domingo, 8 de octubre de 2017

Vidas separadas - Capítulo 9 - La vida de Erin

Aún recordaba el día que entró de nuevo en su comisaría.  Todos los compañeros, conocedores del suceso, le recibieron con cariño.  Abrazos, palmadas en la espalda y aplausos. Aidan era querido entre todos ellos, y al frente estaba Pepe, que emocionado, le abrazó.  Entró a saludar a su capitán; ambos hombres se miraron sin decir nada.  Su superior giró  la cabeza en señal de pesadumbre por todo en  lo que se había visto envuelto y,  él había sido el origen.


- Aquí tienes tu puesto ¿ lo sabes ?
- Lo sé, señor. Todavía no sé qué haré.  Creo que pediré otro destino. Este lugar me recuerda una época pasada que quiero olvidar.
- Lo entiendo, pero ya lo sabes.
- Además, no termina aquí, sin más. Voy a hablar con el juez, con el fiscal, con quién sea, pero voy a dedicarme en cuerpo y alma a localizar al intrigante que urdió esta trama. He pagado un precio demasiado alto como para dejarlo estar. A ello dedicaré la indemnización que me han dado.Removeré cielo y tierra, pero le encontraré. No andará muy lejos de algún paraíso sin extradición

Pero volvamos atrás y recobremos el momento en que Aidan abandonó su hogar después de pasar su última noche con Erin.  Había tenido un rayo de esperanza al estar  juntos, pero ella, a la mañana siguiente, estaba igual de fría que en  los días anteriores.  Había sido un error, otro más,  haberse acostado.-  Debió suponerlo y haberlo medido.  Ella estaba muy dolida con lo ocurrido y no le perdonaría fácilmente.

Y Erin siguió en su trabajo. Y hacía turnos dobles, todos cuantos la ofrecían; quería estar en casa el menor tiempo posible. Ni siquiera preguntaba a Pepe por la situación de su marido.  Ni llamaba a la comisaría por si hubiera noticias. Le había borrado de su vida, al menos aparentemente. No quería verle ni saber nada de él: dónde vivía, cómo estaba...  De vez en cuando, como para reafirmarse en su postura, abría uno de los cajones de la cómoda y sacaba de debajo de la ropa, aquel sobre con aquellas fotos hirientes, y entonces las volvía a guardar rompiendo  en sollozos.

- Te odio, te odio - decía en voz alta como para que fuera escuchado por alguien invisible, pero de sobra sabía que no era cierto  que estaba muy lejos de odiarle, sino todo lo contrario. Aunque tampoco podía perdonarle.

Profesionalmente gozaba de las simpatías de sus compañeros, que sabedores de su estado anímico ni siquiera hacían referencia a su problema.  Erin se volcaba en la atención de los pacientes; en ellos depositaba su cariño  y su frustración, pensando que aquellas personas estaban enfermas y en peor estado que ella.

El doctor Rowlling seguía volcándose en ella, y trataba por todos los medios de conseguir alguna cita , alguna salida que la distrajera.  No comprendía la actitud de su marido. Erin era preciosa, buena hasta el extremo, amable y paciente.  Era poseedora de grandes valores humanitarios.  Desconocía el motivo por el que el matrimonio había fracasado.  Se les veía siempre muy enamorados y contentos, pero de la noche a la mañana, y a raíz de él ir a una misión fuera de Nueva York, todo se truncó.  Amaba a la muchacha en silencio desde hacía mucho tiempo, pero respetaba la situación que tenía. Se había ofrecido como amigo incondicional, pero por eso mismo, nunca la presionaría para que le hiciera alguna confidencia; sería ella la que le contase algo, si es que deseaba hacerlo.,

Acabaron la guardia y salieron juntos a desayunar en la cafetería, como hacían de vez en cuando.  Iban charlando amigablemente; la noche no había sido demasiado agitada, al menos habían tenido unas horas de tranquilidad.

La figura de Erin, había cambiado, se estaba volviendo más redonda. Állan era médico, y sabía perfectamente que aquel cambio era motivado por algo ocurrido en su organismo .  No dijo nada, pero un día en el quirófano se desmayó, y fue entonces cuando todos supieron que estaba embarazada.  Todos dirigieron la mirada, sin darse cuenta, hacia el cirujano, pero él ente bromas, lo desmintió categóricamente.  No cabía otra conjetura: o tenía un amor secreto o era de su marido.  Posiblemente la dejase embarazada antes de separarse.de él.

