domingo, 5 de junio de 2022

Rumor de mar y lluvia en Connemara - Capítulo 12 - Los lunes no eran lo suyo

 


                                            

                                                        Capítulo   12 - Los lunes no eran lo suyo

 

Se había levantado en mejor estado, así que, a la hora acostumbrada, se puso en marcha para acudir al trabajo. Había perdido inútilmente todo un fin de semana por la intempestiva lluvia, pero así es como se aprende, pensó para sí.

Aún tenía restos del tremendo catarro pillado, pero con la medicación pensaba que lo corregiría del todo, excepto el dolor de cabeza persistente que sentía. Pensaba que se debería al no haber ingerido alimento durante esos dos días. Desayunaría en la cafetería y confiaba en que se le pasase al poco rato.

Consultó su reloj y vio que tenía tiempo suficiente para llegar al trabajo yendo a pie sin necesidad de tomar vehículo alguno. Se sabía el camino ya aprendido y además hacía un día precioso. Necesitaba respirar aire, después de haber estado encerrada en la habitación del hotel el fin de semana.

Sabía de lo precavidos que eran por aquellas latitudes y, puso una mascarilla en su bolsillo. Además, no deseaba transmitir su catarro a los demás compañeros, máxime en los momentos del trabajo por los que estaban atravesando.   Mejor prevenir que curar.

Sintió apetito y desayunó con gusto. Después salió a la calle con la mascarilla puesta y se dispuso a ir despacio hasta las oficinas. Ese camino lo recordaba y no tenía ninguna pérdida; era todo en línea recta. Aprovecharía por ver si encontraba, a su paso, un comercio abierto en el que comprar un paraguas. Era demasiado pronto y los comercios aún no estaban abiertos. No lo olvidaría; sería en otra ocasión.

Llegó hasta el vestíbulo y extrajo del interior de su bolso la acreditación, la pasó por la máquina que le dio la entrada sin dificultad. Había pocas personas transitando por allí, que se dirigían a las distintas plantas. No vio a nadie conocido, así que se encaminó hacia los ascensores. Aguardó paciente a que llegara. Entró de las últimas sin siquiera fijarse en las personas que lo ocupaban, dándoles la espalda.

No pensaba en nada en concreto, ni tampoco en nadie, pero sentía una sensación extraña que no podría definir. No hizo demasiado caso haciendo el razonamiento que no era que se sintiera vigilada, sino que iba de espaldas y por fuerza, alguien tenía que mirar su nuca. Probablemente les extrañara el color de su pelo tan poco usual allí. A penas se la veían los ojos algo hinchados por el catarro, así que llevaba unas gafas puestas para disimular. Sonrió así misma al pensar que parecería una espía.

   —¡Menudas fantasías tienes! — se dijo 

Pero en cierto modo esa sensación era verídica. Alguien la observaba con curiosidad. La había reconocido, aunque sólo fuera por el color de su cabello. En cuanto ella entró en el ascensor esa persona levantó la vista de los papeles que estaba leyendo. A su olfato llegó un olor que enseguida identificó y, fue entonces cuando fijó su mirada en esa persona.

Hacía bastantes días que faltaba de Seúl, pero sabía perfectamente que los irlandeses se habían incorporado a su puesto tal y como acordaron en aquella reunión en que la vio por primera vez. Precisamente se había marchado para no toparse con ella, y he aquí que la tenía delante. Se preguntó a que se debería la mascarilla. De momento nadie llevaba nada, por lo tanto, debía ser a alguna afección que ella tuviera. Alguna alergia, quizás. Era extraño, aunque tampoco tanto, ya que la atmósfera de Seúl está altamente contaminada y probablemente ese choque le hubiera ocasionado algún trastorno.

Se sintió inquieto y malhumorado. Había faltado de allí, precisamente para desterrarla de su pensamiento, y qué casualidad la tenía delante. Y lo que más extraño sería que tendrían que verse ya que iba, precisamente a su departamento. No podía hacerse el desentendido. Además de no ser lo correcto, tenía que interesarse por el proyecto a punto de terminar. Debía asistir a la conferencia en línea con Irlanda y ese departamento debía estar presente porque, sería el encargado de dar los datos y confrontarlos con el país europeo. No tenía escapatoria ni manera de aplazarlo. Sería una chiquillada de adolescente y no de un alto ejecutivo timón de la multinacional. No era procedente y no lo haría.

Tarde o temprano tendría que saludarla y hablar con ella, por mucho que le costase. Además, seguro que ella tendrá sus planes y en ellos él no tenía cabida. Era un capricho más de alguien que conseguía todo lo que se le antojara. Pero Amy era diferente a todo y a todas. ¿Qué hechizo le había dado? ¿Se trataría de un capricho no satisfecho? No lo sabía, pero le estaba volviendo loco. Regresó, no sólo porque debía hacerlo, sino porque creyó haber superado su presencia de aquellos días en Dublín, pero estaba claro que no había sido así. No sólo no la había olvidado, sino que la tenía allí, tan sólo con alargar una mano podría tocarla. ¿Qué hacer por recuperar la calma de nuevo? ¿Recurrir a Young Mi? No, ni hablar. Además de no ser ético, era la mujer destinada a ser su esposa. Nunca la pondría como pretexto para reemplazar a otra.

