martes, 4 de enero de 2022

Mundos opuestos - Capítulo 27 - Pisando terreno resbaladizo

 Alba dudaba. Por un lado sabía que estaba viviendo una situación anómala, pero su deseo y necesidad de emprender alguna ocupación, era más fuerte que ella. Sabía que debía consultar con su marido, pero al mismo tiempo, pensaba que no tenía importancia. Dae sabía de su empeño en trabajar de nuevo. Que había aceptado a regañadientes el que lo hiciera en otra empresa ajena a sus negocios, que comprendía sus razones hasta cierto punto, pero lo admitió. Lo que el primo la proponía sería más de lo mismo. Sus empleados sabrían quién era ella. El mundo de las finanzas es muy reducido y todos, se conocen, al menos de nombre. Correrían las voces de que era familiar político y nadie se explicaría el por qué no lo hacía con su esposo y sí con el primo.

Sentía sobre su brazo la presión de la mano de él, pero su cabeza la tenía medio aturdida inmersa en su propios pensamientos. Escuchaba como  muy lejano que él la decía algo, pero no le escuchaba. Se detuvo frente a un coche y habló con alguien. Ella había llevado su propio coche y lo que estaba haciendo era abrir una puerta de otro vehículo. Suponía que sería el suyo y el hombre con quién hablaba sería su chófer. ¿Qué haría con su coche? ¿Le estaba dando instrucciones?  Él conduciría el suyo propio.

Permanecía delante de la puerta sonriendo, esperando que ella se introdujera en él. ¿Qué había sucedido? ¿Por qué no había prestado más atención a lo que le hablaba? Estaba muy atolondrada; debía centrarse, de lo contrario se metería en un terreno que la costaría salir de él. ¿Sería cierta la versión que de Dong Yul le había contado Dae? Si así fuera, mucho se temía que tendría problemas con su marido. Ya le había advertido que tuviera cuidado que era un embaucador. 

Al tener un parentesco tan próximo, no creía que violara ninguna ley. Sólo estaban hablando de trabajo. Ni él se atrevería a ir más  allá, ni ella lo consentiría rompiendo alguna regla no escrita de fidelidad a su marido. Dae había luchado mucho por ella y no merecía algo así. ¿Pero en qué estaba pensando? 

Su imaginación galopaba más que corría ¿ Por qué tenía en mente tales sandeces? Ni él había cometido ninguna tropelía, ni ella lo consentiría. Simplemente era una invitación a comer para hablar de lo que pretendía: un trabajo.

— Ni que fuera el asalto a un banco — se repitió interiormente. Pero en el fondo no estaba muy tranquila. Sabía que Dae no lo aprobaría.

— En fin. Sepamos lo que se le ha ocurrido — se repitió, entrando en el coche de  Dong Yul.

Arrancó mientras él seguía hablando, pero  sin prestarle atención, inmersa en sus propios pensamientos.

— Baja a la Tierra. ¿En que piensas?— la dijo

— Creo que es un error. Dae no lo va a admitir.

— Veo que no has prestado atención a lo que te he dicho. ¿ Qué te ocurre? ¿Ni siquiera desde casa va a dejarte?

— ¿Desde casa?

— Si. Eso he dicho. Veo que no me has escuchado nada de lo que te he propuesto. Es como si estuvieras asustada, o cometiendo algo que no está bien. ¿Te ha prohibido algo? Porque si es así, va a escucharme.

— No, no. No me ha prohibido nada. Es más, como te he comentado, deseaba que trabajara codo con codo con él. He sido yo la que me he distraído. Tendrás que volver a repetirme lo que sea que me hayas dicho, porque en verdad no he presado atención. Mi trabajo es importante, pero aún lo es muchísimo más mi familia, que no cambiaría por nada ni por nadie. Me ha costado mucho tener de lo que ahora disfruto. Créeme, no ha sido fácil. No estoy dispuesta a perderlo.

— Ni yo quiero que lo pierdas.  ¿Qué te piensas? ¿Qué te estoy haciendo una proposición deshonesta? Tienes una imaginación que vuela más que corre. Eres la mujer de mi primo. Casi un hermano para mí y, porque os respeto a tí y a él, no se me ocurriría nada deshonesto, y no es por falta de ganas. Siempre me tendrás cerca, pero no tanto como para ofender a Dae. Creo que tú tampoco lo consentirías.

