martes, 28 de diciembre de 2021

Mundos opuestos - Capítulo 24 - Un nuevo hogar

 Su aprendizaje iba bien. Al menos podía responder a algunas preguntas que pudieran hacerla, aunque se sentía insegura al mantener una pequeña conversación. Aún le faltaba mucho hasta llegar a eso. Su suegra se mostraba complacida. El suegro ya no la miraba tan insistentemente y eso también la relajaba. Había llegado la hora de que volara sola.

Todas las mañanas acompañada de su suegra y en el coche familiar. Iban hasta el centro de la ciudad, y allí Sum Hee, la enseñaba  los sitios de ocio, como los centros comerciales, o algún restaurante al que solían acudir, algún cine o teatro, la peluquería, el gimnasio...  en fin, le daba a conocer la ciudad y los lugares que ellos frecuentaban.

Dae había comprado una casa en una urbanización no muy alejada del centro de Seúl. Más grande que su apartamento, pero no tan grande como la de sus padres. Ese sería su hogar, en el que deseaban tener su familia, aunque a veces, la niña, pasará algún día con los abuelos que, gozaban de la pequeña en gran manera. Habían recobrado parte de su juventud  cuando ellos mismos criaron a Dae.

Y al fin, se instalaron en su casa en la que al principio se mostraba algo extraña. Nunca había vivido en un lugar tan grande, exceptuando la mansión de sus suegros. Casi se había acostumbrado a ello cuando hubieron de mudarse a su propio hogar. 

Los suegros, darían una fiesta para presentarla en sociedad y, que sus más íntimas amistades conocieran a la mujer que Dae había elegido para compartir su vida. Ya podía mantener  alguna pequeña conversación con los invitados, porque querrían saber cómo se había convertido en esposa de uno de los hombres más poderosos de la ciudad.  Las primeras frases eran algo lentas al responder, pero después se dijo así misma que no era una novata con las personas, y ellas no eran diferente a todas las que había tratado en España. Estaba acostumbrada a hacerlo con gentes de todas las partes del mundo, excepto Corea, hasta que apareció  Dae, poniendo todo patas arriba.

Dió el último repaso a su apariencia, a su vestido, a su peinado, a su maquillaje. Deseaba estar perfecta para dejar en buen lugar a su familia recién estrenada.

 Habían concertado un exquisito bufete y contratado a personas que lo sirvieran. En total eran veinte personas las que acudirían a la cena de ese fin de semana. Entre ellas los padres de Eun Ji y ella misma. Dae no le había hablado mucho de ella, sólo lo imprescindible como buena amiga.

 No podía evitar estar nerviosa. Sabía que todas aquellas personas la examinarían minuciosamente y mucho se temía que fueran tan quisquillosas como lo habían sido sus suegros al conocerla. Por mucho que Dae la tranquilizara, sería ella el punto de mira y se temía que en la conversación fallara estrepitosamente. Sum Hee estaría presidiendo la mesa , y a su lado Alba por si acaso se encontrara en algún compromiso, ella la ayudaría a salir del paso. Su suegro estaría en la otra cabecera y Dae a su lado. Todo estaba dispuesto. 

Eun Ji, se sentaría al lado de Dae junto a sus padres, algo que no le hizo ninguna gracia. Al lado de Alba estaría un primo hermano del que nunca le había hablado. Dong Yul, era su nombre. Era bastante atractivo y quizás tres o cuatro años mayor que Dae. 

La miraba con bastante frecuencia, algo que la ponía muy nerviosa. Tenía un ligero parecido a Dae; no sabía si era por vía materna o paterna. Bastante alto y fuerte de apariencia; su sello oriental era muy acusado. Se estaba acostumbrando a los rasgos asiáticos, ya que pocos occidentales o ninguno había conocido desde que se estableciera en Seúl.

Min Ho, golpeando suavemente una copa, interrumpió las conversaciones de sus invitados, justo en el momento en que las miradas de Alba y  Eun Ji, se cruzaron analizándose una a la otra. Desviaron sus miradas hacia el anfitrión, que comenzaba un pequeño discurso para la presentación de la esposa de su hijo. Alba se puso bastante nerviosa, pero sonrió abiertamente mirando a su suegro y a continuación a  Sum Hee y a Dae. Trataba de ocultar su nerviosismo y esperaba conseguirlo; no le gustaba nada en absoluto que se dieran cuenta de ello. Algo que por otra parte entraba dentro de lo normal.

