viernes, 20 de noviembre de 2020

Encuentro en el parque, en un otoño dorado - Capítulo 17 . Confesiones

 Durante unos instantes se miraron fijamente, una vez que Alba salió de la habitación. Alana estaba totalmente descolocada. Nunca imaginó que su hija fuera capaz de ir a buscarle y llevarle hasta ella. ¿Cómo lo había conseguido después de la escena tan violenta que habían vivido el día anterior?

Alastair apretaba la mandíbula y los puños, no por coraje, sino porque los acontecimientos le habían sobrepasado. Por primera vez podrían hablar y explicar cada uno de ellos lo ocurrido en todos estos años.  Pero también estaba furioso por el ocultamiento de esa hija, y no podía echarlo en saco roto.Y la incertidumbre tanto tiempo contenida, se abrió de golpe como un torrente de reproches:

- ¿ Cómo has sido capaz de hacerme esto? ¿ Cómo tienes endurecida tu alma para proceder de esta manera?  Porque no sólo me has castigado a mí, sino a nuestra hija. ¿ Cómo crees que me he quedado cuando ella misma me lo ha confesado ? ¡ Ella, y no tú! ¿ Hasta ese punto me odias? Sin siquiera escuchar el por qué de aquello. "Lo corto y adiós muy buenas. ¿ Es eso lo que pensaste? "No quiero volver a saber más de tí ". 

-Sin saber más, sin escuchar más. Sin dejar explicarme. Hasta desapareciste para que no te encontrara, algo de lo que llevo años haciendo. Necesitaba hablar contigo, explicarte, verte, pero  ¿cómo ? No  diste la más mínima oportunidad de escucharme. Y ahora me he enterado por pura casualidad.  De lo contrario no lo sabría nunca. ¿ Tan duro tienes ahora el corazón? Te quise, mucho, muchísimo. Y para mi desgracia aún te sigo queriendo; pero veo que lo nuestro es totalmente descabellado. Nos hemos hecho mucho daño, demasiado, mutuamente, y en verdad no tiene arreglo. 

Daré los apellidos a mi hija y desapareceré de tu vida para siempre, aunque el alma se me vaya. Reclamo mis derechos que me has negado desde que ella nació, así que los abogados tendrán la última palabra.  Creo que he dicho todo cuanto tenía que decirte ¿ Algo más por tu parte? Si no es así, te deseo la mayor felicidad del mundo. Que encuentres a alguien que te haga feliz. Nos veremos cada vez que la niña lo precise, pero nada más.  Estoy tan dolido, me has hecho tanto daño, que ahora no quiero volver a verte.

- Muy bien ya te he escuchado, es lo que querías ¿no? Bien ahora me toca a mi. Me dijiste que eras casado en el último minuto de estar juntos, cuando íbamos a separarnos ¿ Qué hubieras hecho tú en mi lugar, si hubiera sido al contrario? ¿ Dónde iba a notificarte que íbamos a tener un hijo? Ni siquiera me dijiste dónde vivías. Ni a qué te dedicabas. Ni por qué estabas en esa excursión. ¿ Qué pasaba con tu mujer? En ningún momento comentaste que no os llevabais bien. No tengo dotes de adivina. Y sí, me oculté porque no quería saber nada de ti. Supe que estaba embarazada pasados unos días, cuando no llegó lo que tenía que llegar, y el médico me lo confirmó. Pero ya era demasiado tarde. Haría, yo sola, frente a la situación. Y lo pasé mal, muy mal. Y te eché mucho de menos, pero en ese momento, con esa situación  no quería saber nada de ti, ni que me encontraras si es que alguna vez me buscabas. Ahora ya lo sabes todo. Creo que tienes razón en una cosa: tienes derecho a disfrutar de tu hija, no te negaré ese derecho, porque también ella lo tiene, pero respecto a mí, desapareces de mi vida.

