jueves, 12 de abril de 2018

Los largos días perdidos - Capítulo 14 - El tramo final

Y el inspector Morgan no desistió de su empeño y fue hasta el domicilio de la muchacha que había pasado la noche con Thomas.  A pesar de que había sido amaestrada por él, cayó en contradicciones, sin duda debido a la precipitación con que le dieron las instrucciones.  Se equivocó varias veces y se desdijo de otras tantas, hasta que terminó diciendo que había regresado a su casa en la mañana del veinticinco.  A Morgan no le cabía ninguna duda  de que sus sospechas habían resultado ciertas..

No obstante esperaría a que las pruebas concluyentes dieran por autor del hecho al marido, tal y como había sospechado desde el principio.  Esperaba que Alice se recuperara y declarase cómo había ocurrido todo.  Y al fin recobró la consciencia y aunque torpemente, lo primero que hizo fue preguntar por William que aguardaba con impaciencia ese momento.  Y allí estaba,  a la cabecera de su cama, tomándola de la mano y con cara de mucha preocupación.  Poco a poco se daba cuenta de que no la había abandonado, que allí estaba junto a ella.  Recordaba como en una película todo lo acontecido, pero aún no estaba preparada para relatar lo que ocurrió.   Y todo se confirmó rotundamente.  Thomas fue detenido y llevado ante un juez que le mantuvo en el calabozo de la comisaría.

  Dos días despues de su recuperación, Alice declaró,  ante el inspector y ante el juez,   que se hizo presente en el hospital, ya que aún no la habían dado el alta.  Y narró los hechos de cómo ocurrió todo hasta que recibió el golpe, a partir de ahí no recordaba nada.  Ya estaba todo claro:   iría a juicio y estaría detenido.  Su abogado consiguió sacarle de la prisión provisional, mediante una fuerte fianza, pero no podía acercase a ella mediante una orden de alejamiento.

Thomas parecía que había envejecido en unos pocos días.  No mostraba señales de arrepentimiento, y conservaba la altanería que le caracterizaba.  Ella no quiso verle; aún tenía el miedo metido en el cuerpo.  No quería volver a su casa, y William la llevó a la suya. La cuidaría y la protegería.

Todo marchaba a su propio ritmo y presentaría la demanda de divorcio que fue admitida a trámite y cuya resolución se  vería dentro del plazo más breve posible.. Ya todo estaba encauzado y ellos comenzarían en breve una vida juntos.  Thomas no podía digerir que todo acabase de esa forma.  Su soberbia no se lo podía admitir, y poco a poco, las amistades le fueron dando de lado, y sus negocios cayeron en picado.

Había pasado el tiempo desde todos estos sucesos, y no andaba muy bien de salud.  Posiblemente los disgustos, la pérdida de prestigio y el verse repudiado de esa sociedad hipócrita que hasta entonces le bailaba el agua,  Tenía molestias en el estómago que creyó serían nervios por todo lo pasado.  No había vuelto a ver a Alice.  Tampoco la echaba de menos, sencillamente no la quería, la detestaba,  pero sí sus amistades, el club, el golf con algún hombre de negocios...  Todos al saber la verdad, habían dado la espantada.  Hasta su última amante, había dejado de acudir a sus llamadas.  Estaba absolutamente solo.

Pero cada vez las molestias iban en aumento y con mayor persistencia.  Decidió acudir al médico. Tras unas pruebas le dieron la fatal noticia:

-  Cáncer gástrico, con metástasis.  - Le quedaba poco tiempo.

Al salir de la consulta, decidió dar un paseo.  No se metería en casa solo; se volvería loco.  Y entonces se acordó de ella, de la que fuera su mujer.  Y la furia y la rabia, que nunca le abandonaron, salieron nuevamente a la superficie, y la odió, haciéndola responsable de todo cuanto le ocurría.  No admitía que todo hubiera sido distinto si se hubiera comportado como marido correctamente.  No había vuelto a saber de ella, ni quería  saber.

Tres meses, una cama de hospital y la sola compañía de las enfermeras.  Pero ni siquiera entonces se planteó el porqué de esa soledad.  Con una última lucidez, horas antes de morir, pensó en ello. Pero el tiempo se le había agotado.   En la mesilla tenía una agenda con los nombres de su abogado y de su esposa.  El divorcio no había llegado a tiempo, por lo que aún era su mujer.  Al no conocerse más familia que le hubiera visitado, avisaron del fallecimiento al nombre que estaba en la agenda y que entre paréntesis ponía "abogado".  El se haría cargo de notificárselo a Alice.

  Acudió al tanatorio una hora antes del entierro.  William la acompañó, muy a pesar de Alice.  No sentía más que piedad por el que fuera su esposo..  Definitivamente, junto a él, se enterraban muchas penas, desilusiones y temores.  No tenía  ni un sólo recuerdo agradable de su vida con él, una vida de más de veinte años de unión infeliz y de egoísmo.  No quiso recordar la última vez que estuvieron juntos y que la llevó a un hospital por una paliza.  El corazón se le había endurecido y no sentía nada por el hombre que yacería bajo tierra.  Simplemente suspiró y se dijo "  Fin de la historia"  Era, junto con el abogado,  quienes  componían el cortejo fúnebre, y hasta el cementerio le acompañaron. Por un instante le dio lástima tanta soledad, pero era algo que él había cultivado durante toda su vida.

Se despidió del abogado y salió del cementerio. con William del brazo.  Se sentía extraña, y al fin liberada de toda su vida anterior.  Hoy, en aquel sitio extraño y lúgubre, empezaba una nueva vida, junto al hombre que verdaderamente la amaba y hacía feliz. Que siempre permanecía a su lado,  con quien tenía un proyecto de futura  vida en común.  Ya no hacía falta esperar el divorcio; podían unirse ya, ahora . Sólo algunos trámites y se casarían a la mayor brevedad posible.
Desde que salió del hospital convivían y se reían juntos, algo que nunca había hecho desde que se uniera a Thomas. Hablaban, reian, se amaban y la felicidad reinaba en su vida y en su corazón.

Lamentaba que el final hubiera sido ese, en lugar de haber llegado a una separación civilizada y sin problemas como hubiera debido ser, ya que no se amaban y Alice no le pedía compensación alguna.  Sólo quería verse libre del yugo que Thomas había creado con su despego hacia ella. Y pensaba

- ¿ Por qué ese desamor ?  No nos debimos casar, fue el mayor error de mi vida.

Muchas veces comentaba con la amiga que la acompañó aquel primer día al restaurante, de cómo la vida juega con todos nosotros

- Cada vez me asombro más de cómo sucedió todo, sin pensarlo, pero ahí estaba él, destinado para mi. - Ambas reian y procuraban no recordar la etapa final de no hacía mucho tiempo en la que todo era total y fatalmente diferente

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