Dong Yul, se había percatado de la incomodidad  de Alba al ser el centro de atención de todos. Se hacía cargo de ello. Era la extranjera, la extraña, sola ante un montón de ojos que la examinaban y, probablemente no estaban de acuerdo con la decisión tomada por su primo. Todos sonreían y fijaban su mirada en ella, que erguía sus hombros y levantaba su rostro sonriente ante las palabras halagadoras de su suegro. Al terminar el discurso, todos aplaudieron mirándola. No había entendido muy bien lo dicho por él, salvo algunas pequeñas palabras, pero por la cara de satisfacción de  Sum Hee y de Dae, imaginó que eran halagadoras para ella.

A continuación sirvieron el menú dispuesto para la ocasión. Dong Yul, para que se relajara, inició la clásica conversación:

— ¿De qué parte de España eres?

— Soy de Madrid. ¿Conoces mi país?

— Desde luego que sí. Viajo con bastante frecuencia, sobre todo a Andalucía. Mis padres residen en Mijas y pasan temporadas en Málaga. Me atrae muchísimo. Es fascinante. Perdona, pero salvo alguna palabra, no puedo hilvanar una conversación en español.

— Estamos a la par — respondió Alba — Si no hubiera sido por Sum Hee, no sabría decir ni buenos días en coreano.

— ¿ A qué te dedicabas antes de casarte?

— Era guía turística. Conocí a Dae en una de las excursiones

— ¿Os enamorasteis en una de ellas?

— Si. En una ruta del Camino de Santiago

— ¡Qué romántico !

— Si. Lo fue 

—Si Dae estuviera ocupado y quisieras conocer algún sitio, cuenta conmigo. Estoy de vacaciones y mucho tiempo libre.

— Te lo agradezco, pero tengo mucho que hacer. He de ocuparme de la niña, de la casa y de perfeccionar el idioma.

— ¿Tenéis una hija? Si que habéis corrido...

— Es una larga historia

— ¿Me la contarás algún día?

— De momento no. Perdona, nuestra historia tiene aristas bastante duras y aún no estoy preparada para comentarla con extraños

— Pero yo no soy un extraño. Dae y yo nos criamos juntos. Fuimos como hermanos

— Perdona, lo entiendo. Pero acabo de conocerte. Pregúntaselo a Dae; él puede hacerlo.

— Está bien, lo entiendo.

Cortaron la conversación. Los camareros servían el primer plato de la cena. Se miraron en silencio y, cada uno de ellos prosiguió a lo suyo, como si les atrajera especialmente las viandas que tenían frente a sí. Llegaron los brindis y ambos esposos se miraron desde la distancia levantando sus respectivas copas, Pero  fue Dong Yul quién chocó el fino cristal mirándola y dirigiendo otra mirada a su primo que les observaba con curiosidad.

No terminaba de gustarle que estuviera sentado al lado de su mujer. Le conocía bien  e imaginaba que la contaría cualquier historia de cuando ellos frecuentaban las discotecas y bares de Seúl. Ambos fueron unos rompecorazones y no veía oportuno que se enterara por la exageración de su primo, que siempre echaba balones fuera, aunque era él quién buscaba las ocasiones de conquista con las muchachas con las que salían. Más de una había salido mal parada con sus audacias. Tendría que poner sobre aviso a Alba de que no se fiara de él. Siempre exageraba, pero algunas veces había herido los corazones femeninos. Tenía plena confianza en su mujer, pero de él no se fiaba ni un pelo.

La cena transcurrió normal, al fin se habían alejado las miradas perturbadora hacia  Alba, que charlaba animadamente con el primo de Dae. Se le notaba que había corrido mucho mundo y su charla era amena y a veces hasta divertida. Había conseguido relajarse y, ahora disfrutaba del ambiente cálido que se había originado pasados los primeros momentos de la presentación.

Pero a pesar de todo, no perdía de vista a Dae que mantenía su charla con Eun Ji muy animados y bastante sonrientes. A veces tenía la impresión de que él pareciera que se confesara con ella. Tanta confianza no la satisfacía. ¿Qué grado de intimidad habían mantenido durante su ausencia? ¿Habían sido algo más que amigos? Por la confianza que observaba, pareciera que sí, aunque con ellos nunca se sabe. Suelen ser bastante enigmáticos y sus rostros no dejan traslucir los sentimientos que puedan tener, ya sean buenos o malos. Observaba detenidamente a la muchacha y, tenía que reconocer que era una auténtica belleza. Un cutis envidiable. Imposible adivinar la edad. Pero no la gustaba la familiaridad que entre ambos observaba, por muchas intenciones que tuvieran en su día de unirles en matrimonio, o quizá posiblemente por ello. Estaba celosa. Ahora que le había recuperado, por nada del mundo deseaba interposiciones de alguien. Tenía mucho trabajo por delante; debían conocerse y fomentar unas bases firmes para que su matrimonio saliera adelante sin fisuras ni dudas.

De vez en cuando, sus miradas se cruzaban y se sonreían. Dae movía la cabeza en señal de aceptación como diciéndola que había triunfado.

