martes, 21 de septiembre de 2021

EROS - Capítulo 24 - Si quiero

 Ansiaba que llegasen las cinco de la tarde para volver al hospital. Paseaba inquieto por la casa y Kyra le miraba extrañada de que no se sentara en el suelo para jugar con ella como hacía siempre. Benjamín no se daba cuenta de que la niña estaba percibiendo que algo extraño ocurría. Todos habían tratado de no dar importancia a la ausencia de su madre. La niña preguntaba por ella y la respuesta de todos, era la que todos habían acordado: está de viaje. 

Al fin en uno de sus paseos por la habitación de Kyra, se dio cuenta, al fin, de que la niña le miraba con curiosidad. Se detuvo e hizo lo que siempre hacía y que echaba de menos: se sentó a su lado y, omitiendo el verdadero porqué de la ausencia de Evelyn, comenzó a hablarle de ella de cómo se conocieron. Del día de su boda... cuando nació ella... de la alegría que sintieron...

La niña le miraba embelesada. Era la primera vez que escuchaba tales acontecimientos que seguro visionaría en su mente infantil dándoles forma. Omitió deliberadamente, como no podía ser de otra manera, el motivo del porqué no vivían en la misma casa. Fue difícil hallar una respuesta veraz para ella. Le sorprendió cuando le dijo:

— Si ahora mamá está de viaje ¿tardará tanto en volver como hiciste tú?

No supo que responder. Asociaba la respuesta de una y otra ocasión de ausencias, pero ella también tenía sus dudas, quizás en su mente infantil, había algo que no la cuadraba y necesitaba respuestas, no precisamente con toda urgencia, pero había que encontrar algo que no la creara dudas, porque a medida que se fuera haciendo mayor, comenzaría a casar los datos de los que ahora no entendía o no quería saber.

Comieron el padre y la niña y Benjamín hizo todo lo posible por distraerla. La llevó al parque. Permanecieron durante poco rato, ya que a las cinco, tenía que volver al hospital para ver a Evelyn.

— Con Mildred estoy más rato

— Lo sé cielo, pero papá tiene asuntos pendientes del trabajo y he de atenderlos

— ¿Por qué no lo hace tío Frederick?

— Porque he de ser yo cielo. Te prometo que en cuanto termine te llevaré a comprar un helado grande de los que a tí te gustan

— ¿Cómo a los que me lleva mamá?

— Si mi vida. Como a los que te lleva mamá. Tardaré poco, y hasta podremos pasar un buen rato en el parque, si así lo deseas.

Iría encantado y esperaba que muy feliz. Cumpliría su promesa en cuanto regresara de ver a Evelyn.

 Espera con impaciencia y nervioso esa visita. Ya faltaban menos días para que la pasaran a planta y entonces no se separaría de ella, incluso podrían llevar a Kyra para que viera a su madre. La dirían que algo le había sentado mal y habían tenido que llevarla al hospital. En su cabecita, aún no existían las conjeturas ni las distancias en el tiempo. Todo lo daba por bueno si se lo decía su papa. El nunca se equivocaba.

Iba nervioso, excitado como si fuera al encuentro de su primera cita. Y en cierto modo así era. No esperaba  de esa visita más que, su mejoría. Con eso se conformaba. A raíz de todos estos acontecimientos , había aprendido a valorar el día a día, el minuto a minuto, el paso a paso. Y ahora su inmediato paso sería el verla a ella, al menos sentada en la cama, enlazadas sus manos, y hablando de su futuro. De ese futuro que le tenía en vilo por los acontecimientos que se habían desarrollado ¿Recordaría su promesa? ¿Habría de decírselo otra vez? Frente a su impaciencia estaba la calma que debía tener. No podía presionarla, simplemente estaría a su lado como un invitado de piedra. Debía ser ella quién diera el primer paso. ¿ Y si no lo recordaba? Si así fuera, entonces, volvería a su petición.

