jueves, 10 de mayo de 2018

De almas y cuerpos - Capítulo 19 - La visita

Cuando llegaron,Amelie se agarró fuertemente al brazo de su padre.  Este la miró comprendiendo lo dificil que era  esa situación para ella.  Tenía que reciclar a marchas forzadas todo lo que ocurría a velocidad de vértigo, sin tener tiempo de tomarse un respiro, sino ir aceptando tal y como venía.
 Fue Rose quién abrió, y se encontró de frente con los ojos del padre y de la hija.  En los de la niña vio recelo y asombro por encontrarla allí y ser ella quien abriera la puerta.  En los de él incertidumbre y zozobra.  Estaban jugando a ciegas una partida difícil con contrincantes muy duros y lo que les inquietaba era que no sabían si tendrían algún as en la manga  o terminarían en tablas, y al fin perdiendo.

Rose avanzó hacia ellos tendiendo la mano a Amelie que se hizo la distraída y no correspondió.  No pasó desapercibido el gesto para ninguno, pero Rose hizo como que no se daba cuenta, y su rostro no varió la expresión.  Albert la miraba con angustia, por ella, no por él. Interiormente recriminaba la actitud de su hija, pero no le pareció oportuno llamar su atención delante de Rose.  Ya le diría algo cuando terminara la entrevista.  Eso había sido un síntoma de niña caprichosa y mal educada, y no estaba dispuesto a pasarlo por alto,.

Detrás de Rose, aguardaba Stella, sonriente a pesar de la tensión originada, pero esgrimió la mejor de sus sonrias y abrazando a su hermana le dio la bienvenida.

¡ Vaya ! Nos volvemos a ver de nuevo- la dijo al abrazarla
-Si, así es. El mundo es un pañuelo.  Eso dicen ¿ no ?
- Así que esta es la pequeña Amelie. Eres tan bonita como te había descrito tu padre- la dijo Deirdre sonriente

Amelie está muy seria, y no sabía cómo interpretar esa bienvenida que no esperaba. Quizá les había juzgado mal. No a Rose no. Era una entrometida causante del deivorcio de sus padres; de eso no tenía la menor duda, a pesar de que cuando ocurrió ni siquiera se hubieran visto en años. Pero él seguía enamorado de ella y eso impidió que lo estuviera de su madre.  Podría aceptar las cariñosas palabras de todos, menos las de ella.  Y fue Rose la que ofreció se sentaran y tomaran algo.  Albert aceptó un café, Amelie nada.

- Ven acompáñabe - la dijo su hermana tirando de ella de la mano - Te enseñaré mi habitación y los vestidos que siguiendo tu consejo compré.

Amelie no quería ir a la habitación, ni separarse de su padre.  Era como si tuviera miedo, y en realidad lo tenía.  Era una situación muy violenta, porque todos fingían que estaban encantados de la vida, cuando no era así.  Pero la siguió; quería salir de allí y perder de vista a Rose.  Sin embargo Deirdre le cayó simpática.  Tenía que reconocer que todos se esforzaban por ser amables con ella, incluso Rose, se mostró cariñosa a pesar de la hostilidad que sentía.

Rose la observaba en su forma de comportarse.  Se hacía cargo que para esa chiquilla era una situación extraña y difícil de aceptar.  Estaba frente a la mujer con la cual su padre quería casarse, frente a una hermana que había conocido durante cinco minutos, y esa sería su familia en lo sucesivo, con la que tendría que convivir si llegaban a formar un hogar.  Pero al mismo tiempo estaba triste.  No es así cómo había imaginado aquella primera entrevista.  No había en los gestos de la niña ni un sólo movimiento de aproximación, de comprensión hacia la especial situación  que su padre y Rose estaban viviendo.  Ella no había interferido en la separación de sus padres, ni siquiera se habían visto por primera vez después de tantos años.  No tenía derecho a sentirse dolida, ella si. La había embarazado a una edad en que no debiera ser madre y sin embargo lo fue y se enfrentó a la vida, y nunca reclamó nada, ni ahora ha pedido nada.  Miraba a Albert esgrimiendo una leve sonrisa, y sabía que él estaba con el mismo estado de ánimo que ella, que no tenían tiempo, puesto que regresaban a casa ese mismo día, y sabe Dios cuando volverían a verse. Y presintió que a la niña no la vería en mucho tiempo.  Ella no tenía resentimiento hacia Amelie, la comprendía perfectamente, además era demasiado jóven para entender los problemas de los mayores, pero ahí estaban, y no sabían cómo solucionarlo.  Deirdre les observaba de reojo, y a pesar de que sonreía, estaba disgustada por la actitud de la chiquilla.  Era comprensible que los primeros momentos hubieran sido violentos, no sólo para ella, también para el resto.  Pero en su mirada notaba recelo, por no decir odio, hacia su hija, y eso le dolía profundamente porque Rose no se lo merecía.  Tendrían que tener mucha, mucha paciencia con esta chica caprichosa y cabezota.  Tendrían que ganársela poco a poco.

