martes, 18 de enero de 2022

Mundos opuestos - Capítulo 37 - El amor

 Dae y Alba se miraron preocupados ¿Otra vez? Esta niña no para de darnos sobresaltos, pensaron interiormente cada uno de ellos. No comentarían nada, hasta averiguar qué era lo que ocurría de nuevo. Les bastó con mirar la cara de su hija para saber que ésta vez iba en serio. Que no sería un pasatiempo, un pronto, como ocurrió con el primo que acababa de casarse. No debían adelantar acontecimientos. 

Les contaba nerviosa que él se reuniría con ella en Santiago. ¿Sería capaz de hacer tan largo viaje tan solo por verla..., como mucho un día?¿Sería capaz  de hacer tal sacrificio habiéndola conocido hacía tan pocos días? El brillo de sus ojos, la alegría de su cara le bastó para saber que, efectivamente, se habían enamorado. Él era el menos indicado para ponerlo en duda, ya que  vivió la misma experiencia saltando de un continente a otro por encontrarla. No pondría en duda lo que ambos sintieran, pero tenía que sentar unas bases y, no apartarse ni un ápice del programa trazado. Ambos eran muy jóvenes y ninguno de ellos debían tirar por la borda sus estudios, su porvenir y su felicidad. Ellos sabían que no estarían juntos ya que medio mundo les separaba y, si al final de terminar sus respectivos estudios siguen sintiendo lo mismo, entonces sería el momento de actuar en consecuencia.

 
Aera sabía el criterio de sus padres y no permitirían bajo ningún concepto que lo abandonara todo por un amor recién nacido que sabe Dios si sería duradero. Él, al menos está a punto de diplomarse en lo que quiera que esté estudiando. No le conocían a penas. Nada era coherente con lo que habían trazado para sus hijos. Y pensó que sus padres pensarían lo mismo cuando él antepuso su amor por Alba a todo lo demás.

¿Por qué él sí podía hacerlo y su hija no?  Pues porque ella es muy joven, se respondió así mismo tratando de convencerse de esa lógica "lo ancho para mi y lo estrecho para tí". Alba le miraba pensativa. Le veía algo desquiciado con la notica y lo que significaba: su pequeña, su princesa, se estaba haciendo mujer y experimentaba los mismos sentimientos que cualquier otra, no importaba raza ni color.

—¿Qué te parece si vamos al refugio? Saludamos a Ángeles y después, vamos donde quieras—la dijo

— Me parece bien. Para eso hemos venido. Ya pensaremos en el siguiente paso en el fin de semana. ¿Te refieres a Alejandro y Aera? Pues ve haciéndolo, porque creo que van en serio ¿Cómo es posible? ¡Si a penas se conocen!

—¿Y a tí te extraña? Yo me enamoré de tí  antes de empezar El Camino, y recorrí medio mundo para buscarte. No, no me resulta extraño. Lo que me preocupa es que son demasiado jóvenes y la espera será larga y, por si eso fuera poco, están en la otra punta del mundo. Eso es lo que me preocupa. Que confundan el amor con la rutina. Que se acostumbren a hablar por video conferencia y crean que la vida en pareja es así. Luego llegan los problemas. Eso es lo que me preocupa, que se lo tomen con fuerza estando tan lejos uno del otro, sin a penas conocerse.

— A nosotros nos pasó igual. Tuvimos los problemas después de casarnos y sin embargo tu removiste Roma con Santiago para encontrarme.

— Ya lo sé. Pero yo te quería. Estaba loco por tí

— ¿Y quién te dice que a ellos no les ocurre lo mismo?  Ella es tu hija

— ¿Qué quieres decir con eso?

— Pues que lleva tus genes. Es decir, que puede ocurrirla lo mismo que a tí. Piensa en darles un plan de vida para cuando termine Alejandro la carrera. Y Aera, ve pensando que no llegará a la universidad, así que piensa en lo que puede hacer en lugar de una larga carrera.


Una vez más, Alba había dado en el clavo. Mucho se temía que tuviera razón. Sus sueños, sus pensamientos para Aera, habían quedado atrás en cuestión de minutos. ¿Tendría que pensar en un plan para ellos? Ni siquiera sabía lo que estaba estudiando el muchacho. ¡ Es que no sabían nada de nada ! Y sin embargo estaba pensando más allá. Tan sólo pasarían un pequeño fin de semana juntos, y no completo. Hablaría con su hija, a ver si de una vez podía aclarar sus ideas y averiguaba que es lo que estaban tramando para su futuro.

