miércoles, 17 de noviembre de 2021

Mundos opuestos - Capítulo 9 - En casa

 Desde el aire se divisaban las luces de la ciudad. En unos minutos, el avión tomaría la pista y ante ellos tendrían las incógnitas que les atormentaban. Ninguno de los dos decía nada, pero cada uno, tenía un bagaje de preguntas sin respuestas, al menos por el momento.

A medida que tomaban tierra, también sus corazones se aceleraban. Dae Hyun ante lo inesperado estaba nervioso. Conocía a su familia y también a su mujer. Y de repente, como si acabara de descubrir la situación, las sienes comenzaron a latirle fuertemente. No les tenía miedo, ni tampoco se sometería a los mandatos de su familia, pero temía por Alba. Seguro que se asustaba. Debió prevenirla de a dónde iba y con quién había emparentado.

Taeyang, su padre, no era mala persona, pero se había criado con unas ideas que correspondían a otro siglo. Ahora  somos más independientes y, aunque guardan respeto a los padres, no se someten a sus designios tan fácilmente como lo hacían antes,  en el siglo pasado.

Como esperaba, les recibió el chófer de la casa que amablemente hizo una reverencia a Alba y a Dae. Era un hombre de mediana edad que llevaba bastantes años al servicio de esa familia, por tanto era considerado como de casa. Dae no quiso preguntar por sus padres, a pesar de que al hablar en coreano, ella no entendería nada. Pero por la expresión de su cara, no tardaría en adivinar que el motivo de no estar allí era por la desconfianza que tenían hacia ese matrimonio. Aprovechó para preguntar por ellos y tratar de averiguar el porqué no habían ido a recibirles.

No sabía si Alba se hacía la desentendida o es que verdaderamente miraba con curiosidad y complacencia, los lugares por donde pasaban. Posiblemente lo hiciera por disimular. No entendía de lo que hablaban, pero por la cara de su marido, mirándole de reojo, adivinaba que las cosas no iban bien. Quizá fuera ese el motivo, por lo que sólo estaba el chófer para recogerles y llevarles a casa. Pero al mismo tiempo se preguntaba:

— ¿Con chófer? Creo que Dae no me ha contado toda la verdad y mucho me temo que voy a sentirme mal cuando me presente a su familia. ¿Por qué lo ha ocultado? ¿Guardará en el armario más cosas que no ha querido decirme? ¿Por qué? Esta situación es tan inquietante para él como para mi. Ya era violenta la situación, y con estas dudas me estoy poniendo muy nerviosa. ¿De qué estarán hablando? Otro problema más añadido: el idioma. No se parece a ninguno de los que conozco. ¿Cómo voy a comunicarme con ellos? ¿Por qué no lo pensé antes? Ahora me viene todo de golpe, cuando ya no tengo solución. Espero que Dae me quiera tanto como yo a él y me ayude a solventar tantos inconvenientes, tantas dudas que están aflorando ahora. Fui una estúpida ¿Cómo no se me ocurrió esto antes?

Ni siquiera se atrevía a preguntar nada. Pero sí sentía la presión de la mano de Dae sobre la de ella. Estaba algo crispado. Lo que quiera que el chófer le dijera, no le gustaba nada. Y tendría algo que ver  con el recibimiento.

Procuró fijarse en los lugares por donde iban. Seúl se agigantaba ante sus ojos. No tenía mucha idea de cómo sería. Para ella estaba demasiado lejos, pero ahora lo tenía delante de sus ojos y nunca la hubiera imaginado tan bonita, moderna, brillante, tan occidental. Pensaba que alguna influencia debieron tener los americanos desde su guerra, aunque no fuera para ellos un recuerdo muy halagüeño. Como se suele decir los americanos las pasaron  negras. Sin embargo en esta ciudad todo era super moderno, dinámico. Con las mismas prisas que los occidentales, con la misma forma de vestir. Y es que el ser humano es el mismo sea de la latitud que sea.

— ¿Cuánto faltará para llegar? ¿Cómo será la casa? Me da miedo hasta de pensar en ello. Estoy totalmente a ciegas, y ni siquiera puedo preguntar. Lo que quiera que sea que hablen debe ser importante, porque no han parado desde que nos recogiera. No deseo interrumpirles, pero ¿Por qué no me indica algo? Es como si yo no estuviera. Me está ignorando totalmente. Está tranquilo porque sabe que no les entiendo, pero por eso mismo no me gusta. Presiento que es algo que me va a incomodar y él, desea ocultármelo. Pero no lo consentiré. Si es algo motivado por mí, deseo saberlo. Quiero saber a qué me enfrento desde ahora mismo.

Abandonaron el centro de la ciudad y a poco más de veinte minutos, se adentraron en una urbanización que la dejó deslumbrada. Eran chalets ultra modernos que nunca se hubiera imaginado. Espacios verdes, amplios. Casas luminosas de última línea , extremadamente moderna en su diseño. Se notaba que el poder adquisitivo de quienes allí vivían, era de todo menos modesto. Nunca se lo hubiera imaginado.

