miércoles, 18 de noviembre de 2020

Ecuentro en el parque, en un otoño dorado - Capítulo 13 - Un proyectado viaje a ninguna parte

 Era un sueño profundo el que buscaba y que no conseguía. Estaba obsesionado con una idea: un viaje a Dublín. Y ahora mucho más estaba decidido a llevarlo a cabo. Sabía que en la ciudad no encontraría la respuesta, o quizá sí. Pediría rebuscar en los archivos cualquier dato de cuando ella colaboró con su editorial, algo debía haber , por haber trabajado con ellos, no como escritora, sino como ayudante de editor, y luego estaban los manuscritos de la novela que ellos lanzaron,  y la que se les escapó de las manos creyendo que no merecía la pena.

Indiscutiblemente el destino estaba en su contra. Ni siquiera había sentido curiosidad por conocer de qué trataba esa novela y el porqué esa firma extraña. Su instinto debía estar dormido en esa ocasión; algún  presentimiento debería haber notado , pero no fue así, porque no tenía nada que ver con lo que buscaba insistentemente. Aquello podía ser un mensaje subliminal, un mensaje oculto, que sólo él debía entender, y no lo entendió.  Posiblemente ella creyera que lo vería, pero no fue así.  Se despertó con dolor de cabeza de ese sueño, tan perturbador.

- Me estoy volviendo loco, y no tengo más camino que  averiguar si es cierto lo que imagino, y por consiguiente tratar de encontrarla, u olvidarme de ella de una vez, que sería lo más lógico.  Estoy sintiendo cosas que no existen, que nunca existieron.

Pero a pesar de todas las reflexiones, realizó el viaje a Irlanda, tal y como se lo había planteado. Creyó que esa era la única forma de deshacerse de ese recuerdo, o de encontrarla, y si así ocurriera, se abriría otra incógnita. ¿ Qué haría ella si se encontraran? Nada ni nadie le apartaría de esa idea. Terminaría con esta obsesión en cualquiera de los dos sentidos: triunfo de la verdad sobre el amor, o dar la espalda a todo ello, si Alana estuviera casada o le rechazara frontalmente.  Esas razones serían las únicas para terminar de una vez con esta obsesión que le amargaba la existencia.

Y viajó a Dublín y lo primero que hizo fue  acudir a la editorial. Ya estaba preparada la documentación que les había dicho que buscaran sobre ella, incluido el manuscrito que últimamente les había enviado. Se encerró en la habitación del hotel, y sentado en la cama, ordenó minuciosamente sus ideas, apuntando algún dato que otro en un bloc . 

Era ya de noche, cuando decidió dar por terminadas las pesquisas en ese día. Había llegado a un momento en que tenía la cabeza embotada de tanto leer y volver a leer todo lo que había escrito, y hasta dos veces habían cosas repetidas sin aclarar nada. Pediría algo de cena que le subieran a la habitación y por ese día lo daría por concluido. Encendió la televisión a ver si despejaba su cabeza, porque mucho se temía que sería otra noche en blanco, y necesitaba tener la mente despejada.

Pero pasó ese día sin conseguir saber nada, al igual que la noche anterior en que tuvo que dejarlo. Solo le quedaba una vía más: llamar a la editorial en la que publicaba últimamente. Pero ellos tampoco le aportaron nada nuevo, o no se lo quisieron decir, dado que al identificarse pensaron que se podía tratar de un competidor que quería robarles  a su escritor. Así que dio por concluida su gestión.

Ya solo le quedaba una sola dirección para darse por vencido: Connemara. Viajaría hasta allí y trataría de saber dónde vivía. Al ser un lugar más pequeño, en que posiblemente todos se conocían, y máxime habiendo nacido allí y escritora que empezaba a darse a conocer. Y si no lograse nada satisfactorio, pondría punto final a esa obsesión que la intranquilizaba.  Pero ¿por qué vivía en ese estado permanente de ansiedad? Solo había una razón: la seguía amando; nunca había dejado de hacerlo.  Si hubiera sido libre cuando la conoció, ahora no estaría pendiente de ésto, sino que seguirían unidos. Porque de algo estaba seguro: ella le quería lo mismo que él. De no haber sido así, Alana no se ocultaría; estaba claro que no deseaba ser localizada y trataba de borrar todas la huellas que condujeran a ella.

Se sentía frustrado, derrotado e incapaz de tomar otro rumbo. Había sido su motor, el encontrarla lo que había sido su pensamiento constante, pero ya no más. No podía vivir así indefinidamente.  Al llegar a Connemara, fue un alivio, pero tampoco sería fácil. Preguntaría en el pub, en la tienda en la que posiblemente comprara. Tampoco sabía el nombre de sus padres y seguramente ese sería un dato para poderla identificar. A pesar de todo, tenía esperanza, pero se desvaneció, cuando al final de la noche no había podido averiguar nada positivo.

