lunes, 3 de enero de 2022

Mundos opuestos - Capítulo 26 - Un trabajo para Alba

 El tiempo pasaba y la normalidad reinaba entre ellos. Decidieron que  Aera debía acudir a diario a una guardería para que estuviera con otros niños. A pesar de las reticencias de Alba, Dae la convenció de que era lo mejor para ella. Necesitaba tener amigos de su misma edad y ella, a su vez, tendría más tiempo libre para hacer lo que quisiera.

 Había días  que Dae no iba a casa a mediodía por tener compromisos con otros posibles socios o clientes. Tenía demasiadas horas libres para ella. Sin dominarlo, hablaba bastante bien el idioma coreano, de manera que también tenía más libertad para salir, tener amigas o simplemente ir a casa de sus suegros. Lo de tener amigas, era lo más complicado. Sentía que la rehuían. Que los saludos, si acaso coincidía con alguna en cualquier parte, la esquivaban todo lo que podían. ¿Por qué ? Era una persona sociable, pero... extranjera. Ese era  el pretexto. 

 Dae le había comprado un coche pequeño y se manejaba bastante bien con el callejero. No obstante, a pesar de todo, tenía demasiadas horas sin hacer nada a lo largo de la mañana, hasta que Aera volvía de la escuela infantil. 

Visitaba a sus suegros con frecuencia  cuando la niña llegaba. Los abuelos la consentían, pero ella no decía nada. Era su tiempo. Sabía que la educarían bien cuando fuese el momento, pero ahora debía vivir su niñez y darles esa satisfacción. Se había convertido en una hija y ellos adoraban a su nuera, olvidando completamente lo pasado.

Aquél día decidió abordar un tema del que Dae no quería ni hablar: buscar un trabajo: "puedes trabajar en la empresa familiar, si es que así lo quieres". Solía decirla. Pero ella no lo quería. Sabía que entre los empleados se crearía una violencia al trabajar con la mujer del director general. No. Tenía que ser en otra cosa y, hacérselo comprender a su marido, que era bastante terco cuando decía algo e imposible de hacerle desistir. Por eso, aquella noche cuando llegó no le dijo que tenía una entrevista de trabajo al día siguiente. No deseaba hacerlo hasta no tener su puesto asegurado y dependía, lo primero del horario. Necesariamente debía estar en casa cuando la niña llegase del jardín de infancia; ese era un requisito indispensable.

Los gritos se escucharían en toda Corea si decía a Dae que llegaría más tarde. Debía estar en casa cuando él regresase de la oficina y la niña también. O cuando menos en casa de sus padres, pero nada de andar por la noche sola y cenar él solo. Eso no lo admitiría y ella lo sabía. Por eso explicó que sólo sería trabajar por unas determinadas horas. No importaba si no la hacían fija. Pondría una condición: ver su trabajo y, si no estaban conformes lo dejaría.  

Se trataba de una gran empresa de tecnología puntera que exportaba mayoritariamente a paises de la unión europea. Necesitaban una secretaria bilingüe con experiencia. Ese era el empleo genial para ella, y además incorporaría a su currículo el coreano con el que se defendía bastante bien.

La sede no estaba muy lejos de donde ellos vivían, con lo que sería excelente si al fin lo consiguiera. Abordaría el tema esa misma noche, en cuanto Dae llegara a casa. Posiblemente se subiría por las paredes, pero estaba decidida a conseguir un trabajo, ese u otro cualquiera, pero no  soportaba estar metida en casa todo el día.

Lo tenía todo controlado, contando con que su marido se disgustaría, pero sabía cómo aplacar su furia si es que la sacaba a relucir. Pero no fue así. Comprendía que eran muchas las horas que pasaba en casa sola,  y era alguien muy activo que necesitaba moverse. No tenía amigas, sólo alguna conocida debido a alguna cena de empresa a la que habían asistido. No es que ella no fuera sociable, sólo que la veían como la extranjera y probablemente recelaran, dado que no la conocían. Si coincidía con alguna en algún evento la saludaban y poco más. En uno de ellos coincidió con Eun Ji y, aunque se mostró simpática en principio, se le notaba que era una situación forzada que ninguna de ellas se soportaban, a pesar de que la invitara a reunirse con las demás chicas que asistían al evento y que no sólo eran señoras casadas. Las había también, pero muy jóvenes, o al menos lo parecían. Nunca sabía a ciencia cierta si la persona que tenía delante era de su misma edad, mayor, o más joven.

