miércoles, 28 de junio de 2017

Silencios - Capítulo 7 - Algo insperado ( Relato corto )

Evelyn no quería ver a nadie de manera que por la mañana temprano salió de su casa sin rumbo fijo. Ya en la calle llamó por teléfono a su hijo y le dijo que no estaría en casa hasta mediodía.

-¿Vas a venir a comer ? Bueno, pues hacia la una pide algo de comida. Hoy no tengo ganas de cocinar, a menos que te sientas generoso y lo hagas tu. Yo volveré sobre esa hora.
-¿ Qué te pasa?, te noto extraña ¡Te encuentras bien?
- Oh si,si. Sólo me duele la cabeza y voy a tomar un poco el aire, eso es todo.
-Mamá, llevas mucho tiempo doliéndote la cabeza, deberías ir al médico. Eso no es normal en ti.
-Hijo mio, no te preocupes, son rachas que pasamos las mujeres. Ahora quizás estoy un poco más deprimida, eso es todo. Te quiero Hasta luego.

Pero al persistir los dolores más asiduamente, Evelyn acudiría esa mañana  a la consulta de su doctor.. No dijo nada a su hijo; no quería inquietar a nadie.

- No será nada. Posiblemente estrés o nervios motivado por las circunstancias por las que habéis pasado.  Pero para estar más tranquilos, te voy a ingresar y te haré un chequeo a fondo. Te llamaré para darte cita. Al estar ingresada, todas las pruebas se te harán enseguida y al día siguiente estarás de nuevo en casa
- ¿ Sospechas que puede ser algo grave?
- No en absoluto, pero tenemos que asegurarnos.  Te llamaré esta tarde para darte el día de tu ingreso. Cuando lo hagas,, ven en ayunas. Por la analítica, ya sabes.

Robert pasaba en ese momento por la biblioteca desde donde estaba hablando Michael con su madre. Preocupado le preguntó:

-¿Ocurre algo, está enferma tu madre?
-No sé, la he notado muy rara. Ella dice que le duele la cabeza, pero últimamente le duele con mucha frecuencia. Estoy preocupado cada vez que vengo la encuentro más delgada y el brillo de sus ojos se ha esfumado completamente. La he dicho que vaya al médico, pero no quiere ir. Estoy preocupado, papa.
-¿Está ahora en casa?
- No, iba a salir pero a mediodía si estará.
-Está bien, no te preocupes. Hablaré con ella
-¿Vas hablar con ella?
-Si, ¡ qué tiene de extraño! Ha sido mi mujer durante muchos años, tenemos dos hijos, es natural que me preocupe.
-¿La sigues queriendo, la echas de menos?
- Hijo, a tu madre nunca la he dejado de querer, y naturalmente que la echo de menos. Daría cualquier cosa porque esta situación no se hubiera dado.
-¿Pero que ocurrió? Nunca nos lo dijísteis; ya somos mayores y tenemos la necesidad de saber lo que sucede en nuestra casa.

Susan estaba delante de la puerta escuchando atenta la conversación entre padre e hijo. No se atrevía a entrar, presentía que por fin iban a enterarse de lo que pasó en sus vidas.

Reflexionó sobre lo que había de contar a su hijo. Creía que había llegado el momento de que ellos supieran lo que había ocurrido. Se sirvió un vaso de whisky como para infundirse valor ante la explicación y comenzó a pasear pausadamente por la estancia hasta deternerse frente a su hijo:

-Verás: yo estaba pasando por la época en que un hombre se acerca a la madurez y cree que ya no es lo mismo que cuando es joven. Necesita afirmarse en que todavía es capaz de conquistar a una mujer que no sea la suya. Entre mamá y yo se había abierto cierta distancia; ya no existía apenas comunicación entre nosotros. A mi despacho acudió una mujer que acababa de divorciarse al haber sido engañada por su marido con otra más joven. No sé cómo pudimos llegar a eso, el caso es que empezó a coquetear conmigo y a sugerirme algo ... Yo perdí la cabeza, perdí el sentido común.... Se sentó en mis rodillas y comenzó a desabrocharse la blusa. A mi no me gustaba aquello, sabía que no estaba bien, pero... los hombres a veces perdemos la cabeza y eso me pasó a mi. En el momento en que ella se aproximaba a mi para besarme, tu madre entró en la habitación y presenció la escena. El resto puedes imaginarlo. Por mucho que la pedí perdón, que traté de explicarle, no hubo forma de convencerla y me pidió el divorcio. Desde aquel momento nuestra separación se hizo efectiva en todos los sentidos. Tiempo después coincidimos en Cipriani, pero esta vez fue porque mi "ligue" quería pedirme perdón. Se había enterado de la repercusión que había tenido en mi vida, pero el mal ya estaba hecho. Otro error que cometí: no debí aceptar esa comida, pero me llamó llorando suplicando esa cita, y aunque tenía mis reservas, acepté para zanjar el problema.
El resto ya lo conocéis. Te aseguro que nunca, nunca he sido infiel a tu madre. Ella siempre ha estado presente en mi vida, ha sido el motor de ella y daría cualquier cosa porque nada de esto hubiera ocurrido.
Quizás,  últimamente,  por nuestras respectivas profesiones, nos hemos mantenido más alejados de lo normal. Es cierto y ella se quejaba que hablábamos poco; yo creía que mi amor era sabido por ella y que no podía amar a ninguna otra mujer, pero veo que no fue suficiente, y la perdí. Fuí torpe porque no me di cuenta de lo que ella me reclamaba: un poco más de atención.

