viernes, 11 de mayo de 2018

De almas y cuerpos - Capítulo 20 - Las cosas claras

Tomados de la mano caminaban cabizbajos sumidos en sus propias reflexiones.  La experiencia había fracasado y no encontraban la fórmula para tratar de convencer a aquella testaruda muchacha que no admitía los grandes cambios que estaba experimentando su vida, hasta hacía poco estable, al menos en apariencia.

Se apoyaban mutuamente, mientras eran observados por las chicas, que en la habitación de Stella contemplaban a la pareja.  Stella con ojos de satisfacción por ver juntos a sus padres. Amelie con un rictus de desdén y furia.  Sentía crecer en su pecho un hondo rencor hacia esa mujer que le había arrebatado a su padre. Ella había sido el centro de su vida hasta que apareció Rose desbaratando todo su mundo.  La odiaba, no la podía ni ver, y ahora tenía que contemplar como su padre la amaba, y no lo entendía.  Ella tenía la culpa de todo lo sucedido en su hogar y no podía perdonárselo.  Nunca la querría, jamás.


- Vamos dentro - dijo Stella apartándola de la ventana


Albert, tomó de la cintura a Rose y apoyó su cabeza en la de ella. Sentía profundamente  los desaires de su hija no sólo hacia Rose, también a su hermana, que ninguna culpa tenía de nada, y que trataba por todos los medios de ser cariñosa con ella, de que no se sintiera incómoda, pero estaba claro que no lo conseguía.

- Lo siento cariño.  Creí que sería todo más agradable.  Lamento enormemente haberte hecho pasar por esta situación tan violenta, y también a los demás
-Tienes que darla tiempo.  Todo ha pasado demasiado rápido, es muy niña aun y de repente ha visto a una competidora en el cariño de su padre. Tendremos que tener paciencia
- Pero es que no entiende que yo la sigo queriendo lo mismo, que tengo sitio para todo y para todos.
- Ya madurará, no te aflijas.  Dale tiempo al tiempo. Estoy segura que cuando hayan transcurrido unos meses, todo esto nos resultará simplemente una anécdota y nos reiremos.

Albert la miró fijamente con cara de no estar convencido de ello, pero la agradeció esa consideración con su hija.  Se detuvo en su paso y miró en dirección a la casa y alrededores.  Estaban solos, nadie podía verles.  Miró al frente y vio que había un árbol grande, frondoso unos pasos más allá., la tomó de la mano y la llevó hasta él.  Allí la apoyó en su tronco y comenzó a besarla con desespero y ella correspondía con la misma intensidad.  Estaba angustiado, no por él, sino por  Rose quién no merecía el desprecio que estaba sufriendo.

- Te necesito, aquí y ahora - la dijo mientras la estrechaba contra su pecho.  Habrá de ser rápido por si a alguien se le ocurriera pasar por aquí, pero te quiero y no tendremos en bastante tiempo oportunidad de estar a solas.
- Yo también te quiero, y también te necesito- respondió Rose

Y fundieron sus caricias, sus besos, sus deseos y sus cuerpos.  Después regresaron hacia la casa lentamente.  Debía volver a casa de sus padres, recoger el equipaje y regresar .  Pasarían varios días hasta que volvieran a verse:  tenía guardias.

Entraron a casa y vieron que Deirdre trataba por todos los medios por complacer a la chiquilla, que sonreía más abiertamente cuando Rose no estaba presente, lo que le produjo más desasosiego al comprobar que sólo con Rose mantenía las distancias.

- Bien,  hemos de irnos.  tenemos que pasar primero por casa de mis padres y regresar a casa.  El camino es largo - dijo Albert al tiempo que extendía la mano para despedirse de Deirdre.  A Stella la abrazó y la besó en la frente; eso no podría impedírselo Amelie.  Y por último se giró hacia Rose y la besó en los labios ante la sonrisa de Deirdre y Stella, y la furia de Amelie.

Padre e hija iban en silencio, hasta llegar a la cercanía de la casa, entonces apartó el coche al arcén, lo desconectó y se volvió hacia la chiquilla que le miraba hacer con sorpresa

- ¿ Qué ocurre ? - le preguntó pensando que pasaba algo
- Ocurre que has sido grosera y mal educada. Tu comportamiento ha sido bochornoso y puedo asegurarte que no volverá a ocurrir.   Se han desvivido por hacer que te sintieras cómoda, y ni siquiera con tu hermana has sido simpática ¿ Qué demonios te ocurre?  Tu educación ha sido un fracaso, porque nunca sospeché que te comportaras de esa forma.  Ni siquiera al despedirte le diste la mano, sino que saliste corriendo hacia el coche.  ¿ Es esa la forma de comportarse correctamente?
- No la quiero, papá. No necesito madrastra
- No va a ser tu madrastra.  Tienes una madre excelente que se avergonzaría de tu comportamiento. Sé que no puedo imponerte que la quieras, pero sí, al menos, que seas educada. Voy a casarme con ella en cuanto sea posible y he dado mis apellidos a tu hermana. No te impondré su presencia, aunque sé que va a ser muy doloroso para mí porque cuando tengamos nuestro hogar, nunca vendrás a visitarme, pero , puesto que no lo entiendes, voy a hacer las cosas a mi manera, como corresponde, y no como quiere una caprichosa y mal educada jovencita.  El día que ames a un chico comprenderás lo que sentimos Rose y yo.   Para eso aún falta tiempo, pero es mi decisión, así que ya lo sabes. Si tienes algo que decir, dilo ahora, porque no tendremos otra ocasión para ello.

Arrancó el coche y Amelie desvió la vista hacia la ventanilla.  Cuando entraron en casa de sus padres, la chiquilla corrió escaleras arriba para recoger su equipaje.  Los padres se extrañaron de la actitud con la que llegaban y al preguntarle, Albert no pudo contenerse más y lleno de rabia les dijo:

- Se ha comportado como una chica vulgar. La he dicho, y a vosotros también, que voy a casarme con esa mujer que la he amado toda mi vida y vamos a compartir nuestras vidas.  Y ahora hemos de irnos, el camino es largo y no deseo seguir hablando de este tema, porque quizá con la rabia que tengo, pueda decir algo que haga daño, y no quiero hacerlo.

Dicho ésto también él subió a recoger el equipaje.  Los padres se miraron entre sí sin comprender nada de lo que les había dicho.. Cuando se despidieron comprobaron que Amelie había llorado mientras recogía el equipaje, y que su hijo tenía el entrecejo fruncido, señal de que algo no marchaba bien, pero se sintieron incapaces de preguntarles nada.  Ya hablarían con más calma en otra ocasión


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