— Entonces...¿Qué me propones, exactamente?

— Pues que trabajes por video conferencia desde tu casa. Si me hubieras escuchado...

— Perdóname. Efectivamente no te prestaba atención. Pero no termino de ver claro  que necesites una traductora. Te las arreglas muy bien tú solo.

— Escúchame primero y después comentamos.

Pararon frente a la puerta de un elegante restaurante que ya conocía por haber almorzado un día de compras con su suegra. La ofreció la mano para ayudarla a salir del coche. Verdaderamente, hasta ese mismo instante, se había comportado como todo un galante caballero. Desechó la idea de una conquista fácil. Había sido muy presuntuosa pensando que sería capaz de saltar la regla de respeto a su primo, cuando en realidad lo que deseaba era complacerla y ayudarla a cumplir con sus deseos. Pondría atención a lo que la propondría y, esa noche lo hablaría con Dae, al que llamaría para anunciarle que  estaba con Dong Yul y que no se preocupara aunque se retrasara un poco en llegar a casa.

Le  llamó por teléfono para comunicárselo, algo que no le cayó nada bien y,  tras unos instantes de silencio como respuesta, al fin dijo:

— Está bien. Tómate tu tiempo, pero no te retrases mucho. Yo recogeré a Aera de la guardería.

Pero la despedida no fue todo lo cariñosa que ella esperaba, por lo que dedujo que no le había hecho ninguna gracia el anuncio de su tardanza. Dong Yul se fijó en el rostro de ella y dedujo que no la gustaba la comunicación tenida con su marido. Decidió abreviar la entrevista a fin de que ellos no tuvieran problemas. Conocía a su primo y aunque, menos a Alba, también notaba en su semblante que estaba algo inquieta.

— Pásate mañana por mi oficina. Está en la planta sexta.  Te explicaré sobre el terreno en qué consistirá tu trabajo. Supongo que no le habrá hecho ninguna gracia a Dae que te retrasaras. Mi chófer te llevará a casa— Ella se le quedó mirando y dijo:

— Creo que no va a ser posible . Será mejor. Creo que Dae se ha enfadado al pensar que rechazo ir con él, pero acepto el tuyo en las mismas condiciones. Y pensándolo bien, puede que tenga razón. Sigo siendo un familiar. Gracias por tu ofrecimiento, pero he de rechazarlo de nuevo. Ya encontraré algo que no interfiera en los intereses de ambos. Gracias por todo

— Te daré un consejo:  Alba, trabaja con tu marido, aunque sea por un corto espacio de tiempo. Puedo asegurarte que se acostumbrarán a tu presencia y al final te verán como una compañera. Si piensas otra cosa, aquí me tendrás.

 El chófer había llevado el coche de ella hasta el restaurante en donde habían comido.. No deseaba interferir en la vida de nadie y menos en la de su primo. Le conocía lo suficiente para saber que no le había gustado nada que trabajara con él, debido a la mala fama que tenía, aún entre su familia. Por mucho que sintiera interés por Alba, para él estaba prohibida, pero la protegería de todos y contra todo.

Inclinó la cabeza a modo de despedida, cuando Alba se introdujo en el coche y puso rumbo a su domicilio. Llegaron enseguida, pues estaban cerca. El chófer tenía órdenes de esperar en la puerta hasta que ella entrara en su domicilio, y cumplió firmemente  las instrucciones dadas.  Cuando ella entró, llamó a un taxi y puso rumbo hacia el domicilio de Dong Yul.

Dae aún no había llegado de recoger a la niña. Eso la extrañó, consultó su reloj y comprendió que ya había pasado el tiempo suficiente para que llegaran a casa. En eso estaba, cuando sintió que la puerta se abría. La pequeña con los brazos abiertos, corrió hacia su madre, que miraba a la cara a su padre. Estaba pulsando el grado de enfado de Dae. ¿ Por qué se enfadaba? No había cometido ningún delito, sólo se había encontrado con su primo casualmente. La invitó a comer y después la trajo hasta su casa. Todo bastante decente y normal. No tenía motivos para el enfado aunque fuera producido por pensar que rechazaba el trabajo que Dae la brindaba. No había entendido sus razones: quería ser independiente. En parte se sentía algo rechazada por esa sociedad tan cerrada a lo que proviniera del exterior, aunque ese rechazo no la alcanzase en su familia más cercana, pero la había costado un sin fin de preocupaciones y disgustos, que ya conocemos, el ser aceptada. No pasaría por ello otra vez, máxime con personas totalmente ajenas a su círculo familiar.

