domingo, 22 de noviembre de 2020

Encuentro en el parque, en un otoño dorado - Capítulo 21 - La primera visita a papá

 Todo volvió a la normalidad en la vida de cada uno de ellos, una vez pasada la primera impresión de tan inesperados acontecimientos. El verano llamaba a la puerta y el miedo a ello en Alana, que temía la hora de que su hija las pasase con su padre. Se le hacía extraño pasar unas vacaciones sin ella, pero por otra parte comprendía que así tenía que ser. Alba iría a Edimburgo, aunque creía que su padre la tendría preparada alguna sorpresa, quizás algún viaje más allá de las islas británicas. Esperaba que se lo comunicaran, mientras tanto, ella lo pasaría en Connemara, en su refugio, y con un poco de suerte emborronando renglones para una nueva obra.

Volvería  a firmar  con su nombre las nuevas novelas que crease, ya que lo que la hizo renunciar a ello, era que no quería ser localizada, pero ya nada importaba, lo sabía, así regresaría a ser ella misma, con su fotografía en la contraportada, en lugar del símbolo escocés.

 No dejaba traslucir el estado de ánimo que tenía casi siempre. Porque su cabeza no paraba de dar vueltas entorno a Alastair, y ¡cómo no!, a Alba. Tendría que acostumbrarse, porque en el futuro eso sería así.

Alastair le anunció que, efectivamente, deseaba darla una sorpresa. sólo ella lo  sabía, y debía guardar silencio. La llevaría a que conociera Italia. Sabía que la gustaría, así que serían sus primeras vacaciones juntos y debían ser por todo lo alto.

-Quiero darla una sorpresa, por eso  te ruego no  digas nada. Que lleve el pasaporte, por si acaso.  Deseo que conozca la Europa continental, aunque sea poco a poco, sólo podrá ser en  vacaciones, pero me hace ilusión ser yo quién se lo muestre. Me hubiera gustado que... Bueno da igual, tu ya me entiendes.

- No, no te entiendo, o quizá no quiero entenderte. Le contesto Alana muy secamente.

No tenía ninguna esperanza de que pasando el tiempo sus relaciones fueran diferentes, pero estaba visto que había perdido completamente el carácter alegre y jovial que en otro tiempo tenía. Se había vuelto amargada y lo disculpó en parte, porque a ella le había tocado la parte más difícil. Criar un bebe sin tener a nadie que la ayudara, debió ser difícil, muy difícil. Y lo había hecho bien. Tenía una hija extraordinaria y se lo debía a su madre. Por eso la disculpaba a veces que estuviera fría y hasta antipática con él. Si hubiera sido a la inversa no sabía cómo habría podido salir adelante.


El cambio de vida de Alastair había sido a la inversa: de sentirse atrapado en un  matrimonio sin amor, y enamorado de un imposible, a encontrarse con que ese amor había tenido su fruto en una hija inesperada y maravillosa. Todo el difícil trabajo de ser padre, se lo habían dado hecho.  Por eso deseaba compensar a Alana de alguna manera, pero todavía era demasiado pronto para proponerla que les acompañase en las vacaciones.

Le dolía que ella se quedase sola por primera vez desde que nació Alba, pero debía acostumbrarse, porque de ahora en adelante  no tardaría en decirles que las vacaciones las pasaría no con su padre o con su madre, sino con su novio.

Y al pensar eso, sintió un puntito de coraje; apenas la había recuperado y pasando no demasiado tiempo, tendría que dejarla ir a los brazos de otro hombre del que estuviera enamorada. Esa sería la parte más difícil. ¿ Estaría preparado para ese momento? No lo creía, claro que aún tenía unos años por delante, pero pasaban ¡ tan rápido !.  Suspiró y dejó de pensar en ello. Aún estaba lejano, todavía estaba bajo su tutela.

Llegó el día de la partida hacia las vacaciones. Alba daba saltos de alegría acompañada por Alastair, sin embargo Alana les miraba con envidia y su sonrisa quería ser de alegría, pero sólo era una mueca de difícil disimulo. Le miraba, no con envidia por ir con su hija: ella la había disfrutado muchos años, era justo que le tocase a él.  No era eso lo que sentía, sino la nostalgia de otros momentos con él, inolvidables, marcados a fuego en su retina y en su vida.

Si se pudiera dar marcha atrás a la vida, lo haría sin dudarlo y sin reprocharse nada. Ahora que sabía que su matrimonio había fracasado y el viaje lo realizó para escapar de la realidad que le tenía prisionero, y que ella fue la llave que abrió esa cárcel en donde estaba encerrado. Que su relación de amor inquebrantable había sido la válvula de escape para él, y sin embargo el tormento mayor para ella.