— ¿Por qué nunca me dijo nada? Esto no me gusta nada. Creí que nunca tendríamos secretos. No sé si llegaré a acostumbrarme a vivir aquí. Si esto es el exterior, no quiero imaginar cómo será el resto. ¿Tendremos nuestro pisito? Estoy temblando y ahora comprendo por qué tantas reticencias conmigo. Seguramente creerán que he conquistado a su hijo por el dinero. Creo que va a darme algo. No puedo vivir aquí. ¿Por qué no paran ya de hablar?

Como si la hubieran escuchado, a los pocos minutos, cesaron en su conversación, pero la seguía alarmando la situación: Dae tenía la cara crispada y eso no era buena señal.

No habían empezado con buen pie. Esperaba  de todo menos este recibimiento, tan frio, impersonal, tan anómalo. ¿Serían, en realidad, tan fríos como expresaban sus rostros?

  El desaire que la habían hecho le había herido profundamente.¿ Existían las diferencias de clases? Parece ser que sí. Ella no era rica ni mucho menos, pero se ganaba bien la vida. No tenía deudas y algún que otro ahorro.

De repente se dio cuenta de que el culpable era su propio marido. Quizá todo ha ocurrido demasiado aprisa. Les cegó la pasión, el amor, pero eso de contigo pan y cebolla, no suele funcionar. A la larga surgen los problemas y, ellos, al parecer, tenían uno bastante grande. Esa falta de comunicación por parte de Dae, era más importante de lo que parecía. Algo en su interior comenzaba a roerla. ¿Se avergonzaba de ella? ¿Por qué no la dijo nada, cuando aún era tiempo de arreglar las cosas. Probablemente él sintiera la misma incomodidad al saber cómo era su familia y, si se lo explicara le hubiera dicho que de casarse nada. Que de vivir en Corea, tampoco, y entonces la perdería. 
Sabía que la quería, de eso no tenía duda, y si precisamente se lo ocultó, fue por protegerla. No podía dudar de él. Hay momentos íntimos en la vida de una persona en que no caben los fingimientos y, estaba segura de que él no había fingido cuando la hizo suya. La ternura que la expresaba no era fingida. Quizá lo pasara tan mal como a ella la ocurría. La quería y ella a él. Juntos solventarían todo y tendrían una vida como la que habían soñado.

Sería cuestión de nada que sus padres la conocieran y encontrasen en ella una hija que nada les arrebataría. Nada deseaba más que estar junto a Dae. Le quería de verdad, aunque también era consciente de que se avecinaban tiempos duros. Debía tener mucho tacto para que él padeciera lo menos posible. Esperaba tener fuerzas para soportarlo todo por él. En cuanto se quedaran a solas, tendrían que hablar ampliamente de todo lo que estaba ocurriendo, que no se trataba de algo ligero. Sabía que la familia para él era muy importante. Eran bastante tradicionalistas y la familia era sagrada.

Estaba en medio de un enorme salón, todo pintado de blanco y una de las paredes tapizada en raso satinado salpicado de flores realizadas en finísimos hilos de oro, y sobre esa pared, un hermoso cuadro al óleo en el que se reflejaba un clásica casa oriental. Supuso que sería la casa familiar, probablemente del primer fundador de esta dinastía a la que ella, por casamiento también pertenecía.

Deseaba mentalmente que Dae llegase cuanto antes. Si de repente se presentaran sus suegros no sabía qué decir. Pedía mentalmente que Dae no se retrasara.

Siguió examinando el resto de esa enorme habitación destinada a gran salón. Sus pies se negaban a moverse, Era como si estuvieran clavados en el suelo.

Había un sofá kilométrico tapizado en tono beige muy suave de una tela de otomán que hacía juego con el tono de la pared tapizada. Había cuadros de distintas casas clásicas coreanas o japonesas o chinas, no sabía muy bien de donde eran. Todas la parecían iguales, aunque no lo fueran.

También habían muebles, suponía de estilo coreano de ricas maderas deliciosamente trabajados a mano. Flores y plantas naturales de enorme tamaño, en los rincones de la habitación. Una de las paredes era toda de cristal que daba al exterior, a un jardín con una gran piscina. Sofás de color crema algo más intenso que los del interior con cojines enormes rellenos de plumas y otros del mismo color, pero de mimbre. A los lados mesitas de fumador, o quizás algo más grandes con ceniceros y una bandeja con licor y vasos de un finísimo cristal tallado. En el otro extremo, en la otra mesa pareja, Un bonsái de azalea color rojo intenso que daba la nota de color.

