lunes, 13 de junio de 2022

Rumor de mar y lluvia en Connemara - Capítulo 15 - ¿ Que me está ocurriendo?



 

                                                 Capítulo 15 - ¿Qué me está ocurriendo?

          

Permanecía callado tras la declaración de ella. Creía no haber escuchado bien. Ninguno de los dos hablaba esperando, quizás, alguna respuesta que no se producía por la sorpresa de uno y la timidez de otro. Sólo se escuchó la señal de que el teléfono había colgado. Se abría un paréntesis de dudas, de incertidumbre y de espera. Pero no duró mucho.

Escondía su cabeza bajo la ropa de la cama avergonzada, probablemente por su inesperada declaración. Reinaba un absoluto silencio en la habitación. Daba vueltas y más vueltas en la cama angustiada por lo que acababa de suceder. No sabía lo que duraba cuando, un ruido en la puerta la sobresaltó. Una voz conocida se escuchaba al otro lado conversando con otra totalmente desconocida para ella. ¿Qué ocurría? ¿Quiénes eran?  Pronto saldría de dudas. La voz rotunda de Kwan retumbó en la estancia:

—¿Qué ocurre? ¿Dónde estás?

Dirigió su mirada hacia la cama en la que un bulto totalmente oculto a las miradas, hacía pensar que había alguien bajo las sábanas. Unas palabras en coreano que no entendió, pero si identificó la voz: era la de él. ¿Cómo podría mirarle a la cara después de lo que le había dicho? Quería pensar que no le era indiferente por tantos detalles hacia ella que, a veces la sorprendía. El paraguas ¿el perfume? El casi arrastrarla hasta el médico y ahora estando aquí. No había más explicación que la que pensaba y, no deseaba hacerlo. Era demasiado bueno, demasiado bonito para creerlo. La otra voz no identificada cerró la puerta tras de sí. ¿Quién era ese hombre? ¿Cómo había podido entrar en su habitación? Por deducción creyó comprender todo: era el encargado de recepción que, a petición de Kwan había subido a ver lo que ocurría.

Unas manos palpaban la ropa de la cama recorriendo el bulto que se apreciaba. Un tirón del embozó dejó descubierto su menudo cuerpo en posición fetal. Kwan estaba allí, con el entrecejo fruncido, pero al mismo tiempo con un gesto divertido, contemplándola.

—¿Porqué te escondes? ¿De quién? ¿De mí? Estaba muy preocupado por ti. Tengo responsabilidad sobre ti. Por todos los sitios circulan virus y tú no estás acostumbrada a los nuestros. Podías haberte contagiado de alguno. Estás lejos de casa trabajando por mi solicitud en ello. Soy responsable de ti.

   —No eres responsable de mí ni de nadie. Ya soy mayorcita. Me cuido sola

   —¿Por qué estás enfadada?

   —No estoy enfadada, solo que…

Ni siquiera hacía alusión al párrafo que dijera antes de cortar la comunicación. Con un poco de suerte no lo había escuchado. Unos golpes en la puerta de nuevo interrumpieron sus pensamientos.  Y de nuevo otra voz no identificada hablando en coreano, pero esta vez era femenina y con uniforme blanco de enfermera.

—¿Ha contratado una enfermera para que me cuide?—. No daba crédito a lo que veía.

 —No puede ser. Este hombre es increíble. Posesivo y dictatorial ¿Qué cree que no sé cuidarme sola sin tanto alboroto?

No dejaba de mascullar por lo bajo, lo que se desarrollaba ante ella. La está tratando como una niña, entre algodones. Menospreciaba que sabía cómo hacerlo. La mujer de blanco sacó un termómetro que acercó a su frente sin rozarla y, en el acto indicó que no había fiebre. La tomó el pulso, muy profesional y no entendió lo que decía a Kwan, pero por la rápida mirada de él hacia Amy, dedujo que lo tenía un poco alterado. Sonrió levemente al mirarla y notó que respiró aliviado.  ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Qué se traía entre manos?

Deseaba que la dejaran en paz, que salieran de la habitación y quedarse tranquila. Le daba un poco de miedo quedarse a solas con él. Hasta ese momento, no daba señales de haber escuchado lo que dijo antes de colgar, pero no las tenía todas consigo.

—Debiste morderte la lengua. Has sido una tonta ¿Cómo crees que él puede prestar atención a tus insensateces?

Y de nuevo ambos parloteaban a sus espaldas. La enfermera aceptaba lo que quiera que la dijera afirmativamente, moviendo su cabeza, a medida que se dirigían hacia la puerta. Amy permanecía tumbada en la cama tratando de ocultar su cara en la almohada. Escuchó la puerta al cerrarse y sintió que él volvía a su cabecera.