Pero todo había terminado, y ahora lo que tenía de él, no era amor, sino quizá comprensión o lástima. Por eso siempre estaba alerta a la más insignificante manifestación de acercamiento por parte de él. No quería inspirar lástima por nada del mundo. Eso sólo quedaría para ella cuando estuviese a solas. Reconocía que siempre había sido de un carácter muy reconcentrado debido a su vida en parte truncada por la muerte de sus padres. Había influido en su carácter retraído y poco comunicativo. Al menos había conocido el verdadero amor, pero no estaba destinado para ella y debió renuncia una vez más. 
Terminó llorando, como siempre, y a solas, también como siempre. 

Había despegado el avión en el que iban padre e hija, y ya les echaba de menos.  En el aparcamiento del aeropuerto estaba aparcado su coche, y desde ahí partiría a su lugar entrañable que la vió nacer: Connemara.

La llamarían en cuanto tomasen tierra y estuvieran instalados en el hotel. Quedaron en llamarla a diario, al menos podría hablar con ellos... con él. Se daba cuenta, cada día más, que le echaba de menos, y las pocas veces que la había abrazado, sentía que nuevamente se abrían las heridas, y que lo que deseaba era estar a su lado.  Que la dijera que aún la amaba y que quería estuviesen juntos para el resto de su vida. Pero eso ya era imposible, él tenía su vida en otro lugar y posiblemente otras amistades que le hicieran olvidarse de ella. Pensaba que la tenía cariño, pero como se puede tener a una hermana.  Y ella quería más. Deseaba que la amase en toda la extensión de la palabra, que la amase como lo hizo en el tren, con pasión irrefrenable.
Se consideraba una mujer madura y libre de cualquier complejo. Había visto la cara amarga de la vida y sólo quería ver la dulce que el amor correspondido proporciona, y sólo lo encontró en él, pero está lejos, muy lejos de ella. Ya no puede ser.

Recordaba su forma de reír, sus ocurrencias,sus miradas penetrantes, sus besos tan cálidos. La primera vez que se sentó a su mesa y entablaron una conversación, y la primera vez que la tuteó. Fueron tan sólo quince días. Los únicos felices de su vida, porque después llegó la incertidumbre, el dolor y la desesperación por su único y fracasado amor. Y la envidia y los celos de que otra mujer,  la entonces su esposa, recibiera las caricias que ella había tenido.

Mientras conducía rumbo a Connemara, su pensamiento estaba permanentemente con ellos. Estaba cansada anímicamente y deseosa de encontrarse en aquella casa que la vió nacer y crecer y fue testigo de tantas desventuras.Se repetía que era una mujer muy desgraciada, que no merecía tanta mala suerte como había tenido desde muy joven. Sabía que Alastair había sido y siempre será el primer y único amor de su vida, ya irrecuperable. La trataba cariñosamente, condescendiente, y la horrorizaba que pensase: ¡ pobrecilla, qué desgraciada es ! Y era cierto, no era feliz, pero tenía a su hija. Y ¿ por qué tienes a tu hija? porque él la engendró, se respondía así misma. Estaba marcada por cualquier cosa de la que él fuera partícipe.  Quería al mismo tiempo romper ese vínculo que la subyugaba, que la embriagaba por las noches al soñar con él. ¿ Cómo hacerlo ? ¿Cómo conseguirlo? No  quería renunciar a ese recuerdo,  y no lo conseguiría nunca.  Sólo pedía que él no se diera cuenta de cuánto le amaba.

Seguía llorando en su cama, en Connemara, cuando el teléfono la sobresaltó. ¿ Serán ellos? Si lo eran, ya habían llegado.  La alegría de Alba la hizo sonreír y olvidar por un instante la congoja que aún sentía.  Sabía que su hija estaba exultante de felicidad, y también se lo debía a él. Comprendió que todo lo relacionado con su vida , siempre él era el participante.  Y su voz la sacó de la negatividad

- Alana, ya estamos en el hotel. estamos bien. Alba está nerviosa. Ahora saldremos a dar una vuelta, lo quiere ver todo y te nombra constantemente. Yo también te echo de menos. Me hubiera gustado que nos acompañases, pero bueno habrá más ocasiones. Cuídate. Te llamaremos todos los días. Hasta mañana.

- Me llamarán todos los días- repetía como si alguien la escuchara.Esperaría impaciente la llamada día a día. Eso aliviaría en parte su soledad. Puso música, muy baja, suave, pero que a ella la inspiraba.  Abrió el cuaderno en donde apuntaba sus ideas y puso " Escaleta " . Trazó una raya verde sobre ese nombre y se dispuso a emborronar con ideas unos folios .




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