miércoles, 4 de abril de 2018

Los largos días perdidos - Capítulo 4 - Un primer contacto

A la mesa se sentaban tres parejas conocidas.  Entre ellas estaban Thomas y Alice.  De inmediato comenzaron a gastar bromas y a charlar sobre cuánto tiempo había pasado desde su último encuentro.  En otra mesa cercana, ., ubicaron a William y a su hermana, de forma que tanto él como Alice estaban frente a frente.  De vez en cuando, y sin querer, a William se le escapaba la mirada hacia la bella desconocida que tan abstraido le tenía.  Ella se había dado cuenta de su observación, y a pesar de que la violentaban  sus miradas, al mismo tiempo le halagaba su atención.

Y la cena transcurría con toda la formalidad del caso, y al final de la misma y tras  momentos de sobremesa, unos golpes en un micrófono llamó la atención de la concurrencia para que prestaran atención a lo que el maestro de ceremonias iba a decirles, que no era otra cosa que un discurso del organizador de la fiesta, cosa que todos ya conocían, y la enumeración de los más relevantes asistentes .  Uno por uno fueron enumerados y uno por uno se levantaban en sus asientos para saludar.   Entre ellos estaba:

 <  William Sorenson, prestigioso  especialista en oncología refutado medico e investigador por el impulso dado  a las últimas técnicas para el tratamiento del cáncer >

  El aplauso fue atronador.  Al saludar, instintivamente dirigió su mirada hacia Alice que aplaudía sonriente.  Al fin había conocido a ese misterioso admirador.  Nunca había oído hablar de él, y eso tenía una explicación:   nunca había coincidido en algún evento, pero entonces recordó que no era la primera vez que se veían, aunque esta noche llevaba otra acompañante más apropiada a su edad, que con la que le vio la primera vez.  En cuanto tuvo ocasión preguntó a su marido si le conocía

- No hace mucho tuve ocasión de acudir a una conferencia que dio sobre lo alcanzado en sus investigaciones.  Creo que está dando grandes pasos en los tratamientos del cáncer - fue su respuesta
--¿ Está aquí para solicitar fondos? - preguntó ella
- Supongo que si.  Si no para pedir dinero, si para que la gente se involucre.  Creo que tiene una fundación para el tratamiento del cáncer infantil.  Estoy dispuesto a ayudar
- ¿ En serio ? - dijo ella extrañada.  Nunca Thomas había intervenido en ninguna obra benéfica, pero en esta ocasión se quería involucrar, y ella lo aplaudiría
- Haces bien.  No estamos libres nadie de sufrir esa enfermedad.-  le dijo, apretando su brazo en señal de aceptación.

Thomas se la quedó mirando extrañado por su respuesta, pero siguió hablando con su vecino de mesa.

  La cena había concluido. Todos se habían levantado, y de nuevo formaban los corrillos comentando algo sobre los asistentes que habían sido nombrados como los más relevantes de la noche, sin prestar demasiado caso a las mujeres que los acompañaban.  Alice se disculpó con su marido y se dirigió hacia la mesa en donde los camareros servían bebidas.  No sabía lo que hacer; se aburría:  ella no tenía nada significativo que comentar.  Fue hacía un camarero y le pidió una copa de champán. Con ella en la mano miraba a su alrededor observando a todos.  No le apetecía reunirse con sus amigas, que seguramente cotillearían sobre el vestido de fulanita, o la separación de menganita .  No se dio cuenta de que una alta figura se acercaba a ella despacio.

- ¿Se aburre ?- la pregunto una voz algo grave, pero bien entonada. -  Ella se dio la vuelta y se encontró con la penetrante mirada y la sonrisa del doctor Sorenson.
- Oh..., no, en absoluto.  Pero todos hablan de cosas que conocen y yo no entiendo de nada de lo que ustedes puedan comentar.  Tenía sed, y...
- No hemos sido presentados formalmente.  Soy William Sorenson.  Y ¿ Usted es... ?
- Soy Alice Britges. Y a usted acabo de conocerle en la presentación.  Lo lamento no me muevo en su campo y le desconocía por completo.

- Yo sin embargo, si la conocía.  La vi hace días en un restaurante.  Estaba con una amiga
- No tengo ni idea. ¿ Cuál fue el objeto de su observación?
- Me llamó la atención su cara en general y su sonrisa en especial
- Muchas gracias por su piropo, pero soy una mujer casada, por tanto no debería decirme esas cosas- replicó ella, pero no estaba molesta en absoluto.  Demasiado sabía quién era ese hombre que consiguió con su observación en el restaurante, que la autoestima le subiera varios enteros aquél día.  El siguió hablando:

- Le ruego me disculpe.  He sido indiscreto.  Creí que estaría con algún hermano quizá, pero no con su marido.  Le pido nuevamente perdón
- Le perdono., no se preocupe - Y rió nuevamente, y nuevamente William admiró su risa

- Bien, creo que debo retirarme.  Le reitero mis disculpas
- No se preocupe, no me ha ofendido.  Todo lo que me ha dicho ha sido bonito y correcto. ¡ Ah, una cosa más !  Mi marido me ha comentado que tiene una fundación para ayudar a los niños con cáncer.  Es una obra muy loable, y me gustaría que me hablara de ello.  Quizás en otra ocasión.
-La interesan las obras benéficas
- Lo cierto es que hasta ahora no me ocupaba de ello, aunque si colaboro con organizaciones para la infancia. ¿ Sabe ?  Tengo demasiado tiempo libre y deseo estar ocupada en algo que no sea un club de tenis o algo parecido.

En ese momento  Fanny se acercó a ellos en busca de su hermano y se sorprendió de la animada charla que tenía con aquella bella mujer.  Una esperanza asomó a su sonrisa, ignorante  de que ella estaba casada, y por tanto nada tenía que hacer como casamentera.  Agarró de la manga del traje a su hermano, y pidiendo perdón les interrumpió :

- Perdón por la interrupción, pero hay un profesor danés que desea hablar contigo - dijo dirigiéndose a William al tiempo que miraba abiertamente a Alice
- Perdón.  Le he entretenido olvidando que tiene compromisos
- Tome mi tarjeta y póngase en contacto conmigo.  Si estoy en alguna consulta tomarán nota y me pondría al habla con usted.  Me parece fantástico quiera ayudar.  Y ahora si me perdona...
- ¡ Claro !  Le llamaré un día de estos.  Hasta la vista

Y les vio marchar para reunirse con el profesor danés que también era oncologo, por tanto debían tener mucho de lo que hablar e intercambiar opiniones al respecto.  Alice terminó de beber el champán y siguió deambulando por el salón.  Deseaba marcharse a casa, pero ni siquiera encontraba a su marido, que había desaparecido de su vista.

En su bolso bailaba la tarjeta que el médico le había dado.  Impresionada por la seguridad de él al dirigirse a ella. ¿ Estaba tratando de conquistarla ?  Se detuvo en ese pensamiento.  No tenía porqué identificarse y recordar que la había visto antes. Interpretaba como una señal de que le interesaba. ¿ Se pondría en contacto con él ?  Era apuesto, gentil, culto, educado y la encontraba atractiva.  Pero ¿qué pensaba ella ?  Pensaba que no le importaría nada salir un día con él, tal y como se había planteado la vida.  La desaparición de escena de su marido, la ratificaba en que estaría escondido en alguna parte "jugando " con alguna conocida o no, porque lo cierto es que no tenía escrúpulos para liarse con alguien.  Nada fijo, sólo de una noche, pero, al fin y al cabo, la dejaba en ridículo.  ¿ Por qué no devolverle la pelota ?

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