 Supongo que el habernos quedado solos hizo que se sintiera algo deprimida que os echara de menos y yo no me di cuenta a tiempo de ello. Eso es todo, dolorosamente cierto, pero así ocurrió. Es una culpa que llevaré toda la vida porque he hecho daño a la persona que más he querido en mi vida y la que me dio todo el amor del mundo. No tenía ningún motivo para serle infiel, jamás me rechazó. La única explicación, ya te lo he dicho: mi crisis de entrar en la madurez. No tengo otra excusa.

Michael le miró y poniendo una mano en el hombro de Robert, le dijo

-¡ Papá ! ¡ Qué metedura de pata tuviste! Pobre mamá. Ella nunca nos contó nada, nada.Me pregunto ¿ qué hubiera pasado si mamá no llega en ese momento?
-No lo sé. Quizá hubiera llegado hasta el final... aunque después me hubiese arrepentido, y de eso estoy seguro. Afortunadamente tu madre entró y nunca lo sabremos. Pero siempre he amado a tu madre, aunque, como tú dices, metí la pata hasta el fondo.

En ese momento Susan corrió escaleras arriba llorando. Ahora su madre estaba enferma y ella no había estado a su lado ni un solo día.Debía estar mal, sentirse mal y estaba sola.
Se vistió enseguida y salió a la calle en busca de su madre, pero no la encontró. Evelyn ya había salido y se dirigia hacia el parque. Allí frente al estanque se sentía a gusto y en paz. Era un lugar solitario en el que el único ruido era el canto de los pájaros. Tenía que reflexionar. Pediría un adelanto de sus vacaciones y se iría lo más lejos posible. Necesita encontrar la paz que buscaba. Ingresaría al día siguiente ¿ qué saldría de ese chequeo?  Lo analizó y a pesar de que no quería morir, tampoco le importaba tanto la vida.  Le asustaba el estar enferma y que todos cuantos estuvieran a su alrededor sufrieran.

- Si el diagnóstico es malo, me iré a algún lugar lejano, lejos de todo y allí viviré mis últimos días.  Y de nuevo lloró, lloró amargamente.  No era así como había imaginado vivir hasta el final. Lejos de todos, de sus hijos y de él. Lejos de los que más amaba en el mundo, pero por ese amor, ellos no debían saber nada, al menos mientras pudiera ocultárselo.

A la hora de la comida tal y como había prometido a su hijo, volvió a casa. Allí estaban los dos hermanos. Estaban preocupados. Cuando oyeron la llave en la cerradura se abalanzaron sobre ella y la cubrieron de besos y abrazos.

-¿Qué ocurre, qué pasa? ¿Por qué este recibimiento? Sólo me duele la cabeza, nada más. Y soltó una carcajada. Su hija estaba allí y por primera vez en mucho tiempo con lágrimas en los ojos la había abrazado y muy bajito le había dicho

- Mamá, te quiero.

Se sentó a comer con ellos y rieron, fingiendo una felicidad que ninguno de los tres sentían.  Estuvo tentada de decirles que al día siguiente sería ingresada para un chequeo, pero lo pensó mejor y lo ocultó:

- Sería adelantar acontecimientos.  Si resulta algo grave, tendré tiempo de decírselo.- Y calló nuevamente.


Se levantó temprano y se preparó para su ingreso.  Un pequeño maletín con las cosas de aseo personal y un cambio de ropa. A las ocho de la mañana tenía la hora fijada en la clínica en donde sería chequeada.  Llamó un taxi, y el conserje al verla salir con el maletín la preguntó si se iba de viaje:

- No Thomas. Voy a hacerme un chequeo.  Hace un tiempo que no me encuentro bien.  Cosa de tipo nervioso, pero me vendrá bien.  Serán como unas pequeñas vacaciones.

Thomas la deseo buena suerte y la vio partir algo extrañado.

Era  primera hora de la mañana, cuando Robert llegó al domicilio de su mujer. Thomas le puso en antecedentes, pensando que él lo sabría, y nervioso le dio las gracias y llamó al teléfono de su amigo personal y médico de siempre.Y fue él, quién le puso al corriente del ingreso de Evelyn, perplejo cuando le dijo que lo había ocultado a su familia.

- Creo que me lo debes explicar en persona.  Salgo inmediatamente para la clínica. Quiero saber la verdad de lo que ocurre.

Y a toda velocidad partió preocupado, asustado y nervioso.  Lo que menos imaginaba es que ella tuviera que ser ingresada. Conocía por sus hijos que durante una temporada sufría fuertes dolores de cabeza.  No quería ni imaginar si se tratara de un tumor. Desechó esa idea y pronto llegó a la entrada del hospital.  Bastante alterado se dirigió al despacho del médico que ya le esperaba.



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