viernes, 24 de diciembre de 2021

Mundos opuestos - Capítulo 21 - Empezar a conocerse

 El avión que les conducía, tomaba tierra y sus corazones  se acompasaban al unísono con el avión  ante lo que les esperaba después. Sabían que les estaba esperando Yunn, lo que no imaginaban que, también la madre aguardaba impaciente el aterrizaje. Todos tendrían sus sorpresas inesperadas. 

Cuando apagaron los motores, ambos esposos se miraron emocionados. Allí, en aquél instante comenzaba una nueva trayectoria para ellos. Se miraron emocionados y se besaron:

— Bienvenidas a casa — dijo con los ojos chispeantes—Yo llevaré a la niña. He de resarcirme cuanto pueda del tiempo que no he estado en su vida.

 Le ayudó a ponerse el canguro y depositar en él a la pequeña que miraba expectante con sus ojitos  todo aquél trajín  por primera vez. 

Llevaba cogida del brazo a su mujer, y en la otra mano libre, el bolsón de viaje con todo lo necesario para atender a la niña durante el viaje.  Apretaba su mano emocionado. Nunca imaginó que al iniciar el viaje hacia España, regresara con su familia al completo. 

Al abrirse la puerta que daba salida a los pasajeros, en primera fila se encontraba  Sum Hee buscando con la vista a su hijo. A penas recordaba el rostro de Alba, ya que fueron unos pocos minutos los que pasaron juntas. Pero al ver a Dae llevando del brazo a Alba, y en sus brazos a un bebe, supo que ese era el regalo. ¿ Habrán adoptado a un bebe? Lo que menos podría imaginar, es que aquél bebe llevaba su misma sangre. Sólo cuando abrazó al hijo y a Alba, la niña giró su cabecita y entonces pudo ver los rasgos tan acentuados de la niña. La recordó otra carita, la de su propio hijo a la misma edad del bebe. Su cabeza comenzó a atar cabos. Miraba a uno y a otro, interrogándoles con la mirada. Alba pálida y expectante. Dae sonriendo abiertamente imaginando la sorpresa inesperada de su madre.

— Este bebe ¿ es el regalo que nos traéis?

— Si mamá. Este es el maravilloso regalo: mi hija. Es largo de contar. Cuando lleguemos a casa te lo explicaremos todo, porque ha sido una maravillosa historia.

— ¿Puedo cogerla? — dijo dirigiéndose a Alba que aceptó sonriente con la cabeza

Aera sonreía extendiendo su manita hacia el rostro de quién era su abuela. Si alguna duda pudiera tener, en ese instante se desvanecieron todas. No sólo por los rasgos orientales de la niña, sino porque el parecido con su padre a su misma edad, era asombroso. Eran como dos gotas de agua. Y en lo que dura un rayo, comprendió lo que aquella joven mujer debió  pasar sola, embarazada y sabe Dios dónde. Tenía que conocer todo al dedillo en cuanto llegasen a casa. No tenía paciencia para aguardar a que su marido llegara. Necesitaba conocerlo ya. Las preguntas de la madre hacia el hijo se agolpaban todas a un mismo tiempo y, aunque Alba no entendía el coreano, por la respuesta tranquila y sonriente de Dae, sabía que todo iba bien.  La niña permanecía en el regazo de la abuela que, sonreía abiertamente dirigiendo su mirada hacia Alba. En su rostro se dibujaba la felicidad por tenerles allí, porque la pesadilla que atormentaba a su hijo, tuviera ese final tan feliz. Y de alguna manera que, sólo ellas entendían, la estaba dando las gracias por encontrarse allí, por hacer feliz a u hijo, y sobre todo por haberles dado esa nieta tan hermosa.  Todo se lo traducía Dae, que era el nexo de unión entre ellas.

Aún sin comprenderse verbalmente, quizá porque eran mujeres y ambas madres, se entendían a la perfección. Poco a poco Alba se fue relajando. Dae lo percibía y se alegraba de que ambas mujeres conectaran perfectamente.  

