lunes, 20 de junio de 2022

Rumor de mar y lluvia en Connemara - Capítulo 20 - En casa




                   Capítulo 20 – En casa

 

Decidió que sería mejor tomarlo con calma. Tenía todo el tiempo del mundo por delante. Nadie la metería prisa, pero a pesar de ser la dueña de su propia vida, debía organizarla, ir paso por paso. Allí el tiempo se estiraba interminablemente y, cuando en la ciudad nunca llegas a tiempo, en Connemara te sobra. Arreglaría un poco el dormitorio; cambiaría las sábanas y el edredón, además de poner la manta eléctrica. Estaba algo destemplada. Deseaba dormirse y despertar al cabo de los días. No tenía prisa.

En la empresa la habían pagado generosamente y pocos gastos, por lo tanto, tenía bastante ahorrado para aguantar una pequeña temporada. Primero debería adaptarse a aquel lugar que, no era desconocido para ella, pero muy diferente al ritmo de vida que había llevado hasta que decidió dejarlo todo.

 Se trazó una especie de guía para ir poco a poco adaptándose a la nueva vida. Una vez organizada la casa, iría hasta la ciudad y efectuaría las compras para llenar el frigorífico.

Por las mañanas, mientras el tiempo lo permitiera, daría largos paseos, principalmente por la playa. La gustaba caminar por la orilla y que el agua azotase su pies. La serviría para reflexionar y hacer un balance sobre el desastre de su vida. Había renunciado a todo, no sólo al amor, sino a la vida cómoda a la que se había acostumbrado. No necesitaba grandes lujos, pero sí una estabilidad económica y, a esta parte, le había dado el finiquito.

A penas cenó esa noche. No tenía apetito y estaba cansada y triste, muy triste. En una semana había vivido en la otra punta del mundo y ahora estaba en casa. Una casa solitaria y fría, tan helada como su propio corazón.

Abrió la nevera y estaba completamente vacía. Volvió a salir. Iría dando un paseo hasta el pub del escocés  Mac Kenzie, que conocía de toda la vida. Allí tomaría, al menos, un café caliente que la entonara un poco. Después volvería a casa y se metería en la cama; con suerte llegaría el sueño y esperaba reponerse del cansancio anímica y corporal que sentía.

No durmió muy bien aquella noche, quizás por el propio cansancio. Lo extrañaba todo: la cama y su frialdad en las sábanas, incluso con la manta eléctrica el silencio absoluto... Todo, a pesar de no serle extraño. O quizás la extraña era ella misma.

Comenzó a cumplir el calendario que se había fijado hasta retomar de nuevo la vida normal. Daría un paseo por la playa. Era un lugar hermoso que la permitía confesarse con ella misma, reflexionar sobre lo dejado atrás y lo que debía hacer. A propósito, había dejado descolgado el teléfono. No lo quiso conectar por si acaso a él se le ocurriera llamarla. Desde que decidió tomar esa decisión, no tenía conexión con nadie. No necesitaba conectarse a nadie, ya que nadie la esperaba. Decidió seguir de esa manera hasta que su corazón herido, fuera sanando poco a poco. Nunca sabría si Kwan lo intentó de nuevo.

Había tanta calma y paz en aquel lugar que se relajó un poco. Miraba al cielo siguiendo los gritos de las gaviotas. No había nadie, a pesar de no ser temprano. Sólo estaban el rumor del mar y ella. Ese ir y venir constante del pequeño oleaje, serenaba su espíritu. La relajaba no necesitando ni psicólogo, ni pastillas para ello.

Era la magia de aquel lugar, de Connemara, del mar, de la soledad, de la paz, aunque no era de su interior, ya que por dentro estaba todo bastante revuelto. No había pasado el tiempo suficiente como para empezar a olvidar lo pasado.

Miró su reloj y comprobó que era hora de acercarse hasta el pueblo y comprar comida. No podría evitar el saludo de aquellos que la conocían que la preguntarían si había vuelto por vacaciones. Ella respondería:

   Si, durante una temporada. La ciudad es muy estresante y necesitaba relajar los nervios

 Esa sería su explicación. En parte era verdad, pero no el motivo de haber vuelto a casa. A pesar de todo, echaba de menos su trabajo, a sus compañeros y al "innombrable". Acordarse de Kwan le producía un dolor infernal. No se lo podría perdonar en la vida.

