jueves, 23 de diciembre de 2021

Mundos opuestos - Capítulo 20 - Regreso a Seúl

 Tenían mucho de lo que hablar. Mucho que contarse: lo vivido  en soledad durante el tiempo que había durado su distancia. Necesitaban expresar los sentimientos que cada uno de ellos había experimentado, y los que , ahora, una vez reunidos, experimentaban. Recuperar el tiempo perdido, decirse cuánto se habían echado de menos y cuántas lágrimas derramadas por la ausencia de cada uno de ellos. La inexperiencia y el desconocimiento del sentir el uno por el otro. Ambos tenían razón: no se conocían a penas y su inexperiencia lo habían pagado muy caro.

Pero ahora, una vez explicado todo lo acontecido, sería hora de planificar de nuevo su vida con  el giro tan importante que había tenido. El amor firme que cada uno de ellos sentía, y la presencia inesperada de esa personita que les unirá aún más. También la responsabilidad. Sus vidas habían experimentado un giro inesperado y por el bien de su hija, debían seguir adelante más conscientes de la responsabilidad que ahora tenían respecto a ella. Toda su vida se centraría en esa diminuta figura pero que tan poderosa era.   Debían ir paso a paso.

— Tenemos que hacer trámites y no tenemos tiempo. Yo no tengo tiempo, pero tú tampoco, porque os venís conmigo a Corea. No podría separarme de vosotras por nada del mundo. Ahora no. Lo primero inscribirla en Registro Civil como hija mía.

— Ya está inscrita como hija tuya, porque lo es. Lo hice al nacer en el juzgado. Ella está legalmente reconocida. Sé que debí contar contigo, pero no sabía cómo y en España solamente contamos con veinticuatro horas para su legalización ante la ley.

—  Esta bien, no te reprocho nada. No podría reprocharte nada ¿Cuál es su nombre? 

— Aera: niña del amor. Me pareció el más apropiado, y según vuestras costumbres Min Ho Aera

— Está bien.¿ Dudabas acaso que no te creyera? Falta la embajada y eso lo haremos en cuanto lleguemos a Madrid. Mi amigo lo solucionará todo. ¿Hace  falta algo más?¿Tienes alguna deuda?

— ¿A qué te refieres? No, no nos hace falta nada y no, no tengo deudas ni nada por lo que preocuparse.

— Si. A ti te falta de todo. No vas a volver con la ropa que tengas. En Madrid compraremos un ajuar completo. Deseo que llegues como una reina, porque eso es lo que eres. Al menos en mi corazón. Hay algo aún que hemos de hacer. Te necesito Alba. Este tiempo ha sido duro anímicamente. Te he echado de menos muchísimo y ahora que te he encontrado...

— Necesitas a tu mujer ¿ verdad? Y yo a mi hombre.

— Dormiremos en mi habitación que es más amplia que la vuestra. Cuando la niña se duerma...

Se echaron a reír  abrazados como dos colegiales adolescentes que fueran a cometer un pecado. Pero lo de ellos era normal entre dos personas que, por circunstancias, habían estado separados durante tanto tiempo y amándose como ellos hacían.

La despedida de Ángeles y del resto del personal, fue muy emotiva. Hicieron la promesa que en los viajes que hicieran a España, les verían. Paso a paso cumplieron todos los trámites y de nuevo se vieron sentados en un avión de regreso a casa.

 El viaje que Dae realizó para ir en su busca, fue amargo y desolador, con la certeza de que nunca la volvería a ver. Y ahora la tenía a su lado, apoyada la cabeza sobre su hombro, con su mano cogida que, no había soltado en ningún momento, quizá por temor a que huyera de él nuevamente. y al otro lado, estaba su hija, la flor asiática más bella que pudiera contemplar. Hasta le encontró parecido con él. Y es que en realidad lo tenía, no sólo por sus rasgos acentuados, sino que recordaba haber visto alguna foto a su misma edad. Tenía los ojos almendrados, y  sus hoyuelos . También su cabello negro y liso. Se sentía orgulloso de haber concebido una criatura tan hermosa como la que dormía tranquila a su lado, con sus pequeños deditos, aferrados a los fuertes y grandes de Dae.

Las dos mujeres más importantes de su vida las tenía a cada lado de él. Las contemplaba mientras dormían, seguras, tranquilas al saber que él las cuidaba. Una ola de alegría, añoranza y ternura, le subía hasta la garganta. En su anterior viaje, lo daba todo por perdido. Tenía la seguridad de que nunca la volvería a ver y, sin embargo, lejos de no ser cierto,  le había dado una hija maravillosa que criarían juntos. 

Estaba seguro que sus padres, más temprano que tarde, las recibirían como se merecían. Sobre todo la madre ante una nieta no esperada y tan linda que haría que se emocionara. Estaba seguro que sería ella quién rompiera todas las barreras, admitiendo, al menos, que Alba era tal y como la había descrito. Que no la movía ningún otro interés más que el amor hacia él. Que habían sido unos inconscientes, si, pero no era motivo para despreciarla, porque fue él  quién quiso hacer las cosas de esa manera. Estuvo a punto de perderla para siempre y sólo la casualidad, o el destino, hizo que volviera a recuperarla.

