa era lo relativo al trabajo para el que estaba destinado. En eso era un campeón; por eso fue elegido para dirigir el negocio familiar. Se necesitaba temple y, él lo tenía. Todo lo contrario que Alba que era un puro nervio y a veces es mejor tener calma que no arrollarlo todo. En eso se complementaban; él sería un freno para el nerviosismo de ella. Pero nada era fácil y, esto tampoco lo sería.

Antes de dormirse todas esas cosas inundaban su cabeza como si lo que sintiera o pensara sólo fuera por su parte. Pero había otra: Alba, y ni siquiera sabía cómo eran sus sentimientos. Era una total desconocida para él, en todos los sentidos, y sin embargo estaba dispuesto a correr ese riesgo si ella aceptara sus condiciones. Le daba miedo siquiera pensar en ello. Sería un cambio en sus vidas, pero el de ella sería de muchos grados. Seguramente se asustaría de lo que la presentaría.  Iba muy deprisa, demasiado. Galopaba en lugar de trotar tranquilamente. Sólo le quedaba menos de un mes para estar con ella. Era muy poco tiempo.  Mucha y muy arriesgada su proposición.

Pero si no lo hacía, si no se arriesgaba, nunca sabría si hubiera aceptado lo que la propondría. Si le dijera que no, tampoco se hacía a la idea de tomar el avión en solitario que le condujera a casa. La quería a su lado. La necesitaba a su lado, sería su contrapeso: el dinamismo de ella, con el reposo y tranquilidad de él. Si le aceptaba, estaba dispuesto a renunciar a todo; en definitiva le habían elegido y no todo lo contrario. Él quiso ser médico y no financiero, por tanto, tendrían que aceptar lo que él dispusiera o, de lo contrario se mudaría hasta de pais.

— No estaría mal cambiar de continente. Me encantó la vitalidad en la vida de Grecia, de Italia ... De España, no he tenido tiempo de comprobarlo, pienso que será igual. No hay que ver más que a Alba para darse una idea de que la sangre les bulle en las venas.

No conseguía dejar de pensar, ni de dormirse. Daba vueltas y más vueltas, pero constantemente, en su retina, aparecía la imagen de ella mirando las estrellas. Los rasgos de su cara eran suaves y relajados, y en su boca se dibujaba una sonrisa de satisfacción y embeleso al contemplar el firmamento. Y con esa visión se quedó dormido. Pero también soñando y, fue un sueño extraño, sin duda motivado por sus propios deseos.

Se veía caminando a su lado, tomados de la mano. A veces corriendo por un prado verde y montañoso y ambos reían felices. Ella reía, reía sin parar y él se paró, la tomó por la cintura y  la alzó en sus brazos. Sabía que era feliz. que ella también lo era. La bajo despacio hasta tenerla cerca de su boca. La besó y ella le abrazaba mientras se miraban fijamente.

El sueño se desvaneció de golpe y por mucho que trató de volverse a dormir, no lo consiguió, ya que una mano grande y poderosa, le agitaba en el hombro:

— Vamos chico, es hora de levantarse.

— ¿Ya ? No es posible, acabo de dormirme.

—Has debido disfrutar de lo tuyo, no has parado de reír y  de hablar en sueños. Pero no te preocupes, no se entendía nada. Y ahora en serio hemos de levantarnos, sino, la jefa nos regañará.

— ¿Qué jefa?

— ¿Quién iba a ser? ¡ Alba ! La he escuchado hablar con alguien.

— Esta mujer ¿Cuándo descansa?— dijo Dae Hyun a su amigo mientras estiraba sus músculos.

Cuando se incorporaron al grupo, ya estaba todo dispuesto para el desayuno. Lo primero que vieron los ojos de Dae, fue la cara de Alba. Ella no se dio cuenta. Ya había desayunado y estaba preparando la ruta  en un banco contiguo. Miraba al cielo por si alguna nube juguetona les daba el día, pero no, estaba despejado, pero se notaba que estaban entrando en zona más fría. Tenía puesta una chaqueta más gruesa. Seguro que en el transcurso de la marcha se la tendría que sustituir, porque entrarían en calor. Estaba cansada. No había dormido muy bien, además de haberse acostado muy tarde. Pero no tendría más remedio que aguantarse y dar ejemplo siguiendo adelante.

