lunes, 13 de septiembre de 2021

Eros - Capítulo 18 - Y Adán mordió la manzana

 Hubo unos instantes en que la cabeza le daba vueltas. No se podía creer lo que estaba viviendo. ¿Cuándo se habrá ido? Volvió a entrar en la casa y buscó su móvil. Llamó a Cheltenham. Tardó mucho en recibir respuesta. Ya iba a cortar la comunicación cuando una voz apresurada respondió. Sabía perfectamente que era él.

— ¿Quién llama?

— Sabes perfectamente quién te llama. ¿A qué estás jugando?

— Yo a nada. Tú sin embargo lo haces con  dos barajas. Lo siento, no puedo entretenerme. A Kyra le toca su toma.

— No cuelgues

— He de hacerlo. Estoy ocupada — y así lo hizo, enfureciendo más a Benjamín.

¿Qué debía hacer? Lo sabía. Tenía la cara congestionada por la rabia que sentía, la ira y a un mismo tiempo el atroz miedo  por perder a su familia. En parte de lo que ella le había reprochado tenía razón. Le gustaban las mujeres y eso nunca lo negó. Pero de ahí a intimar con alguna, especialmente con Molly, había un abismo que ni siquiera se le había pasado por la cabeza.

 Debería tener tacto y paciencia con su mujer. Estaba cumpliendo un papel para el que la vida no la había preparado, a pesar de llevar esperándolo durante mucho tiempo. Pero nadie nace sabiendo y el papel de madre, sobre todo con el primer hijo, es muy complicado y ella no tenía a su lado quién la marcara el camino a seguir, ni quién la orientase. Se sentía culpable cuando el bebe lloraba y no sabía el por qué. Se echaba la culpa de no conocer bien a su hija y se lo reprochaba al creer que era una mala madre. Pensaba que durante los nueve meses que la tuvo en su vientre, existiría una especial conexión y ambas se entenderían. Y lo cierto es que así era, pero la niña sólo tenía capacidad de reclamar su alimento y de llamar la atención cuando estaba sucia. Hasta ahí llegaba. Pero no tardaría mucho en sonreír y alargar su manitas hasta acariciar su cara reconociéndola de inmediato. Y entonces ella vería lo que es el cielo.

Pero mientras tanto necesitaba a su marido, su comprensión, su paciencia y sobre todo su amor. Y lo tenía todo eso y más, pero a veces el trabajo le distraía y perdía la paciencia cuando ella lo reclamaba. Ambos eran jóvenes, se amaban y la conexión que necesitaban no podían expresarla, aún no, todavía no. No sería uno de esos hombres que olvidan el proceso que supone en el cuerpo de una mujer el embarazo y el dar a luz. Todas las piezas se descolocan para dejar hueco a la criatura que se está gestando, y después han de volver a su lugar correcto una vez hubo nacido. Eso no se consigue de un día para otro. La paciencia y el cariño por parte del marido, han de expresarse con generosidad, porque además ella puede tener depresión y descuidarse en su arreglo y no es por desgana, sino simplemente porque muchas veces, la atención de su hijo no se lo permite. Y en ese momento clave en la relación marido-mujer, si aparece alguien en la vida de ese marido que se cree desatendido, puede ser clave.

No era el caso. Benjamín no se sentía desatendido, pero había veces que echaba de menos la intimidad de ellos dos, solos. Ahora tenía que hacer un hueco a esa personita que ocupaba todo el tiempo de la madre, quitándole parte del suyo. No se quejaba, al contrario adoraba a su familia y se sentía feliz con ella y deseando compartir todo con su mujer. Pero hay veces que surgen piedras en el camino y la "carne" es débil. Él no había llegado hasta ese punto, pero sí comenzaba a admirar los atributos que la madre naturaleza había concedido a Molly.

— He de ir a Cheltenham. Si hubiera algo urgente, llamadme allí. Si no es así, olvidaros de mí. Tengo asuntos urgentes que solucionar. Por cierto: Molly está despedida.

Fue lo que dijo a Frederick. Éste por el tono y la cara desencajada de él, supuso que algo grave había ocurrido, pero no hizo ningún comentario, simplemente admitió con la cabeza, mirando de reojo a Lissa transmitiéndose ambos sus sospechas.

— Vaya con cuidado — Es todo lo que le recomendó

El viaje hasta llegar a la mansión se le hizo interminable. Conducía a más velocidad de la debida. Estaba nervioso y malhumorado, más que malhumorado, iba furioso, contra ella por irresponsable y egoísta. Su cabeza era un caos ¿De qué se quejaba? Le había sido fiel desde que la conociera, y bien sabe Dios que para él no fue un sacrificio, sino un acicate para amarla más. ¿Cuándo se había vuelto de ese modo? Ella no era así. Pero claro estaban ellos dos solos. Iban juntos a todos lados, trabajaban juntos, reían juntos y hasta discutían... pero lo mejor era la reconciliación. Y ahora no lo tenían.

