sábado, 12 de mayo de 2018

De almas y cuerpos - Capítulo 22 - Un anillo de compromiso

Cuando llegaron al Parador, ya lo tenían todo dispuesto: el champán, las fresas, el chocolate...  Todo lo mismo, y todo diferente.  Esa noche sería la más especial de todas. Albert tenía que formularla una pregunta.  Quería ser tradicional, apasionado, clásico. cursi, si se quiere.  Todo ello junto, sería una forma de agasajar a la mujer que amaba y que esperaba sonriente junto a él en la sala de la habitación. Un gran ramo de rosas blancas sobre una de las mesas, y en su bolsillo un pequeño estuche con un anillo de compromiso.  Quería cumplir con todo el ritual, ya que no pudo hacerlo en un principio.  Ahora todo era diferente, pero también nuevo para ambos.  Albert sentía que amaba por primera vez en su vida y era ella quién le había enseñado a sentir ese noble sentimiento,   y ninguna otra.

Estaban a punto de salir las lágrimas.  Estaba emocionada y contenta porque él estaba a su lado; el resto quedaría para otro momento, pero esta noche, era su noche  en la que se habían podido reunir al cabo de dos semanas.  No era tanto el tiempo transcurrido, pero para ellos era una eternidad. Sólo serían dos días, pero tan intensos que valdrían por una semana.

La besó como si fuera la última vez que lo hiciera, pero no había desgarro ni tristeza, sino todo lo contrario un amor apasionado por estar juntos.  Sacó de su bolsillo el estuche que había comprado en Austin y se lo abrió emocionado, ante una más emocionada Rose, que ahora sí daba rienda a esas lágrimas que pugnaban por salir.  Sonreía y lloraba a un mismo tiempo.  Estaba contenta y feliz, y le parecía imposible estar viviendo estos momentos inolvidables que marcarían el comienzo de algo hermoso y extraordinario que jamás pensó vivir.

- ¿ Quieres casarte conmigo? Parecerá una cursilada, pero así lo siento y así lo deseo.  Hubiera querido en otro tiempo, pero este tampoco está mal.  Estamos juntos es lo importante, y lo más sublime es que nos seguimos amando, incluso más que antes
- Albert.  Si quiero.  Deseo ser tu compañera y que juntos caminemos por la vida de la mano. Que nuestro amor crezca cada día y que así sea hasta el fin de los tiempos. Si,   deseo ser tu mujer, con toda mi alma.

Se besaron se abrazaron y se poseyeron con el mismo ímpetu de su juventud. Porque habían vuelto a ser jóvenes de nuevo.  Y brindaron por su eterna felicidad , por su familia y sobretodo por ellos, porque al comenzar esta nueva etapa de la vida fuese feliz y siempre juntos. Y jugaron como dos chiquillos, pero más eróticos.  La noche era suya y se querían y lo expresarían como quisieran y cuanto quisieran.  Nada ni nadie se lo podría impedir.

 Cuando llegaron ls primeras luces del nuevo día, llegaron también las dudas ante la visita que debían realizar a los padres de Albert. Sabían que era de obligado cumplimiento, pero nada agradable para ellos.  Verían la cara de sorpresa que pondrían al conocer a Rose  y recordar a quién correspondía ese rostro que iba a convertirse en parte de su familia.  Albert, conociendo la opinión de ambas partes, no esperaba nada bueno, pero confiaba en el buen criterio de Rose, para que todo, al menos, fuera correcto

- Lo siento cielo, pero hemos de irnos. Ya sabes... mis padres.  Cuanto antes pasemos el mal trago, será mejor.
-¿ Por qué mal trago ? Son tus padres y por ello les debo respeto, aunque no olvide lo distinto que pudo haber sido todo.  Pero aquello nos ha llevado hasta aquí, así que no debió ser tan malo. No te preocupes no va haber ningún escándalo, al menos por mi parte. Pero tienes razón es hora de ponernos en marcha.  Tenemos poco tiempo y muchas cosas que ultimar.

Volverían aquella misma noche; al menos estarían juntos hasta su regreso a la ciudad.,  Cada vez le costaba más trabajo separarse de ella, y soñaba cada día, con que llegase el momento de ser marido y mujer y tener, al fin, su propio hogar.  Pero tenían otra cosa más que solucionar: el negocio de Rose. Estaba decidido: presentaría su dimisión en le hospital y un traslado a Driscoll, de esta forma ambos seguirían con sus trabajos respectivos. Sabía cuánto había representado para ella el ponerlo en funcionamiento y la ilusión que puso en ello.  No permitiría que lo abandonase; además de ser el sustento de su madre, aunque eso no sería problema porque Deirdre podía perfectamente vivir con su hija.  pero aún era una mujer joven como para depender de alguien.  Supuso para ella también un revulsivo para darse cuenta de que servía para algo más que para atender una casa, por importante que fuera.  Esta sería la mejor solución para todos: abandonar Austin e instalarse en Driscoll.

También estaba Amelie.  Si se trasladaba dejaría de verla, al menos con la asiduidad que ahora lo hacía, y teniendo en cuenta la animadversión que sentía por Rose, creía que lo único que podía hacer era que fuese él quién se trasladase .para poder verla.  ¿ Por qué es todo tan complicado ?, se preguntó. No quería ser pesimista.  Hoy no. Ya se irían solucionando todos los problemas.

