lunes, 9 de octubre de 2017

Vidas separadas - Capítulo 16 - Una mujer en su vida

Aidan formaba parte del equipo de fiscalía, siendo él quién estaba al mando de otros dos investigadores más.  Tenía una buena amistad con el fiscal del distrito, desde los tiempos de su percance con Worwick, y con la abogada adjunta al fiscal. Jocelyn.  Parecía que su vida iba serenándose. Se llevaba a rajatabla lo dispuesto en la sentencia de divorcio, y esperaba ansioso que su hija cumpliera los cinco años para poder disfrutar más de ella  los fines de semana.

Faltaba poco para que así fuera .  Preparaba con toda ilusión el cumpleaños. de Aisling ayudado por su compañera y amiga del despacho.  Invitaría a sus amigos  de colegio y algún que otro padre con hijos pequeños, compañeros de la fiscalía.  Se sentía feliz; estaba entusiasmado con la niña que, a medida que crecía, se parecía a su madre.  Con Erin a penas se veia; hablaban por teléfono alguna vez si es que la ocasión lo requería, pero nada más.  Habían roto todos los lazos que en otro tiempo les uniera.

Lo único que enturbiaba su entusiasmo, era el que Erin no estuviera presente en ese momento tan esperado para él.  Sabía que lo pasaba mal.  Estaba indeciso en decirla que esa tarde la pasaran los tres juntos, pero al mismo tiempo temía la reacción de la que fuera su esposa.  No obstante, decidió, un día salir a su encuentro a la salida del hospital.  Y  después de tanto tiempo se vieron frente a frente.  No pronunciaban palabra alguna, sólo se miraban.  Fue Aidan quién tomó la palabra, entre otras cosas porque tenía que justificar su presencia allí

- ¡ Hola !
-¡ Hola !
- ¿Ocurre algo? ¿ Cómo tú por aquí?
-Verás... Como está cercano el cumpleaños de la niña, estoy organizando una fiesta con algunos de sus amigos. Nos gustaría que estuvieras tú también
-¿ Seguro ? ¿ Es buena idea ?
-Estoy seguro que le darías una gran alegría volver a estar los tres juntos, aunque sea por unas horas.  Es un día especial para ella. Va siendo mayor y se da cuenta más de las cosas
- Está bien. Acepto. ¿ Necesitas que te ayude en algo?
- No, no te preocupes.  Está todo organizado. Entonces ¿ vendrás ?
- Si, claro, iré. ¿ A qué hora debo estar?
- ¡ Por Dios Erin ! A la hora que quieras. Vas a tu casa. No estás entre extraños
- Gracias.  No deseo crearte violencias
- ¿ Por qué dices eso ?

- Saoirse me ha comentado que sales con alguien. Es lógico, pero pienso que tanto a ella como a mi, sería algo violento.  Aunque... ya no represento nada en tu vida, pero ella tiene que darse cuenta de ello.  Será difícil para ambas
- ¿ Por qué ? Ella..., salimos juntos, es cierto, pero tú eres la madre de mi hija y fuiste mi mujer. No pretenderá borrar eso de mi vida.  No es una página que se arruga y se lanza a la papelera.  Son momentos de la vida que tuvimos.  Siempre serás bien recibida en mi casa.  No lo olvides
- De acuerdo.  Nos vemos entonces. -.  Se besaron en la mejilla y cada uno se dirigió a su casa respectiva, o a donde quiera que fuesen.

 Elegiría su mejor vestido, el más juvenil, el que mejor la sentaba.  De repente su actitud cambió radicalmente:  iría al cumpleaños de su hijs y estaría junto a él.  También se daba cuenta de que a partir de ese día. habrían fines de semana en que no la tendría, y que habría de repartir las vacaciones.  Ese pensamiento, hizo que se detuviera en la elección del vestido que llevaría. Nada volvería a ser lo mismo y pensó en el tiempo que había transcurrido desde su separación y lo distinta que estaba siendo su vida desde entonces.

Nerviosa, excitada y contenta a un tiempo, llegó el momento de dirigirse a la casa de Aidan para celebrar el cumpleaños de Aisling.  Vivían en un pequeño chalet en una urbanización tranquila, a las afueras de Nueva York.  Desde la calle, se escuchaban las risas de los niños, los aplausos y los gritos  de ellos cada vez que algo se producía.  Erin, se paró un momento antes de llamar a la puerta.  Una mujer, desconocida para ella, le franqueó la entrada.

- Tu debes ser Erin ¿ verdad ?  Yo soy Jocelyn, amiga de Aidan
- Encantada - respondió Erin, mientras en una fracción de segundo analizaba el rostro y la silueta de la mujer que tenía enfrente.