Se había puesto en comunicación con sus padres cuando llegaron a Madrid. Atendió la llamada su madre. Se llevaba mejor con ella que con su padre. Era más tolerante, no tan errática como el patriarca de la casa.

— Mamá, la he encontrado. Ha sido cosa del destino. Vivía en el lugar más inesperado. Os lo contaré con más detalle cuando lleguemos. Estamos en Madrid. Salimos mañana para Seúl. ¿Podrá ir a buscarnos Yunn? Creo que llegaremos a mediodía de pasado mañana. Os llevo un regalo.

— Hijo, te noto muy contento ¿ Qué ha pasado? No puedes dejarme con esta duda. Se lo diré a papá

— ¿ Te parece que no es motivo para estar contento? Tendremos que hablar los cuatro. Y por favor, escuchad lo que ella tiene que decir. La quiero mamá. Más que a mi vida

— ¡ Hijo ! Y yo lo deseo. Hablaremos, no te preocupes.  

Cada uno de ellos, por separado, cortaron la comunicación y ambos lo hicieron muy emocionados. La madre tendría un papel importante entre su hijo y su marido. Muchas cosas tenían que cambiar en su cabeza para conseguir la estabilidad que todos merecían. Había sido un aviso demasiado importante como para echarlo en saco roto. Su nuera, según le había dicho Dae, no tenía familia y ellos, en lugar de acogerla, habían provocado el distanciamiento entre el joven matrimonio. Sabía lo que su hijo había sufrido por no tenerla e imaginaba que ella estaría igual. Le  atormentaba el que se fuera sin dinero, sin casa, sin familia y sin trabajo. Había conseguido que su hijo se volcara en ella y pusiera al corriente de todas las gestiones que realizaba para conseguir localizarla. Pero no había tenido éxito. ¿ Qué habría ocurrido para conseguir, no sólo unirse de nuevo, sino que la trajera de regreso a casa. Porque sí, pese a la oposición paterna aquella sería su casa y ella se acostumbraría, ambas se acostumbrarían a la nueva situación. La pediría disculpas y conseguiría que se sintiera de ellos y no una extraña extranjera como la habían hecho ver, motivando el que saliera huyendo. Tenían muchas cosas que cambiar por ambas partes, si querían ver feliz a su hijo y no distanciado como había estado en los últimos tiempos. No tenían más hijos que Dae, y si se había enamorado de esa muchacha y ella de él, debían aceptarlo y acogerla como a un miembro más de la familia, porque lo era. Además ella la necesitaba. Estaba llegando a una edad en que se sentía más sola, dado que su marido estaba metido siempre en cualquier negocio y su hijo se había distanciado de ellos por su intransigencia. Había sido una lección la recibida demasiado dura para los cuatro.
Por parte de ella, las cosas cambiarían y haría que también  Taeyang  lo hiciera. La habían juzgado muy apresuradamente sin darle ocasión a establecer un diálogo con ella. La ayudaría a aprender el idioma para que no se sintiera ajena a ellos. Hablarían en inglés cuando ella estuviera delante para que no se sienta extraña. 

— Si ama a Dae como dice, yo también la querré. Será una hija para mí y conseguiré que lo sea también para mi marido. Aunque él me lleve más tiempo en conseguirlo. Es una muchacha preciosa y culta, según nos ha contado Dae. Estará a la altura de las circunstancias. Estoy segura de ello. Podrá ser 

presentada ante todas nuestras amistades sin desmerecer de nada ni de nadie. He de conquistar su cariño. Si Dae la ama, yo he de hacerlo también y ayudarla en todo cuanto necesite. Hemos de reparar de alguna forma todo el alejamiento y daño que produjimos hace tiempo. No me sentiré sola. Espero que pronto tengan algún hijo. Cuando así sea, seré la abuela más feliz del mundo. Será una segunda oportunidad para mi. La ayudaré a criar la criatura. Suponiendo que lo tengan, claro. Ahora la gente joven se lo toman todo con calma. Ellos necesitarán tiempo para resarcirse de haber estado tanto tiempo separados por nuestra causa. Estoy segura que también para Taeyang será una alegría inmensa. Tengo el presentimiento de que iniciaremos, todos, una nueva etapa en nuestra vida. Daremos una fiesta para presentarla a nuestras amistades. Desecharemos la idea de unir a Eun Ji con Dae. Él ya tiene su corazón comprometido de por vida con esa muchacha. Le he visto sufrir por ella durante demasiado tiempo. Sin embargo ahora, cuando ha llamado, parecía que le había cambiado hasta la voz. Bendita sea y ha sido capaz de obrar ese milagro con  mi hijo.


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