La analizaban, disimuladamente, de pies a cabeza. El recelo que mostraban la sacaba de quicio y eso era lo que la impedía comunicarse con ellas. Su marido se lo reprochaba no entendiendo el por qué, con el tiempo que llevaba ya en Corea aún no hubiera hecho amistades o acudido a algún club. Ella no era así, muy al contrario era abierta y ocurrente. No es que a él se lo pareciera, es que lo era. Algo había que no conectaba.

Como imaginaba, tuvieron una discusión relativamente fuerte en relación con el carácter que Dae tenía con ella. No le hacía ninguna gracia que su mujer trabajara pudiéndolo hacer en el mismo lugar de él. Pero entendía sus razonamientos. Lo que no terminaba de comprender, es decir creer, es que su horario fuera flexible a su comodidad. Por ahí no pasaría. La quería en casa con su hija cuando él llegaba y mucho se temía que la flexibilidad que ella requería no iba a ser concedida, no en Corea. Por eso se negó en redondo sugiriéndola otra actividad que pudiera realizar desde casa. O también en alguna oficina de turismo, algo que ella dominaba a la perfección. 

— Cada vez hay más interés por viajar a España. Inténtalo. Pocas personas están tan cualificadas como tú.

— ¿Crees que no lo he intentado? Me dan un plazo muy largo; y lo entiendo aún el turismo hacia mi país no está muy consolidado. Voy a intentarlo en esta empresa. Te doy mi palabra  de que si no aceptan el horario flexible, rotundamente diré que no. Yo también quiero estar contigo y con la niña. Pero habrás de comprender que me aburro soberanamente, que necesito hacer algo.

— Está bien, lo entiendo. Inténtalo, de lo contrario siempre tendrás ese resquemor.

Y lo intentó pero no fueron aceptadas sus condiciones y horario de trabajo. Bajaba en el ascensor malhumorada, aunque reconocía que era lógico su rechazo. No era ella quién debía imponer su horario laboral sino la empresa.  Debía desistir de encontrar trabajo. Dae no renunciaría a sus premisas y ella tampoco renunciaría a ver a su hija cuando regresara del trabajo, ya dormida. Miraría otra línea para al menos hacer amistades . Se temía que el tedio la hiciera cambiar de carácter. Su matrimonio marchaba muy bien. Con sus suegros también. No pondría en peligro esa armonía por la idea fija de encontrar empleo.

Bajaba en el ascensor distraída, sin fijarse en quién entraba y quién salía, por eso no se dio cuenta de quién entraba en la planta sexta. Él la reconoció enseguida, aunque no quiso interrumpir sus pensamientos que a todas luces tenía, ya que su entrecejo, estaba fruncido y no levantaba la vista de algún punto fijo del suelo. Señal de que algo la preocupaba. ¿Sería que su matrimonio hacía aguas?

Hacía poco que Dong Yul había regresado de uno de sus viajes a España y lo que menos podía pensar es  que la mujer de su primo estuviera en ese edificio. Nada de lo que en él exponían tenía nada que ver ni con ella ni con Dae. De ser así, seguro que se hubiera puesto en contacto con él. Además ¿Alba? Tenía que salir de dudas y se aproximó hacia ella que seguía a sus cosas. Se detuvo un instante antes de llamar su atención.

La recordaba de la última y única vez que la vió: aquella cena de presentación. Y desde entonces tenía la impresión de que se trataba de una mujer muy interesante. No entendía, como no fuera una confusión, su presencia en aquél edificio de su propiedad. Ni tampoco que hubiera ido por recomendación de su primo. No tenía lógica ni lo entendía.

— ¿Alba? ¿Qué haces por aquí? ¿Te acuerdas de mí?

Ella distraída levantó la cabeza para ver quién estaba tan cerca y que la hablaba en un castellano chapurreado. Miró de soslayo a su alrededor y a la única persona que vió frente a ella fue al primo de Dae, a su compañero de mesa de aquella noche. La sonrisa de él, partía su cara en dos totalmente satisfecho de haberse encontrado con ella.
Abrió los ojos por la sorpresa y, una sonrisa al reconocerle distendió la tensión que instantes antes había sentido.

—¡Vaya Dong Yul! ¿Qué haces por aquí?

— Trabajo aquí. ¿Y tú ?

— Es una larga historia

— Bien, pues cuéntamela. ¿Qué te parece si comemos juntos? Llamaré a Dae para que se reúna con nosotros.

— Creo que no va a poder. Hoy tiene algo que le impedía comer en casa. Así que...

— ¿Tienes que atender a la niña?

— No hasta las cinco en que vuelve de la guardería.

— Pues no se hable más. Hace mucho tiempo que no nos hemos visto y me hiciste pasar una velada magnífica. Permíteme que haga una llamada.