Y aquél día, Erin creyó que debía hablar sinceramente con su compañero y amigo Allan Rowling.



- No digas nada que no quieras decir.  Se trata de tu vida, y no tienes que dar explicaciones a nadie de lo que hagas con ella.-  Fue lo que la dijo el médico
- Has sido muy bueno conmigo, y creo que debo decírtelo. La ultima noche que vi a Aidan nos acostamos e hicimos el amor, y este es el resultado.  No nos hemos vuelto a ver. No sabe nada y de momento quiero que así sea.
- Pero...
- Lo sé, pero lo nuestro fracasó.  No quiero que sepa nada de momento.  No puedo, no puedo. Me hizo mucho daño, mucha frustración y desengaño. Ha de pasar más tiempo-  Todavía no ha llegado la hora.

Una figura desde lejos, les observaba y vio la complicidad existente en ellos.  Cómo Rowling cogía las manos de su mujer y las apretaba cariñosamente, y acariciaba su mejilla con ternura.  Desistió del encuentro que le había llevado hasta allí.  Deseaba darle esa sorpresa.  En el bolsillo de su chaqueta, llevaba la sentencia de absolución de todos los cargos.  Por un momento había tenido la firme esperanza de otra oportunidad. Por enésima vez la pediría perdón y trataría de comenzar de nuevo, pero lo que estaba viendo, le hizo comprender que ella había comenzado ya, una nueva vida y él no estaba en ella.

Como si le hubieran clavado un puñal en el pecho, se dio la vuelta y se alejó de allí.  Ya no sentía interés por demostrar nada. El único interés sentido, era presentarse ante su mujer con las pruebas de su inocencia, pero ella había decidido pasar página y emprender una nueva vida con el hombre que siempre había estado a su lado en el trabajo.  Reconocía las miradas que la dedicaba y sabía que no eran de compañerismo, sino de algo más profundo,  Posiblemente él haya sido su refugio, su nueva oportunidad en la vida. Quizá le hubiera olvidado.  Se metió en el coche y tomo una dirección, cualquier dirección.  No quería, no tenía ganas de hablar con nadie.  Deseaba acostarse y dormir, dormir días y días, sin pensar en nada ni en nadie.


Y Erin siguió con su embarazo. Tendría, al dar a luz, una especie de tregua en su trabajo, y habría de cambiar el turno de urgencias por otro más normal; ahora tenía que atender al bebe, que no tardando mucho estaría en el mundo.  La seguía invadiendo la tristeza. Hubiera sido un momento hermoso el haberlo podido compartir con su marido,   pero todo había cambiado.  Seguro que si la viera ahora, con ese vientre tan abultado, se acordaría de la otra, tan bella, tan exquisita, tan perfecta.

- ¡ Está muerta ! ¡ Déjala en paz ! Ella no es tu rival.  Lo eres tú misma - se decía frente al espejo que la reflejaba de cuerpo entero.  De un cuerpo en el que no reconocía el suyo propio. Una cara demacrada con manchas en la piel.  Unos tobillos gruesos y unas caderas inmensas.  Se sintió horrible y muy desgraciada.  Hasta ese momento no había pensado en lo que tendría que hacer frente cuando el bebe naciera, y estaría ella sola ante el mundo.

Y   dio a luz una preciosa niña, y no estuvo sola en el paritorio: sus compañeros la acompañaron y todos ellos sintieron ilusión por recibir al primer hijo de su querida compañera.  Saoirse pidió estar con ella y fue quién la ayudó en el momento preciso del nacimiento. Y juntas llorando de emoción y tristeza por todo lo que había acontecido

Ya en casa, acudieron a visitarla Saoirse y Pepe. Querían transmitirle fuerza  e iniciar una conversación que encaminara un encuentro con Aidan, pero como en otras ocasiones Erin no quiso ni oir  hablar de ese tema. Sabía que en algún momento tendría que decírselo, pero aún no, todavía no.  No sirvieron los razonamientos de sus amigos, y por ellos supo que había sido absuelto, pero se reafirmaba en lo que veía en las fotos y eso no era suplantación eran dos cuerpos en una cama y uno de ellos era el de su marido.  No se lo podía perdonar


- No sé si algún día podré, pero no ahora. Deseo centrarme sólo en mi hija y cómo enfocar mi vida nuevamente.

Y de esta forma pasaron las semanas y unos pocos meses sin que nada cambiara ni en su ánimo si en sus circunstancias.  Había transcurrido mucho tiempo, pero aún tenía presente todo lo ocurrido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario