domingo, 26 de diciembre de 2021

Mundos opuestos - Capítulo 22 - Su nueva vida

 Aunque los primeros párrafos pronunciados fueron cortos y algo comedidos, poco a poco la situación se fue normalizando entre los cuatro. El más hermético era el señor Min Ho, que seguía escudriñándola con la mirada, algo que la ponía nerviosa, pero no tanto como para salir corriendo. Pensó que sería su forma de ser y que tendría que ir acostumbrándose a ella. Quizá el carácter de ellos era ese: estudiar al que tenían enfrente. Con Dae no había tenido esa sensación. Siempre había sido amable con ella, pero claro sabiendo en lo que terminó su trato con él, era lógico que no fuera tan analítico.

La preocupaba que el padre no se hubiera convencido de lo explicado, de que era todo cierto y allí estaba su hijo para corroborarlo. Pensó que de su hijo no sentiría desconfianza. Trataría de ganarse al patriarca. Creía que a la madre ya se la había ganado. Se mostraba deseosa de tomar en brazos a su nieta, ya que no apartaba la mirada de ella. Alba se levantó y se dirigió hacia el lugar en donde estaba acomodado el cuco de la niña que miraba al infinito jugando con sus manecitas. La levantó y besando su frente, se dirigió hacia su suegra y se la ofrecía para que la tuviera en brazos. Ambas sonreían. En la mirada de Sum Hee había un interrogante que Alba entendió perfectamente:

— ¿Quiere tomarla en brazos?

No necesitó traducción. extendió sus brazos acogiendo en ellos a su nieta que la miraba con curiosidad. El suegro, miraba sin pestañear a ambas mujeres que, se comunicaban perfectamente sin necesidad de traducciones. Dae observaba la escena con una sonrisa y con ilusión. Parecía que todo se normalizaba y que ellas se entendían perfectamente. La aceptación o no de Alba por parte de su padre, corría a cargo de la madre. El señor de la casa, miraba la escena con curiosidad y relajó un poco el gesto de su cara, esbozando una tenue sonrisa mal disimulada al observar a la niña tan de cerca por primera vez.

Min Ho, adoraba a su mujer, a pesar de que su casamiento no fue por amor, sino por conveniencia, pero con el paso del tiempo, se fue enamorando de ella, de su gran corazón y de su paciencia con él. Ahora habían llegado a la mitad de sus vidas y no la cambiaría por nada ni por nadie. Observaba disimuladamente a su nuera y mirándola, comprendía perfectamente que su hijo se enamorara perdidamente de ella, no sólo por su cara bonita, sino por su forma de comportarse. Le satisfacía comprobar que su mujer era totalmente feliz con aquél bebe y eso le lleno de satisfacción:

— Si ella es feliz, yo también lo seré — se dijo interiormente.

Aquella noche dormirían en la gran mansión. Las charlas, la cena y los planes de Dae hicieron que el tiempo transcurriera rápidamente. Estaban cansados y deseosos de cambiar impresiones en la intimidad de la habitación. A pesar de que Alba, a medida que transcurrían las horas, se fue relajando, necesitaba hablar con ella y conocer sus impresiones, pero sobre todo, tener intimidad, después de tanto tiempo. Estaba nervioso al igual que ella. No sería la primera vez, pero había habido un largo paréntesis nada más comenzar su vida de casados. Sería como su primera noche y, debía tener en cuenta los nervios de ella ante esta nueva etapa que habían vivido en ese día. Estaba impaciente, pero se contendría en sus ímpetus para no asustarla. A penas se conocían. No les había dado tiempo y de nuevo sería como su primera vez en Santiago. Arreglaron a la pequeña que dormía tranquila en el cuco. Tendrían toda la noche para ellos. Al menos hasta que  Aera diera el toque de alarma a la mañana siguiente.

Ambos sentían lo misma sensación y, sin mediar palabra alguna, los dos avanzaron y se abrazaron frenéticamente. Lo que vino después fue una noche de insomnio a pesar del cansancio. Esa unión les compensaba de todas las horas de nervios, incertidumbre y por fin aceptación de la situación. Se unieron más posesivamente que la primera vez. Debían desquitarse de los nervios sentidos, pero sobre todo de la larga ausencia entre ellos. No cabían explicaciones de nuevo. Ambos sabían todo lo ocurrido durante ese lago paréntesis. Habían iniciado una nueva vida y tendrían que borrar todo lo pasado para que nada interfiriera en lo nuevo que estaban iniciando en esa noche y en esos momentos tan íntimos, tan añorados y al fin realizados.

Alba sintió un poco de rubor a la mañana siguiente. Miró el reloj que tenían en la mesilla de noche y comprobó que era tardísimo. Recordó que Corea tenía siete horas de adelanto con relación a España. Para su cuerpo era casi de madrugada, pero allí la tarde. Le daba vergüenza presentarse delante de sus suegros, porque imaginarían la noche que habían tenido. Dae rió al ver el rostro de su mujer. Estaba alarmada sin pronunciar palabra.

— Querida, ellos imaginan lo que hicimos esta noche. No sería normal si no fuera así. Ellos también lo hacen. Aunque les veas tan fríos, mi padre es bastante apasionado con respecto a mi madre. La adora y está locamente enamorado de ella. Debe ser cosa de familia, porque yo lo estoy de tí. No te preocupes. Les diré que estábamos muy cansados y nerviosos, sin especificar más. No necesitamos justificarnos. Somos libres de hacer lo que se nos venga en gana.

Fue después de ducharse... entre otras cosas..., cuando hicieron acto de presencia, la mesa permanecía puesta a la espera de que ellos bajaran a comer. Sentían un hambre atroz, no sólo por el "ejercicio" realizado durante la noche, sino porque su estómago, sobre todo el de Alba, la gritaba que quería comer. Ante la mirada sonriente de la doncella, Dae, pidió la comida mientras Alba, bajaba la cabeza carraspeando ligeramente.  Preguntó por sus padres y le informaron de que estaban en el salón viendo la televisión. 

— La señora me ha dicho que si se puede quedar con Aera mientras ustedes comen

— Desde luego. Se la llevaré yo misma— respondió Alba

Y hacia el salón se dirigió con la niña en brazos mientras la doncella llevaba el cuco.

Entró sonriente. Recordó el saludo coreano e inclinó la cabeza a ambos esposos. Ese gesto gustó mucho al patriarca. Mientras Sum Hee extendía sus brazos para tomar en ellos a su nieta.

— Ya ha tomado su biberón. Sólo dentro de media hora, más o menos, la tocará su papilla de frutas como merienda. Estoy un poco desorientada con los horarios. Si lo rechazara no se preocupe es que ella también lleva la hora de Europa. En cuanto almorcemos estaremos con ustedes.

— Tendréis muchas cosas que hacer — respondió el patriarca — Nosotros nos encargaremos de la niña. Haced lo que tengáis que hacer.

Ambas mujeres se miraron y sonrieron, a la vez que respiraron aliviadas. En realidad lo que deseaba era tomar a su nieta en brazos y que por algo de tozudez, aún no había hecho.

Aprovecharían que los abuelos se  quedaban con su hija, para echar una escapada a la capital, a una inmobiliaria concretamente. Le había prometido tener su casa propia y lo cumpliría. Deseaba evitar cualquier complicación que surgiera, al menos hasta que la confianza mutua entre Alba y su padres, se convirtiera en lo que eran: familia. En realidad todo dependía de sus progenitores, ya que su mujer no tenía parientes y estaba deseosa de tener una familia. Estaba satisfecho tal y como se había realizado la llegada, lejos de la tirantez de la primera vez que se vieron. Quizá sirvió de escarmiento a los cuatro. Eran seres civilizados y, posiblemente en su fuero interno habían reconocido que no habían sido justos con su nuera por el simple hecho de ser extranjera. Ahora ya no lo era tanto. Se había producido un cambio radical en esa familia tan conservadora. Tenían una nuera que era española y una nieta con sangre de ambos paises y unos rasgos muy acentuados de parte de su padre. El señor  Min Ho, se decía interiormente que :" han tenido más fuerza lo genes asiáticos". Quizá fuera eso precisamente,  lo que había limado todas su reticencias. No podía echar en cara a esa muchacha, si acaso dudara, que no había estado con su hijo. Y diera la casualidad de que la preñara enseguida. Para cuando se separaron, ya la semilla estaba sembrada.

Fue esa sonrisa infantil la que ganó su corazón. Hacía mucho tiempo que, en esa casa no resonaban risas infantiles y sería una bocanada de aire fresco en su madurez. Por otra parte, a su hijo se le veía feliz al haber recuperado a su esposa. Verdaderamente se amaban y ese amor, tan peculiar reforzaría su buen hacer en la financiera, ya que el ansia de recuperarla había pasado. Ahora debería interesarse por ella. Parecía una chica educada y además preparada académicamente. Se pensaría seriamente en acoplarla en algún sitio que la complaciera. Ahora debía encargarse de su hija, pero no tardando mucho la llevaría a la guardería y, entonces ella tendría demasiadas horas libres y su marido muchos compromisos. Se lo comentaría a Sum Hee, a la vez que pudiera ser la intermediaria cuando llegase el momento. La respuesta de parte de Alba fue afirmativa, peor con reticencias. Deseaba trabajar, pero eno junto a su esposo.
Pacientemente le explicó los motivos referente a su status con el personal, y el patriarca de la familia lo comprendió y le satisfizo la conclusión que le diera su nuera, sino que la dió la razón. Visto desde su punto de vista era lo más adecuado. Seguro que Dae no estaría de acuerdo, pero era cuestión de prioridades.

— Aún no puedo pretender un trabajo, ya que mi dominio del idioma es nulo. Si fuera en inglés no tendría problema, pero nunca en la vida se me paso por la cabeza que me casaría con un surcoreano y además vivir en Corea.

— ¿Te arrepientes?

— No en absoluto. Daría mi vida por su hijo. Lo que no deseo es que nadie, ni la compañía, salga perjudicado. No estaría bien visto. Incluso para mí, personalmente, sería embarazoso: me mirarían de reojo.

— Analizado de ese modo, creo que tienes razón, aunque a tu marido no le convenceremos tan fácilmente

— No se preocupe. Déjelo de mi cuenta

Aunque Sum Hee no comentó nada, se puso de inmediato de parte de su nuera haciendo ver a su marido que tenía razón. Incluso para su libertad sería más conveniente trabajar con un extraño, sin decir a qué familia pertenecía..


No hay comentarios:

Publicar un comentario