domingo, 15 de noviembre de 2020

Encuentro en el parque, en un otoño dorado - Capítulo 8 - Una oportunidad de trabajo

 Estaba satisfecha con lo realizado, cuando vi los folios montados por word incluyendo las fotografías. Era un buen catálogo. Quizá debería ofrecerlo a la compañía del ferrocarril que hacía ese recorrido, y lo haría si la publicación no cuajaba en alguna editorial. Ni siquiera me había dado cuenta de que ya era pleno día.Mis tripas comenzaron a protestar  y entonces supe que no había comida nada desde sabe Dios cuándo.  Miré el frigorífico y ví que sólo tenía huevos y una botella de leche sin abrir, lo que me salvó de que, al estar abierta, tuviera que tirarla. También tenía café y algunas galletas para desayunar: suficiente. Más tarde iría al supermercado de la esquina y compraría comida para subsistir; nada del otro mundo: alguna pizza, jamón cocido, pan de molde y zumo de naranja.  Con eso me apañaré, de momento. Verdaderamente había vuelto a mi vida de antes.

Y una vez que tuviera el estómago lleno,  iría al Registro de la Propiedad Intelectual para mis derechos de autor. Después llamaría a mi antiguo jefe y le ofrecería mi nuevo trabajo. Si protestaba porque no fuera una novela, le diría que era como un descanso para terminar de  escribir el argumento de mi próximo libro.  Seguro que no se lo creería, pero sería para salir del paso, y al mismo tiempo obligarme a mí misma a tomarme en serio mi trabajo. Y si eso me fallará, iría a la compañía  Wesport para sus catálogos. Esta  sería mi última baza. Necesitaba trabajar y empezar a recoger beneficios, de lo contrario me vería tras el mostrador de una hamburguesería.

A los pocos días recibí el certificado de mi autoría; ya tenía todo en regla. Y marqué su número en el teléfono y me respondió la voz sobradamente conocida de mi antigua compañera Mary. Charlamos durante unos minutos y a continuación pedí que me pasará con  mi antiguo editor Thomas Frazer.

- ¡ Qué casualidad ! Hasta ahora no me había dado cuenta de que él también es escocés- pensé, volando mi imaginación al rostro  de Alastair.

Al otro lado, escuché la voz rotunda de mi antiguo jefe, que me hizo salir de mis reflexiones. Le saludé cortésmente y a continuación, comencé a hacer el artículo de lo que quería vender: mi Cuaderno de viaje.

- Lo siento Alana, pero ese artículo no nos interesa, ya lo sabes.Si al menos fuera una novela... Pero un cuaderno de viaje, no tiene ningún interés.

- Pero es muy especial. Véalo, al menos,. Si no le gusta, no pasa nada. Ustedes han sido los primeros en ofrecérselo, pero si no lo quieren recurriré a otras editoriales, o incluso a la compañía Wesport. Si cambia de opinión llámeme. No falto de casa, estoy escribiendo una nueva obra.

- Está bien, Alana. Ya te diré algo, aunque no creo . Consultaré con las "altas esferas". Oye, y llámame cuando termines la novela que estás escribiendo.

-Gracias señor Frazer. Le repito que me gustaría que ustedes aceptaran. Espero su llamada.

 Y decepcionada miré con mala gana al teléfono como si é tuviera la culpa del rechazo. Le conocía bien y él a ella también. Habían trabajado juntos durante mucho tiempo, y Frazer sabía que si ella  lo había ofrecido como especial, estaba seguro que lo sería. No obstante se reuniría con los directivos y si ellos lo aprobaban, estaría encantado de trabajar con ella nuevamente. No en vano casi fue su mecenas, quién la animó a que escribiera.

Thomas Frazer volvió a descolgar el teléfono y hablo con el director general, que a su vez habló con el alto mando, quién tenía la última palabra.  De entrada lo dejaron en suspenso:

- No creo que nos interese. Deje que lo piense, le responderé en cuanto sea posible. Mándeme el manuscrito y los datos del autor.. Cuando lo haya examinado le daré el visto bueno o lo rechazaré. 

- Es una mujer, señor. Firma como Flor S.

- ¿Ese es su nombre ?  Parece un seudónimo. No me fio de los que ocultan su nombre tras otro. En fin, hablaremos pronto. Buenos días Frazer.

-Buenos días, señor Shepherd

Pero esa propuesta quedó en el olvido y a pesar de que era urgente para mi, y al no recibir nada positivo, hice lo que tenía pensado lo llevé a la compañía Wesport, pero esta vez  el manuscrito se había convertido en una espléndida revista de un viaje improvisado de la autora, cuya firma  era como ya sabemos Flor S.
  
No esperaba ninguna respuesta afirmativa de mi antigua editorial. Habían pasado muchos días desde que hiciera la primera llamada y hasta el momento no sabía nada, así que me desentendí de ello. Sabía que nunca aceptarían ningún trabajo mío. No  me perdonaron el que les dejara; su ego no lo toleraba, así que me olvidé del tema, a la espera de que la respuesta de la compañía de viajes se pusiera en contacto conmigo.

Hube de esperar más de quince días hasta que un día recibí una llamada para personarme en la oficina central de Wesport House para entrevistarme con el gerente. Pensé que era una buena señal, porque para decirme que lo rechazaban, no era necesaria una entrevista.

Esperaba de esa llamada una buena noticia. y al mismo tiempo un acicate para seguir escribiendo. Lo cierto es que el cuaderno les había impresionado. Y mientras lo revisaban hasta el último detalle, cuchicheaban lo bonito que había quedado y lo que se detallaba en él era auténtico. Yo mientras, sonriente pensaba:  Si vosotros supierais...

Cuando salí de allí llevaba un contrato bajo el brazo y  un talón, cuyo importe me permitiría resistir casi un año. Estaba loca de contenta, pero una lástima : no tenía con quién celebrarlo.

 Como complacencia me obsequiaban con un tour  en uno de los trenes más lujosos del mundo.  En otra ocasión lo hubiera aceptado sin dudar, pero en ésta,  no tenía ánimos para repetir el viaje.  Demasiados recuerdos, demasiadas heridas aún abiertas. Les puse la excusa de mi novela y satisfechos me acompañaron hasta la puerta.



No hay comentarios:

Publicar un comentario