La llamada era a su oficina pretextando un compromiso y no iría a su despacho en ese día. 

— Iremos en mi coche— dijo Alba

— No importa. Llamaré a mi chófer que regrese

— Ni hablar. Conduzco yo. De todas maneras  he de cogerlo para regresar a casa.

— Puedo llevarte yo — dijo él

— No seas machista. Conduzco muy bien y desde hace tiempo. Además así practico

— Está bien. Me fio de tí. ¿ Qué hacías en este edificio?

— Buscaba trabajo, pero me han rechazado.

— ¿ Por qué ? Estás cualificada para desempeñar cualquier trabajo de oficina para el  que se requiera un traductor

— ¿ Cómo lo sabes?

— Porque la empresa es la mía. No te preocupes. Si deseas trabajar lo harás en ella.

— ¡ Oh no ! No quiero intervenir en vuestras reglas. No necesito trabajar, ya lo sabes, sólo es un mero capricho. Por otra parte Dae se alegrará; no desea que trabaje. Te lo agradezco, pero  no intervengas, por favor

— Está bien. Como desees. Cuéntame cosas de tí

Se hacía tarde para ella y cortó su relato antes de llegar a su relación con Dae. Esa era una etapa de su vida que guardaba sólo para ella. Su rocambolesca historia de amor, no le interesaba a nadie más que a ellos. Y cada vez que llegaba la pregunta  inevitable ¿cómo os conocisteis? daba una versión amañada del suceso. A nadie le importaba la rapidez de su matrimonio, sus problemas y al fin su reconciliación.

Dejó en su casa  a Dong Yul, ya que el coche de él reposaba en el aparcamiento de su empresa.

 No quiso explicarla más hasta pasados unos días, en que tendría la ocasión de comer con ella de nuevo. Sabía que se estaba metiendo en un jardín enredado, pero al mismo tiempo algo le impedía salir de él. Ahora conocía más de su vida, de esa vida romántica que ella guardaba como un tesoro, pero que al mismo tiempo, la curiosidad de todos cuantos la conocieran hacía levantar más preguntas de las que no obtendrían respuestas. Les pertenecía sólo a ellos y por nada las sacarían a la luz. Y de nuevo esa necesidad que sintió al conocerla, volvió a acrecentarse. No entendía lo que le estaba ocurriendo, o quizá si, pero deseaba ignorarlo. De ninguna de las maneras  iría más allá. Habían muchas razones para ello. Era la mujer de su primo, recién casada y madre de una niña. Además era una mujer seria . Por nada del mundo perturbaría su serenidad. Pero ¿ Y él, resistiría a esa tentación?

Y entonces, sin darse cuenta ni poder controlarlo dijo aquellas palabras, de las que ¿se arrepentiría ?

— Trabaja conmigo. En  mi empresa.

— ¿Estás loco ? No he querido hacerlo con Dae y ¿lo voy a hacer contigo? Estás loco y yo también por hacerlo, si lo hiciera. ¿Te imaginas las habladurías? No, decididamente ni hablar

— Come conmigo y hablamos del tema. Tengo la solución perfecta para todos. Discutámoslo ante un buen menú.


La miraba a los ojos mientras sonreía ante la propuesta, y contempló con satisfacción que Alba dudaba. 
En verdad deseaba trabajar. Por lo poco que sabía, la creía activa, e inteligente. Ahora sólo faltaba idear una fórmula que se adaptase a las necesidades de ella y las de él mismo. Se daba cuenta por momentos de que estaba pisando un terreno peligroso y resbaladizo, pero su interés por ella, iba más allá de toda lógica y raciocinio. Era la mujer de su primo, casi un hermano. Acababa de conocerla. Era una mujer formal que estaba locamente enamorada de su marido, hasta el punto de seguirle hasta la otra punta del mundo. Creía que tanto su noviazgo como después el matrimonio, no había sido nada fácil para ella. ¿ Por qué, si no, nada sabíamos los más allegados que hasta incluso tenían una hija que rondaba el año de vida? Todo muy peliculero, pero creía que detrás de todo ello, había una historia de amor profundo que estaba dispuesto a traspasar.

Debería retirarse de su empeño ahora que aún, había tiempo para ello. De lo contrarío sufriría y haría sufrir a los demás.
Se decía, tratando de convencerse, que era curiosidad. Que no sabían toda la verdad y que lo averiguaría porque estaba intrigado. Después de saberlo, vería si merecía la pena seguirla o retirarse haciendo mutis por el foro. Sólo sería cuestión de tiempo.

 

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