martes, 10 de abril de 2018

Los largos días perdidos - Capítulo 10 -Amor, ducha y sexo

Entraron en la habitación.  Alice  se sentía tímida.  Nunca había vivido algo así, pero no estaba arrepentida de dar ese paso.  Sería una experiencia nueva para ella, aunque no para él.  William también se sentía extraño.  Iba a vivir un apasionado romance con una mujer inexperta, a pesar de llevar casada muchos años, pero según le había contado, nunca  había sido complacida sexualmente por su marido.  Debía tener mucho cuidado al tratarla y al enfocar lo que ocurriera después de las primeras caricias.  Quizá tuviera algún trauma o sus expectativas no resultaran como ella había idealizado.  Trataba de aparentar serenidad, aunque estuviera lejos de sentirla.  La ofreció algo de beber, ella aceptó y le sorprendió que bebiese el licor de un trago, algo que sabía era motivado por los nervios.  La sirvió una segunda copa, y al notar que su intención era la de repetir de una sola vez, frenó su mano para que no lo hiciera quitándole la copa.


- ¿ Estás segura ?  Aún estamos a tiempo.  No ha pasado nada .  Si te encuentras molesta salimos de aquí  como si tal cosa nunca se nos hubiera ocurrido.

 Le puso su mano en la boca para que no siguiera hablando.  Se aproximó más hacia él, y besándole   dio la respuesta.   William no necesitó más.  La abrazó apasionadamente y la besaba en el rostro, en el cuello, en los labios.  Ella entornaba los ojos saboreando aquella demostración de amor nunca antes sentida.  Al fin pudo respirar, y jadeando dijo:

- Espera un momento.  He de ducharme antes.  Llevo toda la noche sin quitarme la ropa.  No deseo que tengas una mala sensación.  Tardo un minuto, mientras apuras tu copa.

Abrió la ducha y se introdujo en ella, dejando que cayera el chorro de agua sobre su nuca.  Tenía una sensación extraña pero dulce a la vez.  Se sentía feliz y dueña del universo.  Cogió la esponja y comenzó a frotar despacio su cuerpo, como recreándose en el beso que acababa de recibir.  Unos brazos por detrás se  la quitó,  y besándola comenzó suavemente a lavarla, al tiempo que recorría su cuerpo dulcemente.  La susurraba palabras tiernas, de amor .  No sabía si en las parejas normales era siempre así, o era una forma de seducir a la mujer, pero ella se sentía feliz y quería creer que era lo normal en las personas que se aman.

No sentía pudor por estar desnuda y que otra persona que no fuera ella recorriera su cuerpo despacio, acariciándola. Se rozaban y sentían la calidez de su piel. William la abrazó e hizo que se pusiera de frente.  Quería contemplar aquel cuerpo y ver su cara, la expresión de su rostro con las sensaciones que estaba viviendo.  Y creyó tener entre sus brazos a una adolescente ante su primera experiencia sexual, a pesar de tener más de cuarenta años.   ¿Qué había hecho Thomas con su mujer ?
Era una mujer receptiva y deseosa de la experiencia que estaba viviendo por primera vez,  que respiraba sensualidad.  Y él correspondía en igual medida a sus propios deseos.  No estaba cumpliendo un trámite: sentía la misma ansiedad que ella, la misma necesidad que ella, las mismas vibraciones que ella.  Y sus besos se volvieron frenéticos, ardientes y sus caricias furiosas en ambos, deseosos de pertenecerse, de explorarse mutuamente.

- Agárrate a mi cuello - la dijo.  Ella obedeció sin comprender lo que deseaba, pero pronto lo supo.  Enlazó sus piernas rodeando la cintura de él y entonces, en ese encuentro de sus cuerpos, se pertenecieron intensamente.  Alice ni siquiera imaginaba la magia de lo que sentía en aquel momento, en aquella entrega total y absoluta.  Reclinada la cabeza sobre su pecho, no podía reprimir el grito que salía de lo más profundo de su cuerpo, y aquella extraña forma de responder a la posesión de él. Sólo sabía que se elevaba, se elevaba hasta el infinito y allí exhaló un grito con el nombre de él en los labios mientras la besaba  una y otra vez.  Si aquello que sentía era el paraíso, no quería dejarlo nunca.


Y sin separarse, se abrazó fuerte a su cuerpo apoyando la cabeza junto a la mejilla de William, que respiraba con dificultad y no dejaba de mirarla. Querían estar muy juntos en un solo cuerpo y saboreando aquel inesperado encuentro de dos almas que se necesitaban mutuamente.  Al cabo de unos instantes, besó su boca y la decía una y otra vez:

- Te quiero, te quiero, te quiero
- Yo también te quiero.- respondió ella con un hilo de voz

No quería salir de la ducha, mientras el agua seguía corriendo por sus cuerpos que ahora parecían uno solo.  Una vez recobrados, él la tapó con una toalla y la apretó fuerte contra él.  Era una mujer preciosa y sensual que le había hecho tocar el cielo con las manos.  Le pertenecía completamente y ella a él. La cogió en brazos y la condujo a la cama.  Era una muñeca desmadejada entre sus brazos.  La veía frágil pero absolutamente feliz.  Sonreía y a pesar de que no quería ceder al sueño, sus párpados se cerraban.  La metió en la cama y la tapó como si fuera una niña. El se tendió a su lado sin dejar de mirarla.

¿ Qué magia había ocurrido en esa ducha? Había expresado con sus actos todo lo que sentía por ella.  Le parecía imposible lo que había sucedido entre ellos dos. Una entrega total y absoluta de ambos. Era una mujer dulce y amorosa, entregada sin reservas y viviendo algo ilógico en una mujer casada, por muy anormal que fuera su matrimonio.  Se sentía atraído hacia ella ¿ cómo había sido posible que su marido no sintiera lo mismo?  Era algo sumamente extraño, pero en la forma de comportarse ante él, sabía que todo había ocurrido como ella le contara. Y también sabía que ya nada le separaría de ella.  La amaba, sencillamente. La necesitaba en su día a día lo mismo que ella a él. Tendrían que ver la manera de poder estar juntos, aunque fuera de tapadillo, pero sabía que no renunciaría a ella por nada del mundo.  Lo ocurrido, era tremendamente especial no sentido antes con nadie. Probablemente fuera también el morbo de la situación por la que atravesaban, pero la necesitaba, de eso era consciente.

Acariciaba suavemente, a penas sin rozar,  su pelo y su mejilla.  Estaba rendida y la dejaría descansar. ¡ Era tan vulnerable y tan pequeña !  La ternura que le inspiraba le hacía sentir feliz, tranquilo y en paz.  Una paz que no había sentido durante tanto tiempo, y había sido ella quién se la había dado.

Durmió escasamente media hora.  Al abrir los ojos miró alrededor: creía que todo lo pasado había sido un sueño, pero no lo había sido, él estaba allí, a su lado y la miraba con infinita ternura, con una dulce sonrisa de total y absoluta satisfacción en su rostro.  La acarició y la volvió a besar.  No se cansaba de hacerlo y ella reía complacida al recibir esas caricias que tanto había necesitado durante tanto tiempo.  Pero ahora tenía la compensación.  No importaba lo que tuvo que esperar.  Había llegado a su vida el verdadero amor, arrollándolo todo.

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