jueves, 5 de octubre de 2017

Vidas separadas - Capítulo 4 - En misión especial

Parecíera que su amor no tenía fin. Era como si acabaran de descubrirlo, y lo que realmente habían descubierto era que el pertenecerse el uno al otro había sido  lo más maravilloso del mundo. Y a pesar de que él tenía un puesto de mucha responsabilidad, nunca dejaba entrever la problemática del día a día. Su estabilidad emocional, se reflejaba también en su trato con los compañeros.  Era más amable, sonreía más y se le veía más contento..  Canturreaba baladas irlandesas, cosa que nunca había hecho. Su amigo y compañero conocía la razón de ese cambio de carácter porque él también lo había experimentado. Pepe y Saoirse aún no habían contraído matrimonio, porque de común acuerdo así lo decidieron.


Aidan y Erin, se plantearon  no tener hijos inmediatamente.  Querían disfrutar plenamente de su recién estrenada familia de dos. Los fines de semana, cuando sus respectivas ocupaciones  se lo permitían,  hacían cortos viajes, o simplemente se quedaban en casa uno junto al otro disfrutando de su mutua compañía.   Y así pasó el primer aniversario, todo marchaba bien.  El la regaló una pulsera y ella  un reloj.  Cenaron en un restaurante y después recordaron su primera noche de amor juntos, , la primera vez que hicieron el amor, y revivieron aquellos momentos apasionadamente.

.  Una mañana, el capitán llamó a Aidan a su despacho: le había surgido un compromiso ineludible al que debía atender, porque además era un encargo de alguien de las altas esferas.  Había depositado en él toda su confianza, y creía que era el más indicado para desempeñar la misión que le encomendarían.  Se trataba de ser el guardaespaldas de la esposa de un importante financiero que visitaría Washington.  Sería una misión sin importancia, sin riesgos, de corta duración, pero debía viajar a la capital de Estados Unidos.

- Paranoias de la gente con dinero, ya sabes - Es la explicación que le dio su jefe.

No le apetecía nada dejar a su mujer lejos de él, pero también sería un aumento de sueldo. Deseaba ofrecer a Erin todo lo que la había prometido y serían sólo unos días.  Presentía que a ella no le iba a hacer ninguna gracia la propuesta.  Había muchos inspectores solteros.  Podían habérselo encargado a ellos ¿ por qué él  que estaba casi de luna de miel ?  Llegó disgustado y su mujer lo notó nada más entrar en el apartamento.. Se sirvió una copa y, tomándola de la mano la condujo hasta el sofá : allí la explicaría el encargo de su jefe


- Verás...  En este fin de semana he de viajar a Washington en una misión no oficial, pero si lo es...,  a medias
- A ver, a ver.  Explícate porque esos  protocolos que tenéis no los entiendo muy bien
- Alguien de altos vuelos le ha pedido al comisario un agente para que haga las funciones de guardaespaldas de su mujer.  Parece ser que está teniendo problemas, y no quiere complicaciones en su viaje a nuestro pais
- ¿ Es algún mandatario extranjero?
- No llega a tanto, pero anda muy cerca. Y no sé de quién se trata. Sólo sé que el domingo por la noche he de estar allí
- No me gusta nada . Teníamos planes para el fin de semana. ¿ Es que no se respetan los horarios ni los días en que no trabajas?
- Lo sé, lo sé.  A mi tampoco me gusta nada- Pero  ¿qué debo hacer?  Es una misión sin riesgos y muy bien remunerada. No te enfades; no tengo la culpa,   no lo he solicitado yo
- Perdona, pero es que...  Está bien. Cambiaré la guardia con alguien y así a tu regreso tendremos más días libres.
- Sabía que lo entenderías.  Dame un beso, anda

Y se besaron, se abrazaron, se hicieron cosquillas, juguetearon y por lógica terminaron en la cama.  Pero en el interior de Aidan  había algo que no terminaba de convencerle.  Conocía a su jefe desde hacía años.  Fue su instructor en la Academia de policía, era un hombre íntegro y además apreciaba mucho su trabajo y lo demostró cuando fue herido aquel 4 de Julio. Sabía que si se lo había encargado había sido porque confiaba en él y en su trabajo, y porque no tenía más remedio que atender las peticiones de "arriba".  Decidió no dar más vueltas al asunto .  Pero algo, no terminaba de convencerle no sabía el qué, pero le disgustaba mucho.  lo achacó a la separación de Erin. se quedó dormido al cabo de un rato.

Y llegó al aeropuerto acompañado por el jefe de seguridad del enigmático personaje , a cuya esposa debía escoltar. Seguía sin encontrar lógica a todo ello, pero no hizo preguntas, según le habían indicado.  Antes de embarcar el hombre que le acompañaba, le entregó un sobre en el que se detallaba concinzudamente los pasos que debía seguir a su llegada a Washington.

Lo abrió cuando ya el vuelo estaba en el aire:


" Presentarse en la recepción del hotel Ritz Carlton de Georgestown- Le entregarán un sobre, a su vez, conteniendo el número de la suite en la que deberá personarse y será recibido por mister Ralph Worwick, que le dará verbalmente las instrucciones a seguir
Se hospedará en el mismo hotel, en una habitación contigua a la del matrimonio Worwick
Deberá acompañar en todo momento a la señora y permanecer a su lado constantemente."