Dae miraba constantemente en su dirección, pero ella no se percataba. Sería, seguramente por la influencia del sueño que había tenido y que hubiera deseado se hubiera dilatado más tiempo, aunque se repitieran las mismas imágenes. Le había quedado un dulce sabor en la boca. Cada vez estaba más empeñado en hablar con ella. ¿Para qué la quería? Ni el mismo lo sabía, pero algo tenía muy claro: no era la sensación que tuvo en el Trastevere de Roma. Era una sensación más dulce, aunque también tomara parte el deseo.
Tenía que terminar con todo esto. No podía estar con eso en la cabeza constantemente. Ni en sus años de universidad, en los que tuvo alguna que otra relación sentimental, le había ocurrido lo que con esta chica. Le había magnetizado, porque de otra manera no lo entendía.

Se reunieron en el exterior con el equipo preparado. Alba llevaba el plano en la mano para tomar la dirección correcta. miró hacia arriba y, al bajar la mirada se encontró con la enigmática mirada de Dae.
Éste decidió tomar la delantera, no fuera a ser que alguno de los compañeros se posicionara a su lado. Quería estar a solas con ella, pero disimuladamente. No le importaba la opinión que pudieran tener, pero tampoco quería perjudicarla. Debería comportarse con toda naturalidad. Con un pretexto lo consiguió entablando una conversación sobre los lugares de España que debía visitar antes de marcharse a Corea.

Sonreía más de lo acostumbrado y, es que esa situación es la que deseaba y buscaba. Se conformaba con estar a su lado, ya que comprendía que sería difícil estar ellos dos  a solas. Además era inevitable que algún otro compañero se acercara, como así ocurrió. Fue una de las chicas, pero para el caso daba igual. Dae buscaba su sola compañía pero sabía que sería difícil. Quizá si hicieran como la noche pasada, pasar un rato al aire libre, contemplando el cielo, ella y él... a solas...

Se sentía cansado, pero no le importaba. A penas había dormido, pero lo poco que había hecho había vivido una experiencia fabulosa, aunque fuera en sueños. Uno maravilloso, que deseaba fuese realidad.

Ni siquiera se extrañaba de lo que le estaba ocurriendo. Sabía a qué se debía y no le importó en absoluto. Sentía una visceral atracción por ella, que era algo más que un deseo por estar con esta chica tan especial. Era algo distinto, que al mismo tiempo sintiera ternura y deseo irrefrenable de estar cerca de  ella. Conocía esos síntomas por haberlos vivido anteriormente, pero en éste había diferencia: no era deseo carnal, sino simplemente estar a su lado aunque fuera en silencio.

Estaba sumido en sus reflexiones mientras ella mantenía una conversación sobre cine con una de las chicas compañeras de los nórdicos. Parecían congeniar bien, y algo había en él que le enfadaba perder el tiempo en cosas tan superfluas impidiéndole hablar con ella de algo más trascendente. ¿Por qué para él era trascendente? Quién sabe si para ella también  era de lo que hablaban. Tenía que acatar no sólo sus deseos, los de los demás también.
Estaba acostumbrado a la educación recibida, severa y al mismo tiempo autoritaria. Debía comprender que en el mundo había alguien más que él, por mucho que le enojara.

Alba tenía su propio mundo en el que nadie, posiblemente, hubiera entrado hasta ahora. No sería con imposiciones como captaría su atención. Una atención de niño rico acostumbrado a conseguir todo aquello que deseara. Le bastaba entrar en algún restaurante para que en el acto tuviera una pléyade de camareros a su lado, sirviéndole el vino en la copa y reponiéndola cada vez que estuviera a la mitad. O presentarse en cualquier otro sitio sin avisar y tener a su alrededor tres o cuatro chicas para elegir la que más le apeteciera. En el mundo normal, la gente no vive así. Tendría que "educarse" de nuevo y erradicar las viejas costumbres impuestas desde su cuna. Era un chico rico, muy rico, pero a la gente no sólo le importa el dinero, también los sentimientos, aún más importantes que el mismo dinero.

Si se trataba de pasar un alegre rato, en una alegre noche, estaba muy bien. Todo sería vida y dulzura, pero si deseaba a una chica para siempre, tendría que analizar muy bien sus sentimientos y conquistarla por y con el corazón, no con la cartera en un bolsillo de un traje de buen corte y carísimo, que era a lo que él estaba acostumbrado.

Ese análisis a su propio yo, le puso de mal humor. Había comprendido la verdadera dimensión de que no todo lo consigue el dinero, y hay personas que no se interesan por él, nada más que para ir viviendo.