Estaba furioso. Ella  no había entendido nada. Creía que ni siquiera le había prestado atención. Sólo pensaba en justificarse . Definitivamente sería la última vez que se vieran. Y dando un portazo salió de la estancia.  En el pasillo Alba aguardaba, pero sólo le bastó ver el rostro de su padre para saber que no había arreglo posible.

Ambos bajaron hasta la cafetería del hotel, y allí en una mesa apartada la explicaría el resultado de la ruptura definitiva de sus padres. Por las mejillas de la muchacha resbalaban grueso lagrimones, al tiempo que retorcía sus manos de rabia y de impotencia. Al padre se le partía el alma al verla tan acongojada, pero no podía hacer otra cosa aunque se le rompiera el corazón. Acababa  de saber que era su hija, y ni siquiera la había acariciado, sólo enfado y tensión habían vivido.

- Sube con tu madre. Has de estar con ella en estos momentos. Seguramente se enterara que eres sabedora de todo este embrollo y te exigirá que la digas cómo has podido saberlo. Dile la verdad y por qué lo sabes.  En cuanto a nosotros. Te veré todas las veces que pueda, eso no me lo ha negado. Mañana mismo pondré en manos de mis abogados esta inesperada situación y serán los jueces quienes fijen los días que me corresponden de visitas. No te perderé también a tí como la perdí a ella. Eres mayor, aunque no lo suficiente ante la Ley, y no podrás tomar la decisión que desees, pero mientras tanto actuaremos lo más sensatamente que podamos. Somos tus padres, y por tu bien, así lo haremos. Has de prometerme que hablaremos todos los días por teléfono. Tengo que recuperar el tiempo perdido. No te enfrentes a tu madre, porque lo estará pasando mal. Lo hicimos mal, muy mal, ambos y recogemos las consecuencias.  Pero tú estás al margen de todo. Cuida de ella, porque sé que esto le va a pasar factura.  Ella cree que no la conozco, pero detrás de esa máscara de frialdad, es alguien muy sensible que en  la vida no lo ha tenido  fácil. Y ahora me voy a casa.  He de pensar en todo lo que hoy hemos vivido. Yo también he de centrarme. Mañana os llevaré al aeropuerto ¿ a qué hora tenéis el vuelo?

-No lo sé, sólo que es por la tarde

- Está bien. Cuando llegue, os llamaré. El que nuestro amor haya fracasado, no significa que, por tí, no sigamos  siendo personas civilizadas. Así que no estés violenta por eso. Tendrás que justificarte ante tus amigas, y eso te lo dejo a tí, porque tú las conoces mejor. Y ahora dame un abrazo.

Le costó un gran sacrificio despedirse de su hija. Acababa de saberlo y tenía que decirla adiós, aunque fuera por poco tiempo. Debía procesar todo lo vivido en veinticuatro horas; creía que sería  otra noche que pasaría  en vela. Y no se equivocaba. Ni siquiera se desvistió para meterse en la cama. Se tumbó en ella, encima de la ropa, y no podía quitar de su cabeza lo que había vivido en ese día. Su imaginación iba de la madre a la hija. Y poco a poco, en esa noche tan larga, fue asimilando que era padre de una chica extraordinaria a la que conoció de una forma rocambolesca pero que ya comenzaba a amarla.

De nuevo marcó el número del hotel, ahora dando el número de habitación. Cómo esperaba, fue Alana quién atendió la llamada, y por el tono de voz, supo que estaba llorando:

-¿Estás llorando? - la preguntó

- No, sólo tengo la voz algo tomada ¿ Qué quieres?

- Saber la hora del vuelo. Os llevo al aeropuerto

-No es necesario tomaremos un taxi

-He dicho que os llevo. Buenas noches.- Y cortó la comunicación.

 Al día siguiente se pondría  en contacto con su abogado MacDougall, tenía que contarle muchas cosas y poner en orden su vida. Seguro que ni imaginaba de qué se trataba. A él aún le sorprendía  lo acontecido en un par de días.


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