sábado, 7 de abril de 2018

Los largos días perdidos - Capítulo 7 La vida frente a sí

Y mientras tomnaban el aperitivo, William la fue informando de cómo sería el trabajo que le sería destinado.  Era el más especial y por la dulzura de ella, creyó que serviría y  se encontraría satisfecha.  Eligieron el menú y comenzaron una charla amigable, comentando las incidencias del día de la fiesta.  Nada  de vida personal, no en aquella primera cita.  Ni él mostró interés en ello ni Alice lo creyó oportuno.  Al terminar la sobremesa, él la ofreció enseñarle la fundación y ella se mostró encantada con la idea

-A los niños vas a gustarles.  Tenemos varias atracciones para que al menos durante un rato, se olviden de que están en una especie de hospital.  Todo está pensado para eso, para que cuando jueguen sean como los niños sanos, sin ninguna diferencia.  Los padres, muchos de ellos, también intervienen, las enfermeras, los médicos...  Todos nos involucramos en atenderles lo mejor posible.
- Me encantan los niños. Creo que va a gustarme - dijo ella feliz
- También has de estar preparada para los malos tragos.  Hay niños que no sobreviven y nuestro objetivo es que nunca estén solos, ni los padres tampoco.  Ese momento es muy difícil, incluso para nosotros que tenemos tanto contacto con ellos y luchamos por su vida minuto a minuto.  Pero no siempre acertamos
-¿  Tienes  hijos ? - le preguntó ella
- No- contestó-  escuetamente,    por lo que no quiso preguntar más.

Paró el coche frente a una especie de chalet grande amplio, bonito.  Con un  jardín  y flores, muchas flores multicolores. También habían juegos en el  parque en el que a esa hora los niños correteaban por él. La impactó el verles tan contentos a pesar de su enfermedad.  Los que portaban gotero, estaban sentados alrededor de una enfermera que les leía cuentos, o jugaban con juegos de mesa y otras actividades.  Otros estaban con sus madres paseando y charlando..  A todos se les veía felices y Alice se emocionó al verles y no pudo evitar que sus ojos se llenasen de lágrimas.  Sorenson la miraba de reojo y se dio cuenta de la emoción que sentía. Le conmovió sobremanera y pensó que quizá había sido pronto enfrentarla con la realidad de esas hermosas criaturas que luchaban por recuperar la salud.

Al verles, algunos niños corrieron sonriendo al encuentro del médico.  Le conocían sobradamente y él siempre tenía una palabra cariñosa para ellos.

-Os presento a Alice que estará con vosotros y va a enseñaros muchas cosas nuevas. Os leerá unos cuentos preciosos que ella sabe y lo vais a pasar fenomenal.

Todos aplaudieron y sonrieron.  Uno de ellos, el más pequeño posiblemente, la tomó de la mano sonriéndola.  Alice se agachó y le besó en la frente y, con voz a penas audible, le preguntó su nombre. No sabía qué decir ante aquella señal de cariño de ese niño, que con su cabecita rapada y una sonda en su naricilla, estaba totalmente ajeno al cúmulo de emociones que provocaba en aquella  nueva visitante.  William se dio cuenta de lo que estaba viviendo, y tomándola por un brazo, la llevó hasta el interior de la casa,  a su despacho.  Hizo que se sentara y la sirvió un vaso de agua.

Sin poder remediarlo, comenzó a llorar tapándose la cara avergonzada

- Perdón, perdón.  Soy una tonta, por favor no me rechace.  Quiero este empleo.  Seré fuerte, lo prometo.
-Lo sé, lo sé. Y no eres una tonta.  Eres sensible al dolor ajeno y eso dice mucho en  tu favor. Al principio es algo que encoge el corazón. ¡ Tan pequeños y sufriendo tanto !  Por eso tratamos de hacerle su estancia aquí lo más feliz posible, y luchamos con todas nuestras fuerzas por ayudarles a superar la enfermedad.  Bebe un poco de agua.  Te presentaré al resto del personal. Todos son gentes maravillosas y esforzados.  Creo que te encontrarás a gusto entre nosotros.