El viaje que estaba realizando había sido muy revelador para él. Había conocido a las personas que no tienen que halagar a nadie para ganarse los favores de nadie. Que viven y disfrutan con lo que tienen, sin preocuparse de amasar solamente dinero y por ese motivo viven la vida. Él era joven. Acababa de terminar la carrera que le impusieron y como recompensa le concedieron el viaje a Europa. Por primera vez se había sentido libre, rodeado de toda esa gente que reía y cantaba alegre por las calles, sin preocuparse de nada más. Sin estar pendientes de que algún periodista diera alguna noticia de que Dae Hyun hubiera pasado la noche en algún cabaret acompañado de la señorita tal.  Y de repente sintió nostalgia de esa libertad y sintió un regusto amargo al pensar que dentro de pocos días tendría que regresar a casa y vivir con esas cortapisas.

Giró la cabeza y se dio cuenta de que su compañera nórdica ya no estaba con Alba, que estaban en silencio y él seguía pensando en sus cosas. ¿ No era eso lo que había querido, estar a solas con ella? Bien, pues ahora tenía nuevamente la oportunidad. Pero Dae tenía el entrecejo arrugado, señal de que algo hervía dentro de su cabeza. Ella le miraba de soslayo preguntándose qué le pasaría. Estaba con la cabeza baja , mirando el camino. 

— ¿Te encuentras bien?— le preguntó que, él absorto no respondió. Sólo la miró fijamente y negó con la cabeza— Está bien. Me alegro

— ¿De qué te alegras?

— ¿Qué te bulle en la cabeza? Estás muy extraño y creo que yo soy la culpable. No debimos quedarnos ayer tasta tan tarde.

— No. No es tu culpa, son cosas mías.

— Nos queda como una hora para comer. ¿Te encuentras con fuerzas?

— Te he dicho que si, que no me ocurre nada

Se lo dijo algo alterado, y ella le miró fijamente, pero no dijo nada. Era la primera vez que la hablaba con esos modales tan desacostumbrados en él. Avanzó unos pasos para adelantarle, dándole a entender que mejor le dejaba solo. 

En ese momento él levantó la cabeza y tuvo consciencia de lo que había ocurrido y de su metedura de pata. Ella se había distanciado bastante hasta formar el mismo grupo con el resto de chicos. ¿Significaba que durante todos esos días ella había estado buscando el acercamiento con él? ¿Cómo había podido ser tan estúpido y no darse cuenta antes? Tenía un coeficiente intelectual altísimo, pero a veces es totalmente torpe y, ahora había sido  una de ellas. Tendría que pedirla disculpas en cuanto tuviera ocasión. Estaba convencido que en lo que restaba de día y quizá de la noche, no tendría esa oportunidad. Ella se había molestado con toda la razón. Sólo se estaba interesando por él, por ese cambio radical de carácter. Un carácter que le confirmaba que lo que deseaba era a ella, pero no una noche, ni un día, sino para toda la vida. Se iban a cumplir casi quince días desde que la viera por primera vez y ya sólo quedaba una semana aproximadamente para despedirse. Después él regresaría por su cuenta a dónde quisiera, y ella seguiría con su rutina.

Sabía que era una locura, que recibiría un no por respuesta, pero necesitaba hablar con ella y explicarla toda la tormenta de sentimientos y emociones que vivían en su interior.

— Te vas a llevar un no como un piano. No todo el mundo tiene la cabeza a pájaros como tú —se repetía—No importa he de hablar con ella y explicarle lo que ocurre. Posiblemente salga corriendo horrorizada, pero he de intentarlo. No sabe que voy a enfrentarme a un regimiento de cabezas sesudas y añejas y que me costará regañar con  mi familia, y me pondrán infinidad de condiciones, eso si no me echan del pais. Pero estoy decidido y pienso que ella merece, al menos que lo intente. Sé lo que quiero y es a ella. Estoy decidido. Le pediré a mi padre más días, y, me los conceda o no, me quedaré hasta que lo consiga. Cuando regrese lo haré con ella como mi mujer y de su brazo. No quiero ni pensar si ella me rechaza, que cabe dentro de lo probable, pero sé que la vida, mi vida de por si bastante anodina, lo sería aún más. Solamente por escuchar su risa por cualquier ocurrencia, sería como una campanilla de primavera. No. Mi vida ya no será la misma. La quiero a mi lado y si no es así el resto no me interesa. Mi familia tendrá que aceptarlo. He de prepararme para la lluvia de reproches que recibiré, pero, si lo consigo, ella me compensará de todo. Decidido.  Esta misma noche la pediré que se case conmigo. Se que no le soy indiferente. No importa que ahora no me ame, yo lo haré por los dos. Poco a poco la conquistaré, estoy seguro. Anoche tuvimos unos momentos mágicos, y eso el corazón lo anticipó. Las miradas, el retrasar el ir a dormir, es por algo, no son apreciaciones mías. Ella siente lo que siento yo.

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