jueves, 9 de septiembre de 2021

Eros - Capítulo 16 - Nada es tan sencillo ni tan difícil

 Lentamente subía las escaleras que le conducirían a su dormitorio mientras se desabrochaba  la pajarita de su esmoquin. A través de las cortinas se filtraban los primeros rayos de sol, de una mañana más. Entró silenciosamente y su primera mirada fue en dirección a la cama, en donde Evelyn dormía plácidamente. Se quitó los zapatos para no hacer ruido y no  despertarla.

Durante un instante, se quedó quieto a los pies de la cama examinando el rostro de su mujer. Estaba en posición fetal con ambos brazos debajo de su cabeza. Le pareció como una niña desamparada y una oleada de ternura le subió a la garganta. Para ella es frustrante, no sólo el no haber conseguido ser madre, sino como mujer, porque vivimos en una sociedad en que la culpa de ello, casi siempre se le achaca a ella, cuando en la mayoría de los casos el problema es del marido. 

Pero no era el caso. Ambos eran fértiles, pero no podían concebir. Debía dejar de atormentarse porque al tiempo que él, ella también se atormentaba. Se resignarían a no tener hijos. No serían los primeros ni los últimos. Estaba seguro tal y como aseguraban los médicos, que en cualquier momento lo conseguirían. Pero dado sus cambios de humor, sus relaciones sexuales, también se habían distanciado en la frecuencia. Ni tan apasionadas como al principio; se habían convertido en rutinarias, como quién cumple con una misión. En eso se habían convertido.

Estaba desmoralizada, porque ella misma se culpaba. Su obligación era el protegerla, hacerla sentirse útil, y sobre todo hacerla ver que siempre estaría ella en el primer lugar de su vida. Necesitaba reforzar su auto estima, algo que había dejado de lado en los últimos tiempos. Mientras se desabrochaba la camisa, se dirigía al vestidor. Lentamente fue quitándose la ropa y dejando cada prenda en su lugar para que de nuevo se conservara impecable para una próxima ocasión. Rechazó ponerse pijama. Necesitaba sentir la  piel de ella y, al mismo tiempo transmitirla su propia calidez.

Lentamente, despacio, se metió en la cama y suavemente se acercó a ella y se abrazó a su cuerpo. Sabía que probablemente la despertaría, pero tendrían todo el resto del día para dormir y para hablar, dar explicaciones del por qué era tan tarde cuando se metía en la cama. Se arriesgaría a ello, aunque ella no lo entendiese. No entendiera que no había pasado nada, que ese encuentro había sido fortuito y que  escasos cinco minutos fue lo que  duró su entrevista. No debía tener celos. Pero ¿los tendría? Probablemente, pero él se encargaría de hacerla cambiar de opinión.

Suavemente subía el camisón de ella hasta dejar libre sus muslos. Acariciaba su tibia carne que tanto había echado de menos en los días en que se habían dado la espalda. Ella se movió ligeramente al notar el contacto de sus manos, pero no se detuvo. No le importaba que se despertara; era su noche, esa noche importante que durante tanto tiempo habían echado en falta.

Evelyn abrió los ojos al sentir la mano que recorría su cuerpo, todo él. No podía ser más que su marido quién lo hiciera. Pero se fue enfadado y, ahora... Ni abrió los ojos, ni  se movió. Deseaba saber hasta donde llegarían esas manos posesivas.  A través de los visillos del gran ventanal, comenzaban a filtrarse los primeros rayos de sol ¿Sería un buen augurio? ¿ Terminarían de una vez las peleas y retomarían su amor donde lo dejaron tiempo atrás?

Notaba que su sangre comenzaba a hervir al contacto de sus caricias. No quería ni respirar para que él siguiera creyendo que estaba dormida. Había echado mucho de menos esas noches locas de antaño, y quería recuperarlas. Pensaba que esta noche era el comienzo de una nueva etapa. 

Lentamente, suavemente, las manos avanzaban y acariciaban las partes que unían a su garganta. Y ya no pudo aguantar más cuando sintió su mano en uno de sus pechos. La deseaba. Era a ella a quién echaba de menos ¿ O no? Después siguió el recorrido hasta su garganta y al llegar a su barbilla hizo que girara su cara hacia él. Sus ojos se encontraron. Sin palabras, sólo con el deseo de estar juntos. Sus labios se unieron y después tomaron sus cuerpos como entonces, como al principio. Con el deseo más absoluto de posesión, como si fuera la primera o quizá la última noche de sus vidas. Los suspiros y las tiernas palabras de amor tomaron su relevo cuando más tranquilos y abrazados comenzaron a declararse su amor mutuamente. No era el tiempo de saber por qué había llegado tan tarde, y si había estado con alguien . No quería despertar de ese sueño, de esa sensación de abandono, de falta de fuerzas después de que su marido la hiciera el amor una y otra vez hasta que el sol inundó completamente la habitación.

