lunes, 2 de abril de 2018

Los largos días perdidos - Capítulo 2 -Así es y así parece

Todo es más sencillo de lo que en primer lugar parece.  La vida  de Alice, aparentemente era extraordinaria, pero hay que estar dentro de un hogar, para saber lo que verdaderamente ocurre en él.  Era bien cierto de que en esa casa nunca había discusiones ni enfados.  Pero en buena parte era debido a la pasividad e indiferencia de sus habitantes.  Vivían bajo el mismo techo, estaban unidos ante la ley del hombre, pero no tenían ni un sólo punto de conexión.    El marido se limitaba a hacer acto de presencia junto a su esposa, en las reuniones de negocios o en alguna cena de compromiso.  El resto de los días, llegaba tarde a su casa, y la mayor de las veces ni comían ni cenaban juntos.Y nos preguntamos ¿ por qué se casaron ? Ella era inexperta y muy joven; sin duda influenciada por la opinión  materna sobretodo.  El atravesaba un bache financiero y decidió que al unirse con alguien adinerado salvaría su reputación y economía.

Era una situación anómala, pero que ellos lo habían tomado con la mayor naturalidad del mundo.  desde hacía tiempo cada uno tenía su vida, aunque para ella "su vida" era meriendas de compromiso con alguna amiga, alguna comida de chicas, peluquería y poco mas´.  Tampoco la importaba demasiado no ser acompañada por su marido.   Había tomado como natural ese tipo de vida, al no conocer que en un matrimonio existen otras cosas, otros comportamientos, y por tanto felicidad.   ¿Había sido feliz algún día ?  Echaba la vista atrás y creía que nunca; ni siquiera el día que contrajo matrimonio.  Aquella su primera noche, fue la más extraña y frustrante que nunca había tenido.  Ni siquiera aquella noche, Thomas se había alterado.  En sus ojos no había deseo por estar por primera vez con la que ya era su mujer.  Fue todo un ritual, una coreografía firmemente dictada ¿ por quién ?, pues por la frialdad y desinterés de uno de los protagonistas.  Por la otra parte, la más novata, sabía que tenía que cumplir un trámite y que comenzaba en el preciso instante que se cerrara la puerta de la habitación del lujoso hotel que habían reservado para su noche de bodas.

Se quitó su traje de novia ella misma; él ni siquiera la ayudó, con lo cual la timidez de ella era mucha y patente.  Uno frente al otro, en los ojos de su marido no había ninguna señal de excitación ni de deseo, algo que la decepcionó grandemente.  Era una mujer hermosa y deseable, pero estaba visto que no para su marido, que pausadamente se iba desvistiendo al unísono de ella. Ni siquiera hubo a penas preámbulo amoroso.  Unas caricias de pasada, un beso y directo al cumplimiento del deber de casado.
Ni siquiera se alteró, ni se interrumpió cuando él rompió su virginidad, a pesar de los quejidos de ella. Siguió hasta el final. Una vez cumplido el trámite conyugal, se tumbó de lado y al poco rato se quedó dormido.  En ese momento supo que no era precisamente amor lo que les había unido, es más, que ni siquiera él estaba enamorado de ella.  Siempre le consideró algo frío, y que por su falta de experiencia no supo distinguir la frialdad del compromiso que motivó su unión

Alice no entendía nada ¿ Por qué se habían casado?  ¿Le habían obligado a ello ?  Habían tenido dos años de relaciones.  Un noviazgo corto para lo que se tenía establecido. La excusa de los noviazgos largos era que debían conocerse. Pero en realidad y salvo algunas excepciones, la mayoría de las parejas iban al matrimonio sin saber nada uno del otro.  Pero todos seguían adelante, sobretodo si había intereses de por medio,    al igual que resultó el de nuestra protagonista.  Y el despertar del día siguiente, fue más de lo mismo; aparentemente él se encontraba cómodo en su papel, pero ella se moría de vergüenza cada vez que la miraba.  Un ligero beso en los labios a modo de buenos días y de nuevo la hizo el amor sin siquiera preguntar si le apetecía o se encontraba bien, ya que la noche anterior, su primer encuentro había sido brusco, con pocos miramientos. Thomas se vistió, y sonriendo con satisfacción, salió de la habitación dejándola sola.

