lunes, 6 de septiembre de 2021

Eros - Capítulo 14 - ¿Demasiado tarde?

 Iba en silencio, ceñudo, sin siquiera poner la música. Su compañera de viaje, a su lado, le miraba de vez en cuando no entendiendo nada de lo que había ocurrido. Le había prometido, al menos, una semana de vacaciones, en esa casa y en ese lugar maravilloso. A penas habían entrado en ambiente y, ya estaban de regreso. ¿Qué habría pasado? Pensaba que debía ser algo grave puesto que desde que se enterara, su carácter había cambiado radicalmente. Antes de recibir la última llamada había sido un amante apasionado tal y como esperaba. Después de colgar el teléfono, le ocultó que ella había cortado,  con anterioridad, y en dos ocasiones, otras llamadas, que suponía eran de la misma persona. No se atrevió a decírselo y, menos mal, porque tal y como se había puesto, no sabía como reaccionaría al saber que quizás esos minutos de demora hubieran podido solucionar aquello que estuviera pasando en su vida o en sus negocios. No lo sabía muy bien, pues nada le había dicho. 

Eran casi tres horas de viaje que se le harían interminables hasta dejar en su casa a la mujer que llevaba al lado y después llegar a la suya. De repente se dio cuenta, de que había olvidado el nombre de su compañera de aventuras sentada a su lado, en el coche.  Tal era el interés que en ella tenía.

Si le era indiferente ¿por qué la eligió? Lo cierto es que le daba igual una que otra. Necesitaba desahogarse de la frustración que sentía, y eso que aún no sabía la noticia de la ausencia definitiva de la persona que le había intranquilizado de tal manera.

— Ya te llamaré — fue la despedida que dio a su compañera circunstancial de aquella aventura que se pensaba feliz y ocurrió desastrosa, al menos para él. Ella recibió lo estipulado al contratar su compañía y algo más, como compensación al fracaso de lo planeado.

Y llegó a su casa. Sin esperar a más, desde la entrada, se dirigió al despacho de Frederick. Llamó a la puerta y de inmediato entró. El administrador levantó la mirada de los papeles que estaba examinando

— Lissa — fue el saludo que dirigió a la secretaria. Ella interpretó que debían estar a solas. Pensó que estaba muy afectado, puesto que se puso en movimiento nada más recibir la noticia. Sospechaba que el interés que tenía por su amiga, no sólo era en plan de trabajo, sino algo más profundo.

Todo eran figuraciones suyas, puesto que Evelyn nunca le había hablado de nada. Tan sólo de los desacuerdos que con bastante frecuencia mantenían, y, en un principio origen de su renuncia al puesto que estaba ocupando. No había vuelto a saber nada de ella, y no la extrañó. Debía buscar empleo y ordenar su vida nuevamente. Dejaría pasar unos días hasta que se acoplase a su nuevo estatus.

Cuando estuvieron a solas se dirigió al administrador apremiándole para que le contara lo que había ocurrido y lo tajante de su decisión a todas luces inesperada.

— A ver cuéntame ¿Qué ha pasado?

— No lo sé, Benjamín. Se presentó en el despacho y puso su renuncia encima de la mesa. Esta mañana ha recogido su certificación, y se fue. 

— ¿Sin explicaciones? ¿Sin nada? No me lo creo. Algo ha motivado esa determinación tan tajante

— A mi también me sorprendió. Algunas veces se quejaba de que se aburría y no entendía el por qué habías instalado en ese salón su despacho. No parecía agradarle mucho. Y añadió que no conectabais. Que a veces la regañabas  por cualquier tontería. En definitiva que se iba

— No hagas nada hasta que te lo diga. He de hablar con ella personalmente. Nunca me había ocurrido algo semejante

— ¿Qué? ¿Plantarte? Nunca has trabajado. Todo te ha sido muy fácil. Hasta ahora.

— Te llamaré en cuanto hable con ella. Y va a ser esta misma noche

Tal y como había llegado, salió. Con una diferencia: iba hecho una furia y mentalmente, repasaba las situaciones de enfrentamiento que hubieran podido tener y no encontraba momento que diera lugar a alguna situación difícil. Inclusive la noche de la fiesta...La trató con cariño y delicadeza. Lo que menos sospechaba era, que precisamente en esa noche estaba todo el origen de la situación que vivían.