Al fin decidieron volver al refugio. Conocían a Ángeles, pero el cambio dado por Aera era otra cosa. No podían irse sin verles a darles un abrazo. Habían cobijado a su mujer y a su hija cuando más lo necesitaban y, aunque no tenía ganas de fiesta, era su obligación pasar a saludarles estando tan cerca y, sabiendo Dios cuándo volverían por allí de nuevo.

La sorpresa de los ocupantes del refugio no tenía nombre. Ángeles tenía el pelo gris. Las chicas que en aquél entonces eran jóvenes, unas se habían casado y otras habían emigrado a Madrid en busca de un trabajo mejor remunerado. Marcelo seguía allí; también con el pelo blanco. De repente Alba se dio cuenta de la cantidad de años transcurridos.  Ángeles, al ver a Aera, se le saltaron las lágrimas. No podía ser aquella miniatura regordeta que le daba el biberón mientras su madre trabajaba.
A pesar de haberse escrito en todos esos años y enviado fotografías, nunca sería igual que al natural, sobre todo Aera, que ya era toda una mujercita.  

A los chicos sólo les conocía por fotos. Era inevitable echar la vista atrás y rememorar aquellos días tenebrosos en la vida de Alba. Era la primera vez que podía sentarse a hablar con Dae cara a cara y relatarle lo que sufrió su mujer, no sólo por la situación en que se encontraba cuando llegó: embarazada y sin su marido.

— Insistí mucho en ella para que se pusiera en contacto contigo, pero argumentaba que tu no querías saber nada y que no tenía tu número de móvil. El día que dio a luz, yo estuve con ella, pero no dejó de llorar ni un segundo. Se abrazaba al cuerpecito de tu hija sin parar de llorar. Se me partía el corazón al verla, ignorantes como estábamos de que la estabas buscando. El destino os juntó, y doy gracias al cielo de que fuera en mi casa, porque todos los días, antes de dormirme le pedía a Dios por vosotros, porque al fin olvidarais todo y estuvierais juntos.

—Ángeles, no dejé de quererla ni un solo minuto. Y cada vez que vine a España en su búsqueda, la esperanza me inundaba, pero al regresar de vacío, nuevamente la desesperanza me consumía. Pensé que había rehecho su vida, pero no entendía que se fuera de mi lado sin saber por qué. Después lo supe y es una espina que siempre llevaré. Máxime cuando me contó que llegó embarazada. Y ya ves lo que son las cosas, ahora tenemos con Aera, una parecida situación.

Le explicó someramente lo ocurrido. Ángeles le escuchaba atentamente sin saber qué decir, ni qué aconsejar. Era una situación difícil por la corta edad de ella, pero seguro que encontrarían alguna solución si es que en verdad los chicos se querían de veras.

No pudo dormir en toda la noche pensando en qué estrategia debían tomar. Era una chiquillada más de Aera. Lo deseaba de corazón, pero al mismo tiempo, pensaba en Alejandro. Era cinco años mayor que su hija, y a esa edad, se empezaba a plantear la vida de otro modo. Y por si esto fuera poco, involucraba a otra familia que casi eran parientes, sobre todo de Dong Yul.

Y pasaron ese día en el refugio y al siguiente, por la mañana viajaron hasta Santiago. Contemplarían la majestuosidad de la catedral y mostrarían a sus hijos la entrada de una peregrinación. De nuevo, volvieron a sentir la misma emoción de entonces: el órgano, el botafumeiro, los peregrinos y la iglesia abarrotada de gente. Y en su cabeza el problema que tenían. Alejandro llegaría hacia el mediodía. 


Aera contaba las horas que faltaban hasta que él llegara. Se habían hospedado en el Hostal de los Reyes Católicos, lo mismo que su primera vez. y, reservado otra habitación para Alejandro. Al día siguiente de su llegada, todos partirían rumbo a Madrid y él a Mijas. Tan sólo un día en total, tendrían para estar juntos. Deberían hacerse a la idea que tardarían mucho, mucho tiempo en volverse a ver. Y aunque fuera una crueldad. Tanto Dae como Alba, tenían la remota esperanza de que esa relación no llegara a cuajar. 
No tenían nada en contra del muchacho, pero la distancia que debían mantener, les asustaba un poco. A él a penas le conocían, pero a ella si, y mostró su  impaciencia con el tema de  Dong Yul. No quería volver a pasar por eso y, además estaban los sentimientos de la otra persona. ¿Deberían haber suspendido el viaje? ¿Es que la vida con sus hijos sería así de azarosa?

