miércoles, 4 de abril de 2018

Losd largos días perdidos - Capítulo 5 - Tomar una decisión

Cuando lo
calizó a Thomas, éste salía de una de las estancias arreglándose la corbata y atusándose el cabello. Señal inequívoca de que había estado con alguien y no hablando de negocios precisamente.  ¿Cómo habían llegado a ese extremo de indiferencia ?  En realidad, existió desde el primer momento de su casamiento, en aquella noche de bodas.  Ella era una mujer seductora, y acababa de recibir una muestra de ello. ¿ Por qué nunca agradó a su marido ? ¿ Sería frígida ?

- No.  No caigas en esa trampa.  No eres frígida y la mayor prueba es lo que le reprochas: que nunca juegue contigo.  Sencillamente no eres su tipo.  Eres bonita , pero a él no se lo pareces.  No te comas el coco. No tienes nada que ver en eso - se repitió, mientras se dirigía en busca de  su marido

- Thomas, quiero irme a casa. Sé que estás ocupado, así que he pensado que Bill me lleve  y regrese a por tí a la hora que le indiques
-¿ Qué te pasa, estás mal ?
- No, estoy bien.  Pero no conozco a casi nadie.  Vosotros estáis reunidos hablando de vuestras cosas y mis amigas me aburren.  Creo que es hora de irme, eso es todo.  Por cierto, he quedado con el doctor Sorenson; quiero participar en su fundación.  Pero de eso ya hablaremos mañana.
- Esta bien.  haremos lo que has dicho-, y llamando al chófer le dió instrucciones  para que llevara a su mujer a casa y regresara a por él dos horas más tarde.

Ni siquiera se dió por aludida, ni ofendida,  ni nada, de nada.  Sabía que tendría que hablar con sus amigos o simplemente  volver a echar un polvo con la fulana de turno.  Y pensó:

- ¡ Ojalá saliera con William ! Y lo cierto es que físicamente saldría ganando.  De otra cosa no puedo opinar, pero creo que obtendría matrícula de honor a poco que se esforzara, ya que yo con Thomas ni fú, ni fá. - Y sonrió de sus propios pensamientos.

Estaba dormida, cuando a las cuatro de la madrugada la desveló el abrirse la puerta de su habitación.  En el dintel estaba Thomas, que avanzaba hasta el lecho.  Ella se hizo la dormida.  No quería interpretar aquella intromisión en su habitación.  Imaginaba con qué fin lo hacía, y ahora menos que nunca le apetecía corresponder a los placeres de él, además sabiendo que se había corrido la juerga durante esa noche.

  Pero todo fue en vano. El quitó de un tirón la ropa de la capa y exigió sus derechos ¿ Qué derechos ? Thomas no tenía ninguno, pero sabía que sería mucho peor resistirse, así que hizo como tantas veces, se dejó hacer para que aquello terminara cuanto antes.  Le repugnaba su marido, no le quería y lo que aún era peor le despreciaba.  Satisfecho en sus propósitos, ni siquiera la dio un beso en la frente.  Sólo dijo " buenas noches",   y salió de la habitación. Le dio asco cuando su aliento a tabaco y alcohol la dio de plano en la cara

- No sé si lo podré soportar mucho más - se dijo mientras se dirigía al cuarto de baño.  Se duchó a pesar de la hora y a sabiendas que se desvelaría, pero no podía soportar las manos de Thomas sobre su cuerpo; era como si le quemara su contacto.

Y amaneció más segura de sí misma.  Ya se había colmado el vaso; en cuanto le viera le pediría el divorcio, aún a sabiendas que la diría que no.  Eso sería un desprestigio para él y sus empresas.  Quedaría señalado por los amigotes a pesar de conocer los devaneos con la primera mujer que se le presentara.  Y en esa sociedad, mezquina, sería ella la culpable de su ruptura. Pero no la importaba.  Aún era joven y conocía lo que significaban las miradas obscenas de esos mismos amigos que a él le compadecerían y a ella culparían de todo.  Pero estaba decidida a ello. Y si lo rechazaba, no tendría remordimientos si en alguna ocasión tuviera la oportunidad de salir con alguien que la supiera valorar, aún siguiendo casada con él.  Se comportaría del mismo modo; no se merecía otra clase de trato.

Y ese día comieron juntos, y en ese momento de sobremesa, planteó la situación, y como esperaba la reacción de él fue la que ya había supuesto.  Y le advirtió de su riesgo, pero a él no pareció importarle , le dio igual, o no la creyó capaz de ponerle los cuernos.  Ignoraba que en la cabeza  de Alice, tomaba cuerpo otro hombre, otro rostro.  Y después de pelearse, una vez más,  ella se dirigió a la habitación y sacó de su bolso la tarjeta que le había dado el doctor Sorenson.  Comenzaba una nueva vida para ella, una nueva actitud.  Y sería conseguir un puesto en la fundación suya.  No quería remuneración alguna, simplemente salir de esa casa siquiera por unas horas

- Consulta del doctor Sorenson ¿ En qué puedo ayudarla ?

A su llamada oyó  la voz impersonal de la enfermera que atendía el teléfono.  Dudó por unos instantes en si debía seguir adelante.  Hasta dos veces tuvo que repetir la pregunta, hasta que al fin  Alice solicitó hablar con el médico.

- Lo siento, en este momento está con un paciente. Lláme, por favor dentro de unos quince minutos.
- ¿ Puedo dejarle una nota?
- Desde luego.  En cuanto se quede libre se la paso
- Está bien.  Dígale que la señora Britges desea hablar con él - Dejó su número privado, y esperó a que él atendiera su llamada.

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