Paró el coche frente a su portal, una casa típica inglesa, con un tamo de escalera hasta llegar a la puerta en la que a mano derecha había un cuadro con pulsadores que indicaban el número de cada vivienda. No tenía ni idea, había olvidado qué número pulsó el día que vino a recogerla. Iba tan nervioso que ni siquiera se dio cuenta, y tampoco pensó que tan pronto estaría en una situación semejante, pero más complicada. Recorrió con la mirada la fachada escudriñando  las ventanas que tuvieran luz y  en la tercera planta detuvo su mirada. Quizá fuera esa su vivienda. Y pulsó el botón que creyó era el de su apartamento.

— ¿Si? — dijo una voz al otro lado

— Abre

Sin más. Secamente dio la orden. Probablemente al otro lado se estuviera preguntando de quién se trataba, aunque su voz la reconoció de inmediato. ¿Qué hace aquí? Lo último que había sabido era que estaba de vacaciones ¿Ha vuelto por ella? No sería tan ilusa de pensar eso. No creía le interesara tanto como para dejar todo por venir ¿ A qué? Saldría de dudas de inmediato. Dirigió su mano hasta el pulsador, y el chirriar al abrirse la puerta, dirigió su mirada hacia el visor. Le vió entrar de inmediato. Tardaría un minuto en tenerle enfrente.

 Y de repente, los nervios se desataron en su interior. ¿Cómo lo había sabido? ¿Tan pronto? Lo último que sabía por Lissa era que estaba en  Cheltenham y ahora, en cuestión quizá de segundos, le tendría delante ¿Por qué? ¿ Pidiéndola explicaciones? No tenía derecho a ello. No era su dueño ni le debía nada. Era muy dueña de tomar sus propias decisiones, y las había tomado: no volver a trabajar para él. No era "pantalla" de nadie y muy capaz de ganarse la vida libremente en donde quisiera. 

— No seas ridícula ¿En una pizzería de cajera? En cuanto lo sepa se va a partir de la risa— se repetía mentalmente.

El sonido de la llamada en la puerta, la sacó de sus reflexiones, causándole un pequeño sobresalto. Solamente de pensarlo la ponía nerviosa, hasta la asustaba. Siempre la tenía con los nervios en tensión, y no sabía la razón, quitando algún día que otro que llegaba con la vena atravesada y entonces había que andar con pies de plomo. Y eso justamente es lo que ella no soportaba. Estar en alerta constantemente, y mirar su cara a ver si el día que había amanecido era favorable o habría borrasca en el horizonte. De esa forma no se podía trabajar, aunque a ella, con tal de poder verle, en un principio no la importara. Pero tenía que darla una explicación sobre cierto hecho. Para ella no fue una niñería: quería saber  por qué estaba semi desnuda. ¿Esa era la razón o la excusa? Sabía claramente, que no era más que eso: una excusa. Sabía perfectamente que no se sobrepasó en lo más mínimo, sino que buscó la comodidad para ella. Pero era un buen pretexto para liberarse de una vez de su yugo. A él le importaba un comino su secretaria, y la prueba la tenía en que se había tomado unas vacaciones en compañía, y además era del dominio público.

Cuando le abrió la puerta, pudo ver en su rostro la tensión . La mandíbula  tensa y sus ojos buscaban incesantemente los de ella. Ninguno hablaba, pero Evelyn, durante un instante se puso en alerta al ver el gesto de su cara entre ansiedad, enfado, dominio. No se atrevía a romper aquél silencio. Se hizo a un lado e indicándole con el brazo que podía pasar. Todo ocurrió en una fracción de segundos. Benjamín agarró fuertemente su brazo extendido que le daba paso y la atrajo hacia él.

La pilló desprevenida. Con la mirada recorría el rostro de ella que tenía expresión de sorpresa de incredulidad. Pero aún no terminaba aquél encuentro sin palabras, sólo con los hechos que estaban ocurriendo. Al tenerla tan cerca, puso una de sus manos en la nuca de ella, para sujetarla, para que no pudiera escapar, para expresar en ese apasionado beso los sentimientos que por ella sentía, y su inusitada desesperación al creerla perdida. Ella presionaba sobre el pecho de él, tratando de desasirse del abrazo, pero al fin se rindió ante esa explosión de amor incondicional que nunca hubiera sospechado. 