Dae estaba muy preocupado. Con esa parte no contaban ninguno de los dos. Su noviazgo fue relámpago, aunque después de casarse fueron palabras mayores. Ahora, con la distancia de por medio, lo veía todo más sencillo, pero de sencillez no tuvo nada. ¿Y si no se hubieran encontrado? 

— No hagas comparaciones —se decía así mismo—Todos no somos iguales, ni las personas ni la vida.

Buscaba el parecer de Alba, pero ésta, a pesar de igual de preocupada como él, le quitaba importancia porque sabía que para Dae era trascendental, y para ella también. Presentían que la vida de su hija cambiaría radicalmente si es que en verdad ese amor sería perdurable en el tiempo, en el mucho tiempo que les quedaba por delante. ¿Debía hablar con él? Le parecía prematuro, ya que ni siquiera sabía sus intenciones. Puede que para Alejandro sea simplemente una amistad y estaban lanzando campanas al vuelo sin merecerlo.

Estaba siendo testigo de los cambios que estaba experimentando su hija desde hacía unos pocos, poquísimos días y eso le asustaba un poco. Se la veía más alegre con sus hermanos, se reía con más facilidad, y a su madre consultaba el vestido que más la favoreciera. Quería estar radiante. Por mucho que la insistiéramos que ella era bonita sin necesidad de adornos,  argumentaba que sería el recuerdo que se llevase y que debía durar mucho tiempo hasta que se vieran de nuevo.
Ante eso, ninguno de los dos sabía qué responder. A veces pensaban que ella tenía más consciencia de lo que tenían que hacer, que tenía más seguridad que ellos, experimentados en inconvenientes amorosos. Se la veía muy segura. Dudaban de que, siquiera, hubieran tenido tiempo de plantear su futuro, no sólo como pareja, sino también en el trabajo a desempeñar y, en dónde.

Dae no lo estaba pasando nada bien a raíz de la salida de su hija con el muchacho, del que sólo conocía el nombre y que era sobrino de la mujer de su primo. ¡ Menudas referencias ! Entendía, en cierto modo, el porqué de la actitud de sus padres respecto a Alba, con la diferencia de que ellos ya estaban casados, y eran independientes económicamente. Pero lo que vino después no quería ni recordarlo. Definitivamente, eso no lo quería para Aera. Procuraría tener calma y esperar hasta que el muchacho se reuniera con ellos. Sería examinado hasta en el más pequeño detalle, con lupa. Procuraría que nada trascendiera para no violentar más la situación.

A media mañana fue el encuentro de los "novios".  Fueron a recogerle al aeropuerto. Había recorrido media España de avión en avión, pero no importaba. Estaba nervios, no solamente por ver de nuevo a su "chica", sino porque lo pasaría con los padres y hermanos. Sabía que pasaría un exhaustivo examen, pero no le importaba.

Le faltó a Dae las miradas que ambos se dirigieron al llegar, para convencerse de que iba en serio. Por respeto no se besaron, pero sonrieron tan ampliamente que no necesitaban más. En ese momento se dieron cuenta de que la perderían tarde o temprano y, aunque fuera demasiado prematuro, al menos era un chico que se le veía formal y además cercano. Confiaba en la responsabilidad de él, más que en la de ella.

Mientras se dirigían al hotel para dejar la mochila de Alejandro, la pareja iba cogida de la mano. Los hermanos, apartados, cuchicheaban y gastaban bromas, Dae también cogía la mano de su mujer y, los cuatro trataban de establecer una conversación, sin duda violentados por la situación.

El amor brillaba en sus ojos, en sus miradas y en su sonrisa, algo que Dae reconocía por experimentarlo él mismo y, aún perduraba en él. Pensó que ojalá el amor que sentía durase en el tiempo.
Analizaba a Alejandro con lupa y hasta ahora, aunque fuera muy poco, le gustaba. El brillo especial que vio en los ojos de su hija, era el mismo en la otra parte. ¿Les estarían juzgando de inmaduros y en verdad se amaban? Aunque demasiado a prisa ¿Conocían el jardín en el que se estaban metiendo? Habría que darles la oportunidad de demostrarlo. El problema es que ellos se despedirán y...¿Cuándo volverían a verse?

—Descansa—se decía interiormente. Desde el día anterior no paraba de pensar en ello, mientras  que a la pareja se la veía tranquila. Alba apretaba su mano, tensa con la suya. Se daba cuenta de que para él. estaba siendo muy estresante, ya que Aera, ha sido siempre la niña de sus ojos.


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