miércoles, 22 de junio de 2022

Rumor de mar y lluvia en Connemara - Capítulo 21 - Acontecimientos

 



                                                  Capítulo 21 -  Acontecimientos


              

Al fin, su vida se iba enderezando. Tenía un trabajo totalmente diferente al desempeñado hasta ahora pero que también le satisfacía. Compañeras. Un par de ellas que lo fueron antes de ir a la universidad, en el instituto, por tanto, una alegría nuevamente. Parecía que al fin podía respirar tranquila ¿En serio? Ni ella misma podía creérselo.

Hacía un mes que trabajaba y había cobrado su primer salario, decidió, por tanto, invitar a sus compañeros a una cena informal en Mackenzie. Era sábado por la noche, así que al día siguiente no había que madrugar.  La reunión fue muy agradable. Sería tema de conversación para toda una semana, ya que, al no haber novedades, lo que no era costumbre, se comentaba durante varios días. Sin llegar a emborracharse, todos se excedieron en la bebida y Amy, también.

Por primera vez en mucho tiempo, durmió como un tronco y se despertó bien entrada la mañana. Permaneció en la cama haciéndose la remolona. No le apetecía levantarse, probablemente motivado por  haber salido de la rutina instalada desde que regresó a casa.

De repente, la saliva subió hasta su garganta. Notaba el estómago revuelto, sin duda debido al exceso de comida y bebida, sobre todo, de la noche anterior. Se haría una manzanilla o un té y enseguida se le pasaría.

El malestar persistía. Nunca había tenido esa sensación. Miró el reloj y enseguida supo que, era ya mediodía. No acostumbraba a permanecer en ayunas hasta casi la hora del almuerzo y a eso, sin duda, se debía su malestar.

Tuvo que salir corriendo hacia el cuarto de baño. La boca se la llenaba de agua y unas arcadas imposibles de soportar le ponían el estómago patas arriba.  Se repetían una y otra vez, sin encontrar explicación alguna.

—Es imposible que haya sido por la cena de anoche. No comí con exceso ni tampoco bebí tanto. Han pasado muchas horas. Será porque tengo el estómago vacío.

En un intervalo entre arcada y arcada, se dirigió a la cocina y calentó un poco de leche. A medida que su estómago lo recibía, notaba alivio y a un tiempo notaba que tenía hambre.

   —Es muy tarde. Han pasado muchas horas sin alimento. Nunca me había pasado. ¡Qué extraño!

Cuando ingería alguna galleta o fruta, notaba que su estómago ya no rugía y hasta recobraba el bienestar. No le dio demasiada importancia. Se haría una comida ligera para compensar el exceso de la noche anterior.

Durante todo el día recobró su equilibrio y hasta dio un paseo por la playa al atardecer. Le daba pereza hacerse cena, por tanto, se preparó un bocadillo y algo de fruta. Eso sería más que suficiente para ella, que no era muy comilona.

Le extrañó que, al comer el bocadillo preparado, se quedó con apetito y la fruta no era suficiente, así que cogió el tarro de las galletas y comería de ellas mientras veía la televisión hasta la hora de acostarse.

A la mañana siguiente despertó a la hora acostumbrada, pero de nuevo las náuseas se repitieron. No tenía explicación para ello. Había pasado el tiempo suficiente para no creer que fuera algún virus cogido en Corea o allí mismo. No era eso. Y de repente, se llevó las manos a la boca para no gritar.

—No no no…No es posible. No es posible que eso me ocurra, a mí

Pero sí la ocurría. Lo que en principio creyó que sería un retraso por los nervios vividos, se convirtió en una certeza. No podía ser. Ya tenía una vida estable y habían pasado demasiados días como para que no fuera lo que sospechaba. Se sentó llorando desconsoladamente. ¿Por qué la ocurría a ella?

No había hecho nada malo a nadie y, sin embargo…¿Ese era el precio que tenía que pagar por unos encuentros amorosos? En su cabeza se instalaba la duda

—¿Y si fuera un tumor? No seas absurda. No lo es y lo sabes, además si fuera un tumor produciría todo lo contrario a lo que te está ocurriendo. Ve al médico inmediatamente y acéptalo y deshazte de él, pero has de hacerlo rápidamente. Llevas mucho tiempo de retraso y cuanto más tiempo pase será más difícil.