Tras un pequeño forcejeo, ella roja por la sorpresa inesperada, se apartó de él, que expectante, esperaba una respuesta de ella. Era la oportunidad que tenía de hacerle ver que no era una chica fácil como las que él acostumbraba a cortejar. Le vino a la memoria la noche del evento y aprovechó la ocasión para aclarar la situación, aunque ella la tenía muy clara.

— ¿Qué pretendes ahora, volver a repetir la jugada?

— ¿Qué jugada? ¿De qué hablas?

— Me acostaste en el sofá pero cuando desperté tenía el traje en la cintura. ¿Me desnudaste?

—¡ Claro que no ! Me limité a desabrochártelo porque creí que dormirías mejor. Ni por todo el oro del mundo me hubiera aprovechado ni de ti ni de nadie en las circunstancias que estabas: totalmente borracha. Aunque te he de ser sincero, durante toda la noche pensé en ello, pero no me pareció oportuno. No ocurrió nada en absoluto. Aunque no creo que lo entiendas. Lo tengo muy claro. Me vuelves loco, pero a ti te soy indiferente. Está claro. Nunca llegaremos a ninguna parte.

— Perdona. Me avergonzó mucho cuando me desperté y pensé que... Discúlpame. Te lo agradezco. Una cosa es que lo desees voluntariamente y otra es que se aproveche una ocasión incómoda. Lo imaginaba, pero tenía que saberlo.

— Bien pues ya lo sabes. Ni un pelo de tu ropa te toque. Creo que será mejor que me vaya.

— No lo hagas

— ¿Qué quieres decir?

— Creo que ya lo sabes. Yo también deseo estar a tu lado.

Él se acercó nuevamente a ella y nuevamente la besó. Correspondió a las caricias de él, pues ella también sentía  esa angustia de querer y, quizá no ser querido. Pero allí estaba la prueba. La quería igual que ella a él. Reaccionó cuando la creyó perdida.

Tenían que hablar largo y tendido. No era suficiente ese arrebato de pasión que ambos sintieron. La tenía que dar muchas explicaciones y aceptar sus condiciones si quería tener con ella algo parecido a un romance. Desde hacía mucho tiempo se había sentido inferior a cualquier otra mujer que el admirara, pero justamente esa simpleza, esa normalidad, es lo que había hecho que Benjamín Sutton se fijara en ella desde el primer momento.

¿Qué significaba entonces, su hermetismo respecto a ella? ¿Tratar de ocultar su interés, sus sentimientos ocultos tras la máscara de juerguista hasta entonces creada? ¿Cómo era posible que se hubiera enamorado de ella? Vistiendo regular, sin apenas maquillaje y para colmo no demostrando su interés en absoluto hacia el que era su jefe? Siempre había guardado las distancias, hasta la noche del evento en que se mostró más cercana, lanzando flechas al aire esperando que  Eros las clavara en el corazón de ambos. El dios griego había recogido el guante y clavó su flecha en los dos.

¿ Era un capítulo cerrado de querer y no poder? Ahora ninguno de los dos tenía dudas: se amaban aunque trataran de que el otro no se diera cuenta. Pero un simple gesto, sin pensarlo siquiera, marcaría su destino. Ya no habría marcha atrás, ni disimulos, ni excusas. Ambos se habían mostrado tal cual eran. Sencillamente un hombre y una mujer que se habían enamorado. Dos seres distintos pero de carácter fuerte y similar. Nada importaba el abismo de sus posiciones. Se querían y con eso era suficiente. No la dejaría escapar, ya no, sabiendo lo que ella también sentía por él.

Lo que seguiría después sería un torrente de sensaciones, de deseos incumplidos que al final llegaron y compartieron. Se había producido el milagro y no necesitaron bebidas ni artificios, simplemente se amaron. Abrieron sus corazones y dieron rienda suelta a su deseo de pertenecerse mutuamente.

Mientras la amaba, en sus caricias transmitía el tiempo que hacía que la deseaba, aunque su tapadera, su excusa, fueran otras. A ella era a quién verdaderamente amaba, y deseaba. Así tal cual estaban en ese momento desnudos de cuerpo y alma. Confesándose sus mutuos sentimientos y frustraciones cuando creyeron que todo estaba perdido, pero felizmente se habían encontrado. Después vendrían las explicaciones que tuvieran que darse, pero ya nada importaba, todo era secundario. Se abría el tiempo de pensar en estar juntos para siempre, no importaba que fuese todo muy rápido querían estar juntos y así sería.



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