domingo, 6 de mayo de 2018

De almas y cuerpos - Capítulo 10 - La chica del reparto

 Albert no se equivocaba, era una furgoneta blanca, sin rotular, pero a toda vista era de reparto.  Se introdujo frente  a la entrada de servicio.  A él dejó de interesarle lo poco atractivo de ese suceso, y siguió mirando al horizonte sumido en sus pensamientos.   En un momento vio que se bajaba alguien portando una cesta, y supuso que era algún pedido del supermercado.  Esa persona se introdujo por la puerta que daba directamente a la cocina de la casa.  Estaba aburrido y bajo de moral. Se levantó y poco a poco emprendió el camino de regreso a la casa.  Leería un poco hasta la hora de la comida o del aperitivo si lo tomaba.  Entró pausado.  la casa estaba en silencio, pero se escuchaban alguna que otra risa proveniente de la cocina. Unas voces se mezclaban con las del servicio, y al fin una de ellas, se despidió:

- Bueno, pues ya avisaréis cuando queráis otro pedido.  Que tengáis buena mañana. ¡ Ah, se me olvidaba ! Estamos en Internet si os es más cómodo
-¡ Vaya, si que os habéis modernizado ! - dijo una de las mujeres de la casa, y ambas rieron


Albert sintió algo inusitado.  Ese timbre de voz le recordaba a otro un poco más atiplado, sin duda debido a la diferencia de edad.  No se había fijado muy bien en la persona que había llegado en la furgoneta, pero comprobó que se trataba de una mujer de unos treinta o treinta y cuatro años, aún joven.  Pero de repente  salio nuevamente a la puerta de la casa y dio la vuelta hacia la puerta de servicio, al tiempo que la repartidora entraba en el coche.  No pudo reprimir  el grito pronunciando su nombre

- ¿ Rose ?

La susodicha Rose, volvió la cara instintivamente y fue entonces cuando sus miradas se cruzaron..  No era posible. Al cabo de tanto tiempo se habían vuelto a encontrar allí precisamente.  Ella se quedó inmóvil, paralizada, sin poder hablar ni moverse.  Albert avanzó de inmediato, buscando ansioso con la mirada el rostro de ella, como si se tratara de su imaginación, y la mujer que tenía delante era otra y no Rose

- ¡ Rose ! ¿ Eres repartidora ? - ella se irguió alzando los hombros.  La seguía creyendo una chica que no tenía cultura ni formación. Y con voz cortante respondió
- Y tú ¿ qué haces aquí ?
- Es la casa de mis padres.  He venido a pasar un fin de semana con mi hija
- ¿ Tienes una hija ?
- Si, Amelie. Me pareció verte  en Corpus Christi, y ahora veo que no me engañaba. Mi hija  se hizo amiga de una chica que te acompañaba.
- ¿ En serio ? ¿ Se hizo amiga de esa chica ?
- Si ¿ qué tiene de particular?  No es nada extraño
- ¡ Claro, claro ! - respondió- Y ahora si me perdonas he de seguir con el trabajo
- ¿ Donde trabajas, dónde vives?  Tengo que hablar contigo. Lo llevo tratando desde hace mucho, pero ya ves, ha tenido que ser hoy y aquí.
- Mira Albert, estoy muy ocupada y no tengo a penas tiempo para nada.  Deseo que estés bien y que disfrutes de tu estancia en Agua Dulce, es bonito, aunque tú acostumbrado a la ciudad quizá te resulte aburrido.  Y ahora si que me voy
- Espera por favor.  Dime donde vives, en serio tengo necesidad urgente de hablar contigo
-¿ Por qué tienes tanto empeño en ello ? ¿ Fue porque te fuiste?  De eso hace mucho tiempo y ya está olvidado.  No te preocupes no tienes que decirme nada que yo no sepa. Pero si vas por Driscoll, en la tienda de mermeladas pregunta por mi.  Es bastante conocida en la zona
- ¿ Trabajas allí ?
- Si, trabajo, fabrico las mermeladas y ocasionalmente las reparto. Es gracioso que tus padres deseen mis productos antes que ninguno.  Claro que la verdad es que ignoran quién soy en realidad, y yo me acabo de enterar ahora.  Si lo hubiera sabido antes, posiblemente les hubiera tachado de la lista de clientes
- Ya veo, estás resentida con ellos.  He de decirte que no me extraña
-¿ Resentida ? Quizá tengas razón, tenemos que hablar, así que cuando lo desees, avísame con tiempo para no comprometerme con nada.  Ahora soy una mujer de negocios.  Pregunta en la cocina por mi teléfono ellos lo tienen.

Y arrancando el coche salió de allí rápidamente, bajo la extraña mirada de Albert, que seguía sin comprender muchas de las cosas que acababa de decirle.

No sabría decir qué era lo que la ocurría a raíz del encuentro con Albert.  Pensaba que estaba furiosa por el golpeteo constante y fuerte de su corazón.  Sin duda tenía un ataque de ansiedad.  pero  ¿por qué ? No tenía nada de extraño haberse encontrado con él. Cosas más raras ocurren; pero lo que la enfurecía era el haberse enterado que sus mermeladas eran las preferidas de sus padres.  De haberlo sabido desde el principio, tenía muy claro que no les hubiera servido ni un solo bote. Su dolor se había hecho presente con el encuentro, ahora que parecía que estaba arrinconado. Y sí la llamase acudiría a la cita. ¿ Sería capaz de contarle la verdad? ¿ De decirle que el encuentro aquel había reunido a las dos hermanas, sin que nadie, sólo ella, lo supiera.?  Por otro lado creía que debía decírselo.  Decirle que la dejó embarazada y se fue , sin siquiera interesarse alguna vez por ella. ¿ De qué tenía que hablar? ¿ Acaso de su mal comportamiento?  No la interesaba, ya no hacía falta

- Pero sí le diré que esa chica amiga de su hija, no es una amiga, es su hija también, y que ambas son hermanas .  Sabía que el conocer la verdad iba a ser brutal para él. ¿ Por qué no ha venido con su mujer ? Porque se refirió a que  " he venido a ver a mis padres con mi hija".  Se dio cuenta de que no sabían nada el uno del otro.  Y reflexionando más a fondo, se dio cuenta de que su rostro no era de felicidad, pero claro el encuentro les había descolocado a ambos.

Seguía amándole y al volver a verle, se habían removido muchas cosas que ocurrieron a raíz de su separación: la soledad durante el parto, el vivir ellas solas con un bebe en un ligar extraño estirando los pocos ahorros que tenían. La murmuración de la gente al verla embarazada tan joven... eran muchos recuerdos, muchas sensaciones como para echarlas al olvido con su aparición.  Mentalmente había dado, muchas veces, gracias a Dios de que su padre no llegara a enterarse del embarazo, porque eso le habría matado y ella no podría seguir viviendo con ese peso sobre su conciencia.  Pero decidida se dijo:


- Bien, pues si llama, acudiré.  Seguro que charlaremos, mucho, y según lo que me diga, así obraré en consecuencia.  Quizás él también haya sido una víctima de esos estúpidos, altaneros y cainitas padres que tiene.

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