Un solárium de césped cuidadísimo de un verdor intenso. Alguien menos afectado que ella, consideraría aquello un paraíso, pero ella estaba asustada pensando en el nivel que tendrían los padres. Casi le daban ganas de llorar. En lugar de estar contenta estaba agobiada, triste y con un miedo terrible en el cuerpo. A pesar de que amaba profundamente a Dae, esto la sobrepasaba. Si hubiera sabido lo que tenía ante sí, no hubiera venido, ni se hubiera unido a él. Todo la sobrepasaba. No sabría cómo comportarse ante este derroche de lujo,  "asiático", nunca mejor dicho
Y un miedo atroz la entró de repente y el deseo irrefrenable de salir de allí corriendo, dejando atrás todo, incluso a Dae. Y la imagen de sus días en El Camino llegó hasta su mente y los amables días pasados, se llenaron de importancia. De repente un nudo en la garganta y una congoja que la asfixiaba llegó hasta su garganta sin poder evitarlo. El llanto inundó sus ojos y una nostalgia de Madrid, de España, la oprimió el corazón. Se tapó con las manos la cara. Deseaba esconderse en algún sitio. Que nadie la viera. Pero a dónde ir si no conocía nada de la casa ni de ningún sitio. ¿Por qué él tardaba tanto? Sintió que las piernas se le aflojaban y se sentó en uno de los imponentes sillones, sin siquiera reclinar la espalda por temor a descomponer la decoración.

Notaba que la cabeza le daba vueltas y a punto de padecer un mareo. Rezaba interiormente que no le ocurriera. Deseaba que él viniese. ¿Por qué tardaba tanto? El tiempo se le hacía interminable y hubiera salido corriendo fuera de allí de haber tenido su bolso, dinero, y sabiendo a donde ir. Pero allí estaba, quieta, sin saber a dónde ir y sin que nadie, siquiera,  la ofreciera una vaso de agua.

De repente un sofocado Dae se dirigió hacia ella a paso ligero alarmado al verla llorando:

—¿ Qué te ocurre? ¿Por qué estás aquí sola y llorando? ¿Alguien te ha hecho algo?

— ¿Por qué has tardado tanto?

— No, cariño. Sólo he tardado diez minutos. Tenía que afeitarme. ¿Se te ha hecho el tiempo tan largo hasta pensar que llevabas aquí sola demasiado tiempo?

— ¡Oh Dae! Todo esto me sobrepasa. Me siento como una invasora. Es todo muy extraño. Mi siento mal, por tí por mi y, por los demás. Esta casa ¡ tan enorme ! ¡ tan lujosa ...! No sé si voy a acostumbrarme a todo esto.

— Que no te agobie la casa ni nada. Mañana mismo saldremos los dos a buscar nuestro nidito de amor. Esto es temporal, por hoy. Te lo prometo

— Pero... Es que no es eso solamente. Están tus padres. No desean verme, ni conocerme siquiera. Comprende que es muy perturbador. Nos precipitamos, eso es todo.

— Ni siquiera pienses eso. No te perdería por nada. Te quiero Alba mas de lo que te imaginas. Lo más importante para mi eres tú, y tu bienestar. Te doy mi palabra que esto es circunstancial. No tardaremos en tener nuestra casa. Y en cuanto a mis padres... Te querrán lo mismo que yo. Son algo extraños y, tendrás que acostumbrarte a ellos. Necesariamente he de verlos y, además son mis padres y pese a sus rarezas les quiero.

— Y lo comprendo y lo deseo. Toda mi familia está aquí, contigo, pero... Todo ha sido ¡ tan extraño !

— Lo sé, lo sé. Dame un abrazo y vayamos a conocerles. Verás que todo sale bien. Muéstrate tal cuál eres. Que te conozcan desde el principio como eres. Es todo cuanto te pido.

Pasó el brazo por el hombro de ella, la atrajo hacia sí y depositó un beso en su sien. Eso era lo que necesitaba, su bálsamo, su paz. Estando con él, no había nada ni nadie que la intimidara. Él era su fuerza, su seguridad en sí misma. Puso su mano en la mejilla de su marido y depositó un beso en ella sonriendo. Él, delicadamente, con su dedo pulgar, quitó una lágrima de sus ojos.

Se besaron y permanecieron abrazados un breve espacio de tiempo. Todo estaba siendo complicado para ambos, pero más para ella. Y comprendió lo difícil de la situación que estaba viviendo y la quiso más aún, porque había dejado su mundo, su vida, su pais, por seguirle. ¿Qué más prueba de amor?

 Sólo sabía que era un chico normal, ni rico, ni poderoso. Se enamoró de él y para ella fue suficiente. ¿La merecía? Pensaba que no. Que era mucho el sacrificio realizado y  los desprecios de su familia eran injustificados. Él la compensaría de todas las formas posibles, pero seguro que lo que más, ella, ansiaba, era que la quisiera y que estuviera a su lado.

A veces percibía como un temblor y comprendió que tenía miedo, que su único apoyo era él y, no la defraudaría. Pensaría seriamente en vivir en Seúl o regresar a España.
 En ningún momento, él recibió rechazo por parte de nadie, y sin embargo su esposa, ni siquiera la visita de un sirviente por si se la ofrecía un vaso de agua. No lo olvidaría nunca. Ella también era importante en su vida, era su vida, la mujer que había elegido, de la que se había enamorado perdidamente y de la que recibía un amor puro y sin intereses. Merecía el cariño y respeto de todos.


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