Pero lo que ahora estaba ocurriendo tenía otra dimensión. Estaba ¡tan furioso! que hasta pensó que si en ese momento surgiera alguna ocasión de serla infiel, no lo dudaría ni un instante. Y el rostro sonriente de Molly y su exuberante anatomía en comparación con la despeinada y desarreglada Evelyn, llegó hasta su imaginación.

¿Sería capaz de ponerla los cuernos? Absolutamente si. Estaba tan furioso, se sentía tan frustrado, que borro de una vez la imagen de su mujer dando el pecho a Kyra para reemplazarla por la sonrisa insinuante de Molly.  Tuvo que frenar de golpe el coche. Aparcó en el arcén y por un segundo, reclinó la cabeza sobre el volante. Ni él mismo creía lo que había pensado hasta hacía un segundo. No era posible. Amaba a su mujer. No culpaba en absoluto a Kyra de la soledad que sentía y hasta comprendió la inexperiencia de Evelyn, pero la Molly insinuante de los últimos días, se hacía presente con bastante  frecuencia.

No era justo con su mujer. ¿Y si fuese al contrario, lo justificaría como él estaba haciendo con sí mismo? ¿Iba a castigarla de ese modo? ¡Por amor de Dios, acababa de darle una hija! No lo merecía. Tendría paciencia con ella. La abrazaría y escucharía sus llantos cuando le confesase que era mala madre. Pero también recordaba que ella, rendida por el trabajo de todo el día motivado por su inexperiencia con el bebe, caía rendida en la cama y se quedaba dormida enseguida, dejándole, como se suele decir "a la luna de Valencia".

Debía tener paciencia y sobre todo amarla aún más, con todas sus fuerzas y hacerla ver que él estaría a su lado siempre.  De nuevo puso el coche en marcha y más sereno siguió viaje. Aún le faltaba un buen trecho hasta llegar a casa. Estaba impaciente, intranquilo y sin saber cómo atajar la situación que se había planteado. Y por fin aparcó. No se apreciaba movimiento alguno, pero claro, sólo vivía ella circunstancialmente.

 Se bajó del coche y a paso ligero llegó hasta la entrada principal. Llevaba las llaves en el bolsillo. No sabía qué hacer si abrir o tocar el timbre y esperar a que ella abriera la puerta. Optó por lo primero. No se había fijado, pero creyó que la casa estaba vacía, dado que el coche tampoco estaba aparcado. Subió al piso de arriba deseoso de ver a su mujer y a su hija. Habían pasado pocas horas desde que las viera, y sin embargo las echaba de menos mucho, muchísimo.

Fue a su dormitorio y allí vió el cuco de la niña que estaba vacío. Bajó deprisa hasta llegar a la cocina. Tampoco estaban allí. Todo estaba ordenado lo que le hizo sospechar que habrían ido hasta el pueblo buscando quizás comida, ya que para el bebe lo llevaba ella consigo.

No sabía si esperar o ir en su búsqueda. El tiempo pasaba y ella no aparecía. Miró su reloj impaciente y comprobó que había pasado más de una hora desde que llegó y aún no se sabía nada de Evelyn.  Decidió ir hacia el pueblo y allí, al ser un lugar pequeño, estaba seguro de encontrarla en cualquier comercio.

De nuevo se montó en el coche y en menos de quince minutos estaba frente al pub más concurrido del lugar. Todos le conocían, así que los saludos se sucedieron. No sólo de cuando era un jovencito, sino que después de heredar su patrimonio, se veía con bastante frecuencia por allí. Fue hacia la barra y preguntó si habían visto a su mujer. Le dijeron que sí pero sólo de paso.

No la encontraba por ninguna parte, así que optó por regresar a su casa; probablemente, en ese intermedio, ella hubiera regresado. Y así lo hizo, pero no había ni rastro de Evelyn ni de Kyra. Cada vez se impacientaba más ¿Dónde podrían estar? Lo que menos imaginaba es que ella cumplía su amenaza y se encontraba buscando una vivienda para ella y su hija, lejos de todo vestigio de la familia Sutton, de la que ella formaba parte quisiera o no.

No podía hacer nada más. Llamaba a su móvil y siempre la misma respuesta: "está fuera de cobertura". Cada vez estaba más preocupado y nervioso. Miraba el reloj cada minuto porque le parecía que había pasado más tiempo. Al fin, al cabo de las tres horas después de haber llegado a Cheltenham, escuchó el ruido del motor del coche de ella aparcándolo.