- Pasa, por favor. Avisaré a Aidan

Mientras se alejaba la observaba.  Se trataba de una mujer de su misma edad aproximadamente. no muy alta, pero con un cuerpo bien formado. Ojos expresivos y andar resuelto y firme. Todo ello acompañando a una cara bonita,  de rasgos suaves y delicados. Era una mujer bella.

Erin, querría haberse encogido en ese momento.  Esa chica, desconocida para ella, ejercía de ama de casa, en el cumpleaños de su hija.  Si no hubiera sido por la niña, hubiera dado media vuelta y se hubiera marchado. ¿ Cómo se había atrevido Aidan a decirla que sería siempre bien recibida en su casa ? Era también la de esa preciosa chica.  Y en ese instante supo que les unía algo más que amistad o compañerismo.  Ocupaba el lugar en su vida que antes había sido de ella.  Permanecía a la entrada de la casa, con el regalo en la mano, para su hija, sin atreverse a dar ni un solo paso.  Allí estaba sobrando;  aquella no era su casa: era la de Jocelyn.

La idea de que la niña conviviera con ella, era una punzada en su maltrecho corazón. Hacía tiempo que daba por perdida la batalla, pero nunca supuso que él la hubiera reemplazado tan rápido.  Sabía que ya no podía contar con él.  Había formado una familia, otra familia con ella y sobraba en esa casa.  Se asomó sigilosamente y vio a su hija que reía rodeada de todos sus amigos.  Dio media vuelta, dejo el regalo sobre una mesa y se disponía a abrir la puerta para marcharse, cuando la voz de Aidan la detuvo

- ¿ Dónde vas?
- Estáis muy ocupados y yo aquí no pinto nada.  He visto a la niña feliz con su fiesta, y debo marcharme
-¿ Por qué ?
- Acabo de decírtelo. Estoy incómoda. No es mi lugar, es el de otra persona.  Lamento haber venido, nunca debí aceptar tu ofrecimiento.  No sé cómo no me dí cuenta antes.
- Pero no puedes irte.  Eres su madre y parte de la familia
- No Aidan, no te engañes. Ahora tu familia está con Jocelyn. Soy una anécdota en una parte de ella, nada más.  Me alegro que, al menos, uno de nosotros, haya encontrado la felicidad.  Graciias por la invitación, pero tengo que irme
- Estás haciendo una montaña de un grano de arena. Es cierto, ahora Jocelyn forma parte de mi vida, pero tú siempre estarás en ella: me has dado una hija, y eso, por mucho que te empeñes, no se puede borrar. Entra y si quieres irte, hazlo cuando Aisling apague sus velas.  Se lo debemos como sus padres. No querrás que piense,  cuando sea mayor, que no quisiste asistir a su cumpleaños.

Erin bajo la cabeza y asintió con ella.  Quería ocultar que las lágrimas acudían a sus ojos. Que no viera la tristeza infinita que sentía. Lo que lamentaba era no haber sido más inteligente para  no llegar a esta situación.  Pero ahora ya no había solución, lo había perdido todo, y probablemente, con el tiempo, también perdería la mitad del cariño de su hija. Y se quedó hasta que la niña apagó las velas.

- He de irme
-Es pronto
- Si, lo sé. Mañana entro temprano en el hospital  y no quiero acostarme  muy tarde. Ha sido una tarde fantástica.  Gracias
- Espera, te llevo a casa
- No es necesario. Gracias
- No. Yo te llevaré

Entró, habló con Jocelyn y volvió a reunirse con Erin.  La tomó de la mano y la condujo hasta el coche

. -El mio está ahí - dijo señalando con la mano
- Oh bien
- No, no está bien ¿ Por qué vas a acompañarme? Soy mayorcita y ando sola por la vida.  Además cómo vas a volver después
- No te preocupes.  Llamaré a un taxi. Yo te llevo
- De verdad  que no hace falta
- Lo sé, pero quiero hacerlo.  Entra

Se metieron en el coche y Aidan puso rumbo al domicilio de Erin. No hablaban.  Ella miraba por la ventanilla, y él llevaba la mirada fija en la carretera, pero su rostro estaba crispado, tenso.  Erin sabía que algo no estaba bien; repasaba mentalmente si había hecho o dicho algo que le hubiera molestado, y no encontraba nada que lo motivase

- Posiblemente haya discutido con Jocelyn. Seguro que no le ha hecho ninguna gracia acompañarme.  ¿Debo hacer referencia a eso ? - Se preguntaba, hasta que no pudo más y se dirigió a Aidan
-No debí ir. ¿ Has discutido con ella por mi causa?

Aidan no respondió.  Al cabo de un rato y cuando ya estaban llegando dijo

- No, no he discutido y tu sitio estaba allí, con tu hija, con nosotros. Eso es todo. Y no vamos a hablar más del asunto-.

 Y aparcando el coche, ayudó a salir a la que fuera su mujer y la acompañó hasta el ascensor que la conduciría a su apartamento.

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