lunes, 9 de octubre de 2017

Vidas separadas - Capítulo 15 - Cada uno por su lado

Se sentía desplazada, como si hubiera dejado de pertenecer a su vida, y lentamente, avanzó hacia donde Aidan estaba teniendo  a la niña en brazos.  Se paró en el dintel de la puerta, y contemplaba la escena con emoción  el padre apretaba contra sí,  el pequeño cuerpo de la niña que lloraba llamando a su madre. El quería retenerla como diciendo "soy papa ".  Se giró miró a su mujer y se acercó hasta donde ella estaba devolviéndole   la niña

- Ni siquiera me conoce. ¿ Cómo has podido hacer algo semejante? Quiero tenerla, quiero que se acostumbre a mi, que me conozca y que sepa quién soy.  En cuanto pueda manejarme mejor, acudiré a un abogado y trataré de solucionar la situación que tú has creado
-¿Qué quieres decir ?
- No digo nada.  Ya no,  Erin. Ahora tomaré cartas en el asunto.  Creo que mi deuda contigo ha quedado saldada con creces por tu innoble acción.  Ahora serás tú la que me deba algo.  Pero sobran las explicaciones;  tendrás que darlas en un juzgado.  Mañana iré a recogerla a tu casa.  Quiero pasar la tarde con ella.

Erin permanecía callada tratando de procesar todo lo que estaba escuchando. ¿ Significaba el divorcio? ¿ La custodia de la niña? ¿ Qué amenaza le había lanzado?  Al cabo de un rato salía de la casa con la niña en brazos nuevamente.  La angustia la invadía y unos ojos detrás de un cristal, observaban como se alejaban.

 Sentía furia, angustia, disgusto y sobretodo desilusión.  No habría forma de recomponer su matrimonio.  Habían ocurrido muchas cosas y muy graves.  Sería mejor que cada uno siguiera su camino, y esperar a que el tiempo cierre las heridas, si es que alguna vez podrían cerrarse. Aidan observaba cómo se metían en el coche y se alejaban .  Había imaginado esa escena de muy distinta manera a como había ocurrido en realidad.  Apretó los puños y las mandíbulas sin poder contener su  malhumor.

Transcurridos unos días, se puso en contacto con un abogado y le expuso lo que tenía en mente: quería la custodia compartida, pero era remiso al divorcio.  Es como si aún esperarse algún milagro.  Y el abogado le convenció de que era pertinente la separación y anulación del matrimonio y un acuerdo entre ambos para disfrutar de la niña.  Estaba inquieto, no podía dormir.  Sabía que el paso a dar era decisivo y que la causaría un gran dolor Pero, ¿ acaso él no estaba sufriendo? Acababa de enterarse que era padre, cuando hubiera sido tan fácil haberlo confesado  cuando se produjo, y todo hubiera cambiado entre ellos.

Diversos sentimientos se entremezclaban.  Comenzaba a verla de otra manera: vengativa, calculadora...  Ella no era así; sin duda había sufrido mucho para tener un cambio tan radical y de eso él había sido el culpable, en parte.  Lo mejor era lo que su abogado le aconsejaba.  Abandonaría su trabajo, se mudaría de casa y se consagraría por entero a su hija.

Visitó su comisaría y estuvo hablando con el capitán.  Su decisión era firme:  no volvería a ser policía.  Por mucho que trataron de disuadirle, no lo consiguieron. Su decisión era firme.  El cambio en su vida sería radical, en todos los sentidos.  Viviría en una zona cercana  a Nueva York, pero sería un lugar tranquilo en donde nadie supiera nada de él.  Comenzaría una nueva vida y trataría de olvidar por todos los medios su etapa de casado.

El fiscal le ofreció un puesto de trabajo en su equipo:

- Podrás disfrutar de tu hija y no correrás los riesgos de patrullar por las calles. Harás las investigaciones pertinentes para los casos que se nos presenten. Será un trabajo menos estresante que el que tenías, y sin riesgos.

Lo pensó durante unos días, y al fin se decidió: aceptaría la oferta del fiscal. Le ofreció un buen sueldo y sería un trabajo de despacho en su mayoría, pero también contaba con un equipo a su mando, y con ello "mataría " el gusanillo,  si es que tuviese nostalgia de su anterior empleo.

Pasaron los días.  Las visitas  de recogida de la niña se sucedieron,  pero ellos a penas  se hablaban.  Y un día Erin, recibió la citación del abogado para la tramitación de divorcio.  Se presentó en el lugar en que fue citada, sin abogado, no lo necesitaba. Estaba segura de que él no la perjudicaría, algo que molestó a Aidan al verla tan indefensa.

- ¿ Cómo se te ocurre ? Necesitas a alguien que te aconseje lo más beneficioso para ti
- ¿ Serías capaz de perjudicarme ?
- Naturalmente que no, pero deberías poner tus condiciones
-Estoy segura que lo habrás hecho de forma que ninguna de los dos salgamos heridos de esta engorrosa situación.  No tengo abogado, no conozco a ninguno y no me lo puedo permitir. Confío en ti.  Sé que lo habrás dispuesto de la mejor manera posible.

Y el abogado de Aidan, ante su solicitud, también la aconsejo, aunque naturalmente, mirando más por los intereses de él.  Y el documento fue firmado.  Desde ese momento eran nuevamente libres. Había conseguido la custodia compartida.  Vería a la niña todas las semanas hasta que cumpliera cinco años, y después de esa edad, además del día de visita, tendría derecho a disfrutar de un fin de semana con él, en semanas alternas.

Estaba desolada.  Todo hubiera debido ser diferente, pero ahora ya no había remedio. El se mostraba frio e impersonal, frente a una mujer desolada y triste como era la que hasta hacía poco había sido su esposa.  Sin embargo, a pesar de mostrar esa cara, interiormente estaba destrozado sabía el daño que la había producido, y lo lamentaba profundamente, pero por otra parte estaba su hija, y tenía derecho a que conociera a su padre y él a disfrutar de ella.

- Nos acostumbraremos - pensó - En realidad llevamos separados mucho tiempo, y aquí estamos. Sólo hace falta que pasen los días para volver a la normalidad.

Y pasaron los días y también los meses. Erin seguía su rutina en el hospital.  Alguna vez Allan Rowling la invitaba a cenar o al teatro.  Realizaron alguna excursión cercana aprovechando que la niña estaba con el padre.  El cirujano trataba de acercarse , pero ella interponía una barrera invisible entre los dos.  Le había hablado sinceramente: " nunca podré amar a otro hombre que no sea Aidan", le dijo, y él acepto su criterio.  Se conformaba con ser su amigo; al menos sería su hombro en el que llorar, si alguna vez lo necesitara.

No hay comentarios:

Publicar un comentario