Ella le miró, aún con los ojos acuosos, y sonrió débilmente.  Por primera vez le vio frente a frente  y en su rostro se reflejaba algo que ella no supo interpretar en ese momento pero que la hizo comprender que era una buena persona, que había dedicado su vida a esa lucha encarnizada contra el cáncer.   pensó que quizá por ella murió su mujer, y no se da tregua desde entonces.  También se dio cuenta que, cuando él la tomó del brazo, sintió la firmeza de su mano y el latigazo que recorrió su cuerpo.  Asombrada reflexionó que la había tuteado, que la trataba como a una compañera, de igual a igual, aunque ella distara mucho de estar a su altura
Nunca había tenido una sensación semejante, y de una vez por todas, borró de su cabeza la seducción que unas horas antes, había pensado hacer frente al doctor Sorenson.  No se merecía una revancha a su marido.  Se limitaría a guardar las distancias y a tratarle como superior.  Deseaba ese trabajo con todas sus fuerzas.  Se vería recompensada de tanta soledad, vertiendo su amor hacia esos niños, y sus padres.  Pensó que si a ella había impactado el estado de salud de los pequeños, qué no habrían sentido sus padres.  Ellos también necesitaban apoyo y cariño, y si en ella estaba se los daría.  Volcaría en ellos la soledad de su vida y de su corazón.

Si el médico ,lo autorizaba, comenzaría al día siguiente.  Sentía la necesidad de volcarse en los niños y no ser tan egoísta de pensar sólo en ella, que en comparación, lo de su vida era un camino de rosas.. William la observaba con detenimiento. y a  un tiempo pensaba que había ido demasiado aprisa.  Que ella no estaba acostumbrada  a enfrentarse a esa enfermedad tan dura, a verla tan de cerca.  Creyó oportuno darle otro puesto de trabajo hasta que se fuera acostumbrando a ello. No sabía lo que le ocurría con esa mujer, que tan impactado le dejaba cada vez que la veía.  Recordó otros momentos vividos hacía años con la que fuera su mujer, y pondría todos los medios a su alcance para que no se repitiera.  No quería volverse a enamorar y por ese camino iba,  sin duda,  al tenerla de frente, además de ser una mujer casada.  Sólo tendría complicaciones y su cabeza estaba en otras cosas

- Verás, estoy pensando que hemos, que he ido,  demasiado deprisa.  No debí enseñarte de repente la fea cara de la enfermedad, aunque en los niños hasta eso es bello y enternecedor.  Pero te encariñas con ellos rápidamente y no creo que estés preparada .  Pienso que lo mejor es que estés en mi departamento, en secretaría y poco a poco ir acercándote a ellos hasta que te acostumbres y sea una cosa cotidiana.
- No valgo ¿ verdad ? - le pregunto angustiada
- No he dicho eso. Naturalmente que vales.  Pero ha sido un choque que no había previsto. No deseo que tengas depresión, ni tengas pesadillas por las noches. Hazme caso: ve poco a poco. Ven te presentaré a tus compañeros.

La tomó de la mano y fueron hasta donde estaban las profesoras  y algunos padres. Ya habían terminado el recreo y ahora todos estaban merendando y jugando a un tiempo.  Encontró reconfortante la mano firme de él sobre la suya.  Hacía muchos años, desde su noviazgo con Thomas, que nadie la había llevado de la mano, y de pronto se sintió protegida y pequeña.  Ese contacto la gustó, y dirigió su mirada hacia él agradecida. William como si adivinase su gesto, también la miró, y en su rostro serio se reflejaba dulzura y ternura.  Durante unos instantes, permanecieron mirándose sin hablar. Y,  al cabo,  abrió la puerta que daba acceso al aula de los niños,.

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