Estaba de mal humor contra todo y contra todos. Pensaba que todo estaba en su contra y eso sería señal de que algo no quería que la volviera a ver. Así que regresaría a Escocia y trataría por todos los medios de olvidarse del tema,  se decía para autoconvencerse:

- La mancha de la mora, con otra verde se quita...

Pero eso suponía salir y llevar otro tipo de vida no tan enclaustrada como la que llevaba, y torció el gesto al pensarlo, porque no le gustaba en absoluto. Pero por algo tenía que empezar. Y de repente se sintió mayor. 

- Si eso que pienso lo hubiera hecho siendo más joven, sería lógico, pero ¿ ahora, casi rondando la cincuentena? Se reirán de mí y me tratarán por un viejo verde.  Dudo mucho que siga ese camino. Ahora durmamos. Mañana regresaremos a Edimburgo.

Y regresó a su casa en Escocia, malhumorado y desmoralizado por no haber conseguido nada. Difícilmente podría tener una nueva oportunidad. Solamente si publicaba de nuevo y si por casualidad hiciera alguna presentación, algo que dudaba, ya que le habían informado que era una cláusula inquebrantable en su contrato.  Debía despedirse de una vez por todas y para siempre.

Mientras tanto, Alba finalizaba su curso y con él su tercer año de bachillerato. El verano se anunciaba espléndido. Deseaba hacer un viaje, aunque sabía que su madre no lo autorizaría, por muchas amigas que fueran. Además , Pierce haría un viaje por el continente con su familia, así que no estarían juntos al menos durante quince días. Estaba triste por tal motivo, pero eufórica si al fin su madre daba permiso para su viaje de fin de curso.

Y Alana lo autorizó, pero con una condición: ella incluirse en la excursión. Su hija se echó las manos a la cabeza.

- Ni hablar. Te has propuesto amargarme la vida. ¿ Te imaginas lo que dirán mis amigas? ¿ Tu de carabina? Ahórratelo: no iré

Por muchos razonamientos que Alana la dió, la chica no cejaba en su empreño. Los llantos y las voces altas retumbaban en las paredes de su casa.

- Quieres que haga el ridículo más espantoso: ¡ con mamá! No ni hablar.

- Puedes decir que voy a una presentación. Podréis  visitar la ciudad y todo lo que queráis. Me tienes que dar motivos para que confíe en tí. No os estorbaré, pero hay unas normas y has de cumpliralas.  Sois demasiado jóvenes para dejaros sueltas. Tendréis una hora de salida y de llegada. El resto del día corre de vuestra cuenta.

Aquella noche las amigas que formaban el grupo, y a través del teléfono, tuvieron su comité y discutieron todos los pormenores, y el final fue que estaban de acuerdo con las demandas de mamá Alana.  Mejor era la carabina que quedarse el verano en Connemara. Visitarían Edimburgo, no por ninguna razón especial, sino porque así lo habían decidido.  Estaba cerca de casa, relativamente, y además harían excursiones al Lago Ness a ver si con suerte veían al monstruo. La imaginación de las jóvenes no tenía límites. Irían con ellas otra mamá  además de Alana. Serían dos carabinas, pero al mismo tiempo, ellas irían de compras seguramente y las chicas estarían más libres de movimientos. Y palmotearon de contentas y pasaron a discutir el segundo punto: qué llevarse de ropa.
Eso les llevaría gran parte de la noche, pero no importaba, porque al fin lo habían conseguido.

En total eran unas divertidas jovencitas y dos mamás que también estaban contentas, porque ellas lo estaban . En hora y media como máximo estarían en Escocia, y aún les daría tiempo  para salir a dar una vuelta antes de comer. Habían escogido el primer vuelo que saliera con esa ruta.
No paraban de hablar inquietas en su asiento, y las madres al verlas tan felices, también estaban algo alteradas. 
También para Alana era una novedad, aunque a nadie se lo dijera. Tenía miedo de que por casualidad se topara con Alastair.  Se buscaba excusas para disfrazar su temor.  Por nada del mundo deseaba un encuentro con él ,máxime estando con su hija.

Se hospedaron en un hotel cerca del centro comercial Ocean Terminal, así podrían hacer compras, comer y mientras las chiquillas daban una vuelta por él,estar tranquilas, las mamas, y descansar un poco. Al haber madrugado bastante, esa noche dormirían simplemente, y al día siguiente, mientras desayunaban  organizar la ruta para aquel día. Como premio, si se portaban bien, les darían un día libre para que ellas se desenvolvieran como si fueran adultas.  Y esa idea las colmó de alegría y satisfacción si prometían que iban a ser formales y puntuales a las horas fijadas.







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