No decía nada. Ella no veía nada puesto que tenía los ojos fuertemente cerrados, pero sabía que la miraba fijamente. Sentía esos ojos sobre ella y una mano con movimiento suave que hacía que abandonara su escondite de la almohada. Una voz imperiosa llegó hasta ella.

  —¿Qué fue lo que dijiste?

              —   No he abierto la boca para nada —respondió recelosa

Sólo notó que bajó su cabeza hasta ponerla a la altura de la de ella. Que sus manos se posaban sobre su cara y que la de él estaba cada vez más cerca, más cerca… hasta llegar a su boca posándose sobre sus labios.  Creyó morirse y subir al cielo en una fracción de segundos. ¡La besaba! ¡Y con qué pasión!

 No es posible, no está ocurriendo ¿Por qué la besaba? ¿Por qué no dice algo? No podía: tenía posados sobre su boca los labios de él repitiendo el beso una y otra vez.  Al fin se decidió a abrir los ojos y observar lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Y vio su mirada chispeante fija en ella. Y una sonrisa distendía su cara y sus ojos brillaban fulgurantes mirándola al tiempo que retiraba de su frente una guedeja que caía sobre su frente. Se miraban mutuamente sin articular palabra. Deseaban que lo ocurrido durase una eternidad. La abrazó estrechándola contra su pecho al tiempo que susurraba algo que no entendía.

No tenía dudas. Al menos no debiera tenerlas de que él la amaba igual que ella. Que las palabras ininteligibles que la susurraba eran de amor. Al fin se había relajado medianamente dispuesta a corresponder con el abrazo, aunque fuera tímidamente. Eran minutos deliciosos los que vivían que, a ellos les pareció segundos, porque de nuevo, unos toques en la puerta rompieron la magia del momento.

  —Tenemos que hablar—es lo que dijo al tiempo que se levantaba de la cama

Se dirigió hacia la puerta y al abrirla apareció de nuevo la enfermera con un pequeño maletín en su mano.

       —He de irme. Tenemos conexión con Dublín, pero la enfermera se quedará contigo hasta que estés bien. Todo lo que necesites ella te lo proporcionará. Estaré en contacto contigo. Si necesitas algo llámame. Me gustará escuchar tu voz.

Se inclinó hacia ella besando su frente y acariciando su mejilla. Por una fracción de segundo sus miradas se cruzaron. Ambas estaban brillantes por lo sucedido hacia apenas unos minutos. Necesitaban hablar y estar solos. Aclarar lo ocurrido y lo que ocurriría en un futuro próximo. ¿Cómo había sucedido todo? ¿Sería cierto que ambos se habían enamorado? Ella estaba muy segura de lo que sentía pero, ¿desde cuando él sentía lo mismo? Recordó sus miradas silenciosas, observadoras, pero ahora estaban claras. El afán por cuidarla y protegerla. Los pequeños detalles para que ella estuviese bien…la infinidad de cosas en que ni por lo más remoto, pensara que se debía a lo que acababa de vivir.

Todas ellas eran señales claras de lo que ocurría entre ellos, pero reticentes a darse por vencidos y declararse abiertamente que, sencillamente, se habían enamorado. Que no necesitaban semanas, ni meses, ni años, para que ese fenómeno ocurrido entre un hombre y una mujer, pasase entre ellos.

Él, pertenecía a un mundo completamente ajeno al de ella, no sólo porque fueran de distintos niveles monetarios. Pertenecían a mundos distintos y distantes, dispares en todo. No sólo en distancia, sino que eran de otro mundo y uno de ellos más cerrado que el otro.

Al quedarse sola, no se refugió en lo sucedido, sino en la lógica. Y era aplastante: era su jefe, de otra nacionalidad, de otras costumbres en las que imperaban los mandatos paternos hasta para buscarse una novia. ¿Tendría él novia? Seguramente y hasta posiblemente fijada la fecha de la boda. Pero él no fingía cuando la besó y la acariciaba. Infinidad de detalles ocurridos, le avisaban de que estaba pendiente de ella en todo momento. Que no fingió al besarla, sino que se le veía feliz. Esos sentimientos no pueden improvisarse. La ternura de su mirada…

Pero al mismo tiempo pensaba que hacía poco que se habían conocido y no era posible que ese sentimiento hubiera saltado entre los dos. No era lógico ni normal. Tendrían que hablarlo detenidamente antes de que fueran más allá y resultaran heridos. ¿Qué pasaría cuando ella tuviera que regresar a Irlanda? No estaban cerca para pasar los fines de semana juntos. Tenían medio mundo entre ellos y un mundo, por su parte, muy conservador y absorbente. Lo más probable es que tuviera una novia impuesta por los padres como tenían por costumbre. ¿Qué harían entonces? Dependería de la intensidad de amor que sintiera cada uno. Ella no tenía impedimentos, pero él los tenía todos.