Ya en casa, en uno de los intervalos, Sum Hee se levantó del sillón en el que estaba sentada frente a Alba. Se acercó a un mueble y de él extrajo una especie de álbum. Con él en la mano, se acercó y se sentó junto a ella. Lo abrió y la mostró una foto de otro bebé con el mismo rostro que tenía Aera, que ahora dormía tranquilamente tumbada en el sofá junto a su padre. No hicieron falta palabras, sino una sonrisa al mostrársela a Alba que abría los ojos desmesuradamente. Nunca había visto un parecido semejante entre un padre y su hija. Si no hubiera sido por la diferencia del tiempo, se podría decir que se trataba de la misma persona. Dae soltó una carcajada e inesperadamente, su madre se adelantó abrazando a Alba, que sorprendida devolvió el abrazo.

Dae respiró aliviado. Al menos su madre había sido ganada en ese batalla. Estaba convencido de que así sería, pero las dudas aún persistían por el padre, aunque nada dijo por temor a romper aquella primera conexión entre ambas mujeres. Pensó que al igual que su madre, su padre también debía reconocer que lo que les había movido había sido el amor, sin ningún otro interés y como recompensa allí estaba durmiendo apaciblemente ajena a lo que su familia debatía.

Se quedarían a cenar aquella noche. Esperarían hasta que llegara el patriarca. Dae lo hacía tranquilo después de haber ganado una aliada. Ella se encargaría de "conquistar" a su padre, aunque sería una labor de tiempo, pero estaba convencido de que, al final, ganarían esa guerra. Estaba locamente enamorado de su mujer y ella sería la mejor aliada con la que contaban. Y por fin  el señor Min Ho hizo acto de presencia. 

Al entrar en la estancia, lo primero que vió fue a su mujer maniobrando con un bebe en el sofá y junto a ella a su hijo y a su mujer. No entendía nada, o mejor dicho, se fijó en el rostro del bebe y enseguida acudió a su memoria otro rostro de hacía mucho tiempo. No podía ser. Habían estado separados durante mucho tiempo. Entonces significaba que... ¿Estaba embarazada cuando se marchó? Miró a Alba que, algo envalentonada, sostuvo su mirada.
 A la madre, porque suponía que era su madre, no se parecía en nada, pero era la viva imagen de su hijo. No sólo sus rasgos orientales, sino que miró la foto que habían sacado del álbum y depositado sobre una mesita. Era la misma imagen con diferencia de años. La niña se comía los puños, al tiempo que no le quitaba la vista de encima, como si pensara: ¿y éste quién es ?.
No se atrevió a decir nada, sólo miraba a su mujer manipulando la ropa de la niña, a su hijo y a su nuera. ¿ Cómo no había sabido de la existencia de esa criatura? ¿ Quién era en realidad? No quería hacerse ilusiones antes de aclarar todo y, para eso tendrían, los cuatro, una profunda charla mientras cenaban. ¿Sería oportuno hacerlo durante la cena? ¿No se crearía más violencia? El caso era que no había notado ninguna tirantez entre ellos, tan sólo con él cuando hizo su entrada en la estancia.

— ¿No es preciosa? — le preguntó su mujer con toda atención.

Había notado algo de crispación en la cara de Alba y una sonrisa de el rostro de Dae. Su mujer le mostraba a ese bebe como si fuera un trofeo. Notó en la mirada y en el rostro de su mujer, una relajación que hacía mucho tiempo no tenía y sin duda se debía a la presencia de la familia de su hijo. No se atrevía a tocar a la niña, tan sólo suavemente, cogió uno de sus deditos sonriendo al abuelo, algo que terminó de desarmarle. Necesitaban risas infantiles en aquella casa enorme, pero enormemente solitaria. 

Interiormente se negaba a aceptar la realidad, porque tampoco entendía cómo es que Dae tenía esa personita.  Una peregrina idea cruzó por su cabeza:

— Seguro que es algún ángel que han adoptado. No puede ser de ellos ¿Cómo?