Salió en su búsqueda tratando de controlar sus nervios y su mal, malísimo humor. Eran dos personas con el carácter muy fuerte que chocaban con facilidad, pero también se reconciliaban enseguida. Pero ahora se había planteado una situación que nunca habían calculado, y las cosas ya no eran tan sencillas.

Se anunciaba tormenta de las buenas. Tendría que darle muchas explicaciones y su actitud no era nada gratificante, máxime si a lo que había ido era buscando reconciliación. Tenía que contar también con la respuesta de ella y sabía que a la agresividad respondería con otra más fuerte. ¿Esperaba algo positivo de ese encuentro? No, en absoluto. Apretaba sus puños hasta clavarse las uñas en la palma de la mano. Cuando la tuvo frente a él, ante la sorpresa de ella, se relajó un poco.

Al tiempo que se acercaba a ella, sus ojos iban de su rostro, al de su bebe que llevaba en brazos. En su mirada había sobre todo inquietud y ¿esperanza? No en absoluto. Estaba seguro de que  no sacaría nada nuevo y que la discusión que entablarían sería agria y áspera. Ni siquiera hizo intención de abrazarlas. Muy al contrario, sus ojos echaban chispas y ella frenó en seco sus pasos mirándose frente a frente.

En ese instante supo que todo se había perdido. Que todo había sido una sucesión de reproches, de equivocaciones y de falta de diálogo. El siguiente paso ¿Cuál sería? No obstante quería saber dónde había estado durante tanto tiempo. Todavía era su familia y tenía derecho a una explicación.

—¿Dónde has estado? Llevo horas esperándote. Te he buscado por el pueblo. Estaba preocupado

— Lo siento. Ya te dije que me buscaría un lugar a donde vivir, y en eso he estado. He alquilado una casa no lejos de aquí, pensando en que cuando vengas, tengas acceso a la niña en un lugar lo más cercano posible

— Por favor, por favor. ¿De qué estás hablando? ¿No podemos hablar como personas civilizadas? La niña y tú sois mi familia, ni por un instante he pensado dejar de estar en vuestras vidas.

— Y no lo estarás, pero no de la misma forma. Al menos en la mía. Este no es el primer disgusto grave que pasamos y cada uno de ellos, es peor que el anterior. Creo que ha llegado el momento de parar. Ya no represento para tí lo mismo que antes y cada vez lo seré menos. Creo que cada uno de nosotros debemos hacer y vivir como queramos. Siempre serás el padre de mi hija y ese derecho nunca  nadie te lo arrebatará, pero he dejado de ser tu mujer. Ayer me diste  otra prueba, que ya no tengo ese pellizco que antes tenía para tí. Es mejor dejarlo ahora que aún ambos tenemos tiempo.

— ¿Qué me estás proponiendo exactamente? ¿Divorcio? Has debido de volverte loca. Yo te sigo amando como el primer día. Más, exactamente. Ahora tenemos un vínculo que nunca se cortará. Los dos estábamos nerviosos. Eso ha sido todo. Ni por un momento pensé en tener una relación con alguien que no fueras tú. Creo que a estas alturas, debías saberlo. No. Nos nos vamos a divorciar. Si quieres un tiempo para organizar nuestras ideas... de acuerdo, tengámoslo. Pero no romperemos nuestra familia. Descártalo desde ya.

Y con ese tira y afloja estuvieron durante largo rato. Acordaron darse un plazo de reflexión, especialmente por la niña. No vivirían juntos de nuevo, al menos hasta pasado un tiempo, pero tampoco lejos uno del otro, de forma que Kyra pudiera estar con su padre el mayor tiempo posible. Hablarían de nuevo habiendo marcado un plazo, pero ahora, desde luego, sería mejor que cada uno de ellos pensase en lo que sería un futuro por separado y, si tenían verdaderos motivos, de peso, para tomar una decisión tan tajante.

El fijaría su residencia en Londres y ella también pero fuera de ese sector, a fin de que pudiera estar con la niña el mayor tiempo posible. Esa fue la única concesión que le hizo. Su vida matrimonial se había roto completamente.

Kyra fue creciendo mientras el tiempo pasaba inexorablemente. Ella encontró un trabajo en una empresa de importaciones, y mientras atendía su trabajo la niña estaba en la guardería. Él  veía a su hija con frecuencia, y hasta algunas noches las pasaba en su casa, amén de los fines de semana. Ellos hablaban poco, por decir algo. 

Benjamín se encontró un día, por casualidad con Molly, tomaron un café y quedaron para salir a cenar cualquier noche. Le vendría bien salir un poco de la rutina de padre separado con una hija pequeña. A Molly ya la conocía así que... cenaron el día fijado.

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