lunes, 9 de abril de 2018

Los largos días perdidos - Capítulo 9 - Confidencias

Ella aceptó y salieron de la fundación rumbo al domicilio de Alice.  Al llegar, William creyó que no era oportuno llevarla a su casa. Estaba casada y ese hecho la comprometería, aunque entre ellos no ocurriera nada.  Por otra parte no sé si eso llegaría a ser posible; ambos estaban muy vulnerables, solos, y necesitados de afecto.  Decididamente no era una buena idea.  Y así se lo hizo saber


-Alice, no voy a llevarte a mi casa. Creo que no es conveniente para tu reputación. Alguien podría vernos e interpretar lo que no es. Podría enterarse tu marido y tener problemas.  Lo mejor, si no quieres estar aquí, es llevarte a un hotel, cerca de mi casa, si es lo que quieres, pero no conmigo
- Si es eso lo que piensas que es oportuno, de acuerdo, que así sea.  Yo tampoco deseo buscarte problemas.  No me importa que mi marido se enterara.  Estoy segura que le daría igual.  No sabes nada de mi vida y de cómo transcurre.  Creo que debo explicarte algunas cosas que a simple vista no creo comprendas.  De acuerdo, llévame a un hotel. Iremos a la cafetería y allí te explicaré lo que parece obvio, y sin embargo no lo es.  Yo tampoco deseo comprometer tu reputación.  Tienes razón, es lo más acertado.

 El la esperó en el coche mientras ella, en un pequeño neceser recogía lo indispensable para pasar ese día. William tenía la cabeza como si estuviera hueca. ¿ Qué es lo que hacía ?  Se estaba metiendo en un jardín de difícil salida.  Ella estaba casada y estaba dispuesta  a ir con él. ¿ Cuáles serían sus sentimientos?  No parecía rechazarle, pero de  eso a lo "otro " iba una gran distancia.  ¿ No se estaría haciendo ilusiones y ver  lo que no existía ?.  Al fin ella estaba junto al coche.  Se sentó a su lado , y partieron.

La inscribió en el hotel con su nombre de soltera, para evitar complicaciones, y después fueron hasta la cafetería.  Desayunarían en un lugar apartado para que ella le contase lo que deseaba relatar sobre su vida.  Sería un día de confidencias, pues creía que el momento de ellas había llegado.  Efectivamente, nada sabían el uno del otro, y tenía el presentimiento de que esa relación iba a ser algo más que una amistad o compañerismo.

.  Ninguno de los dos sentía apetito, pero si tenían la necesidad de tomar algo caliente para templar el cuerpo, después de la mala noche pasada.  Ninguno de los dos hablaba. Alice con la vista fija en el té que tenía delante, daba vueltas con la cucharilla una y otra vez, sin darse cuenta.  William la observaba y guardaba silencio para no interrumpir sus pensamientos que seguramente la atormentaban.

Y era cierto que estaba intranquila.  Necesitaba  sacar fuera la angustia y estaba con la persona indicada. Con la que únicamente podría ayudarla, pero cómo decirle lo que la inquietaba.  Cómo decirle que quería saltarse todas las normas que la sociedad  había impuesto.  y que ella, hasta entonces, había cumplido escrupulosamente, pero que ahora, allí, estaba dispuesta a romperlas de una vez por todas.  Había descubierto la ternura de ese hombre que durante toda la terrible noche pasada la cuidaba y la protegía, algo que ni su marido hubiera hecho, y la prueba la tenía en que ni siquiera en una fecha tan señalada como Nochebuena, había pasado con ella.  No le necesitaba; necesitaba cariño y ternura y lo había encontrado en William.  Estaba dispuesta a todo, pero primero le contaría la verdad, aún a riesgo de que él "por caridad" la diera lo que le había sido negado por su marido: amor y comprensión.  También se sentía excitada, probablemente por los mismos motivos que estaban viviendo.  Por la proximidad de él, y porque había descubierto que le importaba mucho, que quizá le amase, no estaba segura, porque nunca había sentido un sentimiento como el que experimentaba de absoluta entrega sin preguntas y sin respuestas.