- Te espero en la cafetería.  No me hagas esperar, no me gusta

Alice, pensó de inmediato que había cometido el mayor error de su vida, y que debió revelarse.  Pero ya no había solución.  . Comprendió que sería una esposa objeto, pretexto,   para que él figurase en las reuniones de negocios como un hombre de hogar y lucirla ante sus amistades.   Pero la realidad era que él haría lo que le viniese en gana y ella estaría siempre encerrada en una jaula de oro, pero jaula, en definitiva.  El poco amor que le tuviera antes de casarse, se desvaneció en la mañana de la torna boda.  No sabía lo qué hacer ni a quién recurrir.  Y se trazó una forma de vida: trataría de vivir lo mejor posible respetando las reglas de la buena sociedad hipócrita y egoísta en la que había nacido.

Y así pasaron los días y los años.  Entre ellos no había cariño, sino que simplemente se tenían respeto. Procuraban cumplir las apariencias ante los demás, pero ellos dormían en camas separadas.  Tan sólo cuando a él le apetecía, la requería como esposa, participando él, solamente,  de la plenitud del matrimonio.   Como compensación, y tras haber remontado la mala racha económica que motivó su matrimonio, podía gastar el dinero que la apeteciese y en lo que quisiera.  Vestía con lujo, acudía a las reuniones de mujeres que, como ella, eran floreros en las vidas de sus maridos. Una vez a la semana se reunía con varias amigas, comían en un restaurante de lujo y despellejaban a sus maridos .

Alice tenía una amiga desde que juntas comenzaron la primaria: Tracy.  A ella le contaba sus sinsabores y sus quejas.  Tracy le había aconsejado en varias ocasiones la separación, pero era un trámite largo,  que de conseguir la anulación de su matrimonio, sería una deshonra, no para él, aunque lo hubiera motivado, sino para ella, que sería dada de lado en el círculo en el que se movía.

- Compréndelo Tracy.  Estamos casados eclesiásticamente y sería largo y costoso de conseguir la anulación.  Yo sería repudiada en todos los círculos y a cambio él sería el mártir.  Tú conoces la verdad, pero sólo tú.  Porque ni siquiera mis padres la conocen
- No sé, Alice. Tu sabrás mejor que nadie lo que has de hacer, pero de verdad ¿ te compensa? Mándale a paseo. ¿ Qué si no te reciben en los círculos a los que vais? Son unos hipocritas. Estas quemando tu vida y no recibes nada a cambio-.  Sabía que no había forma de convencerla, así que aparcaron el tema y nunca más la volvió a preguntar, ni a  aconsejarla.  Quería a su amiga y la entristecía el matrimonio tan funesto que había realizado.

 Era una comida de chicas, de las que normalmente hacía de vez en cuando.  Cercano a ellas, había una pareja en la que era ella la que llevaba la voz cantante.  A simple vista podría parecer que estaban discutiendo:  ella hablaba y gesticulaba, y él miraba en otra dirección y se limitaba a escuchar.  En un momento dado, cambió la dirección de su mirada, y se fijó en la mesa en la que dos mujeres charlaban animadamente.  Se fijó en una de ellas.  Era una mujer muy bella que rondaba la cuarentena, o quizá la sobrepasara  un poco.  Era distinguida y tenía una dulce sonrisa.


- Ahí hay un hombre que no te quita los ojos de encima. ¿ Ves lo que te digo ?  Si estuvieras libre se enamoraría de tí cualquier hombre. Eres guapísima.  Si, si, ya sé.  Cortemos esta conversación- respondió Tracy

Al cabo de un rato, dieron por terminada la comida, abonaron la cuenta y salieron del local, seguidas por la mirada del caballero que seguía escuchando paciente la charla de su compañera de mesa.

Mientras ésto hacía,  él pensaba que creía conocer a esa mujer tan atractiva que acababa de salir del restaurante, pero no terminaba de identificarla con nadie. No estaba en sus círculos de amistad.  Una mujer como esa no pasaría desapercibida por nadie.

- Posiblemente la haya visto en alguna reunión, aunque no me parece que haya ocurrido así. ¿ En alguna revista... ?

Una voz con enfado le sacó de sus reflexiones

-¿ Me estás escuchando?  Te noto distraído
- Perdona.  Mi imaginación se ha ido a otra parte.  Posiblemente por algo que hayas dicho. Perdón, ha sido muy grosero por mi parte- - Ella repitió el último párrafo, y él indolente la decía sí con la cabeza, olvidando el tema de su distracción


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