martes, 14 de junio de 2022

Rumor de mar y lluvia en Connemara - Capítulo 16 - Olvidando el presente



                      

                                                    Capítulo 16 - Olvidando el presente


  A lo largo de la tarde, esperaba impaciente alguna llamada de él que no se produjo. Recordó que tenían una conexión con Dublín y, seguramente se alargaría en el tiempo. De cualquier manera, la impacientaba el volverle a ver, aunque tampoco lo deseaba. La ponía nerviosa,  porque sabía que Kwan se referiría a su encuentro de la tarde. Tenían que hablar y reflexionar. Comentar las situaciones que se darían estando trabajando juntos. Aunque evitasen encontrarse, en algún momento coincidirían y les sería muy difícil ocultar sus sentimientos, porque algún ademán, alguna mirada, algún gesto les delatarían y, aunque no tenían nada de que avergonzarse, no soportarían las risitas de complicidad que harían al verlos juntos, aunque el asunto que les llevase fuera relacionado con el trabajo.

Subieron la cena, sin duda encargada por él. También para la enfermera. No hablaban, no era posible hacerlo ya que no se podían comunicar. Sólo se miraban y sonreían como queriendo transmitir con la sonrisa lo ridícula de la situación.

Una llamada inesperada mientras veían la televisión. Era Kwan para justificar su ausencia. La conexión se había retrasado y complicado en cierta medida. Nada de lo que preocuparse, pero se había retrasado. Una cena con un inversor venido ex profeso para interesarse sobre el proyecto, le obligaban a no poder ir a darle las buenas noches.

    — Lo siento, amor

    — No te preocupes. Mañana nos veremos

     —Iré a primera hora antes de ir a la oficina

     —No. Yo iré a trabajar

     —¡Ni hablar!

    — Si. No insistas en que me quede aquí encerrada. Iré y no podrás impedírmelo. Estoy bien, aburrida y de mal humor. En la oficina nos veremos. ¡Además! Me necesitáis.

No pudo replicar, colgó el teléfono. Aún no tenía poder sobre ella. Se moría de ganas por verle, pero sería mejor plantear las cosas antes de que se desmadraran. Se encontraba en perfectas condiciones. Se aburría soberanamente y la necesitaban. Seguramente el problema surgido sería algo sin importancia a solucionar en cinco minutos. Deseaba volver al trabajo, es donde más le vería y, al menos de momento, menos peligro habría de que les descubrieran.

De nuevo el teléfono repiqueteó. El corazón le dio un vuelco, pero no se trataba de Kwan sino de Peter y Thomas que se interesaban por su salud. Quedaron de acuerdo en que los tres irían juntos a la mañana siguiente. La explicaron por encima lo ocurrido durante la conexión y en cierto modo se quedó tranquila; no era nada que no pudiera solucionarse.

Su teléfono volvió a sonar un par de veces insistentemente, pero ella decidió no contestar porque sabía que trataría de disuadirla de que al día siguiente fuera a trabajar. Pero no cayó en la cuenta de que ambos eran testarudos y de que él se personaría en el hotel, como así sucedió. Sabía que se pondría furioso porque también despidió a la enfermera. No estaba enferma y deseaba imponer su criterio. No era una niña pequeña y además, estaba acostumbrada a regir su vida. Lo de Kwan era demasiado pronto y aún no lo tenía encajado. Algo en su interior la decía que tenían que ir despacio, midiendo muy bien los pasos a dar.

No quería entusiasmarse más de la cuenta por si acaso no resultara esa relación tan extraña que había comenzado. Tenían mucho trecho que recorrer plegado de piedras en el camino. Tenían que pensar si no resultara por el motivo que fuera, lo que harían. Seguro que él no tendría problemas, pero ella sí y de los grandes. No deseaba pensar en ello y,  sin embargo no podía evitarlo.

Era casi media noche cuando llamaron a su puerta. Se levantó sobresaltada:

—Abre, soy yo.

Reconoció al instante la voz. Se trataba de Kwan. Le tenía allí ¿A qué había venido? Le había informado de que estaba bien y de que al día siguiente se incorporaría a trabajar. Al abrirle,  notó en su cara una señal de ansiedad y nerviosismo.

—¿Qué pasa? ¿Qué te ocurre?

—¿Estás bien?

—¡Claro que estoy bien! Te lo he dicho

—Tenía que comprobarlo. No he terminado hasta ahora. Sabía que no dormiría tranquilo si no lo comprobaba por mí mismo

—¡Oye! Ya no soy una niña. Has de tener confianza en mí, de lo contrario, lo nuestro no funcionará.

Se abrazó a ella como si hicieran siglos que no la viera. ¿Por qué siempre estaba tan ansioso y tan temeroso? La relación estaba muy reciente como para sentir constantemente esa preocupación por ella.

—Sé que es muy tarde. Me ha sido imposible venir antes. La conferencia ha estado algo complicada

—¿Qué ha pasado?

