jueves, 12 de abril de 2018

Los largos días perdidos - Capítulo 15 - Luna de miel

Y al fin pudieron seguir con sus vidas y poco a poco fueron olvidando los amargos momentos que vivieron.  William seguía con su trabajo y ella en la fundación: todo lo mismo., pero al despertarse cada mañana todo era nuevo y diferente.  Dormían abrazados sintiendo  su piel y por las mañanas, al despertar un beso era la primera caricia .  Se duchaban juntos , como aquella su primera vez de sexo que volvían a realizar con el mismo entusiasmo, pero ahora con la tranquilidad de conocerse mejor y amarse aún más.  Algunas veces se les hacía tarde porque el entusiasmo amoroso se repetía hasta dos veces.  Parecía como si desearan saciarse de todo lo que anteriormente Alice no había tenido. Compensar los largos días perdidos sin esperanza, pero que ahora lo arrollaba todo a su paso, convirtiéndose en amantes deseosos de posesión absoluta.

William admiraba a aquella preciosa mujer que tenía frente a sí y se embebía de aquel cuerpo, aún joven que se mostraba en plenitud.  Ambos se contemplaban sin reservas y sus caricias transcurrían a lo largo de sus cuerpos, para al final tomar posesión de ellos.  Sin restricciones.  William le mostraba  algunas caricias especiales que ella desconocía pero que la hacían vibrar aún más.  Algunas veces  se tornaba tímida ante la técnica que William empleaba para estimularla .  El había estado casado, y conocía todos los rincones de placer que una mujer tiene en su cuerpo.  Sin embargo ella, era totalmente virgen en este aspecto.  A William le encantaba que Alice disfrutara del sexo al igual que él.  No hacían nada fuera de lo normal, pero para ella todo era desconocido y extraordinario.  Nunca imagino que unas caricias tuvieran tanta sensualidad y les hiciera llegar al clímax a un tiempo y de forma extraordinaria.  Todo era nuevo y tenía el mejor maestro a su lado, que combatía su timidez con besos y ternura.

A  penas les daba tiempo a desayunar porque se les hacía tarde, y entonces iban todo el camino riendo y se hacían guiños maliciosos por lo que acaban de vivir. William la dejaba en la fundación y él se dirigía al hospital,  Nada alteraba su rutina, pero que ellos hacían que no fuera tediosa, sino todo lo contrario.  Los días que William tenía guardias, Alice lo pasaba mal porque le echaba de menos

- La cama es demasiado grande para mi sola - repetía en voz baja.

A veces le esperaba levantada a que él llegara del hospital para desayunar juntos. Otras veces ella también hacía guardia en la fundación para hacer más llevadera la ausencia de él..  No es que sintiera miedo de quedarse sola, sino simplemente que se había acostumbrado a tenerle a su lado y cuando no estaba era como si le faltara el aire para respirar.

Ya tenían todo organizado: se casaban en una semana.  Al fin conseguirían lo que con tanto trabajo deseaban tener, y habían logrado.  Ambos pidieron vacaciones para ir de luna de miel y la felicidad reinaba entre ellos.  Fue una ceremonia sencilla, con los asistentes justos como eran sus compañeros de trabajo respectivos, más íntimos.  Una novia emocionada daba el sí quiero a William que no dejaba de mirarla con ternura.  El sello final del acto un largo y apasionado beso como si les fuera la vida en ello.
Tenían quince días de luna de miel.  William lo había preparado todo con esmero; quería que fuera lo mejor.  Todo se le hacía poco para obsequiar a su mujer.  Harían una ruta costera por Inglaterra, Escocia e Irlanda.  Por lugares románticos, misteriosos y bellos. Buscó los mejores paradores de los lugares a recorrer y los hoteles con más estrellas que el firmamento.  Se había casado con la mujer más bella del mundo y quería que lo supiera.

Algunas mañanas, cuando el clima era lluvioso se quedaban en la cama festejando por su cuenta sus vacaciones.  Pedían el desayuno en la habitación y después se dedicaban a "jugar" hasta la hora de la comida.  Si el tiempo mejoraba, saldrían a dar un paseo o alguna excursión, si no era así, "dormirían" la siesta.  Era como si tuvieran veinte años, como si recuperaran la edad  en que todo es romántico y apasionado.  Ellos por distintos motivos, habían perdido esos años, pero ahora los recuperarían con creces.

Y poco a poco, de la mano de William aprendió todo lo que una mujer casada debe saber respecto a su marido y que algunas prácticas no era horribles ni pecaminosas, sino que eran normales en el ritual amoroso en una pareja.  Poco a poco fue perdiendo su timidez y a veces era ella la que llevaba la iniciativa, bajo la mirada feliz y satisfecha de su marido.  ¡Cuanto tiempo perdido y recuperado al fin, con alguien que conocía el terreno que pisaba y la ignorancia de ella !

Al principio, Alice se mostraba incómoda ante una nueva caricia de su marido.  Se extrañaba de que fuera así.  Desconocía si era normal en un matrimonio o simplemente perversión sexual.  El la calmaba y la decía:

-Cielo, es normal.  No debes asustarte.  Estamos casados y todo lo que hagamos en nuestra intimidad, es totalmente normal.  Y no, no es perversión, es el ritual amoroso que todas las especies de la tierra hacen de una forma u otra para su unión. ¿ Cómo es posible que a estas alturas me creas capaz de hacerte algo anormal !
- No te enfades, por favor. Me he criado en una casa en donde todo eran tabúes.  Nunca nadie me informó de nada ni de mi comportamiento frente a mi marido ni el de mi esposo referente a mi.  Luego caí en brazos de ...  Bueno ya sabes lo que pasó.  Sólo quiero estar segura, nada más.  Ten un poco de paciencia hasta que me vaya acostumbrado a la idea de que todo entre nosotros está permitido.
- Lo sé, mi amor, lo sé.  No te preocupes. Ni me he enfadado ni puedo hacerlo. Irás aprendiendo pòco a poco.  Es sólo que me asombro de que habiendo estado casada y con la edad que tienes, no conozcas nada de lo que debe existir en un matrimonio, máxime si se aman como nosotros lo hacemos.  Eres una chica lista, en cuanto rompas tus ataduras, no necesitarás mi guia, ya lo verás.  Es más, a veces serás tú quien pidas que te haga esta o cuál cosa..  Ya lo verás.
- No lo sé, hay ciertas cosas que me dan vergüenza.  No creo que te las pida

Y William rompió a reir, pues estaba seguro que se cumpliría su predicción tarde o temprano.  Y la besó y la abrazó contra él.  A veces no comprendía que hubieran dejado a esta mujer sin ningún tipo de información. En definitiva, tuvo suerte de dar con un hombre que no la amaba, porque de lo contrario la hubiera hecho pasar muy malos ratos con su egoísmo.

Y no hicieron falta más clases sexuales.  Al fin se convenció que tenía que perder los prejuicios y que ambos tenían que complacerse con lo que ellos creyeran que les haría felices.  Se sintió liberada de ataduras, y comenzó a comportarse como una mujer rendidamente enamorada de su marido


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