sábado, 7 de octubre de 2017

Vidas separadas - Capítulo 7 - Lejos de todo

Como cada mañana, desde hacía algún tiempo, Aidan preparaba su desayuno: huevos revueltos, bacon, café y tostadas. Y mientras lo hacía, no podía evitar, como hacía día tras día, el recuerdo hacia Erin, su mujer.  En los buenos tiempos era ella quién lo hacía, mientras él ayudaba a poner la mesa.  Pero un buen día todo cambió radicalmente.  Ya no eran los tiempos felices, sino solitarios, cada uno por su lado.


En su cara se dibujada el rictus amargo de un recuerdo agradable, pero doliente.   La  echaba de menos , pero no había nada que él pudiera hacer por cambiar la situación.  Erin no quería ni oir hablar de ese tema, y por tanto no existía la posibilidad de sentarse,uno frente al otro, y hablar, hablar horas y horas, hasta que todo quedase meridianamente claro.  Se había alejado de Nueva York; ahora vivía en un lugar apartado, y al no poder hacer otra cosa, se sacó la licencia como detective privado, El tiempo transcurría y su situación familiar no experimentaba cambio alguno A menudo recordaba como fueron sus comienzos , cómo conoció a la que pasado un tiempo se convirtiera en su mujer.
  Se habían casado hacía más de  dos años . Se amaban, eran jóvenes y tenían profesiones que les gustaba.  Habían construido un hogar bonito en un barrio de clase media, rodeado de matrimonios jóvenes, con muchos niños y flores en los pequeños jardines.  Nada perturbaba su vida familiar.

Cuando no tenían guardia, iban a cenar fuera de casa, al cine o a una discoteca a bailar, y después a casa.  Todo normal.   Aidan estaba profundamente enamorado de su mujer y ella le correspondía en igual medida.  De común acuerdo, decidieron no tener hijos de momento, hasta tener alguna estabilidad económica que les hiciera vivir con holgura cuando comenzasen a llegar los niños.  Porque sí, tendrían varios, aunque no se habían fijado una cantidad determinada.  Eran sexualmente activos, por lo que no había nada de extraño que planificaran tener una familia numerosa

Fue hasta la mesita que tenía en el salón, frente al televisor.  Portaba en una bandeja el plato,  las tostadas y una taza de café.  Últimamente se había aficionado a esta bebida, ya que su compañero era de Puerto Rico y él le había acostumbrado a ello.  Tenía el  día libre, en su escaso trabajo,  y todas las horas debía invertirlas en algo que le satisficiera, pero no encontraba nada.

Cuando terminó de desayunar, retiró la bandeja y se acostó en el sofá. Sin siquiera quitarse el pijama, miró al televisor que daba un programa de supervivientes. No le gustaba; en realidad veía poca televisión o casi nada.

Poco a poco sus párpados se iban entornando, hasta que el sueño tomó posesión de su cabeza.  Posiblemente había madrugado mucho, pensó antes de sumergirse en los brazos de Morfeo. Y nuevamente volvieron a repetirse las escenas ocurridas hacía tiempo: el cuerpo de una mujer, inerte, con. una media enrollada en su cuello. Los ojos desorbitados y sus manos crispadas alrededor del objeto que le robaba la vida.  Una mujer a la que tenía que proteger, y  con la que    se había acostado..

Y volvió a revivir la escena que dio origen a todo:

- Aidan, preguntan por tí- anunció su mujer
-Ya voy, dame un momento.  Estoy terminando mi ducha. ¿ Quién es ?
- No lo ha dicho.  Dicen que es personal contigo. Parece que tiene prisa. No reconozco su voz, así que no debe ser algún compañero de la comisaría.