El señor Min Ho estaba más contento, quizá de lo acostumbrado, y hasta su esposa se asombraba. Sin duda se lo debía la éxito de Alba que se había dirigido a los invitados pronunciando unas palabras en coreano, algo que satisfizo, principalmente a su suegro.
A Dae se le veía relajado, contento como nunca le había visto, y es que pocas veces  había tenido ocasión de observarle bajo ese prisma.

Tenía calor y estaba algo sofocada, sin duda por los nervios que había mantenido durante toda la velada. Con el pretexto de ir a ver a su hija, se ausentó, aprovechando  que ahora los invitados pasaban al salón contiguo para seguir charlando acompañándose del café de sobremesa y de alguna copa.

Dong Yul la vió alejarse y a su vez la mirada inquisitiva de Dae, no le quitaba ojo. Conocía a su primo y sabía que había quedado impresionado por la belleza racial de su mujer, tan distinta a las damas coreanas que les acompañaban aquella noche. Pero a pesar de ser una mirada inquisitiva, más que otra cosa, algo en su interior le inquietaba. Le conocía bien y hasta había participado en algunas de sus andanzas. No le había quitado la vista de encima durante toda la noche. No le creía capaz de acosar a su mujer, pero si de adularla constantemente. Sabía que esa admiración incomodaba a Alba, máxime de una persona que acababa de conocer. Se disculpó con  Eun Ji y fue en busca de ella.

La encontró como había dicho en el cuarto en donde una enfermera especializada, leía tranquilamente mientras  Aera dormía tranquila. 

Alba estaba sentada en el borde de la cama contemplando el rostro relajado de la niña y sonriendo débilmente. Si unos meses atrás la hubieran dicho que viviría una noche como la que estaba viviendo, no lo hubiera creído. Se había sentido halagada no solo por su marido, sino por aquél primo donjuanesco que acababa de conocer. Por las palabras  galantes de su suegro y por la tierna mirada de su marido. Pero un cosquilleo interior no la dejaba disfrutar del éxito  de aquella velada, y era la cercanía de aquella preciosa coreana, que había pretendido ser la esposa de Dae.

Su fibra inquieta y recelosa, afloró en ella. Por eso deseo aislarse durante unos momentos de aquellas miradas que  de una y de otro,  iban dirigidas a ellos dos. Pensó que sería la novedad de la presentación que hiciera su suegro. Algunos de ellos ni siquiera sabían que estaban casados y además eran padres de un bebe. ¿ Lo sabría ella? Seguramente si. Formaban un círculo muy cerrado y, los rumores se expanden muy deprisa. Además, su matrimonio, seguramente causaría extrañeza entre ellos por lo rápido e insólito, aunque había  pasado mucho tiempo separados y oculta en otro lugar.

— ¿Qué haces aquí? La fiesta es en tu honor. Debes estar presente.

— Lo sé, sólo necesitaba respirar profundamente durante un rato. He pasado muchos nervios y necesitaba aislarme un poco. Si al menos te hubiera tenido cerca... Pero claro, el protocolo es el protocolo. No estoy acostumbrada a tanta etiqueta. Habrás de darme tiempo para que me acostumbre.

— Lo sé, amor. Lo sé. Me tenías preocupado. Me mirabas insistentemente y me daba la impresión de que con esas miradas me estabas pidiendo auxilio.

— En parte sí. Los nervios no me dejaban vivir. Tú estás acostumbrado a estos eventos, pero yo es la primera vez que asisto a uno. Tú sabes que mi vida es muy sencilla: tendrás que darme tiempo. Te prometo que no os dejaré en ridículo nunca.

— ¿De qué hablabas con mi primo?

— Pues de nada en concreto. Me preguntaba cuándo nos conocimos y cómo llegamos, no sólo a casarnos, sino de ser padres también. No te preocupes, soy bastante hábil para llevar una conversación por donde yo quiero llevarla. No desvelé nada que no queramos que se sepa.

— Es bastante inquisitivo, ten cuidado con él. Le quiero mucho; nos criamos juntos, pero también es un casquivano al que le gustan mucho las mujeres y tú, en estos momentos, eres una presa fácil, no sólo de él, sino de algunos de los formales caballeros que se han sentado a la mesa con nosotros.

— Amor ¿Cómo puedes decirme eso? Estoy bastante pillada por tí. Lo he estado desde que te conocí. Déjales soñar. Ya se convencerán de que a quién prefiero eres tú, por muy apolíneos que sean esos caballeros.

Rieron juntos. Se abrazaron y la tomó por la cintura, regresando nuevamente a la reunión que deseaban tremendamente que terminara de una vez, algo que no vislumbraban su prontitud.


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