sábado, 21 de noviembre de 2020

Encuentro en el parque, en un otoño dorado - Capítulo 19 -La normalidad

 Todo transcurrió con normalidad, pero dos de los trámites los quiso efectuar él en persona. Sería una oportunidad de verse con ella y charlar tranquilamente si es que la situación lo requería. Se lo anunció a su abogado y a su hija, pero Alba no debía decir nada, para  que fuera un secreto entre ellos dos. Y escogió un miércoles para viajar a Dublín. ¿ Por qué un miércoles? Para que diera tiempo a concluir la encomienda que llevaba.

Se presentó por sorpresa en casa de Alana. Era la primera vez que iba, y por ello fue Alba quién le dió la dirección a escondidas de su madre. Les dejaría solos con el pretexto de salir con Pierce. ¡ Otra sorpresa! Su hija ya tonteaba con un chico.

-¡ Santo cielo, qué deprisa ha corrido la vida! - pensó

Habían vuelto a vivir en Dublín por motivos de trabajo de Alana, pero iban a menudo a Connemara.  Allí se sentía a gusto, y daba largos paseos por la playa inmersa en sus pensamientos.  Habían ocurrido cosas  inesperadas en los últimos tiempos, y tenía mucho en lo que pensar. La alegró el saber que de nuevo se iban a entrevistar, y adelantó el retorno a la capital para facilitarle más el viaje. No sabía si él conocía Connemara, sólo que había nacido allí. No les había dado tiempo para más. En tan sólo quince días cambió su vida radicalmente. Y Connemara fue su refugio durante el embarazo, y después también, cuando buscaba inspiración y allí la encontraba a veces.

Miró el reloj y comprobó que hacia mediodía él estaría allí. Se miró al espejo y revisó su vestido y su peinado.  No quería exagerar el arreglo para que él no se diese por aludido. Llevaba unos vaqueros y una blusa, quizá algo grande, holgada, pero que le daba libertad de movimientos. No era la primera vez que se vestía de esa forma. Organizó su mesa de escritorio que estaba llena de folios garabateados y desordenados, como para dar la impresión de que estaba trabajando, pero desde que supo que él iría a su casa, no podía ni siquiera pulsar el ordenador.  Se enfadó consigo misma:

- Pareces una colegiala que va a salir por primera vez con un chico. Y tu ni eres colegiala, ni es la primera vez que estarás con él, ni él siente el más mínimo interés por ti. Así que espabila y déjate de historias.

Desilusionada por esa reflexión se dió la razón. Era absurdo albergar cualquier síntoma de que le seguía interesando. Han pasado muchos años y la distancia todo lo aplaca. Desde lejos se ve todo más claro, y ya ves le interesa solamente la niña; tu, hace mucho que pasaste a un segundo término.

El timbre de la puerta la sacó de su reflexión dándole un ligero sobresalto.  Los nervios los tenía en la boca del estómago.  Sólo pedía serenidad; que él no notara  que la alteraba. Quería mostrarse natural, como si hablase con otra persona, como si fuera lo más lógico del mundo. Pero dudaba mucho que lo consiguiera.

- ¡ Hola ! - fue el saludo de él. Eso y una profunda mirada que recorrió su cuerpo de arriba abajo, deteniéndose en su rostro. Deseaba embeberse en ella, grabarla en su mente, porque sería difícil otra reunión como la de hoy.

Sus ojos echaban chispas y hacía que Alana se pusiera nerviosa. Hacía mucho que no recibía una mirada como la que él la estaba dedicando. Desde que se separaron, nadie la había mirado como lo hacía él, en estos momentos.
El azul de sus ojos se hizo más oscuro; daría cualquier cosa por entrar en su cabeza y conocer  lo que estaba pensando . Reaccionó y echándose a un lado le indicó que pasara. Iba delante de él y eso la ponía más nerviosa aún. Sabía que su mirada estaba fija en los vaqueros ¿ Se los había puesto adrede?.  Llegaron a un salón no muy grande, en donde ellas solían ver la televisión, ahora apagada. No sabía cómo romper el hielo y lo único que se la ocurría era en ofrecerle algo para tomar, y que de una vez dejase de mirarla.

Recordó la primera vez que se vieron en el tren y un escalofrío recorrió su cuerpo.  Creía haber superado la separación, pero no era cierto.  Estaba viva y muy viva, a pesar de haberlo deseado con toda su alma.  Por eso temía el encuentro, porque no estaba segura como reaccionaría si Alastair daba alguna muestra de acercamiento. Además estaban solos y eso la hacía más vulnerable. Descartó todas esas ideas de su cabeza. Había venido para ultimar algo importante como registrar a su hija en el juzgado y concertar las visitas de la muchacha.

-Céntrate en eso y nada más.  No ha venido para conquistarte, por otra parte tal y como estás, lo conseguiría fácilmente. Déjate de pensar en otra cosa que no sea lo pactado. El tendrá su vida, y creo que no cabes en ella.

