sábado, 14 de abril de 2018

Los largos días perdidos - Capítulo 18 - Un gran acontecimiento

Tras haber sido servido el aperitivo solicitado, y sin soltar las manos de ella, la miraba fijamente a los ojos buscando los de Alice. Ella bajaba la mirada ante la intensidad de la de él. ¿ Qué le ocurría ?  ¿Qué le atormentaba? ¿ Cuál era su secreto ?  ¿ Por qué no hablaba de una vez ?  Y como si la leyera el pensamiento, comenzó a disculparse.

- Sé que durante estos días no he sido el compañero ideal.  Me he comportado contigo como un estúpido trasladando  mis preocupàciones hasta tí. He sido incapaz de disculparme contigo y explicarte la verdadera razón de lo que me ocurría.  En parte estaba relacionado contigo. Con el terror inmenso que me produce la idea de que pudiera perderte. Vi, nuevamente de cerca, lo que la enfermedad provoca en el cuerpo humano, y lo delgada que es la línea que separa la vida de la muerte.  Y a mi cabeza volvieron viejos recuerdos que creía ya superados, y te veía en casa, triste, preocupada por lo que me ocurría, y no era capaz de confesarte que lo que me tenía así era la preocupación de volver a vivir lo pasado.  Y por mucho que me repitiera que no era oportuno pensar así, no podía evitarlo.  No me daba cuenta de que te rechazaba en lugar de estar más cerca de ti.  No sé cómo explicar lo que sentía, y por mucho que quisiera reaccionar, cuando me encontraba frente a frente con la enfermedad y el dolor que causa en una familia, era superior a mi.  Y en lugar de, cuando llegaba a casa, abrazarte y decirte lo mucho que te quiero, me encerraba en mi propio dolor y temores.  No había otra mujer, si es que lo has pensado.  Nunca la habrá, pero no soporto la idea de que pudieras caer enferma.  Esta vez no lo soportaría.
- ¿ Por qué piensas en esas cosas   ¿ Era eso lo que te atormentaba?  Soy una mujer sana, no estoy enferma y vamos a envejecer juntos. Mi amor, yo creía que ya no me amabas.  Verdaderamente has tenido una reacción extraña.  Comprendo que recuerdes lo que pasaste anteriormente, que te duela, porque la amaste y no puedes borrar eso de tu vida ni de tu corazón.  Tampoco debes hacerlo.  Ella ocupó parte de tu vida; una vida que se truncó con su muerte, y debes seguir amándola y a mi también.  Y si así no fuera, consideraría que no tienes sentimientos.  Y los tienes y son nobles y puros.  Así que desecha todo lo que te haga daño, porque no me voy a ir a ninguna parte.
- Cariño, no sabes el peso que me has quitado de encima. ¿ Que es eso tan importante que tenías que decirme? No será que te has cansado de mi y me abandonas por lo sucedido en estos días.  Que soy un tipo insoportable  de aguantar mis neuras - Ella soltó una carcajada y acarició la mejilla de su marido
- Ni mucho menos.  Vas a tenerme a tu lado hasta que te hartes de mi.

- Creo que eso va a ser imposible. Dime ¿ qué tenías que contarme?  Me tienes en ascuas
- Sólo te pido una cosa:  no te subas por las paredes cuando lo sepas y trates de asimilarlo.
- Habla de una vez, demonios.  me pones nervioso
- Vamos a ser padres - El tardó unos instantes en reaccionar ¿ había escuchado bien? ¿ Está embarazada?- Dime algo, por favor.  Sabía que te disgustaría, lo sabía y por eso me demoré tanto en decírtelo
- ¿ Disgustarme? ¡¡¡ Nooo  !!!  Muy al contrario, sólo que no lo esperaba.  ¿ No somos mayores para eso ?
- Hoy día las mujeres pueden concebir sin riesgo hasta casi los cincuenta años, y yo sólo tengo cuarenta y tres.  Para los hombres no hay problema. Dime que lo quieres, dímelo, por favor. Creí que al menos te habrías hecho la idea de ser padres.
- En eso te equivocas, no me la hice.  Y no es por falta de deseo, pero pensaba en tí, en los riesgos que pudieras correr por la edad.  Pero el tener un hijo nuestro, es le mejor regalo que podías hacerme. Lo quiero, lo quiero, lo quiero.

Ella respiró aliviada.  Le había dado la noticia y la había aceptado, le había explicado el porqué de su malhumor en estos días   y la seguía queriendo, y también al bebe que venía en camino.  Era tan feliz que no pudo evitar el echarse a llorar.  El,  alarmado se levantó de su silla y se acercó hasta ella para tratar de averiguar lo que la ocurría

- No es nada.  Es que me daba miedo  tu reacción.  Son las hormonas que están alborotadas y ha sido la tensión entre nosotros de estos días . Nada más.  Creí que no lo ibas a aceptar y eso me atormentaba, porque si quiero este hijo que es tuyo y mio
- Vida, eres lo que más quiero en el mundo  ¡ Cómo no iba a querer a este bebe que es parte nuestra !  Vamos, vamos, cálmate.  De ahora en adelante te mantendré entre algodones. No tienes ni idea de cómo te amo . Adoro a los niños, y la prueba es la fundación, así que desecha toda idea descabellada de que no iba a quererlo- La besó suavemente y más calmada regresó a su sitio.


El camarero les miraba sorprendido y sonriente.  No parecían tener edad para romanticismos, y sin embargo si lo demostraban.  Ajeno a la realidad, pensó que sería un ligue ocasional.  Se acercó prudentemente a la mesa cuando fue reclamado por William y pedir el menú.

Y regresaron a casa.  Tenían mucho que celebrar.  Ya todo estaba claro entre ellos.  William se juró así mismo que la situación pasada no se repetiría, y para ello, comenzó a fraguar una idea en su cabeza.

- Tengo cuarenta y ocho años, dentro de no tantos habré de jubilarme como cirujano. Tendré que pensar seriamente en una retirada, pero la medicina es mi segunda pasión. Deseo pasar el mayor tiempo posible con mi familia, sin tormentosas ideas de enfermedades y muertes. Podría seguir con la fundación y al mismo tiempo hacerme investigador.  Tendría un horario sin guardias, ni llamadas a medianoche.  Estaría más con Alice y con el bebe, que va a necesitar a su padre.  Lo hablaré con ella.  No deseo hacer nada sin consultarle, pero creo que sería una buena idea ; así no trasladaría al hogar los sobresaltos del hospital.  No quiero que se repita lo del pasado .

Maduraría la idea y averiguaría el camino para investigar  la misma enfermedad que trataba en el hospital y en la fundación, pero no tendría cara a cara a los enfermos y a sus familias, sino sólo unas células y su estudio en profundidad.   sentados uno al lado del otro, con las manos juntas., William explicó a su mujer lo que estaba madurando en su cabeza.  Sería una forma de seguir con lo que le apasionaba, pero sin tratar directamente con los enfermos.  Ella escuchacba atentamente, pensando en lo que él la explicaba.  Después daría su veredicto.

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