Su esposa. Si, porque las familias estaban comprometidas en unirse mediante el casamiento de sus hijos. No había escapatoria. Sin embargo, él, la apreciaba, simplemente eso. Y el aprecio no es suficiente para compartir toda una vida como marido y mujer. Además, pensaba en otra que le gustaba mucho, muchísimo, desde el instante mismo que la vio. Alguna de las dos sería una segundona y ninguna de ellas lo merecía.

   —Te has debido volver loco. No sabes siquiera si ella tiene a alguien que la espera en Dublín y tú, estás comprometido con otra mujer. Has de volver a tus cabales lo más rápidamente posible. No te has podido enamorar así de repente y tan fuerte. No es posible. Así que vuelve a la cordura que siempre tuviste.

Y sin embargo así había sido. No había podido evitarlo. No sabía el porqué, ni la razón. Sólo que la vio tan capaz, tan independiente, tan insumisa, tan diferente a la mujer coreana. Tan marimandona, haciéndose dueña del terreno sin pensar que puede haber otra mujer que la hiciera sombra. Las familias ya estaban hablando de casarse lo antes posible. Pero ellos ¿Qué pensaban? Eran quienes tenían que decidirlo y no sus padres. Quienes convivirían serían ellos. ¿Por qué esa costumbre de apadrinar sus bodas cuando ni siquiera cuentan con los protagonistas? ¿Cómo salir a estas alturas a decir que estaba interesado en otra mujer de la que no sabía nada? Ni siquiera, si ella estaría conforme con ese hipotético noviazgo.

Pensaba en que todo ese maremágnum estaba en su cabeza por imposición de sus padres y de los de ella. Prácticamente lo habían fijado desde el mismo día de sus nacimientos, por el simple hecho de ser amigos. No, no lo admitiría. Sabía que se exponía a un disgusto monumental, pero no se casaría a la fuerza. ¿Pensaría Young Mi lo mismo?

Amy salió primero, puesto que iba delante de él. No llamó su atención, no la detuvo. Sería mejor hacerse el desentendido por mucho que le costase. Ya tendría ocasión de saludarla cuando se encontraran en el departamento. ¿Por qué se le había ocurrido venir tan pronto?

El taconeo de ella, le distrajo. Iba directa a su lugar de trabajo. Él se desvió hacia su despacho. Un despacho que ocupaba hasta que ella llegó, pero que tarde o temprano tendría que volver a ejercer de jefe. Era su misión a lo que estaba destinado.

Amy había llegado la primera. Comenzó a encender los aparatos y hecho esto, se sentó frente a su escritorio a repasar lo ya hecho. Le daría un último vistazo antes de dar el visto bueno.

Le había reconocido al entrar en el ascensor. Estaba embebido en la lectura seguramente de algún informe dado. Quizás el informe de lo que dentro de poco iban a conectar y discutir. Ni siquiera la había visto. De haberlo hecho, pensó que la habría saludado.

   —Deja ya de hacer conjeturas. Es una fantasía tuya de un lunes y de un fin de semana extraño que has vivido. Has de olvidarlo cuanto antes o te traerá quebraderos de cabeza. Él está muy alto, muy alto y tú, en el primer peldaño de la escalera. Es un pensamiento triste de un lunes después de un fin de semana enfermita. Alíviate de tus penurias.

  Y pensó que la vida es cruel, que juega con nosotros. Si ha de llevar cada uno su camino ¿por qué hace que nos conozcamos y lo que es peor, que nos fijemos en alguien que está fuera de nuestro alcance?

 —Me gusta, pero soy consciente que seguramente él no piense igual, ni por lo más remoto. ¿Cómo iba a fijarse en una chica que está a mil años luz, y no sólo de distancia, sino en status? Pero, soñar es tan bonito. Además, es lunes y a este día de la semana le tengo manía.

 Pero mientras esto se decía, no lejos de allí, había otra persona que también pensaba en ella. Tenía cara de enfado. Cualquiera que le observara pensaría que no sería nada agradable lo que rumiaba en su interior. Y no se equivocaría.

 —¡Tantos días fuera creyendo que ya no pensaría y, zás, me la encuentro de cara! De nada ha servido mi plan. ¡Maldita sea!

 No podía esquivarla y al mismo tiempo no lo deseaba ni por lo más remoto. Ese breve encuentro en el ascensor, en el que ella, ni siquiera se habría dado cuenta. Echó por tierra todos sus planes de olvido. Así que, decidió plantarle cara. Salió de su despacho y se encaminó hacía el departamento de informática. La volvería a ver frente a frente.

 Entró sigilosamente y observó desde el dintel de la puerta que todo marchaba según lo previsto. Ella, de espaldas, tenía unos auriculares puestos y conservaba la mascarilla. Era la única persona que la tenía, por tanto, el problema, cualquiera que fuese, estaba en Amy ¿Enferma? No quería ni pensar en ello. Avanzó unos pasos en su dirección. Al fin se decidió a hablar con ella, pero en ese instante se escuchó la voz de Kyn Bok que, desde Dublín pedía paso. La conexión se realizaría en ese instante.


DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS / COPYRIGHT

Autora: 1996rosafermu / rosaf9494

Edición Junio 2022

Fotografía: Internet

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