Albert acariciaba la mano de Rose buscando en sus ojos, quizá comprensión para su hija.  Rose le sonreía como diciéndole "tranquilízate, era de esperar". Pero no era justo.  No esperaba  que   se comportara con tanta hostilidad  y al contrario que Stella, todo dulzura para con su hermana.  Era una chica sensible e inteligente, muy hábil cuando se la llevó a su habitación para que los mayores se relajaran.  Posiblemente hablaran las dos hermanas,: por lo menos si ellas se llevaban bien, tendrían un tanto a su favor, porque se entendería mejor si Stella hablaba con ella y le hacía comprender que no eran sus enemigos.  Que las cosas sucedieron por casualidad, porque el destino así lo quiso y que debía ser ese, el momento oportuno para que ocurrieran y no otro.  Que podrían haberse visto sus padres y hablar después de tanto tiempo por primera vez,  que ha tenido que ser ahora precisamente y no días atrás.  Nadie sabría porqué sucedió, pero sus motivos habrían.

- Id a dar una vuelta -  dijo a la pareja que permanecían en silencio, sólo mirándose y sonriendo a intervalos con desgana.  No sabían de qué hablar.  Estaban totalmente descorazonados, pero Deirdre tenía razón.  Cuando se fueran después de la entrevista, marcharían a casa y no se verían en unos días.  Y en un sólo día podrían cambiar las cosas, que ya estaban mal, pero podían ir a peor.  Y eso a Albert le ponía la piel de gallina.  El pensar que todo podía volver a estar como antes, le enfermaba, porque no era lo mismo.  Habían tenido intimidad, sabían que su amor era firme, pero también sabían que si cualquiera de las dos chicas se oponía no formarían la familia que habían soñado.  Debían ir despacio, poco a poco, y ganar la voluntad de ellas paso a paso, sin precipitaciones.

Hoy había sido la primera entrevista, la primera vez y posiblemente, la segunda, fuera mejor o quién sabe si habría alguna negativa para entrevistarse nuevamente.  Lo malo de todo éstó era la ausencia, porque con ella, las cosas podrían enfriarse aún más de lo que ya estaban.

- Tiene razón Deirdre.  Salgamos a dar una vuelta.  Ellas están bien.  Los jóvenes se  entienden entre ellos.  No estés preocupada, todo va a salir bien.  Da tiempo al tiempo.

La tomó de la mano y la llevó fuera de la casa .  Al verse a solas, Rose no pudo contener más su desconsuelo, y tapándose la cara con la mano comenzó a llorar.

- ¿ Por qué es tan difícil para nosotros el que nos amemos? ¿ Por qué no es como en todas las parejas?  No va a poder ser, amor.  No va a poder ser
- Calla, calla. No te desmorones.  Hoy es la primera vez.  Cuando te conozca verás que todo pasará y nos olvidaremos de estos malos ratos.
- No Albert, no quieras engañarme ni engañarte tú mismo.  Nunca me aceptará.

La abrazó tiernanente besándola, porque él conocía a su hija y sabía que iba a ser muy difícil aceptar una nueva familia-  Que Rose tenía razón, pero no podía dejar que les ganase la fatalidad.  No tiraría la toalla, ni abandonaría a esta familia que ahora era la suya también.  Volvería a hablar con Amelie, pero nunca renunciaría al amor de Rose ni al de Stella.


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