miércoles, 2 de mayo de 2018

De almas y cuerpos - Capítulo 3 - En buscade Albert

Rose Sheeran se había convertido de la noche a la mañana, en una principianta  conservera. Comenzó envasando mermeladas hechas en casa totalmente naturales sin azúcares ni artificios; los vendió primero a sus vecinos, que lo vieron con reservas, pero al probarlas quedaron tan satisfechos que fue recomendada de unos a otros. No tenían medios suficientes para atender la demanda, pero con el dinero que conseguía lo invertía en las conservas permitiendo ampliar la pequeña producción, que comenzó siendo un juego para ella y se convirtió en la forma de ayudar a la pequeña economía familiar.
   Más tarde decidiría  visitar los pueblos cercanos y dejar muestras de lo envasado, y aunque tardaron, los pedidos comenzaron a llegar.  Todavía no obtenían ganancias, pero era un comienzo y . pudo ir cumpliendo con sus pedidos hechos boca a boca. Todo ocurrió por casualidad, pero así es como surgen las grandes cosas, y ella, a pesar de ser tan joven, sentía que tenia visión de futuro, o simplemente necesidad de salir de allí, y eso sería un medio.

 Pasado un tiempo la enfermedad de su padre se agravó y falleció.   Su madre y ella, se encontraron con la noche y el día, así que tuvieron que tomar decisiones a la aventura.


 Habían puesto en venta  su pequeña granja, ya que el señor  Sheeran , por su salud, no podía atenderla.  Rose era muy joven y para la madre era un trabajo excesivo..  Todo su capital estaba en ese trozo de tierra,  un terreno fértil a falta de trabajarlo.  Algunas gallinas, un cerdo, media docena de ovejas y un caballo.  Una casa vieja y pequeña dentro del mismo terreno y un establo dedicado, mayormente, a guardar trastos viejos e inservibles, por los que los animales campaban a sus anchas.  El panorama era desolador, pero en una subasta vecinal sacaron el dinero suficiente para emprender una nueva vida lejos de aquel lugar.

Rose, odiaba ese pequeño pueblo con toda su alma, y al fin saldría de allí, aunque su corazón quedase destrozado por un muchacho que allí vivía y era su compañero en el instituto.  Dicho muchacho había dejado repentinamente las clases y a ella, sin explicación alguna.  Le llamó varias veces por teléfono, pero siempre la respondían lo mismo: " el señorito Albert está de viaje  ".

No recordaba que él lo hubiera mencionada nunca, y así de repente,  menos.  Quería hablar con él.  Tenía necesidad de hablar con él.  Había ocurrido algo  urgente  y debía saberlo.

Habían estado juntos cuando faltaba poco para finalizar el curso . y trazaban  los planes que les permitirían vivir en una casa independiente  Ella después de terminar el instituto, buscaría trabajo, y él iría a la facultad de medicina:  quería ser médico.  Ambos jóvenes se habían enamorado  Todos los fines de emana, se las arreglaban para estar a solas,  y aquella tarde de primavera decidieron expresar su amor ampliamente.  Rieron felices, bromearon y sacaron fotografías.

- Me casaré contigo Rose.  Sólo tenemos que esperar un poco y en cuanto podamos nos casaremos.  Somos menores y aún estamos bajo la tutela de nuestros padres.  En cuanto tenga los dieciocho, buscaré trabajo y tendremos nuestro hogar.  Así no tendremos que escondernos cuando queramos hacer el amor.
- Pero tu quieres seguir estudiando.  No creo que podamos hacerlo así como dices - le respondió ella
- Verás que sí - dijo él, mientras la acariciaba.

Habían mantenido una fuerte discusión porque ella se había teñido el pelo de rubio, tal y como habían hecho sus compañeras.  Tenía complejo de inferioridad ya que todas le gastaban bromas pesadas  y adrede la invitaban a merendar un sábado por la tarde, a sabiendas que ella diría que no; ese gasto no se lo podía permitir, y además prefería la compañía de Albert antes que la de ellas.  Por tal motivo era el hazme reír de las chicas.

Y aquella tarde, la última en que estuvieron juntos, llevados por su euforia juvenil, sus deseos y su amor se fundieron en uno sólo y una vez más , hicieron el amor.  Camino de sus casas iban cogidos de la mano, sin hablar, sólo mirándose.  Ella con rubor él con el orgullo de ser ya todo un hombre y haber poseído a la chica que le había robado el corazón.  Antes de separarse quiso inmortalizar el hecho con una foto en una Polaroid.  A medida que aguardaban que saliera la foto, Albert la dijo como en una regañina suave:

-Que sea la última vez que te tiñes el pelo.  Me gusta el color que tienes al natural; no necesitas artificios.  Eres preciosa y yo te quiero así natural, y te querré por toda la eternidad. -.  Ella le  besó y él correspondió ardorosamente, y terminaron revolcándose por la hierba nuevamente..

 Y Albert no acudió al instituto, ni tampoco trató de verla.  ¡ Qué extraño !  Pero los días pasaban y nada se sabía de él.  Le llamó varias veces por teléfono y la persona que atendía la llamada, siempre le decía lo mismo " no está "..   Buscaba alguna excusa   para tratar de verle.  No quería pensar mal de él.  No quería pensar que se había aprovechado de su inocencia y después de conseguido el objetivo, había dado la espantada. Pero tenía que decirle que no la llegaba la regla y que tenía miedo de que el fervor de aquellos  días, se hubiera transformado en algo más serio y difícil de ocultar.  Y tomó la decisión de ir hasta su casa y tratar de verle, pero eso tampoco fue efectivo:

- Como ya le he dicho muchas veces, el señorito Albert no está. Se ha ido  de viaje -.  Se oyó la voz de la señora de la casa, que extrañada del tono fuerte e imperioso de su doncella, se acercó a ver qué ocurría

- ¿ Qué pasa Mary ?
- Esta chica que quiere ver al señorito.  Llama casi todos los días preguntando por él, y ya la he dicho que no está, que se ha ido de viaje -.  Y entonces la madre de Albert, dura y cortante la echó poco menos que de allí

- Mira pequeña.  Albert no va a venir. Así que por favor te pido que no te molestes y no nos molestes en andar viniendo o llamando.  El tiene que estudiar y no conviene que le distraigas.  Además irá a la universidad lejos de aquí. Por todo esto, te rogaría que no hagas por  tratar de verle.  A él no le interesas, sólo sus estudios.  Y ahora si me perdonas...

Y cerrando la puerta, la dejó clavada en la entrada y con el llanto ahogándole en la garganta. ¿ Qué podía hacer ahora ?  Debía decírselo a sus padres, pero les daría un disgusto tremendo y su padre no se encontraba bien ¿ A quién recurrir ? ¿ Hacia dónde mirar ?  No podía ni andar, las piernas no la sostenía.  Salió de allí como pudo y se sentó en un pequeño banco que había en la entrada.    La madre de Albert, la observaba detrás de los visillos, presintiendo que esa chica tenía algún problema y de eso su hijo era el causante.


 Estaba satisfecha con haberla espantado.  No podía permitir que el muchacho torciera su futuro por el interés de esa advenediza.  Se retiró de la ventana y olvidó el problema


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