Se armaría de paciencia y, después de atender a la niña, se sentarían ambos esposos y hablarían del tema tranquilamente. Le haría comprender sus motivos. Que no deseaba vivir bajo la sombra alargada de él. No en ese terreno, al menos. La gustaba que la protegiese, que cuidase de ella, pero al mismo tiempo que la diera su espacio que, por diversas causas lo había perdido.

Dae esquivaba su mirada y tenía el entrecejo fruncido. Ella sabía a qué se debía ese gesto de enfado. Tendría que resignarse a quedarse en casa y ser una ama de casa. No creía cometer ningún delito por desear tener un poco, tan solo un poco, de independencia. Eso no significaba que olvidaría sus obligaciones como esposa y madre. Estaba locamente enamorada de su marido y daría la vida por él y por su hija.  Él no era tan independiente como se hacía. ¿Sería el ambiente de su pais quién le hacía más retraído? ¿ Había incumplido ella alguna de las reglas de esa sociedad tan distinta a la que estaba acostumbrada?  Se sentía inquieta, incómoda pese a estar en su casa y con su marido. No quería verle así, tan ceñudo y sin hablar.

Sería su primer enfado desde que volvieron a estar juntos. ¿Estaba celoso de  Dong Yul? No tenía ningún motivo para ello, pero su primo algo debió  sentir, puesto que enseguida se despidieron sin tener perspectiva de una nueva ocasión de encuentro. La irritaba que no tuviera confianza en ella. Además estaba siendo injusto con ambos; por muy aventurero que fuera el primo, ella sabía muy bien cuales eran sus obligaciones y a quién debía su respeto.  Dae estaba por encima de cualquier otro hombre y eso tenía, debía,  hacérselo saber.

Tomándole de la mano y, mientras su hija jugaba en su cuarto con la niñera, le condujo hasta una sala en donde hablarían de todo lo que en ese momento les estaba separando.

— ¿Quieres una copa? — le dijo mirándole a la cara.

— No me apetece. Sé que quieres hablar de algo, así que no perdamos más el tiempo y comienza a decir lo que sea

— ¿Estás enfadado? ¿Por qué?¿No te ha gustado que me encontrase con tu primo y él, galantemente me invitara a comer? Fui a su edificio, sin saberlo, a una entrevista de trabajo, que tú sabías. En el ascensor nos encontramos. Me preguntó por qué estaba allí y el resto ya lo sabes. Me ofreció trabajar con él, que rechacé por el mismo motivo que lo hice contigo. Eso ha sido todo y me ofende que no tengas fe en mí. Se ha portado como todo un caballero. No sé, ni me importa, lo que hayas tenido con él, pero ¿Yo? ¿Acaso dudas de mi fidelidad?  Si es así, tenemos un gran problema, porque yo también tengo mis dudas contigo y con Eun Ji.

— ¿Qué quieres decir? Creo haberte dado muestras suficientes para saber que tú eres quién más me importa. Y que entre ella y yo no existe nada más que amistad

— Pues bien que charlabais animados el día de la cena

— No seas absurda

— Ni tú tampoco.

Y dando un respingo, a paso ligero salió de la habitación. Eso le había dolido. Que no comprendiera su razonamiento y en cambio saliera en defensa de Eun Ji. Un pellizco de celos sintió en su interior. Ella era infinitamente más bonita y además contaba con el beneplácito de su familia, al menos en primera instancia, aunque ahora todo marchaba bien con su familia política. Pero la respuesta de Dae la hirió profundamente. Era la primera discusión que tenían y no la gustaba. Sabía que todos los matrimonios discutían, pero no ellos. Sus circunstancias eran distintas como distintas había sido su propia relación. Los celos absurdos que la atenazaban hicieron que subiera rápidamente las escaleras que conducían a su habitación. Entró en ella y cerró la puerta. Dae no tardaría ni cinco minutos en estar a su lado abrazándola.


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