jueves, 19 de noviembre de 2020

Encuentro en el parque, en un otoño dorado - Capítulo 16 - De nuevo Alastair

 Salió del hotel con la cabeza totalmente embotada, sin comprender aún lo que había sucedido. ¡ Tanto buscarla y la tenía delante , pero se había convertido en una extraña! No acertaba a pronunciar palabra alguna, ni actuar coordinadamente.. No sabía adonde ir y lo que hacer. Tenía que procesar todo lo que acababa de suceder hacía apenas unos momentos.

Pero lo que más le desconcertaba era la actitud de ella. Por otro lado lo comprendió. Estaban esas muchachas y una amiga. No podían hablar con todos ellos delante , pero tampoco le dió su teléfono para poder hacerlo a solas. ¿  Por qué él tampoco dijo nada? Estaba francamente desconcertado y sin saber a dónde ir. Y lo peor de todo es que no tenían tiempo: se iban a la mañana siguiente. Pero tenía que hacer algo; no lo podía desperdiciar después de que la buscara durante tanto tiempo. Al menos para explicarla todo lo que había sucedido en su vida. Su divorcio y la inmediatez de su búsqueda al volver a ser un hombre libre. ¿ Qué hacía en Edimburgo? ¿ Estaba casada? No había podido averiguar nada, ya que la tensión existente  se cortaba.  Tampoco  ella dio muchas facilidades, seguramente porque no quería desvelarlo, y eso sería porque no quería, no podía o simplemente le odiaba

Se sentó en su coche.  No tenía cabeza para conducir, pero decidió que iría a su casa, y allí más tranquilo idearía algún plan para poderse ver, si no esa misma noche, al día siguiente.  Era imprescindible que la explicara todo lo ocurrido, porque estaba seguro  que ya no volverían a verse. Y necesitaba confesarse con ella y que Alana también le hablara de su vida. Únicamente de esa forma pasarían página los dos.

Al llegar a su apartamento, tiró las llaves encima de una mesa y se quitó la chaqueta que llevó el mismo camino que las llaves. Parecía un león enjaulado. Poco a poco iba viviendo lo ocurrido y a duras penas lo podía procesar. La había buscado por todos los sitios imaginables, había pedido información que había sido un fracaso. 

Había tenido que ser un accidente quién le pusiera frente a ella. Pero de nada había servido;  se mostraba fría como el hielo, como si fueran dos desconocidos, y no lo eran en absoluto. Sólo él, el infierno que había pasado para averiguar su paradero, lo conocía. Y sin embargo...no servía de nada. Alana estaba indiferente a todo.

Estaba congestionado, y las sienes batían la sangre a golpetazos. La cabeza iba a estallarle y sus nervios saltarían  por los aires. Tenía que hablar con ella, era la única oportunidad que había, porque mañana a esas mismas horas estaría en su casa y por descontado no podría  volverla a localizar.

Levantó el teléfono y en centralita pidió la habitación que no sabía. Sólo que eran dos mujeres con unas chicas e irlandesas. ¿ Sería suficiente? Resultó que si lo fue.  

La chicharra del teléfono resonó en la habitación de Alana cuando estaba en plena discusión con su hija. Esta había acudido a la habitación de la madre para pedir alguna explicación de ese comportamiento tan extraño que había mantenido, frente al hombre que las había ayudado. No quería decirla nada, no quería preguntarle algo que la quemaba en los labios. Pensó que sería mucho peor y que se subiría por las paredes si se enterara que sabía o intuía que ese hombre era su padre. Tenía que decírselo ella, pero no sabía cómo abordar la situación. Alana lo negaría probablemente,  y se aferraría al pretexto que puso, que eran amigos desde hacía mucho. Algo poco creíble.

Alba quería, necesitaba hablar con él pero ¿cómo?  No sabía dónde vivía y su madre también lo ignoraba. 

Alana cortó la conversación bruscamente alegando que se iba a dar un baño y después se metería  en la cama.  Y así lo hizo.  El teléfono no dejaba de sonar, y Alba lo descolgó

- Diga

- ¿ Quién eres.? Necesito hablar con Alana

- ¿ Quién lo quiere? Ahora no puede ponerse.  ¿Quién la llama?

- Nos hemos conocido esta tarde. - ¿ Eres la chica herida? 

-Si, soy la chica herida; necesito hablar con usted

¿ Para que quieres hablar conmigo? ¿ Estás bien? ¿ Es por cuestión del seguro?

