viernes, 14 de enero de 2022

Mundos opuestos - Capítulo 33 - Un viaje por una boda

 Aera tuvo un cabreo monumental al enterarse de que "el primo", había regresado a España. Así de improviso. Como es normal, lo pagó con su madre que era la persona que estaba en ese momento en casa. La dejó con la palabra en la boca y subió corriendo las escaleras a refugiarse en su habitación. Alba se preocupó seriamente por la reacción de su hija. No era coherente ni normal. A penas le conocía. Sólo durante la comida. Él no le debía nada a nadie y, mucho menos a una jovencita que acababa de conocer. Y aunque se conocieran de siglos, él era libre. No admitía los caprichos de Aera. La culpa se la echaba ella misma por haberla consentido tanto. Quería razonar con ella, explicarle la situación,. Esperó un buen rato a que se calmara y entonces llamó a su puerta:

— Aera, cariño, abre la puerta. Tenemos que hablar

— No hay nada de que hablar

— Necesito explicarte algunas cosas que ignoras, no sólo tú, también papá.

¿Qué cosas serían las que su madre debía comentarla?  Hacía rato que había dejado de llorar y estaba más tranquila. Momentos que Alba aprovechó para tratar de explicarla ciertas cosas que sólo ella sabía desde hacía tiempo, pero que nunca había comentado con nadie, ni siquiera con Dae. Pero ahora creía llegado el momento de hablar seriamente con ella. No la gustaba que su hija sufriese por un amor insignificante que seguramente se había forjado en su cabeza. Era demasiado joven para enredarse en amores fracasados. Tenía toda la vida por delante y quién sabe si, lo que ella creía ahora sería su amor definitivo, pasados unos días sería tan solo, una anécdota de juventud.

Al fin la muchacha cedió y la dejó pasar. Se abrazó a Alba sin decir nada, mientras la madre besaba su cabeza y le daba suaves palmaditas en la espalda.

— Cariño, no te lo tomes de esa manera. Lo que ahora crees con desesperación que has perdido al amor de tu vida, no es así. Mañana, la semana próxima, el año que viene... se cruzará en tu camino algún muchacho de tu misma edad que te robará el corazón y tú a él. Probablemente ese sea el verdadero amor de tu vida. Conoces perfectamente la trayectoria que tuvimos papá y yo. Llevamos mucho tiempo juntos y puedo asegurarte que nos queremos más, infinitamente más que cuando nos vimos por vez primera. Nuestra historia, de haberse conocido, todos lo hubieran calificado como disparate. Lo cierto es que no fue muy bien acogida por los abuelos, pero ese es otro tema. Sin embargo tanto papa como yo, daríamos nuestra vida por el otro si fuera preciso. Vosotros tres vinisteis al mundo por amor. No fuisteis programados. Nacisteis porque nos amábamos intensamente en cualquier momento,  Fíjate en esa clase de amor, el de toda la vida. El que no podrías vivir si le perdieras.  Dong Yul, no era para tí. Demasiada edad de diferencia, casi no os conocíais, al menos tú. Y, además, él está enamorado desde hace tiempo de otra persona por la que no es correspondido. Es decir, le tiene cariño porque siempre ha sido muy galante, pero el corazón de la mujer a la que me refiero, estaba ocupado desde hacía mucho tiempo.

Por eso estaba aquí. Por eso hacía viajes esporádicos. Por eso se fue lejos. Nunca fue incorrecto y respetó lo que la mujer decidió, que era seguir con su familia. No era responsable de que él se fijara en ella. Nunca sobrepasó los límites y, gracias a esa cordura, mantienen la amistad, además de la familiar, desde hace años. Nunca se fijaría en tí como mujer, sólo como la hija de su primo más querido.

— Mamá, esa mujer que citas ¿eres tú?

Alba se quedó mirándola fijamente. No se había dado cuenta con la claridad que había hablado, pero ya no importaba. Cada uno de ellos seguiría su camino, como había sido hasta ahora. Tenía que darla una respuesta. La joven la miraba con los ojos muy abiertos fijos en ella, esperando la negación o la afirmación de su pregunta.

— Eso fue hace muchos años, pero sí, cielo. Hablaba de mí. Ahora creo que sale con alguien en el lugar en donde vive, según me ha comentado papá.

