lunes, 17 de enero de 2022

Mundos opuestos - Capítulo 36 - La historia se repite

 Altamente emocionante se celebró en el ayuntamiento de Mijas el enlace de Macarena y Dong Yul, ambos contrayentes muy emocionados, se dieron el sí quiero y, Dong Yul se atrevió a decir unas palabras en castellano y en coreano que todos entendieron perfectamente. Dae fue su testigo y otro amigo español. De parte de Macarena un cuñado y su sobrino Alejandro.

Al besar, a la ya su esposa, irrumpieron en aplausos los allí presentes. Dae se emocionó recordando su boda, solitaria en la embajada  de Corea en Madrid. No tuvieron más que los testigos de la secretaria y su amigo y, el embajador que fue quién los casó. Ni siquiera tuvieron a penas luna de miel. Le debía ¡tantas cosas a Alba!, que hasta ahora, en ese momento, no se había dado cuenta.

Miraba a su primo, el mujeriego, enamoradizo que, había sido conquistado por una alegre y bella mujer andaluza casi de su misma edad. Ambos contrayentes rebosaban felicidad, y eso le alegró. Quería a su primo, y se alegraba de que al fin, encontrara en esa mujer la compañía que necesitaba y al fin, sentara la cabeza.

El banquete de celebración se hizo en un restaurante altamente cualificado. No eran muchos invitados, sólo los más íntimos y allegados, pero estaban todos los que debían estar.

Junto a Dong, se sentaron Dae y Alba. Al otro lado las hermanas de Macarena y repartidos los sobrinos de ambos cónyuges. Aera tuvo compañero de mesa a Alejandro, ya que era el único chico que conocía. Sus hermanos más atrevidos se mezclaron con algún que otro sobrino y sobrinas de Macarena.

Hubo brindis y, sobre todo alegría y satisfacción. Después de comer, los recién desposados se marcharon para comenzar su luna de miel. Alba y Dae, se fueron a dar una vuelta por el lugar y la gente joven, toda revuelta y, después de entablar amistad mientras almorzaban, decidieron y obtuvieron permiso para ir a una discoteca. Alejandro y Aera, eran los de más edad, así que se hicieron responsables del comportamiento de los más jóvenes. Tenían permiso hasta las dos de la madrugada máximo y, como tal había dado su palabra, Alejandro les reunió a todos y a regañadientes dejó  a los nuevos amigos orientales, en su hotel y, el resto se fueron a casa gruñendo entre dientes.

Al día siguiente irían a la playa. Descansarían ese día y al siguiente saldrían rumbo a Santiago de Compostela, haciendo un alto en el camino en la provincia de Valladolid  para visitar a sus amigos del refugio que las atendieron antes de regresar a Seúl. Esa era una historia que no conocían y, que nunca se ocuparon de conocerla. Lo dieron por aceptado y eso fue suficiente. Sobre todo Aera, sospechaba que detrás de ella, habían algo que nunca les contaron. Quizás ahora se enterarían de cómo sucedió todo.

Antes de salir de viaje, llamó a Alejandro. Tenían poco tiempo, ya que el coche alquilado para tal efecto acababa de llegar, pero se resistía a despedirse. Lo hicieron con la promesa de que al llegar a Seúl le escribiría y llamaría por teléfono.

Aera se acordó lo que la dijo su madre: "Cualquier día, y por cualquier motivo, conocerás a un chico que será el amor de tu vida. Los designios del destino, no intentes descifrarlos, porque nunca lo conseguirás".

¿Será Alejandro el amor de su vida? La gustaba a rabiar y a él parecía ocurrirle lo mismo. No hacía más que dar vueltas en su cabeza a lo dicho por su madre y lo que ella estaba viviendo. No sentía la misma admiración que fugazmente sintió por Dong Yul, que sólo duró un día. Ni por los chicos de su instituto a quienes no hacía caso. Alejandro era diferente. Temblaba como una hoja cuando él la sacó a bailar  y puso el brazo sobre su hombro y él en su cintura. Y fue mágico cuando juntaron sus mejillas y se juntaron un poco más  hasta sentir las palpitaciones de sus respectivos corazones. Les sudaban las manos, sobre todo las de él, de fuerte que aprisionaba la de ella.

