viernes, 27 de noviembre de 2020

Encuentro en el parque, en un otoño dorado - Capítulo 25 - ¿ Te casarás conmigo?

 Tardaron en deshacer el abrazo. Ninguno hablaba, pero la emoción estaba latente en ese pequeño espacio, en esa burbuja que habían formado entre ellos.  Alana le separó dulcemente y mirándole a los ojos, y con los suyos empañados por las lágrimas, le miraba sin creer lo que estaba ocurriendo. Aquél hombre que recordaba, había vuelto a ella. Y vivió por unos instantes aquellas noches inolvidables en que se pertenecieron. Desechó de su mente la última. No quería pensar en ello, sólo en lo que en ese instante estaban viviendo.

Alastair, iniciaba un párrafo tratando de explicarle todo.  Ella puso su mano en la boca de él para que guardase silencio.

- Ya nada importa. Aquello es pasado.  Ahora estás aquí, conmigo, y no deseo saber más. Déjame vivir este momento. Te quiero  y siempre te he querido. Fuimos inmaduros y encerrados en nosotros mismos, es decir, yo lo estaba.  Pero pasado el tiempo pensé que me había precipitado, que deseaba otra oportunidad, pero ya todo era distinto.  No sabía dónde buscarte para anunciarte lo que venía en camino, que tendría que afrontar en solitario. No lo omiti adrede. Estaba Sola, sin nadie que me orientase y te echaba profundamente de menos.  Me volvía loca el pensar que hubieras estado conmigo por pasar el rato. 

 Al menos tendría a alguien que sería parte de tí.  Y con ese pensamiento viví el resto de mi vida. Hasta que de nuevo irrumpiste en ella como elefante en una cacharrería, arrollando todo a tu paso. Tenía una vida organizada a mi modo, y de la noche a la mañana, tenía que contarte que Alba había venido al mundo hacía años.No podía dormir, ni descansar, ni encontraba el momento para hacerlo.  Y todo ese problema iba minando mi salud. Y tenía un miedo horrible que me ocurriera algo, y la niña se quedara desamparada y sola. En ese momento rompió a llorar oculto su rostro en el pecho de él, que la abrazaba fuertemente:

- Lo sé, lo sé. Ambos fuimos torpes. Te debí decir que mi matrimonio había sido un fiasco y que me era insoportable vivir con ella bajo el mismo techo. Decidí alejarme, y es ahí cuando tú apareciste. Y me diste la vida de nuevo. Olvidé que estaba casado y tu vitalidad y alegría por disfrutar lo simple, hizo de nuevo que la sangre corriera por mis venas. Pero no olvidaba que te debía una explicación, y a un tiempo no quería perderte, por eso fui  muy torpe y egoísta. Lo intenté el último día, y bueno... ya sabes el resultado. Pero ahora me preocupas tú; estás más delgada y demacrada y no quiero ni pensar que caigas enferma y fuera  yo el culpable.

- Shisss. Basta ya, amor mio. No nos mortifiquemos. Está todo claro entre nosotros. A pesar de ser maduros, nos comportamos como adolescentes, eso fue todo. Pero en algo tienes razón: si me lo hubieras dicho el primer día , seguramente hubiera dado media vuelta y te hubiera dejado plantado.  Siempre he odiado intervenir en las vidas ajenas. Por eso firmaba las novelas con ese seudónimo, para que no me encontraras, pero al mismo tiempo, sabía que si las leyeras, verías retazos de nuestra propia vida. Sólo tú lo sabrías, era nuestra propia vida, sólo nuestra.

- Deseo hacerte una pregunta y poner el broche final de todo este embrollo. A partir de hoy, se abrirá otro capítulo. ¿ Te quieres casar conmigo? - ella parpadeó varias veces y respondió vehemente:

- Si, si, siiiii.  No he deseado más en mi vida que pertenecerte en cuerpo y alma. Si, quiero amor mío, si quiero.

Alastair extrajo de su bolsillo la caja conteniendo los anillos, cogió el de prometida, y rodilla en tierra la hizo la misma pregunta:

- ¿ Serás mi prometida, y pronto mi esposa?

- Te lo prometo :seré tu esposa.

Nada les importaba el lugar en donde estaban. Ni quienes pasasen por allí  y sonrieran ante la escena que se estaba desarrollando. Ya no. Habían pasado mal todos estos años y ahora que por fin salía el sol, vivirán como ellos quisieran. Harían lo que quisieran y en el momento que quisieran. Tenían ante sí un nuevo horizonte, y de las tinieblas pasadas, ya no quedaban ni rastro.

Y contentos y felices se olvidaron del tiempo. Cada uno de ellos contaba anécdotas desde que recordaban hasta la actualidad. Tenían que conocerse, porque hasta ahora no habían tenido la oportunidad de hacerlo. Se olvidaron de las horas, y del tiempo.  Se olvidaron de todo, excepto de ellos mismos. Alana acariciaba el anillo que la había puesto demostrando que esa mujer era de él y de nadie más. Había luchado por ella, y no habría nada que les volviera a separar. Seguirían envejeciendo juntos.