- No, nada de eso. Deme su dirección, por favor. Es muy importante para mi. Mañana por la tarde regresamos a casa, y he de saber algo prioritario.

- No entiendo nada. Todo esto es muy extraño, pero, en fin. Toma nota...

Y hecho ésto colgaron, apareciendo a los pocos instantes Alana en escena. Alba respiró aliviada pero inquieta. La entrevista de mañana  serìa esclarecedora para su vida. Sabría al fin si lo leído en el diario, atañía a ese desconocido y a ella misma, o había sido su imaginación alterada.

Ninguno de ellos tres concilió el sueño esa noche. Estaban rendidos anímicamente, pero deseaban que amaneciera pronto.

 A la mañana siguiente,Alana ni siquiera hizo algún comentario. Era como si esa escena vivida, no hubiera ocurrido.   Tampoco su hija dió explicaciones de nada, tan sólo que iba a salir a hacer algunas compras que la faltaron realizar ayer. 

-Cuando se levanten mis amigas, diles que ya las llamaré. Y ahora me marcho no se me haga tarde.

La madre no se tragó lo de las compras Debía ser ella quién explicara, al menos a su amiga, lo sucedido el día anterior.  Pero para eso tenían que estar a solas.  Tampoco imaginó a dónde se dirigía su hija y con qué fin. 

Alba dudaba, cuando ya metida en un taxi, dió la dirección de Alastair; esa conversación debía mantenerla con él a solas y después ya vería si se lo decía a la madre. Si el resultado fuera tanto bueno como no, hablaría con ella y la diría que estaba al corriente de todo, pero que tenía que saber quién era su padre, y después que pasase lo que fuera. Comprendía que si él no lo reconocía, no tendría nada que reprocharle. 

- Lo más probable es que quiera ocultarlo a su mujer, y que tiene una hija de dieciséis años. Es un plato demasiado fuerte para digerirlo así de pronto. 

Iba nerviosa pero resuelta. Envidiaba a sus amigas cuando veía a los padres de ellas siempre juntos. Ella no sólo no veía a los suyos, sino que ni siquiera sabía quién era.

Y llegó frente a las oficinas de quién creía su padre.  Tenía todos los ases en su manga y estaba plenamente segura que saldría de allí con la certeza en la mano.

El vestíbulo de la editorial era suntuoso y casi intimidante. El que creía fuera su padre, era un hombre poderoso. Se acercó al mostrador de información y pidió el piso del director general.  Ni siquiera sabía si era la persona adecuada o tuviera otro puesto. Para ella ese era el puesto más relevante, así que no lo dudó.

- En la planta sexta. Allí te indicarán el despacho. Ya sabíamos que venías. El propio señor director nos lo anunció.

.¡ Qué pomposo todo !, pensó, pero decidida se encaminó al ascensor. Iba a ser la más importante entrevista que realizara en su vida.

Suavemente con unos toques en la puerta,la secretaría de Alastair pidió permiso para entrar y anunciar a la visita que esperaba.

- Hágala pasar, por favor - escuchó al otro lado de la puerta.

Estaba nerviosa, y las piernas le temblaban. Ahora analizaría hasta la más mínima expresión de su cara. Por primera vez en la vida estaría frente a su padre; estaba segura de ello. Si no hubiera leído el diario de su madre, dudaría. Pero todas las piezas encajaban. Ni siquiera le conocía por fotografía ya que su madre no tenía ninguna de él.

Salió al encuentro de la muchacha con una amplia sonrisa en su cara. No tenía ni idea qué era lo que requería de él. Alba dirigió su mirada hacia el despacho, y vió que encima del escritorio había una fotografía de mujer, y era su madre. Si acaso tuviera dudas, en ese momento se desvanecerían. La había querido durante todo ese tiempo, pero ignoraba que su amor había tenido continuación, y sería ella quién se lo diría. Por primera vez en su vida, sintió en su mano la calidez de él. ¿ Cómo habría sido como padre, si todo hubiera transcurrido con normalidad?  Ambos se lo habían perdido. Dejó de divagar y atendió a las preguntas de él, a las más importantes de él, ya que de ellas dependería si le confesaba la verdad.

- Me ha sorprendido tu visita, y no alcanzo a saber qué es lo que deseas. Si es por problemas de alguna denuncia, cuenta conmigo. Tu madre fue una amiga muy querida para mi, y estoy a vuestra disposición.

