Salió del hotel con la cabeza totalmente embotada, sin comprender aún lo que había sucedido. ¡ Tanto buscarla y la tenía delante , pero se había convertido en una extraña! No acertaba a pronunciar palabra alguna, ni actuar coordinadamente.. No sabía adonde ir y lo que hacer. Tenía que procesar todo lo que acababa de suceder hacía apenas unos momentos.
Pero lo que más le desconcertaba era la actitud de ella. Por otro lado lo comprendió. Estaban esas muchachas y una amiga. No podían hablar con todos ellos delante , pero tampoco le dió su teléfono para poder hacerlo a solas. ¿ Por qué él tampoco dijo nada? Estaba francamente desconcertado y sin saber a dónde ir. Y lo peor de todo es que no tenían tiempo: se iban a la mañana siguiente. Pero tenía que hacer algo; no lo podía desperdiciar después de que la buscara durante tanto tiempo. Al menos para explicarla todo lo que había sucedido en su vida. Su divorcio y la inmediatez de su búsqueda al volver a ser un hombre libre. ¿ Qué hacía en Edimburgo? ¿ Estaba casada? No había podido averiguar nada, ya que la tensión existente se cortaba. Tampoco ella dio muchas facilidades, seguramente porque no quería desvelarlo, y eso sería porque no quería, no podía o simplemente le odiaba
Se sentó en su coche. No tenía cabeza para conducir, pero decidió que iría a su casa, y allí más tranquilo idearía algún plan para poderse ver, si no esa misma noche, al día siguiente. Era imprescindible que la explicara todo lo ocurrido, porque estaba seguro que ya no volverían a verse. Y necesitaba confesarse con ella y que Alana también le hablara de su vida. Únicamente de esa forma pasarían página los dos.
Al llegar a su apartamento, tiró las llaves encima de una mesa y se quitó la chaqueta que llevó el mismo camino que las llaves. Parecía un león enjaulado. Poco a poco iba viviendo lo ocurrido y a duras penas lo podía procesar. La había buscado por todos los sitios imaginables, había pedido información que había sido un fracaso.
Había tenido que ser un accidente quién le pusiera frente a ella. Pero de nada había servido; se mostraba fría como el hielo, como si fueran dos desconocidos, y no lo eran en absoluto. Sólo él, el infierno que había pasado para averiguar su paradero, lo conocía. Y sin embargo...no servía de nada. Alana estaba indiferente a todo.
Estaba congestionado, y las sienes batían la sangre a golpetazos. La cabeza iba a estallarle y sus nervios saltarían por los aires. Tenía que hablar con ella, era la única oportunidad que había, porque mañana a esas mismas horas estaría en su casa y por descontado no podría volverla a localizar.
Levantó el teléfono y en centralita pidió la habitación que no sabía. Sólo que eran dos mujeres con unas chicas e irlandesas. ¿ Sería suficiente? Resultó que si lo fue.
La chicharra del teléfono resonó en la habitación de Alana cuando estaba en plena discusión con su hija. Esta había acudido a la habitación de la madre para pedir alguna explicación de ese comportamiento tan extraño que había mantenido, frente al hombre que las había ayudado. No quería decirla nada, no quería preguntarle algo que la quemaba en los labios. Pensó que sería mucho peor y que se subiría por las paredes si se enterara que sabía o intuía que ese hombre era su padre. Tenía que decírselo ella, pero no sabía cómo abordar la situación. Alana lo negaría probablemente, y se aferraría al pretexto que puso, que eran amigos desde hacía mucho. Algo poco creíble.
Alba quería, necesitaba hablar con él pero ¿cómo? No sabía dónde vivía y su madre también lo ignoraba.
Alana cortó la conversación bruscamente alegando que se iba a dar un baño y después se metería en la cama. Y así lo hizo. El teléfono no dejaba de sonar, y Alba lo descolgó
- Diga
- ¿ Quién eres.? Necesito hablar con Alana
- ¿ Quién lo quiere? Ahora no puede ponerse. ¿Quién la llama?
- Nos hemos conocido esta tarde. - ¿ Eres la chica herida?
-Si, soy la chica herida; necesito hablar con usted
¿ Para que quieres hablar conmigo? ¿ Estás bien? ¿ Es por cuestión del seguro?
- No, nada de eso. Deme su dirección, por favor. Es muy importante para mi. Mañana por la tarde regresamos a casa, y he de saber algo prioritario.
- No entiendo nada. Todo esto es muy extraño, pero, en fin. Toma nota...
Y hecho ésto colgaron, apareciendo a los pocos instantes Alana en escena. Alba respiró aliviada pero inquieta. La entrevista de mañana serìa esclarecedora para su vida. Sabría al fin si lo leído en el diario, atañía a ese desconocido y a ella misma, o había sido su imaginación alterada.
Ninguno de ellos tres concilió el sueño esa noche. Estaban rendidos anímicamente, pero deseaban que amaneciera pronto.
A la mañana siguiente,Alana ni siquiera hizo algún comentario. Era como si esa escena vivida, no hubiera ocurrido. Tampoco su hija dió explicaciones de nada, tan sólo que iba a salir a hacer algunas compras que la faltaron realizar ayer.
-Cuando se levanten mis amigas, diles que ya las llamaré. Y ahora me marcho no se me haga tarde.
La madre no se tragó lo de las compras Debía ser ella quién explicara, al menos a su amiga, lo sucedido el día anterior. Pero para eso tenían que estar a solas. Tampoco imaginó a dónde se dirigía su hija y con qué fin.
Alba dudaba, cuando ya metida en un taxi, dió la dirección de Alastair; esa conversación debía mantenerla con él a solas y después ya vería si se lo decía a la madre. Si el resultado fuera tanto bueno como no, hablaría con ella y la diría que estaba al corriente de todo, pero que tenía que saber quién era su padre, y después que pasase lo que fuera. Comprendía que si él no lo reconocía, no tendría nada que reprocharle.
- Lo más probable es que quiera ocultarlo a su mujer, y que tiene una hija de dieciséis años. Es un plato demasiado fuerte para digerirlo así de pronto.
Iba nerviosa pero resuelta. Envidiaba a sus amigas cuando veía a los padres de ellas siempre juntos. Ella no sólo no veía a los suyos, sino que ni siquiera sabía quién era.
Y llegó frente a las oficinas de quién creía su padre. Tenía todos los ases en su manga y estaba plenamente segura que saldría de allí con la certeza en la mano.
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