— Papá conoce la historia

— Si, cariño. No tenemos secretos. Lo comprendió y se hizo el desentendido, como si lo ignorase. Confiaba en mi y, hasta cierto punto en él, aunque estaba alerta por si acaso. Pero nunca, nunca, tuvo que intervenir. Dong Yul, se comportó siempre como un caballero. Ojalá encontrase a una mujer que le quisiera y él a ella, que organizase su vida. Merece ser feliz, aunque haya sido un picaflor, pero nunca engañó a nadie; tan sólo a él mismo.

— ¡Oh mamá !

— Cariño, la vida da muchas vueltas y el ejemplo lo tienes en nosotros. Quién nos iba a decir que terminaría viviendo en Corea y amando a un hombre con todas mis fuerzas completamente diferente a mi. Ya ves. El destino es juguetón. No comentes lo que acabo de contarte con nadie, y menos con papá. Sé, porque le conozco, que no le hacía gracia que , su primo, casi un hermano para él, estuviera enamorado de su mujer.

—  Papá ¿es celoso?

— No cariño, además no tiene motivos. Pero al principio, cada vez que nos veíamos no retiraba la mirada de su primo, algo que me ponía nerviosa. Nunca hubo oportunidad de llamarle la atención, ni siquiera cuando deseaba que yo trabajara con él. Ambos primos se quieren y se respetan y yo me mantengo al margen de todo, porque mi elección fue hecha hace mucho tiempo y no cambiaría ni una coma, de lo vivido con papá.

— No te preocupes, mamá. Tu secreto está a salvo conmigo

— Hija,  a quién quiero salvar  es a tí. Eres importante, mucho, en nuestras vidas y por nada del mundo quiero verte sufrir. De no ser  por lo ocurrido, no te hubiera dicho nada. Pero pensé que era necesario abrirte los ojos porque lo que sientes ahora es deslumbramiento por un hombre muy interesante. Pero el hombre de tu vida, el que dejarás todo por seguirle, aún está por llegar.

— ¡ Mamá ! — Se abrazó a su madre y ahí terminó la historia y la aventura de la jovencísima  Aera, que se convertía poco a poco en una mujer.

Fue una llamada, rayando la madrugada, quién les sobresaltó. Aún no se habían acostado, pero estaban a punto de hacerlo. Dae descolgó el teléfono temiendo que, esa llamada, correspondiera a algún desastre familiar. Sabía que de sus padres no era, pues acaba de hablar con ellos. Pero sus tíos y  Dong Yul estaban lejos, en España. La palabra accidente retumbaba en su cabeza, hasta que al fin a su pregunta impaciente, fue su primo quién, alegremente le soltó a bocajarro:

— ¡ Me caso, primo. Me caso!

— ¿He escuchado bien? ¿Te casas? ¿ Y eso ?

— Pues eso porque quiero a una mujer que me ha robado el alma y hemos decidido unir nuestras vidas. Quiero que vengáis a la boda, así que ve organizando tu trabajo y a los chicos, porque quiero que estéis todos. Es un paso muy importante en mi vida y muy meditado. Macarena te gustará y no digamos a Alba. Es andaluza, así que como ves, seguimos mezclando sangre.

— Para, para. Te noto muy alterado ¿ No habrás hecho alguna fechoría?

— No. Ya no tengo edad para ello. Tenemos una relación de tiempo y a mi regreso de Seúl la propuse matrimonio y ella me ha dicho que sí.

Díselo a Alba y a los chicos. Hablaremos más despacio cuando tenga todo ultimado. En unos días os vuelvo a llamar

— Espera no cuelgues. ¿Eres feliz? ¿La amas?

— Soy inmensamente feliz y un estúpido por no haberlo visto antes. Ya todo está bien

Ambos sabían lo que significaba esa última frase. No conocía a su primo tan exultante de alegría como estaba en esa comunicación. Se alegraba, no sólo por él, sino por derribar de una vez esa sombra que, permanentemente flotaba entre ambos parientes. Alba sería un recuerdo, afortunadamente. Pero estaba Aera y, su comportamiento el día que estuvo comiendo con ellos, no fue el más adecuado. Tendrían que tener mucho tacto al decírselo. Sería labor de su mujer. Ella conocía mejor a su hija y el corazón de las mujeres. Sabía que ella también respiraría aliviada.