- No es eso de lo que quiero hablar. Pero antes he de hacerle algunas preguntas algo personales, si me lo permite, claro. No tiene ni idea de lo importante que es para mi, sus respuestas.

- Bien, pues adelante. ¿Qué quieres saber? Aunque te advierto que estoy un poco confundido. No sé a qué viene tanto misterio

-¿ Sigue casado?

-¡ Oye, si que son personales!  No. Nos divorciamos hace mucho. Estoy totalmente libre.

-¿ Qué fue para usted mi madre?

- Pues ya lo dijo ella ayer: una amiga

- ¿Nada más?

- ¿ A donde quieres ir a parar? No te estoy entendiendo. Si lo que deseas saber es si tuvimos una relación tu madre y yo, he de decirte que si. Breve, demasiado breve, pero si: fuimos más que amigos.. ¿Eso es lo que querías saber?

- ¿ Por qué cortaron esa relación?

- Creo que te estás pasando un poco. Esta será la última pregunta que te responda.Son cosas demasiado privadas para explicarlas.  Eres una mocosa y no te conozco.  Creo que será mejor que te vayas. No sé lo que quieres ni tampoco me importa.

- Soy tu hija. Dejaste embarazada a mi madre. Lo supo después de que os separaráis. No sabía dónde vivías pero sí sabía que estabas casado y ella se sintió humillada, al tomarla por algo que no era.

- ¡ Eso no es cierto ! La amaba de verdad y nunca se me ocurrió humillarla, es decir tratarla como a una puta ocasional, digamos las cosas por su nombre. No volví a saber nada más de ella.Me divorcié enseguida de llegar a casa, pero los trámites son lentos. No sabía donde vivía, pero a pesar de todo la busqué, la he seguido buscando hasta ayer mismo ¿Crees acaso que estaba en el centro comercial por gusto? El día anterior vi la silueta de una mujer que me pareció ella, pero la perdí de vista. Volví al día siguiente por si tenía suerte... Tú fuiste esa suerte y el volverla a ver también, aunque todo resultó fallido.  ¿ En verdad eres mi hija? 

- Sí lo soy. Leí hace tiempo y a escondidas de ella, un diario que había escrito hasta la fecha de mi nacimiento. He vivido feliz todos estos años, pensando en que no conocería nunca quién fue mi padre. Ella no sabe que estoy al corriente de todo, por eso ayer, al veros juntos, saqué mis conclusiones. Pero quería verte cara a cara y contarte lo ocurrido desde que nací. Ahora ya lo sabes. Yo lo sé, y de ahora en adelante, cada vez que piense en tí tengo un rostro como referencia. Y ahora he de irme.

- ¿ Cómo que te vas? No me puedes dejar así. Ni siquiera te he dado un abrazo. Eres una chica fuerte y muy valiente. Te has enfrentado a esta situación difícil, pero ya nunca estaremos solos, ni tú ni yo. Vamos a ver a tu madre.  Hemos de aclarar muchas cosas.

Se abrazaron emocionados. Alastair no tenía la menor duda de que la muchacha le había contado la verdad.  Todo coincidía, y además tenía gestos de él, por si alguna duda le quedara.

Pulsó el interfono y anunció a su secretaria que anulase todo lo que tuviera pendiente para ese día. 

- No estaré en la oficina. Si surgiera algo urgente, pero muy urgente, llamadme al móvil. He de solucionar un asunto importante, el más urgente y prioritario de mi vida. 

Apagó el aparato, se puso la chaqueta y abrazando por los hombros a Alba, salieron del despacho. Las empleadas les miraban extrañados de que estuvieran ambos tan sonrientes. Hacía mucho tiempo que no le veían tan calmado y feliz.

- ¡ Una hija ! - se repetía una y otra vez. Y en su fuero interno sabía que era verdad y que desde hacía mucho tiempo no se sentía tan feliz. Y pensó que las cosas suceden por alguna razón, y en los últimos días a él le habían ocurrido cosas extrañas que le daban la razón.

Llegaron al hotel y subieron a la habitación en donde Alana se paseaba inquieta. No tenía noticias de que su hija fuera en busca de su padre, y de que él mismo le había dado la dirección. Se quedó pálida al verles juntos. Alastair no la quitaba la vista de encima, y al fin pudo articular palabra

- Alba, cariño ¿ puedes dejarnos solos? Mamá y yo tenemos que hablar.


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