En uno de los paseos, ese día se encontró con una antigua amiga que fuera de su madre. Tras dar las consabidas explicaciones del por qué había vuelto, la conversación derivó en otros asuntos entre ellos el del trabajo. Necesitaban a alguien en la oficina de turismo y nadie mejor que ella que era una especialista en informática.

   —El concejal, es un antiguo compañero tuyo de colegio. Ve y habla con él. Seguro que te dan la plaza.

Era una buena ocasión. Conocía a casi todos y también a su director. Le dio un poco de rubor, porque al iniciar el bachillerato, fue su primer “novio” de juventud. Aunque siguieron rumbos distintos, aquel recuerdo, de su primer inocente beso, al menos ella, lo recordaba. Lo intentaría. Quizás él no. Si la admitiera entre sus auxiliares, respiraría más tranquila y volvería al trabajo en equipo, algo que echaba mucho de menos.

Al volver a casa se cambió de ropa por otra más presentable, sacó la bicicleta del trastero, la limpió por encima el polvo acumulado y, sonriendo se dijo:

—No está mal. Podrá servir hasta que me pueda comprar un coche.

Se montó en ella y se dirigió hacía el centro de la ciudad en donde estaba situado el despacho de turismo. Connemara era un parque natural muy visitado por turistas que la mayoría llegaban desde Galway en las variadas excursiones realizadas.

Se saludaron efusivamente y durante su charla recordaron los momentos pasados de adolescentes. Él, la pregunto también por su trayectoria y sin darse cuenta, relató su experiencia coreana, pero omitió su anticipada marcha del país y el motivo que lo produjo.

   —Necesito trabajar. Si supieras de algo comunícamelo

   —¿Una informática como tú buscando trabajo? Acabas de encontrarlo. Nos vendrás muy bien para ordenar un poco un programa que tengo en mente para, facilitar a los turistas que vengan, toda la información de los lugares más importantes a visitar.

   —¿Cuándo empiezo?

   —Mañana mismo, si quieres

Todo había salido mejor de lo que esperaba. Estaba en casa y además tenía un trabajo. Sólo quedaba terminar de acoplarse. Quedó con su amigo en comenzar a trabajar a partir de la siguiente semana. De esta forma, ella terminaría de instalarse y organizar su vida. Sería un puesto que entraba dentro de su campo, con compañeros que conocía a varios de ellos y con un jefe igualmente recordado. Lo que debía hacer, una vez incorporada, era pan comido para ella. Después de desarrollar el programa último, éste sería un juego de niños. Una magnífica forma de comenzar de nuevo su vida. Además, el estar ocupada la distraería y no pensaría en nada ni en nadie. Es lo mejor que le había pasado en una semana. Acoplaría a su nueva vida su sistema de trabajo. La daría tiempo para todo. Allí todo era más calmado, además en la época de invierno, pocos turistas pasarían por aquellas oficinas. Lo más duro del trabajo sería primavera y verano.

Su cabeza comenzó a trabajar en cómo desarrollaría el programa que necesitaba. En él incluiría distancias y localidades para poder visitar, hoteles y medios de comunicación, además de las rutas más interesantes. Al llegar a su casa, trazaría un esquema con lo que deseaba hacer para luego, una vez aprobado por el director, llevarlo a la práctica.

Por primera vez en muchos días, había borrado de su cabeza una imagen totalmente opuesta y, un rostro diferente. Pero aún conservaba impresa en su memoria, el rostro tenso, contraído y descompuesto de Kwan cuando le dijo que todo había terminado y no quería saber nada más de él.

Aquella noche, cenó con apetito e incluso encendió el televisor para ver algún programa antes de dormir. Buscaba con el mando alguna película que la distrajera al menos durante un rato hasta que el sueño la venciera. Encontró una serie irlandesa: “Derry girls” que la distrajo y hasta la hizo reír con las ocurrencias de unas chicas irlandesas y un chico inglés. Mientras la proyectaban, olvido sus problemas y por primera vez en días rió con ganas antes las ocurrencias de las adolescentes.

Eso era lo que necesitaba, lo que buscaba y había conseguido. Estaba ilusionada con el giro que había dado su vida inesperadamente, y bendijo a aquella vecina que la indicó lo de su trabajo. Se sentía impaciente porque llegará el lunes de la siguiente semana para comenzar a trabajar nuevamente.

RESERVADO DERECHOS DE AUTOR / COPYRIGHT

Autora: 1996rosafermu  / rosaf9494

Edición: Junio 2022

Fotografias: Internet

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