 Pero también pensó que ellos, antes de regresar a Seúl, hacían vida de matrimonio, ya que estaban recién casados 

— ¿ Se quedaría  embarazada durante su luna de miel? Pero ¿Por qué Dae no dijo nada aquél día de la discusión? Nunca ha mencionado nada. ¡ Él tampoco lo sabía ! ¿ Dónde demonios ha estado metida esta chica? ¿ Cómo la ha podido localizar?

Miraba el plato con la comida, pero no probaba bocado, sólo revolvía el contenido con un tenedor. Su cabeza no paraba de dar vueltas pensando en lo que posiblemente hubiera sucedido.



De vez en cuando miraba al parapeto que habían formado alrededor de Aera para que ella, aunque  su comida ya la había tomado, participase de la primera cena familiar. La niña miraba a su alrededor escudriñando con detenimiento que aquella estancia no era la misma que estaba acostumbrada a ver. Ni aquellas eran las mismas caras que hacían morisquetas para que se echara unas risas. Sólo conocía la de su  madre y la de su padre por haberle visto más.

— ¿Esa niña no debía estar en su cama? — dijo por decir algo, a lo que fue Alba quién respondió esperando que Dae lo tradujera:

— Deseábamos que conociera a su abuelo.

Al ser traducida la frase, Taeyang dirigió la mirada hacia su nuera, que la sostuvo sin parpadear, y al contrario le sonrió suavemente. Tenía un miedo horroroso, pero no saldría corriendo como la otra vez. El abuelo no dijo nada. Bebió un sorbo de vino y siguió cenando como si nada.

Les daría una explicación después de cenar y sería ella quién narrara la parte que los tres desconocían, aunque lo hizo someramente a su marido el tiempo transcurrido. Se les haría tarde y, por ese motivo, se quedarían a dormir aquella noche. Los cuatro necesitaban esa narración, pero debía ser ella quién explicase el por qué desapareció y cómo la encontró nuevamente Dae, que sería su traductor alternativo.

Y lentamente, con emoción y en un profundo silencio, Alba comenzó a narrar los sentimientos que tuvo y que motivaron a que saliera huyendo de aquella casa. No omitió ningún detalle de toda su peripecia, sobre todo cuando supo que llevaba en su vientre aquella criatura que ahora dormía plácidamente al lado de su abuela.

La escuchaban atentamente con un silencio que podía cortarse, sólo interrumpido por la traducción de Dae. También él se enteraba, hasta el último detalle, de la odisea vivida por ella  en su huida, y su desesperación y su recurso de recluirse en el lugar en donde, al fin,. su marido la encontró. Sus suegros la escuchaban con mucha atención, talmente como si lo comprendieran todo, sin necesidad de que su hijo lo tradujera. Era tanta la emoción que las lágrimas acudieron a sus ojos al revivir todo lo pasado. Emoción que transmitió a su suegra, que también se emocionaba, aunque, trataba de no perder la compostura.
Pero al fin llegaron a la parte más feliz, su encuentro y la espantada que dio al creer que le había sido infiel. Esa parte la narró Dae, puesto que era él  quién únicamente conocía sus sentimientos encontrados y la solución que tomó dando la vuelta y yendo en su búsqueda.  El resto ya lo conocían por estar viviéndolo. Al final de la narración, todos se miraron entre si, principalmente los suegros, transmitiéndose la parte de culpa que les correspondía. Dae, apretaba la mano de su mujer, al tiempo que no perdía de vista a su pequeña.

Después de lo narrado, se hizo un gran silencio. Los cuatro se miraban, pero nadie hablaba. Fue la madre, Sum Hee, quién se levantó de donde estaba sentada y fue hacia Alba diciéndola:

— Tendrás que perdonarnos. Fue una sorpresa para nosotros. Ahora todo irá bien. Traduce — le dijo a su hijo con voz imperiosa, como si tuviera prisa para que Alba se diera cuenta de que todo había cambiado.

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