jueves, 10 de mayo de 2018

De almas y cuerpos - Capítulo 18- Dos hermanas

Se levantó temprano.  La casa estaba en silencio y decidió salir a dar un paseo y reflexionar sobre  lo que debía hablar con Amelie.  El tiempo se agotaba y esa misma tarde saldrían rumbo a Austin, ya que al día siguiente debía retomar su trabajo.  Había sido un fin de semana, pero de tal intensidad que pareciera que había transcurrido media vida.  Trataría de ir a mediodía a despedirse de Rose, pero volvería en cuanto le fuera posible, pero para ello habrían de transcurrir varios días, ya que tendría que hacer guardias hasta volver a tener  días libres.  Si al menos su hija cediera algo...

Y sin querer volvió su mirada hacia Stella.  Acababa de conocerla , y sin embargo la quería.  Tenía un carácter dulce y comprensiva.  No preguntó nada, no reclamó nada, todo lo dio por aceptado, y sin embargo ella tenía mas derecho que nadie de hacer reclamaciones y reproches.  Y a pesar de todo, de su boca no salió nada de eso, al contrario, le llamó padre por primera vez,  y esa palabra que debiera haber sido sin contenido por los motivos de su ausencia, le llenó el corazón de emoción.  Nunca hubiera imaginado que la sangre tirara tanto, y bastase una simple explicación para que ella lo diera por bueno

No tenía ninguna gana de irse. Había mucho que hacer.  Había que reconstruir una familia, conquistar el cariño de una hija y la comprensión de otra, y sobre todo ello amar a la persona que lo había hecho posible, que con su ternura y amor fiel, permitió que volviera a tener esperanzas en la vida.

Desde la ventana de su habitación. Amelie observaba la figura de su padre que con la cabeza baja, paseaba dando vueltas en círculo, sin darse cuenta.  Le notaba preocupado y triste, sin duda la discusión que mantuvieron en el día anterior era lo que le preocupaba.  El egoísmo, a veces de los hijos, no veía que él estaba demasiado solo.  Que su madre había encontrado un nuevo amor y tenían planes de futuro ¿Por qué su padre era distinto? Tenía el mismo derecho, máxime que amaba a esa mujer desde que era un chiquillo, que la había perdido y ahora recuperado.  Y que de aquel amor, había nacido una chica:  su hermana, que también tenía el derecho de conocerse y de que fuera querida como ella lo era.  Era su hija como ella misma.  Ambas llevaban la misma sangre, y era inocente de todo lo que sus padres hicieran.  ¿ Por qué, entonces era tan cruel con ellos?

 En el fondo reconocía que no tenía derecho ni razón, pero estaba muy dolida desde el divorcio y ésto había sido un golpe fuerte.  Siempre pensó que era hija única, que nadie le disputaría el cariño de su padre.  Sin embargo aceptó con naturalidad que posiblemente, su madre, al casarse con Geoffrey pudiera tener otro hermano o hermana.  Y eso lo había aceptado con naturalidad.

Le había dicho su nombre:  Stella.  Le cayó bien cuando charlaron brevemente en la boutique.  Se sintió a gusto con ella, pero fue tan breve el encuentro que a penas recodaba su rostro..  Estaba muy confundida.  Le dolía ver a su padre tan deprimido, y era por su causa.  ¿ Qué debía hacer?  No la gustaba estar enfadada con él.  Pensaba que si se enfadaba,  él se refugiaría aquí; ahora tenía un lugar en el que descansar y seguro que sus visitas serían frecuentes, y ella le iría perdiendo poco a poco, y en cambio su hermana le recuperaría.  No lo permitiría.  Su padre era sólo para ella y no quería compartirlo con nadie más , ni con su hermana, y por supuesto con esa mujer tampoco.

Sentía que la odiaba, y en realidad no tenía motivos para ello, pero le había robado el amor de su padre y había destruido su casa. Había conseguido separar a sus padres y ahora se refugiaría en ella y se olvidaría de su otra familia.  Pero sabía de sobra que estaba siendo injusta, que la única que podría protestar sería esa mujer, ya que según le contó su padre, su abuela intervino para ello.  Y se puso en la piel de ella. una chica poco mayor que es ella ahora,  cuando ocurrió todo y de repente verse sin el amor de su vida y con un bebe en los brazos.

Los ojos se le llenaron de lágrimas al ponerse en la situación de Rose y de su padre, que se enteró que tenía una hija años después.  Volvió a mirar por la ventana y comprobó que su padre seguía dando vueltas  buscando alguna respuesta. Y decidió bajar a buscarle.  Por ella no perdería a su otra hija.  Le pediría que la llevase a conocerla bajo otro plano distinto al que se conocieron.  Quizá no fuera tan malo tener una hermana mayor.  Se lavó la cara para que no vieran que había estado llorando, y salió en busca de Albert.

Se quedó sorprendido cuanto la tuvo enfrente. Le miraba con algo inescrutable que no sabía si sería bueno o malo, con ella nunca se sabía, pero en esta ocasión, la chiquilla le sacó de dudas. Se resistía a pedirle perdón; ella no había hecho nada malo como para pedir perdón, y sin embargo le dio tanta lástima el rostro preocupado de su padre, que lo hizo abrazándose a él.

. Papá, perdóname.  No me gusta verte así. Conoceré a mi hermana y trataré de hacerme a la idea, pero no me pidas nada más, al menos de momento.  Tendrás que darme un plazo para asimilar todo lo que ha pasado.
-Cielo, te daré todo el tiempo que quieras y que necesites.  Lo que quiero es que todos vivamos en paz y felices.  Amelie, las quiero, pero por eso nunca dejaré de quererte a ti, si es a eso lo que temes.  Sois mis hijas, ambas y Rose mi eterno amor de juventud.  Sólo espero que, pasado un tiempo lo entiendas y las aceptes. Siempre serás mi hija, mi pequeña.  Pase lo que pase y ocurra lo que ocurra.  Pero ella también lo es, y aunque sin saberlo, la he privado de los mejores años de estar con su padre.  No se puede hacer nada por recuperar el pasado, pero si, vivir el presente, todos juntos.
- Está bien papa.  Llévame a conocerlas.

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