viernes, 4 de mayo de 2018

De almas y cuerpos - Capítulo 7 - Alguien a quién conocí

Con las bolsas conteniendo lo que habían venido a comprar, madre e hija fueron directas a un restaurante.  La hora del almuerzo se les había echado encima, sin darse cuenta.  Había pasado la mañana sin sentir, y aunque cansadas , estaban satisfechas con las compras realizadas que era total y absolutamente de su gusto.  Ya solo les quedaba una cosa: un ordenador.  Rose llevaba dándole vueltas a la cabeza a ésto. Necesitaban ponerse al día y después de comentárselo a Stella, la chica dio un salto de alegría. ¡ Por fin se modernizarían ! Hablarían de ello mientras comían.


Pidieron al mâitre una mesa para dos y a ser posible que la comida estuviera lista pronto. Aún tenían que efectuar el reparto cuando llegasen, y no podían entretenerse mucho.  Pero estaban tan contentas que no les importo si se les hacía tarde repartiendo Y Rose contó a su hija la idea que tenía, pero ella debía echarles una mano. Pensaba en crear una página web en la que sus productos tuvieran realce.  Los verían por todo el país,  e incluso podrían organizarse y enviar los pedidos fuera de su zona.  Tenía grandes proyectos ahora que habían saldado todas sus deudas y comenzaban a ganar dinero.. La chica se mostró encantada y prometió que en cuanto llegaran a casa se pondría a organizar lo que habían pensado.

- Se nos hará tarde, pero no importa. Estoy satisfecha con lo que tengo en mente y compruebo que a ti también te gusta.
- Me encanta, y eso facilitaría mucho las entregas y los pedidos. Ya verás mama, que bien va a resultar todo,

Estaban ya en los postres, cuando Stella vio que entraba en el salón su nueva amiga Amelie acompañada por dos personas  que deberían ser sin duda los padres.


- Mira mamá, esa es la chiquilla que te he hablado
- ¿ Quién ?
- La chica de la boutique. ¡ Cómo has podido olvidarlo ! hace nada que te lo he comentado
- Perdona.  estaba distraida en algo referente al reparto.  Volvió la cabeza para ver a la muchacha, pero sus ojos no la vieron a ella, sino al hombre y a la mujer que la acompañaban.  Se quedó sin saber qué pensar, o mejor dicho si lo sabía, pero no podía creerlo

- ¿ Te ocurre algo, mama ?  Te veo algo rara, como ausente
- Come el postre aprisa, nena. Se nos está haciendo tarde- es lo que la dijo
- Ni siquiera has mirado a mi amiga, pero mirabas en esa dirección. ¿ Los conoces acaso ?
- ¡ Nooo ! ¿ De qué iba a conocerles ?  Seguramente viven en otro lugar y están aquí de paso.
- El padre de mi amiga dijo que iban hacia Austin. Pero posiblemente les haya ocurrido lo que a nosotras: se les ha hecho tarde y han decidido que partirían después de comer
- Posiblemente. ¿ Hablaste con él ?
- Claro, me le presentó ella  ¡ Mamá... ! No les quitas los ojos de encima. Seguro que les conoces y ahora no recuerdas.
- Quizá tengas razón o que me recuerden a alguien a quién conocía hace tiempo. Da lo mismo, vayámonos ya. Tenemos que solucionar aún lo del ordenador.  Se nos va a hacer de noche, ya lo verás

Se levantaron mientras  Amelie y sus padres se acomodaban en la mesa. Al ver que alguien se marchaba, la niña levantó la cabeza de la carta y se sorprendió de volver a ver a su nueva amiga.  Levantó la mano para saludarla, al tiempo que su padre miraba en la misma dirección.  Por fortuna Rose ya estaba de espaldas atravesando la puerta de entrada, pero eso no impidió que Albert se fijara en ella, y un salto le dio su corazón pensando en si podría ser Rose.  A quién no reconoció fue a la joven que la acompañaba

- Posiblemente alguna compañera de trabajo.   ¡Madre mía qué pequeño es el mundo ! ¿ Por qué la recuerdo en este momento ?   ¿Cuántos años han pasado ? - se preguntaba - Si en verdad fuese ella, se ha convertido en una mujer espléndida. Lástima que no haya podido ver su cara.  Creo que nunca perdonaré a mis padres el habernos separado.  Imagino que Amelie podría haber sido hija nuestra- pensó Albert amargamente, siguiendo con la mirada la dirección que tomaban ambas mujeres.

Una sacudida leve en el brazo hecha por Stephanie, le volvió a la realidad,

- Vamos Albert, el camarero está esperando que elijas -.   Y disimuló haciendo que buscaba algo que le apeteciera.  Pero no tenía apetito, había desaparecido de repente.  Buscó con la mirada a través del ventanal en que estaba situada su mesa, por  si veía de nuevo a las mujeres, pero ellas llevaban otra dirección y no volvieron a cruzarse.

Terminaron de hacer sus compras y ya instaladas en el coche, partieron rumbo a casa.  Stella no paraba de hablar y explicar a su madre lo que tenía en mente para hacer un programa que les sirviera de archivo de clientes, de pagos , de proveedores, de fichero... de todo cuanto puede contener un negocio.  Rose la escuchaba a medias perdida en sus recuerdos, que de golpe volvieron a su cabeza al volver a ver a Albert,

- Calla, calla.  Me estás volviendo loca - dijo a su hija, disimulando un poco las evasiones que hacía mientras la hablaba.  Y de nuevo se encontraron frente a su casa descargando las compras.  Deirdre las ayudó  y fue contagiada por el optimismo y alegría de las dos mujeres, que hablaban deprisa.
  Una vez cargada la furgoneta con los pedidos, Rose salió a efectuar el reparto, mientras Stella ponía en marcha el ordenador.

Revisó su block de notas de entrega y comprobó que el último pedido estaba bastante distante de la ruta habitual, pero se habían comprometido a entregarle el pedido y eso haría.  Lo dejó para lo último.  Creyó recordar que era el segundo pedido de unas personas que aterrizaron por casualidad en la tienda y estuvieron haciendo una degustación de las mermeladas.  Su madre se había comprometido y había que cumplir con lo pactado.  Para otra vez tendrían que ver si les compensaba venir hasta aquí.  Hizo la entrega y se marchó rápidamente, ya eran más de las diez de la noche y estaba muy cansada de las emociones de ese día, que habían sido muchas y muy variadas.

Al llegar a casa, no quiso cenar.  Se metería en la cama, pero antes advirtió a su madre:

- Mamá si vuelven a llamarte con algún pedido fuera de la zona, tendremos que cobrar un desplazamiento, o bien que aumenten la cantidad del pedido. No es normal que tenga el mismo precio los que vienen a la tienda, que los que hay que llevar a un montón de kilómetros como esta noche.
- Está bien, hija,. Me parece justo; hay un gasto de gasolina añadido. No te preocupes que tomo nota.  Y ahora acuéstate y descansa.

Dio un beso a su madre e hija y se despidió hasta el día siguiente.

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