Era una rotunda locura que tendrían que aclarar no tardando mucho antes de que todo se desmadrara, porque estaba segura que ocurriría no tardando mucho.

 Tendría que buscar un hueco en su agenda para sentarse a hablar tranquilamente y poner sobre la mesa todas las trabas que tendrían por parte de él. Necesitaba no sólo claridad, sino también la verdadera situación de Kwan. La vida de Amy era sencilla y como los caracoles: siempre llevando la casa a cuestas. No tenía nada ni nadie que la atase a nada ni a nadie. Pero en el caso de él, todo era diferente. Pertenecía a un estatus rígido e interesado. No admitirían el rompimiento de un matrimonio acordado si es que, seguramente, habrían acordado hacía tiempo.

Mucho se temía que, ese matrimonio, si es que existiera, estaba segura había sido concertado por las familias y no por los novios. Lo que agravaba más la situación.

No quería seguir pensando. Habían sido unos instantes maravillosos los que acaban de vivir, pero lo mismo de rápido y frágiles eran los pensamientos totalmente racionales que estaba viviendo en ese momento. 

Lamentó no estar a solas, ya que la enfermera a veces la abstraía de sus pensamientos y, necesitaba madurar sobre ellos. Pensar todo lo que tenían que hablar, admitir o rechazar. Les iba en ello la felicidad y la alegría o el rechazo familiar. Creía a ciencia cierta que sería esto último y lo lamentaba por Kwan. No deseaba ponerle en la tesitura de elegir, pero estaba dispuesta a ello.

¿Cómo había ocurrido todo esto en sus vidas? ¿Por qué? Habiendo millones de hombres y mujeres caminando por el mundo, han tenido que enamorarse y, al mismo tiempo pensar en romper con lazos fuertes y familiares desde hacía tiempo.

Iba a ser algo muy difícil de mantener. Ninguno sabía de la vida del otro. Era todo descabellado a lo que tendrían que renunciar. Sería muy difícil mantenerlo en secreto estando trabajando juntos. Una mirada, algún gesto, alguna sonrisa o algún silencio, les delataría. Para ninguno de los dos era conveniente que todos comentasen su relación.

Hay una sentencia que dice que el amor y el dinero, no pueden estar ocultos. Y eso la daba mucho miedo. ¿Qué pensarían? No sería aceptada por la familia de él. ¿Tendrían que verse a escondidas como si fueran delincuentes? Los días habían pasado y cuando quisieran recordar, estarían de regreso a casa. Y el pensar en ello, se le ponía la carne de gallina. Eran muchos kilómetros los que les separaban y muchas dificultades para entorpecer más las cosas.

Lo más positivo sería cortar esta relación puesto que comenzaba ahora, pero ¿cómo? ¿Y si fuera el amor que estaban esperando?

Al no poderse comunicar con la enfermera ya que no hablaba inglés, ni ella coreano, estuvo pensando en el problema que ellos mismos se habían creado. Metida en la cama y tapada hasta los ojos, no es que tuviera frio ni se encontrara mal, sino que de esa forma se aislaba del mundo, buscando de qué manera, cuándo y cómo, terminar con algo maravilloso que acababa de comenzar y estaba destinado al fracaso en el mismo instante en que se forjara.

Tendrían que guardar las formas en el trabajo. Salir a escondidas y evitar encontrarse con algún compañero cuando estuvieran juntos. ¿Por qué era todo tan complicado? Solo querían amarse. Sería, además muy difícil, teniendo por vecinos a sus dos compañeros irlandeses.

No la había llamado en toda la tarde. Esperaba que, al terminar el horario laboral y el de la enfermera también, él fuese a verla e incluso tratara de quedarse a pasar la noche con ella. Todo era absurdo y anómalo. Estaba bien y pensaba en ir a trabajar al día siguiente. Se preparaba para una pelea con él. Les sería muy difícil verse mientras trabajaban y estaba dispuesta a evitarlo a toda costa. No podría mirar a la cara a sus compañeros porque de seguro comenzaría la rumorología, estando ignorantes como estaban de que ellos no tenían ninguna relación seria hasta ese momento.

¿Qué tipo de relación estaba dispuesta a mantener con Kwan? ¿La de novia o amante? Y en el caso de que se casara con otra muchacha ¿rompería con él o seguiría viéndole a escondidas?

   —Todo eso es muy prematuro. Ni siquiera sabemos si nuestro enamoramiento va a ser flor de un día. —se dijo reflexionando los distintos caminos que tomarían.

DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS / COPYRIGHT

Autora : 1996rosafermu / rosaf9494

Edición: Junio 2022


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