Lo primero de todo tendría una cita con el médico. Ahora que empezaba a encajar en la pequeña sociedad de Connemara, llegaba esto. Empezarán las habladurías en cuanto sea visible y su reputación de chica formal quedaría hecha unos zorros. Le parecía escuchar las murmuraciones de las cotillas: “Fíjate embarazada y soltera”.  Se tapó la cara con las manos y rompió en sollozos. La vida no le daba tregua alguna. ¿Qué daño había hecho para tener tantos quebraderos de cabeza? Quién creo el engaño y la deslealtad no fue ella. Hubiera dado su vida por él y en cambio la pagó con ocultamientos y quién sabe si con infidelidades. Sin embargo, sería ella, en solitario quién cargaría con todas las preocupaciones e inquietudes. ¿Cómo se las arreglaría? No tenía a nadie a quién recurrir. Se volvería loca ¿Qué debía hacer?

Una voz interior respondía a un comentario que acababa de hacer:

— Darías tu vida por él, has dicho. Bien, pues él te ha brindado la oportunidad de no estar sola. Porque esa criatura que engendrasteis será carne de su carne y de la tuya. ¿Qué más recuerdo deseas tener? Le tendrás siempre, en exclusiva para ti. Cada vez que mires la cara de esa criatura le verás a él y no tendrás rival que te lo arrebate. Piénsalo bien.

Esa noche no pudo dormir. Se pondría en contacto con el médico al día siguiente. Había tomado una decisión y nada, nadie, ni ninguna circunstancia la harían retroceder. Tendría ese hijo. Tenía tiempo suficiente como para ir organizándose. Si tuviera temor a las habladurías, de nuevo volvería a Dublín y allí viviría. Nadie sabría ni murmuraría por ser madre soltera.

El médico confirmó lo que ella imaginaba y, en ese momento le anunció que deseaba tenerlo. Comenzó el ritual del seguimiento del embarazo.

 De acuerdo a la ecografía, estaba aproximadamente de algo más de dos meses, tiempo que coincidía exactamente con los últimos encuentros que tuvo con Kwan, cuando todo creían que sería normal. Cuando sólo tendrían que esconderse para verse y llevar una especie de comedia delante de todos.  Coincidía cuando se planteaba qué hacer cuando regresase a Irlanda, algo que él tenía previsto, pero que no llegaron a llevar a cabo.

Iba medio aturdida al salir de la consulta. Ni siquiera se daba cuenta de que la gente, tropezaba con ella. Su cabeza era un torbellino de ideas y de planes que debería llevar a cabo. ¿Cómo no había pensado en ello cuando tuvo la primera falta? Ella conocía muy bien su organismo y debería haber pensado lo que ahora estaba meridianamente claro. Íntimamente pensó: ¡menos mal que no es un tumor! Y desde ese mismo instante, comenzó a sonreír y echar a un lado los problemas que, sin duda, tendría. Ya iría encontrando la solución a medida que surgieran, pero la idea de esa criatura, la hizo recobrar la seguridad y acariciar con ternura su tripa que, aún no daba señales de que cambiara.

Pero no debía obviar todo lo que se le avecinaba, que no sería pequeño. Si no quería habladurías e ir a vivir a la capital, tendría que comenzar por buscar un trabajo y después un lugar donde vivir. Eso representaba una serie de gastos y sus ahorros se irían rápidamente y, ese dinero lo necesitaría para cuando naciera su hija.

No sabía por qué, pero desde el primer momento quiso que fuera niña y presentía que así sería. Iba a vivir días muy estresantes que estaban por llegar al cabo de poco tiempo, cuando su estado fuese visible. Entre esa situación y la que vivirían las dos solas en Dublín ¿Cuál sería la mejor elección? Iba a enfrentarse a una maternidad en solitario como cientos de mujeres que están repartidas por el ancho mundo y son capaces de salir adelante. Ella tenía recursos para ello. Echaría las habladurías y los cotilleros, al cubo de la basura.

No se movería de allí. En Connemara estaba su casa ya organizada, su trabajo y sus raíces. Sería bueno que también su hija las echara allí. Se enfrentaría al mundo y a las preocupaciones que la vida la marcara. Tendría a alguien por quién luchar. Las dos saldrían adelante. Sólo debía esperar unos meses y mientras organizarlo  todo para esperar su llegada.

Y así pasaron los días y unos meses. Ya todos se habían dado cuenta de lo que ocurría, pero contaba con el apoyo de sus compañeros que en todo momento le tendían una mano.

En cuatro meses más tendría a su pequeña, porque al menos en eso, el destino le había dado la razón: era niña. A medida que se acercaba el momento, lejos de olvidarse de Kwan, permanecía con más fuerza y permanencia en su memoria. Pero otra, entreabría la puerta de las dudas. ¿Tendría que decírselo?


DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS /COPYRIGHT

Autora: 1996rosafermu / rosaf9494

Edición:  Junio 2022

Fotografia: Internet

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