Y hablaron de dónde vivirían una vez se hubiesen casado, y fue el criterio más sensato el que prevaleció: en Escocia y el de Alana.

- Yo puedo trabajar en cualquier lugar, pero tú no, y sé que la editorial también es parte de tu vida. Además ¿ quién va a publicar los libros que escriba?¡ Mi marido!

-¿ No tienes contrato con la editorial que tienes en la actualidad?- la preguntó el

- Si, pero termino en un año. Después te perteneceré a tí en mi totalidad.

Impacientes y preocupados por la tardanza, Alba y Pierce fueron a buscarles. Era mediodía y no sabían nada de ellos. Fueron hasta el parque, y les vieron charlando y riéndose felices.  Les dejarían  hasta que ellos quisieran.  Tenían mucho de lo que hablar y solamente podrían hacerlo en la  soledad entre ambos.

Alba lloraba de alegría mientras Pierce la llevaba tomada por un hombro.  Nadie podía ser más feliz que ella. Al fin sus padres también lo eran y así sería para siempre. No sabían cuánto tiempo habían permanecido allí.  

En la casa había gran movimiento preparando una comida especial.  Todos estaban contentos y felices, aunque Alba seguía gimoteando de vez en cuando. 

Fue Alastair quién miró el reloj y se dio cuenta de que era mediodía y que en casa estarían preocupados por si les hubiera pasado algo. Tomó su móvil y llamó a su hija:

- Perdón Alba, se nos ha ido el tiempo de las manos. Ya vamos para allá

- ¿Estáis bien ?

- Maravillosamente. Quédate tranquila. Todo está bien. Teníamos mucho de lo que hablar, pero todo para bien.

- No os preocupéis. Venid cuando queráis

Tomados por la cintura y caminando despacio, dilatando el tiempo para estar solos, emprendieron el regreso a casa.  Ni siquiera tenían hambre. Sólo deseaban estar a solas, aunque fuera sin hablar, pero resarcirse de tantos años de soledad. Sus caras resplandecían y lo decían todo.  Alba les abrazó ante los aplausos de Pierce y Maureen que no podían reprimir su entusiasmo.



Dos días después, Alastair tuvo que regresar a Edimburgo para arreglar el apartamento en el que vivirían y  notificar a su amigo abogado que le quería como testigo.  Se casaron una semana más tarde. Pasarían parte de su luna de miel en la casa de Inverness, y después... Un crucero, el mismo que realizaron años atrás, en donde se conocieron. Volverían a vivir aquellos días. Alana no quiso ir a otro lugar, sino allí en donde nació el amor más grande que nunca sintieron.

EPÍLOGO

Y su vida transcurría serena entre el amor y el respeto mutuo. Alba terminó sus estudios y comenzó a trabajar junto a su padre, que le enseñaba la dirección de la editorial desde abajo, para que estuviera informada  de lo que en su día tendría en sus manos. Pierce terminó la carrera y se estableció en un estudio propio. Al cabo de un año, cuando empezó a funcionar, decidieron unir sus vidas. Vivirían independientes. Les visitó la cigüeña y decidieron formalizar su vida. Alastair pensó que su hija ya estaba preparada para tomar las riendas de la editorial y él se retiró para vivir junto a Alana.

Y se hicieron viejos juntos, rodeados de los dos nietos que Alba les dió.  Junto a Pierce, formaron un hogar estable y feliz.

Ellos, pasaban grandes temporadas en Inverness y en Connemara.Sus cabellos eran totalmente blancos, y las arrugas surcaban sus frentes, pero estuvieron unidos, sin reservas, siempre.

Alana, partió un día por una gripe mal curada que derivó en neumonía. La soledad de Alastair le hundió no sólo en la desesperación, sino también en la desgana. Alba se lo llevó a vivir con ellos, pensando que quizá con los nietos se animaría un poco. Estaba deprimido y no le importaba la vida sin ella. Hablaba a solas, que todos creían era un monólogo, pero en intervalos sonreía, como respondiendo a la voz que interiormente sentía.

Se sentaba en un sillón, frente al que en vida ocupara Alana, y así con una sonrisa en los labios le encontraron. Lo más curioso es que tenía una mano apoyada en el brazo del sillón vuelta hacia arriba.  No encontraban explicación alguna.

  Había visto, antes de partir a Alana, joven, hermosa y risueña que extendía su mano hacia el:

" Venga, vamos. Ha llegado la hora". Y él entregó su mano a la de ella y así juntos partieron a su cielo particular.

Todos estaban desconsolados, pero Alba se refugió en que habían sido felices y al final volvian a estar juntos para la eternidad.  La noche de su funeral, abrió un cajón de su cómoda y extrajo el diario de Alana y lo volvió a leer, y sintió una presencia extraña: Alastair y Alana, estaban sentados a los pies de su cama, aunque ella no los viera.


                                              F    I    N

Autoría: 1996rosafermu

Edición: Septiembre de 2020

Ilustraciones:  Internet

DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS.

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