Notaba la loción que él llevaba y, Alejandro el exquisito perfume de ella. Querían grabarlo en su memoria para recordarlo cuando estuvieran  separados. ¿Separados? Era como si , de repente, se diera cuenta que, desde Santiago, irían directamente a Madrid y desde allí en vuelo directo a casa. No le volvería a ver más. Otro desengaño de nuevo ¿Por qué la vida era tan cruel con ella? Tendría que hacer algo. El pensar que nunca le volvería a ver le hacía daño, mucho daño. Ni siquiera les había dado tiempo a trazar planes para seguir viéndose. Estarían demasiado lejos. Separados por miles de kilómetros. Ambos estudiando y ninguna vacación a la vista. No soportaría su ausencia. Estaba segura de ello,y esto no sería una chiquillada, sino algo más profundo y fuerte.

Aquella noche sería la última que pasarían en Andalucía, ya que al día siguiente partirían desde Málaga a Madrid y allí emprenderían otro periplo recorriendo parte de El Camino. ¿Qué interés tenía ella en el dichoso Camino? Eso era cuenta de ellos. Alguna historia habrían tenido sus padres para querer vivirlo nuevamente  ¿Visitar a una señora que les ayudó? ¿A quienes? ¿A su madre y a ella? ¿Por qué? ¿Dónde estaba su padre? Nunca pensó que en su familia hubieran secretos, pero los había. e enteraría tarde o temprano ¿Por qué no ahora?

Creía que no era el momento oportuno. A sus padres se les veía felices y nerviosos. Sería algo importante para ellos. No quería ser egoísta y dejarles disfrutar, pero es que ella no le vería nunca. Tenían muchas cosas de las que hablar y no tenían tiempo.

Se habían intercambiado sus direcciones y números del móvil. También tenía Internet y video conferencia. Se verían por ese medio, aunque no era lo mismo. Y dándole vueltas as la cabezase quedó dormida.

De nuevo Madrid. Mientras Dae confirmaba el alquiler de un nuevo vehículo, Alba y sus hijos se dedicaron a ir de compras. Tenían que llevar algún regalo a los abuelos y, al mismo tiempo pasear con ellos por los lugares tan queridos que formaron parte de su vida.

Gran Vía, Puerta del Sol, Cibeles, El Paseo del Prado... Todo ello conocido por ella, pero no por sus hijos. Eran rincones muy importantes en su vida. Estaban cerca del hotel. Los chicos se mostraban interesados en conocer todo, sin embargo Aera se la veía tristona, y Alba se dió cuenta de ello, aunque no quiso comentar nada. Sólo pensaba en su interior: " hija, qué adolescencia tan complicada estás teniendo".

Pero al mismo tiempo la entendía. Ella también tuvo su edad, aunque pensó, que  en su época eran las cosas más sencillas. Se daba cuenta de que Alejandro había dejado huella en su hija. No como Dong Yul, sino algo más fuerte. Les había observado de reojo, disimuladamente y, en la mirada de ambos, veía reflejado algo distinto, quizá más fuerte de lo normal, aunque lógico en una edad c omo la que Aera tenía. Pero el gran inconveniente era la disatancia, con ser secundario. El principal eran los estudios. Al muchacho le quedaban dos años para terminar económicas y, ella comenzaría en la universidad al próximo curso, Y por si esto fuera poco, la distancia era abismal. Imposible poderse ver los fines de semana. De repente sintió lástima por su hija. Pareciera que esta vez le había entrado fuerte y, sin embargo miles de kilómetros les separaban. Lo hablaría con Dae a ver si a él se le ocurriera alguna solución. O quizás esperar a que Dong y Macarena regresen de su luna de miel para que ellos observen si Alejandro siente lo mismo por Aera que ella por él. Tenían que esperar y tratar de calmar a ambos.

Aera iba muy callada durante el trayecto desde Madrid hasta Valladolid. A los chicos les impresionaba el paisaje, pero ella iba con la vista fija en no se sabía donde y quieta, muy quieta. Ni la conversación que mantenían con sus hermanos, ni los comentarios de los chicos, la sacaban de su ostracismo, Tenía la mente en un solo lugar, en una sola persona.