Desde muy joven le habían trazado el sendero que debía recorrer, pero pronto supo que no era lo que quería, pero ya todo estaba hecho y era imposible retroceder.  Le había pedido la sepración infinidad de veces, algo que él había rechazado sistemáticamente, por tanto no le quedaba otro remedio de serle infiel, y al fin obtener el placer al que tenía derecho, con otra persona que no fuera él. Y lo había encontrado en William y para él sería toda la capacidad de amor que fuera capaz de sentir.  Estaba segura que no la rechazaría, ya que su viudedad había ocurrido hacía tiempo y presentía que había tenido sus escapadas de vez en cuando.  Ella sería "una escapada ".  No la importaba que no la amase; con su amor era suficiente para ambos.  No le diría que le amaba, no le exigiría nada.  Aceptaría lo que llegase y en la forma que llegase, dejando atrás los falsos escrúpulos impuestos por la sociedad en la que vivían.

Después de hablar con él, y de acuerdo a su reacción, le pediría que la acompañara a la habitación y allí ocurriera lo que ocurriera. Y con tranquilidad, serenamente, comenzó a relatar desde un principio toda su vida matrimonial.  La decepción frustración y atonía de toda ella.  El menosprecio de su marido y el motivo de su negativa al divorcio.  William no pronunciaba palabra alguna, sólo la escuchaba atónito con lo que oia.  Pero llegó el final del relato y seguía indecisa.  El la miró intensamente sin atreverse a decir nada.

No creia haber entendido mal lo que Alice había insinuado, pero dudaba.  No sabía si era despecho, venganza o deseo.  No le había dicho abiertamente si se sentía atraida por él.  ¿ Lo estaba él ?  William había conocido el amor verdadero, sin concesiones y reconocía los síntomas que sentía por aquella bella y atormentada mujer. Se había vuelto a enamorar, muy a su pesar, pero en el corazón no se manda.  Y ahora al verla tan sola, dolida y dañada en su amor propio, sentía unos enormes deseos de tenerla y estrecharla entre sus brazos.  Y decirla que no se preocupase, que tarde o temprano será feliz.  Que él la hará feliz.  Ya no tenía escrúpulos por poner los cuernos a ese hombre egoísta y superfluo que había destrozado la felicidad de su mujer.  Pero la felicidad comenzaba ahora, aquella noche, en aquel hotel. La conquistaría, la amaría y cuidaría como nunca nadie lo había hecho.

Se mostraba nerviosa, inquieta, seguramente ante la incertidumbre  de no saber qué hacer.  Pero él si lo sabía. Pagó la consumición y tomándola de la mano la dijo:

- Subamos a la habitación. Tú lo deseas, yo también. Considerémonos libres . Nada debemos a nadie, más que a nosotros mismos.  Seamos felices, al menos, esta noche. ¿ Das tu permiso ?

Ella sonrió ampliamente y respondió:

-Si, si, si.  Nada deseo más en el mundo.  Pero ¿ tú ? ¿ Lo deseas, no te sentirás culpable...?
- Sé a lo que te refieres y no.  No me sentiré culpable.  La quise muchísimo, y lloré su muerte durante mucho tiempo.  Me juré no volver a enamiorarme, pero apareciste tú y todo cambió. Si, es exactamente lo que has escuchado: estoy profunda y locamente enamorado de ti.  Te quiero con todas mis fuerzas y no me sentiré culpable por nada ni por nadie ¿ me entiendes?  Sólo quiero estar contigo y estudiar detenidamente tu situación. Conseguiremos tu divorcio y despuñés serás mi mujer si tu lo quieres.

Se inclinó sobre ella y la besó en los labios.  Ella entornó los ojos.  Era la primera vez que había sentido en su boca un beso de amor.  Y tomados de la mano se dirigieron al ascensor que les conduciría hasta la habitación.  Era una situación insólita que ni siquiera hubiera soñado en vivir algunas semanas atrás.  Pero ese era un día especial, en el que ambos estaban solos, lo habían pasado mal y necesitaban el contacto humano y el calor de un abrazo y unas palabras que no fueran reproches.  Se olvidarían de todos, sólo ellos contarían. No importaba el día siguiente lo que harían, lo que pensaría, lo que fuera de ellos.  Sólo contaba aquel momento que iban a vivir tan intensamente como quisieran.  Sin remordimientos ni reproches.  Sólo el amor cabía entre ellos; un amor difícil y complicado, pero  sabrían sortear todos los obstáculos que encontraran a su paso.  Hacía poco que se conocían, era cierto, pero habían desnudado su corazón y sus sentimientos: eso era lo importante.  Sabían todo cuanto debían saber.


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