Ya estaba ante la entrada del hospital. Como cada vez que acudía a él, pareciera que el corazón se le saltaba fuera del pecho. No sabía si se debía a preocupación alegría por poder verla o nerviosismo por lo que se encontrara en  aquella especie de ventana y que era el único contacto con ella. Esa era una visita especial. Esperaba que aún mejor que la de la mañana, con más esperanza, y también de nervios.

Aparcó el coche y a paso ligero entró en el amplio vestíbulo. Las gentes iban y venían. El mostrador de información tenía una fila de gentes preguntando por sus seres queridos que hubieran sido ingresados allí. Miles de preguntas distintas; todas con ansiedad y preocupación. Como la suya, porque aunque todo ahora fuera a mejor, mientras siguiera internada, siempre tendría miedo de que por cualquier causa retrocediera y perdiera todo lo mejorado.

Esperó impaciente al ascensor, entre el grupo de personas que se dirigían a distintas plantas. La suya era la cuarta. La tenía impresa en su memoria, creía que para siempre. No se le borrarían los angustiosos momentos que pasó en ella, esperando de un momento a otro que le dijeran que la medicina había fallado. Afortunadamente no era el caso. al menos eso esperaba. Hizo el mismo recorrido desde que fuera ingresada, por dos veces al día, pero no terminaba de acostumbrarse al olor a formol, a alcohol y desinfectantes, tan peculiares de los hospitales, y a la ansiedad que sentía antes de empujar la puerta que daría paso al único contacto con la realidad que tenía cada día. 

El de hoy era diferente, aunque él aún no lo supiera. Llamó a la puerta y una enfermera sonriente salió a su encuentro. No le dijo nada y él la miró extrañado ante la sonrisa de ella. Pronto descubriría el porqué de aquello. En lugar de estar alejada de la ventanilla, su cama, junto con los aparatos, estaba más cerca  del  visor por el que se podía ver el interior de la sala. No se lo podía creer: estaba un poco incorporada en la cama y le sonreía débilmente, pero le sonreía. ¡ Estaba consciente ! Le miraba y emocionada le sonreía. No podían hablar, pero bastaba una mirada para comprenderse.

Con la mano que tenía libre, Evelyn levantó un papel que tenía sobre el regazo. Con letra de palotes, irregular, tan diferente a la suya, habían dos palabras que hicieron que a Benjamín se le saltaran las lágrimas:

" TE QUIERO "  " SI "

No se lo podía creer. Lo tan ansiosamente esperado había ocurrido. Ella estaba consciente y le ha dado la respuesta. No lo había olvidado. Puso sus manos sobre el cristal de la ventanita como para mandarle su calor, su amor y alegría por esas simples y hermosas palabras. Le seguía queriendo. No le había olvidado y estaba dispuesta a comenzar una nueva etapa. La mejor, probablemente. Ambos habían adquirido experiencia y aunque hubiera cosas  que, quizá en un futuro volviera a crearles discusiones, sabían del camino aprendido para zanjarlas.

Siguieron siendo cinco minutos, pero los más maravillosos que nunca había vivido. Los médicos le dijeron que probablemente al día siguiente, por la noche, la pasarían a planta. No cabía en sí de alegría. Al fin respiraría tranquilo. Al llegar a la calle, se paró junto al coche y, extendiendo los brazos en forma de cruz, abrió sus pulmones para tomar todo el aire de la noche. Su mujer , su chica, el amor de su vida... había mejorado y le había dicho que sí.

 Ansiaba que llegasen las cinco de la tarde para volver al hospital. Paseaba inquieto por la casa y Kyra le miraba extrañada de que no se sentara en el suelo para jugar con ella como hacía siempre. Benjamín no se daba cuenta de que la niña estaba percibiendo que algo extraño ocurría. Todos habían tratado de no dar importancia a la ausencia de su madre. La niña preguntaba por ella y la respuesta de todos, era la que todos habían acordado: está de viaje. 