Nada tenía de relevante. Era el protocolo habitual. Le extrañaba que su servicio de guarda espaldas no incluyera también a la esposa, pero imaginó que quién podría ser extorsionado sería él y no ella.  Cumplió las órdenes al pie de la letra, y en cuanto llegó al hotel se persono en la suite que el matrimonio había reservado.Y allí fue recibido por el magnate.  Era un hombre de unos sesenta años, y a su lado estaba la esposa, con una treintena de años menos que el marido.  Y compendió en el acto el recelo y el especial empeño en proteger a su mujer.  Era extraordinariamente bella y elegante.  Permanecía sentada junto a Worwick que en ningún momento dejó de acariciar la mano de ella.  Calculó que debían llevar poco tiempo de casados, porque él mismo se reconoció en ese gesto que él hacía con Erin.,

Le dieron esa noche libre, pero al día siguiente debería estar a la hora en punto que la señora le marcara y acompañarla a donde ella indicara, ya que su marido iniciaría sus entrevistas a primera hora de la mañana.  Ella no madrugaría; tenía todo el tiempo del mundo para ir de compras, a que la dieran un masaje o a cualquier otro sitio que se le antojara.


Se despidió de ellos y se dirigió a su habitación que estaba situada frente a la del matrimonio.  Se quitó la chaqueta y la corbata, y cómodamente instalado, llamó a su mujer, que ya había entrado en su turno en el hospital
- ¿ Qué tal todo ? - le preguntó
- Bien, todo bien, pero extraño.
- ¿ Qué quieres decir ?
- No lo sé.  Ella es una mujer hermosa y bastante más joven que él.  Seguramente esos signos de protección para con ella serán miedo a que encuentre a un hombre más joven y...
-...   Y la enamore - comentó Erin.
- Eso mismo he pensado yo.Es muy bella. Viste elegantemente con ropa carísima, y las miradas que le dirige el marido son abrasadoras.  No quiero ni imaginar como serán sus noches
-¡ Aidan ! Me estás asustando. Te has vuelto un chico picante
- No me hagas caso, pero es inevitable pensarlo cuando los ves juntos
- Amor, tengo que irme.  Entro en quirófano dentro de un minuto. . Llámame cuando estés desocupado, que presiento vas a tener poco tiempo libre. Te quiero


- Yo también te quiero - Sonrió y cortaron la comunicación.

A la hora de la cena bajo hasta la cafetería; tomaría algo frugal, no tenía mucho apetito y sí muchas ganas de acostarse.  Se sentía nervioso y  expectante hacia la labor a desempeñar al día siguiente.  Presentía que no iba a ser nada fácil.  Conocía algo de la forma de comportarse  de ese tipo de gente. Worwick  había estado  cordial y educado, pero ella, sin pronunciar palabra, no le quitó la vista de encima mientras permaneció en la suite.  Tenía una mirada inquisitiva, como si no se fiara de él, pero al mismo tiempo era retadora y desafiante.  No le gustó esa expresión, y al instante pensó que eran prejuicios suyos, que posiblemente fuera toda una dama simpática y cordial, a la que sólo importaba visita a las mejores tiendas para comprar los exquisitos vestidos y zapatos que luciría. Es posible que también se aburriera terriblemente, siempre acompañada por alguien diciéndole dónde podía ir, a qué hora era la conveniente y encima tener un marido celoso que la requeriría casi constantemente.  Y pensó:

- Si yo fuera Worwick, no la dejaría nunca sola

¿ Por qué pensó aquello ?  Admiraba la belleza de esa mujer tan distinta a la de Erin. Su mujer era natural, se la veía venir, y sin embargo Frida,  tenía un gesto frio, duro como analizando cada uno de sus gestos.

- Estaría bien para un ratito, pero para el día a día, prefiero a mi mujer



Pero no le gustó ese pensamiento que tuvo ¿ Las estaba comparando ?  Los valores de Erin, superaban notablemente a los de Frida.  Ser bella, elegante y sofisticada, era fácil en su mundo con una tarjeta de platino sin límites.  Lo difícil era serlo como lo era Erin: con los medios contados y un trabajo estresante y continuado.  Sin lugar a dudas, no había comparación posible.  Ganaba Erin por goleada.

 Y a la mañana siguiente comenzó su nuevo trabajo para proteger, no sabía muy bien de qué, como no fuera de su propio marido, a la elegante, bella y fría señora Worwick..  Su trato por parte de ella, era el que correspondía: frío y distante. Dos pasos más atrás de ella, el eficiente guarda espaldas atento siempre a cualquier otra cosa que destacara fuera de lo común.  Tenía la sensación de ser un lacayo de una niña rica. Entraron en infinidad de tiendas; en todas ellas compró algo. Y él iba cargando con los paquetes. ¿ Para ésto le habían contratado ?  Por mucho que quisiera disimular no podía evitar su mal estar y confusión.  Cada vez estaba más  acertado en suponer que allí había algo que no encajaba.

De vez en cuando miraba por el retrovisor a Frida, que como ausente miraba sin ver las calles por las que circulaban. Ya habían llegado al hotel. La ayudó a salir y subieron juntos en el ascensor.  Abrió la puerta de la suite y dejó sobre el sofá las bolsas con las compras efectuadas


 ¿ Algo más desea, señora ?
- Ni siquiera conozco su nombre- le dijo sonriendo mientras se descalzaba
- Soy Aidan Brooks
- De acuerdo Aidan. Hoy deseo bajar a cenar al comedor.  Mi esposo llegará muy tarde, así que usted me acompañará. No es necesario que se cambie de ropa, va perfecto con lo que lleva puesto. A las ocho en punto, por favor
-Así lo haré señora.  Y ahora, si me permite, voy a retirarme. Tengo que llamar a mi esposa
- ¿ Está casado ?
-Si, señora
-Felicite a su mujer.  Se ha llevado a un hombre muy atractivo - Sonrió, y cerró la puerta tras de sí

Mientras abría su habitación, torció el gesto

- ¿ A qué demonios ha venido eso ? - se preguntó.  No tardaría mucho en obtener respuesta.

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