Esos pensamientos, que por otra parte la asaltaban con frecuencia, hizo que su rostro a veces sonriente, se tornara tenso. Y no quería sentir esa sensación, y esperaba que él no lo notase. Pero algo había en el ambiente bastante cargado de electricidad entre ambos, pero él parecía más dueño de sí mismo. No exteriorizaba nada, ni siquiera que  los nervios pudieran traicionarle.

Pero él también estaba tenso y demasiado callado para lo que quería.

-¿ Deseas tomar algo? - le preguntó ella

- Un poco de agua, por favor

-¿Agua. No te apetece un whisky?

- Ahora ¿tomas whisky?

No, pero creí que te gustaría tomar una copa

-¿ Lo has comprado por mí?

- Si, lo cierto es que ha sido así. No importa; te traeré el agua

- Ponme un whisky, anda. ¿ Por qué estás nerviosa, que te ocurre?

-No me ocurre nada, sólo que... solo que...

Tuvo que salir rápidamente en busca del agua. Un nudo en la garganta le atenazaba. Las palabras no salían de su boca, ni quería llorar, ni que él se diera cuenta de los sentimientos que en estos momentos tenía. Iba a legitimar a su hija, y pactar las visitas.  Y eso significaba que ya no sería exclusivamente de ella, y que tampoco la tendría como ahora.  Se secó rápidamente las lágrimas y se giró para llevarle una jarra con agua, pero en la puerta estaba Alastair que la miraba muy serio.

-¿ Puedo saber que te ocurre? No quiero que sea un disgusto. No quiero violencias. Creo que podemos arreglarlo todo con buenas maneras. Tendrás que dejarla pasar algunas temporadas conmigo, pero no hará que deje de quererte. Comprende que yo también tengo derecho

- Lo sé, lo sé. Sólo que me ha pillado de sorpresa y tardo en asimilarlo. Es justo, no deseo guerras, pero no me termino de hacer a la idea. Ha sido todo muy precipitado, muy de pronto, y tardaré en asimilarlo. Estoy feliz por ella, porque al fin ha conseguido su sueño. Y también me tendrá qué explicar cómo supo todo lo concerniente a este caso

-Yo también he de asimilarlo, no es fácil para ninguno de nosotros, excepto ella que creo tenía un plan preconcebido. No me temas; nunca haré nada que os perjudique o que a tí te haga daño. Nunca lo haría, jamás. Deseo que seamos buenos amigos, que llevemos todo con la máxima normalidad.  Siempre me tendrás a tu lado, y podrás contar conmigo en cualquier circunstancia. Sois mi familia, y fuiste muy importante en mi vida. Estaré siempre a vuestro lado.

Dió unos pasos hasta llegar a la altura de Alana y la abrazó suavemente, y entonces ella no pudo contenerse, y abrió el dique que llevaba conteniendo desde hacía mucho tiempo.Su cercanía, ese suave abrazo, el olor a su perfume. El raspar su mejilla con su barba  la hicieron sentir que el tiempo había retrocedido y que entre sus brazos estaba segura, protegida y que con él, nada ni nadie podría dañarla. Pero también pensaba que él tenía su vida ajena a ella. Había pasado demasiado tiempo y era seguro que , tendría otras compañías y que no recordaría las caricias que ambos se dieron en aquél tren. ¡ Cuanto hubiera dado porque él no hubiera confesado que estaba casado. Que ambos estaban libres ! Ni siquiera podía imaginar cuánto se hubieran amado, y qué felices hubieran sido con el nacimiento de Alba.  Pero eso ya pertenecía al pasado y no volvería a repetirse.

Deshizo suavemente el abrazo y se miraron. Él limpió sus lágrimas, y entre ellas Alana vió como su boca se acercaba a la de ella.

- No - dijo bruscamente apartándose de él.

- ¿ No qué? No te entiendo Alana, y nunca creo lo conseguiré. Bien, he venido para algo, así que si te parece vayamos a ello.

La magia del momento, de ese momento que podría haber sido algo importante, se había esfumado. Había sido la última oportunidad, pero ¿ estaban preparados para ello?. El resto fue muy profesional. Sentados uno frente al otro, a una corta distancia, Alastair extrajo de una cartera, los documentos que debían examinar, para que ella  diera el visto bueno.  Las manos la temblaban y podía percibirse a simple vista por el tenue movimiento de las hojas del papel. Él también lo observó, pero no dijo nada sino que la explicó brevemente lo que ya la había anticipado por teléfono y la señaló el lugar en donde debía firmar.  Hecho esto, volvió a guardarlos y se levantó para irse. Ya en la puerta se volvió hacia Alana, y la dijo:

- Me gustaría mucho que mañana me acompañaras al juzgado ¿ puedes hacerlo? sería fantástico que estuviéramos los dos?

- Desde luego. Allí estaré

- Bien, pues entonces hasta mañana. Estoy en el mismo hotel, si necesitáis localizarme ya lo sabes

- De acuerdo. Hasta mañana

Al cerrar la puerta, se recostó sobre ella totalmente desmoralizada. Acababa de poner el broche final a algo que quizá, sólo quizá fuera una reconciliación definitiva, pero ella la había cortado, una vez más.


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