Al fin en uno de sus paseos por la habitación de Kyra, se dio cuenta, al fin, de que la niña le miraba con curiosidad. Se detuvo e hizo lo que siempre hacía y que echaba de menos: se sentó a su lado y, omitiendo el verdadero porqué de la ausencia de Evelyn, comenzó a hablarle de ella de cómo se conocieron. Del día de su boda... cuando nació ella... de la alegría que sintieron...

La niña le miraba embelesada. Era la primera vez que escuchaba tales acontecimientos que seguro visionaría en su mente infantil dándoles forma. Omitió deliberadamente, como no podía ser de otra manera, el motivo del porqué no vivían en la misma casa. Fue difícil hallar una respuesta veraz para ella. Le sorprendió cuando le dijo:

— Si ahora mamá está de viaje ¿tardará tanto en volver como hiciste tú?

No supo que responder. Asociaba la respuesta de una y otra ocasión de ausencias, pero ella también tenía sus dudas, quizás en su mente infantil, había algo que no la cuadraba y necesitaba respuestas, no precisamente con toda urgencia, pero había que encontrar algo que no la creara dudas, porque a medida que se fuera haciendo mayor, comenzaría a casar los datos de los que ahora no entendía o no quería saber.

Comieron el padre y la niña y Benjamín hizo todo lo posible por distraerla. La llevó al parque. Permanecieron durante poco rato, ya que a las cinco, tenía que volver al hospital para ver a Evelyn.

— Con Mildred estoy más rato

— Lo sé cielo, pero papá tiene asuntos pendientes del trabajo y he de atenderlos

— ¿Por qué no lo hace tío Frederick?

— Porque he de ser yo cielo. Te prometo que en cuanto termine te llevaré a comprar un helado grande de los que a tí te gustan

— ¿Cómo a los que me lleva mamá?

— Si mi vida. Como a los que te lleva mamá. Tardaré poco, y hasta podremos pasar un buen rato en el parque, si así lo deseas.

Iría encantado y esperaba que muy feliz. Cumpliría su promesa en cuanto regresara de ver a Evelyn.

 Espera con impaciencia y nervioso esa visita. Ya faltaban menos días para que la pasaran a planta y entonces no se separaría de ella, incluso podrían llevar a Kyra para que viera a su madre. La dirían que algo le había sentado mal y habían tenido que llevarla al hospital. En su cabecita, aún no existían las conjeturas ni las distancias en el tiempo. Todo lo daba por bueno si se lo decía su papa. El nunca se equivocaba.

Iba nervioso, excitado como si fuera al encuentro de su primera cita. Y en cierto modo así era. No esperaba  de esa visita más que, su mejoría. Con eso se conformaba. A raíz de todos estos acontecimientos , había aprendido a valorar el día a día, el minuto a minuto, el paso a paso. Y ahora su inmediato paso sería el verla a ella, al menos sentada en la cama, enlazadas sus manos, y hablando de su futuro. De ese futuro que le tenía en vilo por los acontecimientos que se habían desarrollado ¿Recordaría su promesa? ¿Habría de decírselo otra vez? Frente a su impaciencia estaba la calma que debía tener. No podía presionarla, simplemente estaría a su lado como un invitado de piedra. Debía ser ella quién diera el primer paso. ¿ Y si no lo recordaba? Si así fuera, entonces, volvería a su petición.

Ya estaba ante la entrada del hospital. Como cada vez que acudía a él, pareciera que el corazón se le saltaba fuera del pecho. No sabía si se debía a preocupación alegría por poder verla o nerviosismo por lo que se encontrara en  aquella especie de ventana y que era el único contacto con ella. Esa era una visita especial. Esperaba que aún mejor que la de la mañana, con más esperanza, y también de nervios.