Aidan salió del baño envuento en una toallsa y su cuerpo aún mojado

- Lo vas a poner todo empapado - rió ella
- ¿ Seguro ? - dijo él atrayéndola hacia su cuerpo y besándola en la mejilla                                                      - Está bien ¿ quién llama? respondió                              
- No me conoce, pero me urge hablar con usted
-Eso está muy bien, pero si no sé quién es, comprenda que no le pueda complacer. Dígame su nombre y entonces veré. Si es por algo oficial, vaya a mi despacho y allí le atenderé con sumo gusto
- No no es nada oficial. Quiero que sea el guardaespaldas de mi mujer. Su sueldo sería ampliamente duplicado con el que tiene actualmente. No correría los peligros de estar por las calles y el horario sería más flexible.  Podría disfrutar de su familia casi permanentemente
- Lo pinta muy bien, pero dígame ¿ por qué yo?
- Porque es el más pometedor inspector.  Conoce las normas a la perfección y hasta tiene tres cursos de leyes. Usted es justo lo que necesito.
-Señor, como yo hay cientos. Sigo sin entenderlo y creo que se trata de algo nada limpio, así que no cuente conmigo. - Y colgó el teléfono
- ¿ Quién era ? - preguntó su mujer
- No lo sé. Supongo que algún chalado que tiene ganas de jugar a los acertijos. Voy a vestirme y desayunaremos tranquilamente.

Y cuando llegó a la comisaría, el aviso de su capitán poponiéndole lo que ya todos conocemos.

Apagó el televisor y decidió ir a dar una vuelta para despejar los malos recuerdos que con frecuencia atormentaban su vida y su mente..  No tenía nada que hacer y un día largo por delante. No quería pensar en lo que sucedería la siguiente semana.  El juicio había sido fijado para el día jueves.  ¿Qué clase de juicio se iba a celebrar? ¿ Por adulterio ? Sólo él sería culpable, y no era cierto, pero la única persona que podría responder estaba muerta  ¿Sería condenado ? Habían muchos atenuantes a su favor, pero nunca se sabe el resultado final.

Su vida era una madeja enredada, que a pesar del tiempo transcurrido seguía igual, sin aclarar nada de nada. Esperaría paciente  las alegaciones de la fiscal y de su defensa, un abogado barato, recién salido de la facultad, que cada vez que acudía a un juicio, le entraban náuseas de los nervios. O sea que con todos estos ingredientes esperaba una sanción segura.  Nada se sabía del autor del crimen, y creía que ni siquiera lo estaban buscando.

Aconsejado por su letrado, se puso su mejor traje, de color gris con una corbata azul marino. Deseaba que las horas corrieran veloces y terminar con ésto de una vez.  organizar su vida y esperar que todo se olvidase y volver a ser el  Aidan Brooks de siempre.  Le hubiera gustado tener el apoyo de Erin, pero eso era una utopía de la que no esperaba nada. Y tal y como lo pensara , comprobó que ella no estaba en la sala.  Por un lado se alegraba: no quería hacerle pasar ese mal rato.  Pero por otro necesitaba el apoyo incondicional de su mujer.

Y por fin llegó el día del juicio. No habia podido dormir  la noche anterior. Temía y a la vez deseaba que pasasen las horas y al fin se supiera si le declaraban inocente ó culpable.  A la entrada del juez, se hizo el silencio en la sala, y el magistrado llamó  al fiscal y al abogado defensor para que se acercasen al estrado. Había ocurrido algo insólito que debía consultar con ellos.



Se escuchó un murmullo en la sala . Aidan no comprendía lo que ocurría.  Los miembros del Jurado se miraban unos a otros. Era una situación anómala que nadie entendía. El magistrado y los abogados respectivos intercambian palabras entre ellos; unas veces de aprobación y otras no.  Al cabo de un rato, que para Aidan fue eterno, el juez señaló con su martillo que deseaba silencio absoluto.  Paseó la mirada por la sala y señalando al fiscal y al abogado de Aidan, les dijo con voz tajante:" A mi despacho ".

¿ Qué sería lo que ocurría ? ¿ Qué había pasado? ¿ Qué portaba aquel folio que había cortado en seco la celebración del juicio?

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