La tomó por la cintura y salieron del parador rumbo a casa de los futuros suegros.  Rose iba muy tranquila: no tenían nada que pudieran reprocharle, y por tanto no respondería a las insinuaciones o indirectas que su suegra le lanzase, si es que llegaba a hacerlo,  Pero Albert si lo estaba.  Era un hombre de paz y no le gustaban las violencias.  No soportaría que su madre sacara los pies del tiesto y ofendiera a la que iba a ser su mujer. La debía que su hijo era completamente feliz con ella y que le había dado otra nieta, aunque no supiera nada de su vida.  Hablaría a solas con su padre y se lo explicaría todo. El señor Freeman, era más comprensivo que lo era su mujer, y no estaba de acuerdo en muchas cosas de las que ella hacía, por eso creyó oportuno hablar con su padre y que él, la frenara si acaso el asunto se iba de madre.  Tenía confianza de Rose y sabía que por ella no habría problema, pero mejor sería no tentar a la suerte.

Fueron recibidos en una sala ante la sorpresa al conocer la misión que les había llevado hasta allí. A  Emily le faltaban las palabras al escuchar el relato que su hijo iba narrando atropelladamente, sin dar demasiados datos, sólo que se habían conocido de jóvenes y al encontrarse de nuevo habían llegado a la conclusión de que deseaban unir sus vidas.  Emily no apartaba la vista de la cara de Rose, como tratando de recordar dónde la había visto, ya que nunca había tenido ocasión de verla ni en la tienda, ni al llevar los pedidos a su casa.  De momento, eso permanecería en secreto.  Ya habría tiempo de hablar de ello.

El padre les dio la enhorabuena y un abrazo a cada uno de ellos, y ese fue el momento en que Albert le  llamó aparte :  le explicaría la historia tal y como ocurrió.
 Al quedarse a solas,  Emily, creyó oportuno averiguar de dónde era esa chica y a qué familia pertenecía, aunque ahora los jóvenes ya no guardaban tanto el protocolo de las familias.  Rose la vio venir, y antes de que fuera más allá en sus averiguaciones, decidió que sería ella, la que narrara todo lo ocurrido en esos años pasados.

- ¿ Puedo llamarla Emily ? - la dijo educadamente
- Desde luego,   Vamos a ser familia
- Bien.  Intuyo que desea, como es natural por otra parte, conocer mi origen y cómo nos conocimos Albert y yo.  Para eso, debe echar la mirada hacia atrás y recordar que había una jovencita interesada en averiguar el paradero de su hijo.  Que resultó ser una pesada y que hubo de poner tierra de por medio para que se centrara en estudiar

-" Ha perdido totalmente su interés por tí "  ¿ Recuerda esas palabras? porque yo no las he olvidado nunca. Si Emily, soy aquella chica pobre que venía poco menos que suplicando hablar con su hijo, porque es cierto: la había dejado embarazada y era ella la que tenía el problema ¿ Recuerda todo lo que la cuento? Bien pues ha de saber que tuve una niña, que ustedes no conocen y que no consiguieron borrar de la cabeza de ese hijo que querían proteger a toda costa,la imagen de aquella chiquilla.  Pero el destino es juguetón y por casualidad nos volvimos a ver, aquí precisamente, en un día que les serví unas mermeladas fabricadas por mi. Fabricadas por esa chica a la que usted despreció. También he de decirla que no sabía quienes  eran ustedes, de lo contrario se las habría traído gratis, porque a pesar de todo, no olvido que son los padres del hombre al que amo y abuelos de mi hija, aunque ella no les conozca.

Emily no tenía palabras, no le salían de la boca ante todo lo escuchado.  Pero Rose no hablaba con rencor, sino que la estaba refrescando la memoria.  Tuvo que beber agua para poder evitar un desmayo.  Tras una pausa, Rose siguió con su explicación

- Bien Emily, ahora ya sabe quién soy, quién va a ser su nuera, y quiero que sepa, que todo eso ya ha pasado y que el amor de su hijo me ha compensado de todo cuanto pude pasar.  No deseo guerras entre nosotras, tampoco les impondré mi presencia mas de lo necesario, pero sí me gustaría decirle algo.  Llegará, quizás, algún día en que conozcan a su otra nieta, y por ella les pido que no le hagan un desaire, porque ella no es responsable de nada.  Quizás Albert les hable de todo esto, no lo sé, pero creí que debían saber quién había conquistado el corazón de su hijo.  No era una extraña para él.  Le he querido siempre, y por eso estoy hoy aquí.  No se preocupen, por mi parte todo seguirá como ha sido hasta hoy.  He cerrado una página de mi vida que no deseo volver a abrir.
- Me has hablado con franqueza y con toda claridad.  He de decirte que cuando llegaste aquél día hasta mi casa, presentí que estabas en apuros, pero no tuve la humanidad de que me explicaras lo que ocurría.  Con el paso del tiempo, he de decirte que no se me ha borrado esa escena de la cabeza, y que la oculté a todos, incluso a mi marido.  Ahora acabo de enterarme que tengo otra nieta que no conozco.  Deseo conocerla.  Es sangre de mi sangre y tiene derecho a saber quienes somos. Y por último ¿ cómo podría hacer que me perdonaras?
- No es necesario, señora.  He dicho que he pasado página de aquella parte de mi vida. Deseo que conozca a su nieta, entre otras cosas porque sé que Albert sería feliz y estaría tranquilo de que así fuera.  Por mi parte no hay problema. Yo misma la traeré para que la vean, pero será después de que Albert regrese; sólo tenemos dos días y uno ya ha pasado.
- De acuerdo. Vuelvo a pedirte perdón por todo el dolor que te haya podido causar.  Quiero que seamos una familia, seremos una familia, y tendrás las puertas de mi casa abiertas siempre


Tuvo que secarse unas lágrimas cuando sintieron un ruido en la puerta, señal de que los hombres volvían a reunirse con ellas.  Albert miró inmediatamente la cara de su madre y de Rose. A la madre la vio algo confundida pero sonriente y a Rose totalmente serena y también sonreía.  Respiró aliviado mirando a su padre, como diciéndole " Han hablado y han solucionado sus problemas".


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