Aparcó el coche y a paso ligero entró en el amplio vestíbulo. Las gentes iban y venían. El mostrador de información tenía una fila de gentes preguntando por sus seres queridos que hubieran sido ingresados allí. Miles de preguntas distintas; todas con ansiedad y preocupación. Como la suya, porque aunque todo ahora fuera a mejor, mientras siguiera internada, siempre tendría miedo de que por cualquier causa retrocediera y perdiera todo lo mejorado.

Esperó impaciente al ascensor, entre el grupo de personas que se dirigían a distintas plantas. La suya era la cuarta. La tenía impresa en su memoria, creía que para siempre. No se le borrarían los angustiosos momentos que pasó en ella, esperando de un momento a otro que le dijeran que la medicina había fallado. Afortunadamente no era el caso. al menos eso esperaba. Hizo el mismo recorrido desde que fuera ingresada, por dos veces al día, pero no terminaba de acostumbrarse al olor a formol, a alcohol y desinfectantes, tan peculiares de los hospitales, y a la ansiedad que sentía antes de empujar la puerta que daría paso al único contacto con la realidad que tenía cada día. 

El de hoy era diferente, aunque él aún no lo supiera. Llamó a la puerta y una enfermera sonriente salió a su encuentro. No le dijo nada y él la miró extrañado ante la sonrisa de ella. Pronto descubriría el porqué de aquello. En lugar de estar alejada de la ventanilla, su cama, junto con los aparatos, estaba más cerca  del  visor por el que se podía ver el interior de la sala. No se lo podía creer: estaba un poco incorporada en la cama y le sonreía débilmente, pero le sonreía. ¡ Estaba consciente ! Le miraba y emocionada le sonreía. No podían hablar, pero bastaba una mirada para comprenderse.

Con la mano que tenía libre, Evelyn levantó un papel que tenía sobre el regazo. Con letra de palotes, irregular, tan diferente a la suya, habían dos palabras que hicieron que a Benjamín se le saltaran las lágrimas:

" TE QUIERO "  " SI "

No se lo podía creer. Lo tan ansiosamente esperado había ocurrido. Ella estaba consciente y le ha dado la respuesta. No lo había olvidado. Puso sus manos sobre el cristal de la ventanita como para mandarle su calor, su amor y alegría por esas simples y hermosas palabras. Le seguía queriendo. No le había olvidado y estaba dispuesta a comenzar una nueva etapa. La mejor, probablemente. Ambos habían adquirido experiencia y aunque hubiera cosas  que, quizá en un futuro volviera a crearles discusiones, sabían del camino aprendido para zanjarlas.

Siguieron siendo cinco minutos, pero los más maravillosos que nunca había vivido. Los médicos le dijeron que probablemente al día siguiente, por la noche, la pasarían a planta. No cabía en sí de alegría. Al fin respiraría tranquilo. Al llegar a la calle, se paró junto al coche y, extendiendo los brazos en forma de cruz, abrió sus pulmones para tomar todo el aire de la noche. Su mujer , su chica, el amor de su vida... había mejorado y le había dicho que sí.

Todos notaron que todo iba a mejor por la forma en que había entrado en casa. Canturreaba una canción. Sonreía y fue en busca de su hija que le aguardaba en la habitación. L aniña le miraba sorprendida; nunca había visto así a su padre. No sabía, y además no podía expresar lo que sentía. Todo había dio bien. Iban a pasarla a planta en las próximas horas y le había aceptado a su lado nuevamente. ¿Cómo no ser feliz? Estaba exaltado de puro nervios. Aún no se lo creía, pero era cierto. Los días de angustia habían pasado y en unos cuantos días más, regresaría a casa. Juntos caminarían de nuevo por la vida, pero ahora , esa vida más reforzada por la experiencia sufrida y habían conocido la fragilidad de ella, y que sólo bastaba un minuto para cambiarlo todo. No repetirían los mismos errores que les había separado todos esos años. No volverían a perder el tiempo en cosas sin importancia, porque habían averiguado que, lo único importante es la vida y el amor. Con ambas cosas, todo se solucionaba.

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