Al fin ante ellos estaban Los Montes Torozos. El paisaje era familiar para ambos esposos que, a pesar del tiempo transcurrido no se les había borrado de la memoria. Todo permanecía lo mismo, como si el tiempo respetase sus huellas, para que ellos recordasen su historia de amor.

Tomaron el camino que les llevaría directamente al refugio. A ese lugar testigo de aquella etapa  de la que nada sabían sus hijos, aunque Aera sospechara que algo extraño había ocurrido entre ellos y, que alguna vez tendrían que contar.

De nuevo  las casas solariegas estaban ante ellos. Todo igual, como si el tiempo se hubiera detenido. Dae aparcó el coche en la Plaza Mayor. Alba salió del vehículo y, apoyada en él, comenzó a recorrer con la mirada las casas que, de repente la trasladaron a dieciocho años atrás. El Ayuntamiento, la escuela sin casi niños, el bar, la casa del médico, ya jubilado y, otro más joven en su lugar. Ese médico comprensivo y discreto que no hizo preguntas de cómo ni por qué, simplemente diagnosticó que Aera se estaba desarrollando dentro de ella.

Dae se daba cuenta de la emoción que sentía, aunque él no viviera esos momentos tan difíciles para ella, pero conociéndola, imaginó las amarguras que debió pasar entonces. Puso su brazo sobre los hombros de ella y la atrajo hacía sí, besando sus sienes. Alba recostó su cabeza sobre el hombro de él y unas lágrimas de emoción salieron de sus ojos.

Dentro del coche, Aera observaba a sus padres y pensaba ¿Por qué es tan importante venir aquí? ¿Qué recuerdos tienen? Tendrán que explicármelos ¿Por qué nací aquí? ¿Qué representó la tal Ángeles en su vida?

A pesar de que no tenía ánimos para nada, esos interrogantes hacían que sospechara que algo trascendente habría ocurrido, y quería saberlo. Pero la tristeza, la rabia... no la dejaban razonar con normalidad. Decidió también ella, salir del coche. Se alejó un par de metros y comprobó que su móvil tenía cobertura. La tenía y, decidió llamar a Alejandro para anunciarle que ya habían llegado a un lugar remoto, perdido en mitad de la nada en donde se supone que ella había nacido.

— No debes enfadarte. Si tus padres tenían empeño en ir hasta allí, seguro que fue importante para ellos. Has de ser un poco más flexible con la vida de los demás, si quieres que ellos lo sean contigo. Disfruta cuanto puedas y sobre toco, piensa que tu madre hace años que no ha vuelto y probablmente tenga recuerdos y desee volverlos a vivir.

— Lo sé. Solo que...

—¿Que? Te echo de menos. Parece mentira, pero has dejado profunda huella en mí.

— ¿Es verdad? ¿Me lo dices en serio?

— Te lo digo tan en serio como la luz que nos alumbra

— Yo también me acuerdo de tí. ¿No crees que es imposible?

—¿Por qué? Yo me he enamorado de tí

—¡Oh Alex! Yo también. Pero es que todo es muy difícil

— Nada es imposible, pequeña. Dame la dirección de donde estáis. Iré a veros este fin de semana.

—¿En serio? ¿De verdad?

—Si, pequeña tirana. Quiero verte. Necesito verte.

La rueda de la fortuna gira una y otra vez y, el hombre es hombre. De nuevo se vuelven a vivir las mismas cosas, o muy parecidas. Mientras el hombre y la mujer pisen La Tierra, seguirán dándose los casos de enamoramiento ¿Precoz? O cuando tuvieron que ocurrir, simplemente ocurrieron.

Exultante de alegría, corrió hacia donde estaban sus padres agitando en el aire el teléfono móvil. con la buena nueva que Alejandro había anunciado. Esperaría unos días y estaría con él. Lo malo sería que, después de ese encuentro, llegaría el adiós definitivo. Pero en eso, de momento, no quería pensar. Sólo en que dentro de poco se volverían a ver.








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