Y hablaron con sus hijos, con los tres al mismo tiempo, explicándoles la situación y que viajarían a España, no sólo por la boda, sino porque deseaban que conocieran las raíces de donde provenían, y el lugar en donde nació Aera. Al nombrarla, tanto Dae como Alba se giraron a mirarla y lo que vieron les tranquilizó en parte, ya que ella parecía inalterable, algo por lo que respiraron aliviados.

Durante la cena los chicos hacían sus planes entusiasmados por el viaje. Sería la primera vez que salieran de Seúl y, además a miles de kilómetros de allí. Irían a Europa y al pais en donde había nacido su madre. Donde su padre se enamoró de ella y donde nació Aera. Y cada uno de ellos, se preguntó para sí 

— Por qué nació Aera en España?

Pero estaban tan contentos, que ni siquiera ese pensamiento lo expresaron en voz alta. Alba subió para hablar con Aera una vez se acostase. No había notado ninguna reacción adversa a lo que habían hablado mientras cenaban. Mostró su rostro tranquilo y, si bien no hizo preguntas, tampoco salió corriendo llorando rumbo a su habitación.  Al entrar en ella, Alba la vió que estaba leyendo y escuchando música al mismo tiempo. Miró atentamente el rostro de su hija, para vez si descubría en él alguna señal de alarma. La chica también se dio cuenta que su madre estaba intranquila por ella, y la indicó que se sentara en el borde de la cama junto  a ella.

— Mama, no te preocupes, creo que tu profecía se va a cumplir. Dong Yul es una anécdota . Iré encantada a esa boda. Habréis de perdonar la preocupación que os he causado. Tenías razón, me dará vergüenza estar delante de él. Mi comportamiento fue el de una cría, y ya no lo soy tanto.

Su madre la besó en la frente y la arropó como cuando era pequeña.  Esa noche el matrimonio tenía mucho de lo que hablar en su dormitorio, pero sobre todo, respiraron aliviados. Tenían que preparar un viaje extraordinario.  Alba flotaba en una nube. Iba a volver a pisar suelo español y sería con su magnífica familia.

Recostada sobre el pecho de Dae, comentó un pensamiento en voz alta, creyendo que él se había dormido:

— Daría cualquier cosas por recorrer de nuevo El Camino. Ir a visitar a Ángeles y presentarle a mi familia. ¡Cuántos años y cuántas cosas han pasado! 

— Me parece una magnífica idea — respondió Dae adormilado

— ¿En serio? ¿Te gustaría?

— No solo me gustaría , lo haremos. Es un deseo de mi mujer y yo estoy en este mundo para complacerla.

— Cariño, por eso te elegí a ti. Eres el hombre mejor que pisa la tierra. Nunca me defraudas.

— Eso no es cierto. Me reprochaste en una ocasión, que huiste de mí porque pensabas que no te quería. Me reprochaste que no llegué a tiempo al aeropuerto para llevarte de vuelta a casa ¿Es que ya no te acuerdas'? —Ambos rieron abrazados. ¡ Cómo se podía ser tan feliz !

La familia estaba nerviosa. Era la primera vez que viajarían a un lugar tan lejano y con tantas raíces para ellos, sobre todo para las tres personas mayores, ya que los chicos nacieron en Corea. Alba tenía un nudo en el estómago. En Seúl era feliz, pero había días, que echaba mucho de menos a España, a Madrid, y el barrio donde nació.

Se acordaba de Ángeles y la sorpresa que se llevaría al verlos aparecer convertidos en una gran familia. El choque emocional iba a ser fuerte, sobre todo al ver a la niña; se fue siendo un bebé y, volvía convertida en una increíble jovencita. Lo que más llamaba la atención de los rostros de los tres chicos, eran sus facciones, claramente orientales, pero mezcladas con las occidentales, les conformaba una cara de rasgos muy originales y no tan acentuados como cuando eran pequeños. De todas formas, eran más patentes en los chicos que en la hermana. Hasta su piel, a medida que fueron creciendo se tornaba algo más tostada, no tan blanca como cuando nacieron.

Se sentían orgullosos de las semillas sembradas y del bello y extraordinario fruto cosechado. Quién conocía su historia, se asombraba del resultado que tuvieron. Con ese choque tan dispar entre ambas culturas, entre ambos caracteres, tan distantes y tan distintos. 

— Pero cuando existe el amor, no existen fronteras, ni razas ni colores. Solía responder Dae a cualquier comentario que hiciera alusión a ellos.


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