Con sus manos entrelazadas refirió cómo había estado el evento al que no quiso asistir. Le dio la razón había sido tan aburrido como siempre, pero él la echó mucho de menos. No era una fiesta para disfrutar, pero sin ella a su lado se había convertido en tediosa e insufrible. La contó que en cuanto pudo salió de allí, pero, aún temprano, no le apetecía volver a casa debido al enfado que tenían. Y entonces recordó otro evento y un pub en donde estuvieron muy cerca uno del otro. Y hacia él se dirigió y le contó el encuentro con Molly, su invitación y el regreso a casa.

— El resto ya lo sabes, has sido una de los protagonistas.

Ella sonrió y se acurrucó más en el pecho de Benjamín. Estaba cansada y los ojos se le entornaban. Al fin la calma volvía a sus vidas. Minutos más tarde, con las manos enlazadas, ambos se quedaron dormidos. Una leve sonrisa  distendía el rostro de Benjamín y un profundo suspiro de satisfacción fue el preludio de un dulce sueño.

Se despertaron relativamente pronto, dado de que no era su costumbre permanecer hasta tarde en la cama, pero además deseaban recuperar el tiempo perdido y fue a mediodía cuando decidieron que era hora de reponer fuerzas. No era un día más era el comienzo de un nuevo ciclo, dejando atrás los malos rollos y las discrepancias. Habían aprendido durante esa negra temporada, el valor que tenía para ellos las caricias y los encuentros amorosos que tan alejados habían tenido. Se juraron que nunca más volverían a las andadas. Hablarían todo cuanto fuera necesario y no se dormirían ninguna noche sin aclarar las dudas o mal entendidos que tuvieran. Deseaban retomar los tiempos en que habían sido completamente felices y no entendían, ahora, cómo habían llegado a ese extremo, a esos días de ausencias y desencuentros. Se juraron que no volverían a pasar por ello. Nada de ocultamientos.

Tomados de la mano bajaron las escaleras que les conduciría hasta el comedor. Ya no era hora de desayunar. Margaret retiró de inmediato el servicio sustituyéndolo por el de la comida. Sonreía mientras observaba a la pareja, que parecía habían recobrado la estabilidad de tiempo atrás. La satisfacía que al fin todo hubiera pasado. A Benjamín le había conocido casi de niño y a Evelyn había sido la contertulia suya mientras tomaban el té, cuando ella ni siquiera pensase que se convertiría en lady Sutton. Suspiró profundamente mientras sonreía. En la sala contigua se escucharon por primera vez desde hacía tiempo, las notas de la canción preferida de Benjamín que siempre le dedicaba a su mujer: The first time ever I saw your face. Siempre la sacaba a bailar y pegadas sus mejillas y, con voz muy queda se la canturreaba al oído, mientras apretaba su cuerpo contra el  de ella.

Mimosa sonreía dulcemente y apoyaba su cabeza en el pecho de él mientras se movían cadenciosamente de un lado a otro siguiendo el ritmo de la dulce música.  No se podía ser más feliz. Tenían ante sí un camino totalmente despejado. Volvían a vivir la época de sus primeros meses de casados, aquellos en Fitji, e incluso en Cheltenham cuando se conocieron, con todos los altibajos que tuvieron, pero en donde se habían enamorado rabiosamente, casi sin saberlo.

Estaba contenta y mucho. Tenía motivos para estarlo. La noticia tanto tiempo esperada, al fin había llegado: estaba embarazada. No quiso decirle nada hasta estar segura. La confirmación vino de parte de su médico. La alegría, el optimismo la desbordaban. No veía la hora de anunciárselo. Preparó una cena especial y  su dormitorio también. ¡ Tenían que celebrarlo ! Estaba impaciente por observar el rostro de su marido al anunciarle que, por fin, iban a ser padres. No quería saber el por qué se había demorado tanto. Lo importante era que lo habían conseguido. El resto pertenecía al ayer. Ahora se abría un horizonte mágico y una impaciencia suprema hasta tener a su hijo en brazos. Esos meses serían interminables, pero estaba dispuesta a saborear cada minuto de cada día, de cada mes.

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