—Nada. No te preocupes. Fue un error de forma, pero nos dimos cuenta a tiempo

—Mañana iré a trabajar

—Ni lo sueñes

     —Cierto, no será un sueño sino una realidad. Estoy bien. No ha sido más que un ligero enfriamiento. He de ir allí y averiguar qué ocurrió

Empezaron un tira y afloja de discusiones, pero al final, Amy ganó la partida. Al terminar la discusión se abrazaron igual que si hiciera un siglo que no se vieran. Al final quedaron de acuerdo: iría a trabajar, pero vendría el chófer a buscarla para que estuviera más resguardada.

Se miraban con intensidad sin decir nada porque sus ojos lo decían todo. Ninguno de ellos, aunque no lo dijeran, se extrañaban de aquel amor tan profundo y tan repentino que sentían. Amy no terminaba de comprenderlo, pero no quería averiguar más. No en aquel momento en que la sangre corría veloz por las venas de ambos. Eran lo mismo que un torrente incontenible, cegados por la pasión desencadenada que tampoco intentaban reprimir. Sentían un fuego encendido que les recorría a ambos imposible de contener. Y no lo contuvieron. No quisieron y no pudieron.

Sería muy entrada la madrugada cuando Kwan salió del hotel rumbo a su domicilio. Había sido la noche más maravillosa que nunca había vivido. Se hubiera quedado a su lado, pero Amy le convenció que tenía que irse, ya que al lado vivían sus compañeros y daría muy mala imagen.

—Hemos de disimular en el trabajo. No quiero que se den cuenta de lo que ha pasado. Estaría en boca de todos y, francamente no me gusta. Pensarán que he ido a la caza y captura del chico rico, guapo y poderoso. No es esa mi visión de un amor. Tampoco que sea a escondidas, pero tendremos que esperar a que vuelva a Dublín y no tendremos que escondernos de nadie.

—Pero tampoco nos veremos. No quiero que regreses. Seguirás trabajando como hasta ahora, teniéndote cerca

—Eso no puede ser. En mi país hay una persona que está ocupando mi puesto que deseará regresar a su casa, a Corea. Tenemos tiempo aún para pensar en algo. Ahora márchate ya. Es tarde. Al menos duerme un poco.

A regañadientes salió del hotel. Sonreía incrédulo por lo sucedido. Pocas horas antes, ni siquiera lo hubiera imaginado. Sin embargo, ahora, no sólo le había dicho que también le amaba, sino que había sido suya en una noche intensa y maravillosa. Tendría muchas cosas que solucionar para aclararlo todo frente a su familia, pero una cosa tenía clara: no renunciará a Amy por nada ni por nadie del mundo.

Se había enamorado perdidamente de ella en cuanto la vio en Dublín. Le ocurrió algo extraño y especial que aún no termina de entender. Probablemente el destino hizo que le interesara lo sabido del proyecto que estaba creando en Irlanda e ideara fusionarse con ellos y ahí estaba ella. Desde ese momento le fue imposible borrarla de su cabeza y rehuía cuanto podía la compañía de Young Mi, a la que había sido prometido por ambas familias desde hacía tiempo.

Ya deberían haber contraído matrimonio, pero él al menos, no sentía ningún interés por ella a pesar de ser una preciosidad de mujer. Ese sería un doble problema a plantear no sólo a sus padres que conocía sobradamente la reacción que tendrían. Sino confesar a Amy la existencia de su prometida. A la que no amaba, no le atraía y no deseaba unirse a ella para siempre. Tenía que pensarlo todo con detenimiento y cuanto antes. Porque el tiempo apremiaba y el de la permanencia en Corea de Amy, se agotaría, de ahora en adelante, a toda prisa. Debía confesárselo a ella y de acuerdo a la reacción que tuviera, así obraría con la segunda parte: confesar a ambas familias que rompía el compromiso.

Seguramente las voces se escucharían en toda Corea. Le desheredaría, algo que no le importaba en absoluto. Formaría otra empresa con la ayuda de Amy. Tenía unas fuertes manos para trabajar, pero… La reacción que tuviera Amy es a lo que más temía. Conocía su forma de pensar; esa sería la parte más difícil.  Tratar de convencerla de que no significaba nada para él y si tuviera que abandonar su país lo haría. Haría cualquier cosa con tal de estar juntos, de no separarse nunca.

Le esperaban días y noches de no dormir pensando en el tema. Sabía que no sería un asunto fácil, pero tenía que hacerlo y cuanto antes, mejor. Dejaría pasar dos o tres días para ir madurando lo que contar a Amy. Sabía como reaccionaría. Probablemente fuera mejor esperar a hablar primero con su prometida y padres. ¡Por Dios, qué difícil y complicado es todo esto!

No sabía si desearía no haberse fijado en la irlandesa o haber admitido la componenda de esa descabellada boda que les habían preparado entre las familias, sin contar con ellos, como si no tuvieran derecho a opinar sobre sus vidas. Estaba convencido de que a Young le ocurría lo mismo que a él. Seguramente estuviera enamorada de otro muchacho totalmente ajeno a los negocios de su padre. Iba a volverse loco, pero sobre todo, el ocultárselo a ella es lo que más le dolía.

 

RESERVADOS DERECHOS DE AUTOR /COPYRIGHT

Autora: 1996rosafermu / rosaf9494

Edición: Junio 2022

Fotografías: Internet

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